EE.UU.: LA CRISIS, EL FACTOR HUMANO Y LA CLAVE DEL CENTRO

31 de julio de 2008

Esta semana hemos entrado en los últimos cien días para las elecciones presidenciales en los Estados Unidos.

Los pronósticos siguen abiertos, naturalmente. Primero, porque queda mucho tiempo, porque el entorno de crisis económica y desconfianza social es muy volátil, porque las propuestas de los candidatos no están del todo completas, porque no está claro que el entusiasmo de los demócratas en la primarias se confirme en noviembre. Y porque eso que los comentaristas norteamericanas llaman “the character question” no está resuelta.

Traduciremos “character” por personalidad. O sea, el factor humano. No tanto demócrata o republicano en esta hora, sino la persona. Obama o McCain.

Puede resultar extravagante plantearse esto cuando hemos asistido a la fase previa más desequilibrada de la historia electoral norteamericana reciente en cuanto a atención/atracción mediática de ambos candidatos. Obama ha ganado por goleada. No sólo por el apasionante duelo con Hillary Clinton, sino por su habilidad en presentar su carisma como un irresistible activo electoral.

Y, sin embargo, en algunos de los rasgos que le han situado a Obama en la cumbre de la popularidad anidan posibles alarmas en los meses decisivos de la campaña.

Su gira internacional ha dejado entrever algunas de esas amenazas. El riesgo del suflé mediático persigue permanentemente al senador por Illinois. De la idoneidad del viaje se ha hablado profusamente. De su rentabilidad electoral, se hacen cábalas. El propio Obama hizo la suya, de forma inverosímilmente cándida, en declaraciones al WASHINGTON POST: “probablemente, perderemos algunos puntos”. El candidato tal vez pretendía contestar a las críticas de sus adversarios, que le reprocharon oportunismo y cierta insolencia por exhibir modos presidenciales inoportunos.

Un miembro de su equipo, en un patinazo evitable, hizo abiertamente un paralelismo entre su jefe y los presidentes norteamericanos. Obama, para enmendar, marcó claramente las distancias y admitió que su viaje era el de un “simple ciudadano”. Un exceso por el otro lado, muy en su estilo. THE NEW YORK TIMES, no precisamente crítico con él, ironizaba sobre este estilo presidencial prematuro.

Pero si el riesgo de Obama es el exceso, el de McCain es el defecto. Su equipo ha tratado de sacar la mayor tajada posible de los devaneos mediáticos del rival, pero lo más trabajoso es conseguir notoriedad positiva para su líder. A McCain se le agotan las rentas de su veteranía. Y su aireado alejamiento de Bush se hace añicos cuando echa mano de algunos de sus centuriones y de las “inciviles tácticas” descalificatorias del todopoderoso Karl Rove, como le reprocha en un editorial THE NEW YORK TIMES.

En el instinto conservador y tradicional de la mayoría de los norteamericanos que votan, McCain resulta más fiable, más previsible. Pero la crisis invita a la imaginación, al coraje, a la innovación. Ahí, McCain tiene la batalla perdida, aunque el candidato demócrata sea más brillante en la generación de ruido que en la producción de nueces.

Todo indica que la economía decidirá. Como en 1992, cuando los demócratas recuperaron una Casa Blanca instalada en la bancarrota y en el “vudú de las reaganomics”, como caracteriza Joseph Stiglitz la era neoliberal a ultranza de los años ochenta.

Las principales preocupaciones gravitan en torno a la crisis y las encuestas dicen que la mayoría de los presumibles votantes norteamericanos confían más en los demócratas para hacerla frente. Como hace dieciséis años.

Obama ha disipado los ecos flatulentos de la gira internacional con un gesto de seriedad, reuniendo a expertos económicos para que le ayuden a formular las propuestas más convenientes. Golpe de efecto bipartidario: en la mesa se han sentado colaboradores del primer cuatrienio de Bush.

Los asesores de McCain han respondido con escasa imaginación. Una peso pesado, la ex-jefa de Hewlett Packard, Carleton Fiorina, ha pretendido ridiculizar la iniciativa del candidato demócrata al calificarla como “una photo-opportunity más”.

Pero el candidato republicano evidencia contradicciones muy peligrosas en el terreno económico. La Casa Blanca confirma que el déficit público alcanzará un record histórico de 482 mil millones de dólares al final de este ejercicio. Sin duda, el parón económico ha contribuido. Pero han sido la política fiscal y los gastos militares y de seguridad derivados de las guerras de Bush los factores principales de este desastre.

Y, sin embargo, McCain sigue validando ambas políticas y promete incluso continuarlas, al tiempo que critica el despilfarro público, en una composición imposible que suena a cuadratura del círculo. Desde Wall Street se proyecta cierta indiferencia. En horas bajas, el mundo financiero se olvida del fundamentalismo neoliberal y escucha con cierta complacencia algunas recetas de intervencionismo tibio avanzadas por el candidato demócrata.
Seguramente, ganará quien consiga interpretar mejor el centro. Pero ¿qué centro? Me quedo, a este respecto, con la reflexión de Katrina Van den Heuvel, editora del seminario progresista THE NATION. El centro que interesa a la mayoría de los estadounidenses es el que conforma el “centro de sus vidas”: el cuidado de sus hijos y sus mayores, una educación pública de calidad, un salario que permita vivir, una pensión garantizada, una vivienda digna y pagable, ayudas familiares y protección medioambiental.
Sabemos que ese concepto del “centro” no es el de McCain. Pero ¿está en la mente de Obama?

KARADZIC: PARADOJAS DE UN CASTIGO TARDÍO

25 de julio de 2008

¿Sabemos quien ha capturado realmente a Radovan Karadzic?

El Ministerio del Interior serbio asegura que ninguno de sus agentes intervino en la operación. La tarea habría correspondido a “miembros de los servicios especiales serbios (BIA)”, según los periódicos serbios POLÍTICA Y BLIC.

El Presidente europeísta, Boris Tadic, ha asegurado estos años que su propósito de colaborar con la justicia internacional era serio. Pero no se obtenían resultados. Y ahora que el Partido Socialista creado por Milosevic entra en la coalición de gobierno es cuando cae Karadzic. ¿Una paradoja balcánica más?

Ahora falta Mladic, el jefe militar serbo-bosnio considerado responsable directo de la matanza de ocho mil civiles en Srebrenica, en julio de 1995. Siempre se ha dado por seguro que el ejército serbio (heredero del ejército federal yugoslavo) lo protege. Ciertas informaciones locales aseguran estos días que su captura puede ser inminente. De confirmarse, quizás sepamos algo más de lo ocurrido en estos años de oscuridad de estos dos personajes.

En todo caso, se insiste en Belgrado que no ha habido intervención o ayuda de agencias extranjeras en la captura de Karadzic. THE NEW YORK TIMES informa que la semana pasada tropas europeas de la OTAN registraron el domicilio de la esposa del líder serbo-bosnio en Sarajevo y se llevaron “documentos”, pero no relaciona expresamente esta tarea con la captura.

La OTAN no pudo capturar a Karadzic y Mladic, a pesar de que supuestamente existían planes operativos muy detallados de búsqueda y captura, que fueron en su día publicados por la prensa serbia. Pero, en realidad, la pregunta es si las potencias occidentales querían realmente hacerlo. La exfiscal Del Ponte siempre se mostró escéptica. Es plausible la hipótesis de que políticamente se deseara que fueran los propios serbios quienes apresaran a los “monstruos” de su nacionalismo extremo. Como una especie de purga o exorcismo.

Karadzic había sido el interlocutor privilegiado de los sucesivos emisarios de la llamada comunidad internacional y un “fijo” de las televisiones occidentales, que sacaron mucho partido de su buen inglés para convertirlo en portavoz de la causa de los serbios de Bosnia. Karadzic no fue un dictador, ni presidente “autoproclamado” de los serbo-bosnios, como dice algunos medios occidentales. Sus correligionarios étnicos de Bosnia lo eligieron y refrendaron en numerosas ocasiones.

Por supuesto, hay motivos de sobra para considerar a Karadzic un criminal de guerra. Pero lo relevante ahora es cómo se enfocara la determinación de responsabilidades. Del acta de acusación del TPI, se deduce que en el juicio se evocará el “proyecto genocida” que supuestamente diseñó Milosevic para hacerse dueño de los Balcanes.

El nacionalismo serbio fue enormemente dañino, pero no mucho más que el practicado por otras comunidades exyugoslavas. Todos mataron, todos abusaron, todos manipularon y todos practicaron un victimismo hipócrita. Simplemente, los serbios eran militarmente más potentes y aprovecharon su fortaleza en ese aspecto.

Igualmente es discutible que Milosevic y Karadzic participaran de la misma estrategia.
Ambos dirigentes tenían una visión diferente, aunque les unía la “patria común” en un momento de conflicto con “los otros”. Milosevic intentó en varias ocasiones deshacerse Karadzic, según algunos, por puro tacticismo. No lo consiguió hasta que se consolidó el proceso de final de la guerra, en Dayton, donde el líder serbo-bosnio y su jefe militar, Mladic, quedaron como chivos expiatorios de la derrota serbia.

El diplomático norteamericano Richard Hoolbroke –por cierto, ahora miembro no formal del equipo de Obama- fue uno de esos interlocutores habituales de Karadzic. Ahora, lo ha definido como un “racista” que “disfrutaba ordenando la muerte de los musulmanes”. En cambio, a Milosevic lo califica de mero “oportunista”.

Las potencias occidentales naufragaron en la confusión durante casi todo el periodo que duraron las guerras: por desatención, primero, por rivalidad y desconfianza entre ellas, después; y, finalmente, por el deseo de acallar el escándalo de la pasividad y la negligencia con la señalización de un culpable al que responsabilizar fundamentalmente de la tragedia.

Muchos serbios no partidarios de Karadzic tienen poco claro que sea un criminal. Incluso muchos de sus rivales políticos contemplaban con desagrado que no se dejara de hurgar en la herida sin cerrar de la nación serbia, perdedora al fin y a la postre. De ahí la cautela con que se presenta la identidad de sus captores.

Los políticos que unen su fortuna al deseable destino de Serbia dentro de la Unión Europea son los grandes beneficiados. Se dirá que también las victimas inocentes del sanguinario psiquiatra con pretensiones de poeta y postreras aficiones de medicina naturista. Sin duda. Pero como suele ocurrir con los verdugos que vivieron mucho tiempo impunes, su castigo llega tarde.

LA OTRA GUERRA DE OBAMA

18 de julio de 2008

El presumible candidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, Barack Obama, ha decidido zanjar las interpretaciones polémicas acerca de sus planes sobre Irak, si alcanza la Casa Blanca el próximo mes de enero.

Un artículo rubricado con su firma en el NYT ha establecido las condiciones y grandes líneas de una retirada militar. En las semanas anteriores, el senador por Illinois se había expresado con cierta ambigüedad y confusión, lo que había provocado no pocas críticas entre muchos de los que le dieron su voto en las primarias. Pero, lo que resultaba más preocupante para él, también entre los grupos que movilizaron al electorado demócrata en su favor y ayudaron a canalizar ingresos hacia su campaña.

Obama parecía responder a un intento de atraerse a los demócratas más moderados, a los centristas, supuestamente cercanos a posiciones más duras, defendidas –no sin la misma falta de claridad- por la pre-candidata Clinton.

En las últimas semanas, en la prensa norteamericana más a la izquierda se han venido sucediendo reportajes que recogen la inquietud de sectores progresistas ante un giro (“flip-flop”) del presumible candidato presidencial. Muchos creyeron ver confirmados sus temores de estar ante la confirmación de la “burbuja Obama”. En este sentido, es imprescindible la lectura de un extenso trabajo publicado en el último número de THE NEW YORKER. Lamentablemente, la desafortunada anécdota de la portada ha desviado la atención de un documentadísimo artículo sobre la forja política del que podría ser el próximo presidente de los Estados Unidos.

Para aplacar en cierto modo los recelos, pero también para recuperar la iniciativa, Obama ha querido confirmar su compromiso de acabar la guerra, traer a casa las tropas y ofrecer una alternativa responsable al futuro de Irak.

El plan es el siguiente: retirada escalonada hasta verse completada en el verano de 2010 y mantenimiento de una “fuerza residual”, con tres misiones: combatir a los “remanentes de Al Qaeda en Mesopotamia”, proteger al personal norteamericano y entrenar a las fuerzas iraquíes. Además, promete un fondo de dos mil millones de dólares para estabilizar la democracia iraquí.

El editorial del NYT elogiaba sin ambages la propuesta de Obama y la contraponía a la “penosa” posición de McCain, al que considera “atrapado” en la “letania de Bush” de ganar la guerra, sin explicar qué entiende por tal cosa.

Pero la apuesta pacifista de Obama tiene un reverso, con el que posiblemente pretende no granjearse la desconfianza del electorado centrista (o incluso del conservador). En buena medida, el presumible candidato demócrata justifica la retirada de Irak por la necesidad de reforzar la presencia militar norteamericana en Afganistán y en la frontera de éste país con Pakistán.

Es decir, se trataría de clausurar una guerra para intensificar otra. Se compromete a enviar dos brigadas de combate más (o sea, unos10.000 soldados), para “terminar el trabajo”. Y, como podrían no ser suficientes efectivos, anuncia una ofensiva diplomática ante sus aliados de la OTAN para obtener más refuerzos.
De esta forma, Obama asume la estrategia de la “guerra contra el terrorismo”, neutraliza la imputación de “débil” o “blando” y se coloca en sintonía con ese espíritu traumático que domina Estados Unidos desde el 11 de septiembre.

En esta estrategia le aplaude, también sin reservas, el diario liberal neoyorquino, mientras la prensa conservadora guarda silencio.

Los sectores progresistas recuerdan estos días otros capítulos de la herencia iraquí. Entre otros, la gestión de los nuevos yacimientos petroleros. En un artículo para THE NATION, la conocida altermundista NAOMI KLEIN pone de manifiesto la dudosa legalidad de la decisión del primer ministro Al Maliki de otorgar a las compañías multinacionales la explotación de los pozos. “Invadir un país para quedarse con sus recursos naturales es ilegal según la Convención de Ginebra”, escribe. El borrador de contrato, por lo que se ha dado a conocer, establece que las compañías multinacionales se quedarán con el 75% del valor de las extracciones.

Klein reconstruye el argumento de esta operación. Irak necesita tecnología extranjera debido a las dos décadas de sanciones y a la destrucción bélica. Para pagar esta tecnología necesita petróleo, pero para conseguirlo necesita la inversión foránea. Y como la guerra ha convertido el país en un lugar de alto riesgo, es preciso ofrecer estímulos sin precedentes, que no se concedían en la regióin desde la época colonial. En palabras de Klein: “la invasión de Irak fabrica el argumento para su pillaje subsiguiente”.

LA PROTECCIÓN, ¿ IMPOSIBLE?

11 de julio de 2008

El fantasma de la recesión ha disparado un mecanismo de reserva en Europa: el repliegue.

Las luces de alarma empiezan a poblar el cuadro –los cuadros- de mando en el continente.

Las líneas de fractura ideológica se suavizan, los temores se agrandan, la familia se reúne junto al fuego para poner en común las debilidades.

El pacto sobre control migratorio que han forjado los ministros de interior y justicia de los veintisiete pone abiertamente de manifiesto que el liderazgo europeo considera que ha llegado la hora de guarecerse.

En este clima de mal disimulado temor a la tormenta, se inicia la presidencia francesa de la Unión. Lo que en tiempos de optimismo europeísta era una ocasión para sacar pecho político y airear un modelo de prosperidad, se ha convertido hoy en un engorroso compromiso.

El articulista ARNAUD LEPARMENTIER anuncia en LE MONDE que el pacto migratorio es tan sólo una de las decisiones que confirmara la deriva temerosa de los próximos meses. En pocos días asistiremos a la iniciativa francesa para “torpedear el acuerdo propuesto a la Organización Mundial del Comercio (OMC), juzgado desfavorable a los agricultores”.

En este último punto, el presidente francés ha dejado claro en el Parlamento europeo que “las cuentas no salen” y que, Europa “no puede seguir haciendo esfuerzos” (liberalizadores, se entiende), si “otras regiones del mundo” (las potencias emergentes) “están decididas a avanzar”. Ésta es la protección, tal y como la entiende Sarkozy.

No es lo que le reclaman desde el centro izquierda europeo. Los líderes socialistas, el germano Schultz y el danés Rasmussen, le critican que no aproveche este semestre para “revitalizar la Europa social”.

Pero, en realidad, como el propio LEPARMENTIER recuerda, la UE renunció a proteger de forma eficaz cuando se diseñó el modelo de construcción europea. La Europa Social no es una atribución de la Unión, sino de los Estados. La política social, maltratada o casi despreciada en el Tratado de Lisboa, en un instrumento demasiado débil para afrontar lo que se avecina.

Desarmada la protección, queda el populismo. Que es lo que practica Sarkozy cuando se declara protector. Se lo reprocha, desde la oposición, Françoise Hollande, el todavía primer secretario del PSF.

Pero ¿qué decir de los propios socialistas? Son dos veteranos líderes de esa familia –Jacques Delors y Michel Rocard- quienes aireaban estos días su malestar por la directiva sobre inmigración aprobada en el Parlamento europeo, hasta el punto de considerar que “no respeta la dignidad de las personas”.

Teniendo en cuenta que la mayoría de los socialistas europeos votó a favor de la directiva, la quiebra del discurso en el centro izquierda es ya indisimulable. Esta escisión de la conciencia en la socialdemocracia, según se esté o no en responsabilidades de gobierno, no es nueva. Pero en algunas ocasiones se hace especialmente incómoda.

Algunos analistas consideran que la crisis ha pillado a un sector de la izquierda sin un discurso suficientemente adaptado. Se responde con rapidez –con precipitación- a derecha, mientras se ofrecen compensaciones “protectoras” a izquierda.

Desde la derecha, no hay vacilaciones. Berlusconi no tiene problemas en enseñar su cara más sucia, porque sabe que tiene un electorado muy firme detrás que le pide exactamente lo que está haciendo.

Sarkozy, más político, prefiere manipular lo nacional y lo europeo en función de coyunturas. En lo segundo, parece acreditado que cuenta con España, a la que le faltan ahora cómplices ideológicos de solvencia en el club.

El citado LEPARMENTIER menciona una cita europeísta de Mitterrand, que Sarkozy parece tener en su mesa de despacho: “se proyecta sobre Europa amenazas imaginarias mientras que es Europa la que nos protege de riesgos bien reales”.

Pero eso era en otros tiempos, cuando el proyecto europeo parecía avanzar con rumbo firme. Ahora, las amenazas no se perciben imaginarias sino reales. Y la protección, a fuerza de debilitarse en los últimos tiempos, ¿se ha vuelto imposible?

URIBE, REFORZADO

4 de julio de 2008

La liberación, a cargo del Ejército colombiano, de 15 personas secuestradas por las FARC representa algo más que una brillante operación militar. Sin entrar en los detalles de la acción, las consecuencias políticas de su resultado serán seguramente inmediatas.

Los medios colombianos aseguran que la liberación de los rehenes constituye una “oportunidad para la paz”. Conviene ser prudente acerca de estas expectativas. Las amenazas a la paz y a la justicia en Colombia van más allá de la actividad guerrillera.

El “éxito de la estrategia de Uribe”, como reconoce clara y expresamente LE MONDE, es innegable. Que no se haya derramado sangre en la operación supone un elemento de reconocimiento y prestigio de las Fuerzas Armadas, que se estaba haciendo necesario después de innumerables episodios, en los que el prestigio y la credibilidad de los militares colombianos había sido puesto en entredicho. Uribe, muy dado a la hipérbole, ha calificado la operación de “epopeya militar”.

Expresada la satisfacción general y consumada la celebración colectiva por la liberación de estos ciudadanos, aún quedan muchos problemas por resolver. ¿Qué pasará con el resto de los rehenes que aún quedan retenidos en la selva colombiana?

Uribe, saboreando el triunfo militar, ha asegurado que la operación debe interpretarse como un “invitación a la paz” extendida a las FARC, para que liberen al resto de rehenes. Más explícito, el Ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, ha asegurado que no se liquidó a todos los guerrilleros que custodiaban a los secuestrados, en un gesto de generosidad, para dar la oportunidad a las FARC de que liberen al resto de secuestrados.
Pero ¿qué ocurrirá si los guerrilleros responden negativamente, si deciden responder con un encastillamiento suicida? ¿Asistiremos a nuevas operaciones militares?

La principal formación de la izquierda colombiana, el Polo Democrático, asegura que el “éxito de este operativo no puede llevar a la conclusión ligera de que el rescate militar es el método eficaz y seguro para liberar a los secuestrados”. E insiste, en estas horas de euforia, que conviene seguir insistiendo en la importancia de las gestiones diplomáticas para forzar a las FARC a un “acuerdo humanitario”.

La gestiones del presidente venezolano, Hugo Chávez, con el apoyo implícito de Francia, permitió la liberación, en enero, de la secretaria de Betancur, Clara Rojas, y de otra rehén. Ahora, Chávez se ha apresurado a reiterar su petición a las FARC para que “liberen a los cautivos que aún mantienen en su poder”.

Pero Uribe se ha sentido siempre incómodo con esta vía pactada. Y ahora, con las FARC debilitadas, con sus principales líderes históricos desaparecidos, sus filas diezmadas por la deserción y una cierta desmoralización, la opción negociadora se antoja sencillamente inconcebible para el presidente colombiano. De hecho, su “invitación” de esta hora a la guerrilla suena a ultimátum.

Por otro lado, hay otro elemento que inquieta a los familiares de los aún secuestrados. Que resuelto el caso emblemático de Ingrid Betancur, se pierda interés o se afloja la presión internacional. Eso reforzaría la opción militar.

Lo que, a su vez, precipita otras preocupaciones. ¿Puede garantizarse que el resultado de otra operación militar sea tan incruento? Los allegados de las victimas temen que no sea así, como ocurrió con intervenciones anteriores no tan exitosas, como las que costaron la vida al gobernador Gaviria o al excomisionado Echeverri.

El Presidente colombiano gusta de las maneras fuertes y se complace en demostrar que no se arruga ante consideraciones formales o morales cuando fija un objetivo político estratégico.

Este suceso feliz le viene como anillo al dedo para engrandecer su figura, en un momento de conflicto institucional de primer orden con la Corte Suprema del país, que investiga su responsabilidad en la compra de votos para facilitar el cambio legislativo que le permitió presentarse a la reelección hace dos años.

Habrá que ver si la sociedad colombiana es capaz de separar convenientemente su satisfacción por la resolución parcial de un problema que ulcera la conciencia moral del país del diagnóstico sereno sobre la salud democrática de la República.