CAPITALISMO DESASTRE, SOCIALISMO PARA LOS RICOS

26 de septiembre de 2008
Bush ha apelado del nuevo a la amenaza de catástrofe para trastocar las reglas democráticas y tomar decisiones excepcionales sin apenas control democrático. Lo hizo tras el 11-S y pretende hacerlo ahora con la quiebra del capitalismo tramposo que se le ha venido encima a un país atónito por la dimensión de la crisis y la audacia ilimitada de sus dirigentes. Lo que Naomi Klein llama la doctrina del shock.

Al citar a Obama y McCain en la Casa Blanca después de dirigirse al país en tono de emergencia, Bush ha pretendido crear un clima de adhesión incondicional y colocar a los congresistas bajo la presión de aceptar el plan de rescate financiero o ser tachados de insensibles o traidores por omisión.

McCain ha sido la última victima del desastre financiero. En esta semana horribilis, el candidato republicano ha perdido toda la ventaja acumulada tras la Convención de Minnesotta. Como se preveía, se ve ahogado por la marea económica. Su decisión de suspender la campaña y proponer el aplazamiento del primer debate electoral para concentrarse en el voto del legislativo no transmite patriotismo, como él seguramente esperaba, sino cierta propensión al pánico o a la cobardía.

Obama juega a favor de corriente, porque la crisis abona la tesis troncal de su campaña: McCain como administrador de la herencia Bush. En su línea moderada y bipartidaria, Obama rechazado el aplazamiento del debate, argumentado, con toda lógica, que la exposición pública de soluciones es ahora más necesaria que nunca.

La prensa progresista no demuestra indulgencia con el candidato republicano. THE NATION sostiene que “McCain suspende la democracia”. Incluso la más neutral le reprocha falta de visión, improvisación y mal asesoramiento. THE BOSTON GLOBE le aconseja cambiar sus consejeros económicos.

El Plan Paulson se complica. Tampoco es una sorpresa, a pesar de que el clima de emergencia propagado por la administración pareció eficaz en un primer momento. Incluso el propio Obama llegó a sugerir que podría mantener a Paulson en el puesto si ganara las elecciones. Pero el examen cuidadoso del plan y los excesos tremendistas tan del gusto de esta administración han despertado la sensibilidad crítica.

Algunos líderes del Congreso –demócratas la mayoría, por supuesto, pero también republicanos- han conseguido que se entendieran los enormes peligros de entregar poderes casi absolutos a un insider de Wall Street convertido en guardián de los dineros públicos: el lobo al cuidado de los corderos.

El demócrata Christopher Dodd, presidente de la Comisión sobre asuntos bancarios del Senado, ha sido el congresista más activo en presentar enmiendas. Entre otras consideraciones, ha planteado que el gobierno tenga la opción de adquirir participaciones en las entidades que contribuya a reflotar. Lo que incomoda a la Administración. No es desdeñable que incluso antiguos reaganitas se resistan a aceptar con ojos cerrados la medicina del Secretario del Tesoro.

Los que se atreven a discutir las urgencias planteadas por una administración a la deriva han tenido la lucidez de plantear opciones que defiendan los intereses de los contribuyentes. Es escandaloso que los defensores a ultranza de la inhibición del Estado y la desregulación absoluta presenten ahora una solución de salvamento público, bajo el chantaje de que no aceptarlo pondría en peligro la estabilidad económica de los Estados Unidos.

La prensa progresista de Estados Unidos no se ha arrugado a la hora de replicar el mensaje catastrofista/oportunista de Paulson. Una comentarista de THE NATION califica de “golpe de Estado económico” lo ocurrido estos días de septiembre.
Aparte del problema nuclear de las “hipotecas tóxicas”, los “créditos de supermercado” y “estilo Far West”, los medios críticos no parecen dispuestos a soltar la presa de los honorarios escandalosos de los grandes ejecutivos de Wall Street que no han demostrado precisamente su competencia. El citado Dodd ha sido certero al señalar que “los autores de esta calamidad no pueden escaparse enriquecidos”.
Este asunto no es menor. Significativa resulta la posición del premier británico Brown, quien ha calificado de “inaceptable” la política de premiar con pluses extraordinarios inversiones de alto riesgo que proporcionan enormes beneficios a corto plazo. De esta forma, se han enriquecido muchos altos ejecutivos de Wall Street. Hoy es preciso exigirles responsabilidades, cuando esos beneficios se han tornado en horribles pérdidas.
LE MONDE predice que los jóvenes cachorros de la finanzas salidos de los elitistas laboratorios universitarios verán reducida su cotización. El tiempo de los tiburones se ha terminado, viene a decir el diario francés.
Como se antoja necesario clarificar hasta donde se ha llegado en el abuso, recogemos el dato que el Instituto de Política Económica, un organismo crítico con las prácticas de Wall Street, ha aportado al debate. La retribución de un alto ejecutivo en las grandes corporaciones norteamericanas equivalía a la de ¡275 veces las de un trabajador medio! En 1970, esta brecha era “solamente” 70 veces mayor.
El comentarista John Cassidy recuerda, desde las páginas del NEW YORKER, la preclara sanción de John Kenneth Galbraith: el único socialismo respetable en América es el “socialismo para los ricos”.

CAPITALISMO DE CASINO: MCCAIN, EN EVIDENCIA; OBAMA RECUPERA LA INICIATIVA

19 de septiembre de 2008

El capitalismo de casino ha quebrado en Estados Unidos. La profecía neoliberal que auguraba una prosperidad duradera e indestructible basada en la desregulación y la práctica desaparición del Estado del mundo económico y financiero ha resultado un fraude estrepitoso, cuyas consecuencias aún están aún por calibrar.

No tardaron los dos candidatos principales en reaccionar a los huracanes que han puesto a Wall Street en estado de alerta catastrófica. Lo tenía más difícil McCain, con su discurso contradictorio y de circunstancias. El candidato republicano acostumbra a patinar tanto en sus opiniones sobre economía que tuvo hace semanas que admitir públicamente que no era especialmente experto en la materia. Para compensar el déficit, tiene que rodearse de asesores y especialistas. Nada que reprocharle por ello. Lo preocupante es que a McCain le cuesta componer un discurso coherente por el elenco tan contradictorio que ha reunido a su alrededor. No se trata de que equilibrar posiciones, para considerar todos los puntos de vista posibles. Lo que se le reprocha al senador por Arizona es una dirección estratégica.

En marzo decía que no era partidario de más regulaciones: al contrario, defendía recortar las existentes, por considerar que “destruían a las familias norteamericanas”. Al día siguiente del sobresalto en Wall Street, se presentaba en un anuncio de televisión como el defensor de “medidas mas duras para proteger los ahorros de toda la vida”. El martes decía que no sería buena idea que el Estado reflotara la aseguradora AIG y el miércoles se tuvo que tragar precisamente esa medida y componer la figura, con el argumento de que era un “mal necesario”. Con el paso cambiado, McCain acudía a un discurso populista en uno de los tradicionales estados industriales del país, Michigan, como adalid de la clase trabajadora, frente a la “codicia” de Wall Street. La propaganda lo aguanta todo, pero ni siquiera prominentes republicanos –consultados por THE WALL STREET JOURNAL- creen en privado que esa estrategia le lleve a la Casa Blanca.

El NYT, que cada día le escamotea más el reconocimiento de su competencia para dirigir el país, no ha pasado la oportunidad de señalar la inconsistencia –y hasta lo “preocupante”- de su discurso económico. “McCain lanza suntuosos elogios a los trabajadores, pero ignora sus problemas. Todo un insulto”.

No deja de ser llamativo que su principal asesor financiero sea precisamente John Thain, el principal ejecutivo de Merril Lynch, uno de los bancos de inversión afectados fatalmente por la crisis de las hipotecas basuras. No era el que quebró (Lehman Brothers), pero si el que tuvo que ser adquirido in extremis por el Bank of América, por la mitad de lo que supuestamente valía a primeros de año, para evitar su irremisible hundimiento. Muchos analistas pronostican que Thain formará parte del equipo económico de un eventual Presidente McCain.


Obama, a favor de corriente, aprovechó la circunstancia para señalar las contradicciones de McCain y su inconsistente mensaje de cambio. En su haber, Obama puede acreditar que ya a primeros de año llamó la atención sobre las subprimes (hipotecas basura), los hedge funds (fondos de alto riesgo) y las alarmantes cabalgadas especulativas sobre el alambre que se practicaban en Wall Street.

Pero lo más relevante del discurso de Obama de estos días es que se ha atrevido a decir que no es sólo la “codicia” la causante de los problemas, como ha asegurado McCain, sino la liquidación de la responsabilidad del Estado, que su rival conservador ha venido defendiendo estos años de administración republicana.

El senador por Illinois defiende claramente la necesidad de que los poderes públicos aseguren un control efectivo, riguroso y responsable del funcionamiento de los mercados financieros, para hacerlos más transparentes, seguros y eficaces. Obama anunció la creación de una Comisión que haga un seguimiento exhaustivo de los peligros financieros e informe puntualmente a la Casa Blanca y al Congreso. El perfil es claramente socialdemócrata y constituye un avance indudable con respecto a lo vivido en los últimos años. Pero su propuesta es muy general, poco detallada, y los que, desde la izquierda, analizan su programa echan de menos mayor concreción y compromiso.

La crisis financiera ha contribuido a desvanecer, al menos de momento, la rutilante estrella Palin. En cierto modo, los republicanos habrán respirado, porque la puesta en escena de la running mate de McCain en su primera entrevista pública fue decepcionante. El asunto dominante –política exterior y de seguridad- no le era ciertamente muy propicio por su inexperiencia manifiesta en esas lides. Pero la gobernadora de Alaska no sólo demostró esas comprensibles carencias: abonó los temores de que su elección ha respondido más a la necesidad de un golpe de efecto que a una selección por mérito y capacidad.

VUELO DE MARIPOSA, PICADURA DE AVISPA

12 de septiembre de 2008

Sarah Palin es la nueva sensación de la campaña electoral norteamericana. En parte, el fenómeno responde al deseo obsesivo de novedades excitantes. Pero no hay duda de que su figura ha tenido un efecto que ha sorprendido a sus rivales, pero también a sus propios correligionarios.

Uno de los principales estrategas del Viejo Gran Partido, citado por un columnista del NYT, ha admitido que consideró la de Palin como la peor selección de candidato a vicepresidente desde 1972, cuando el demócrata McGovern escogió a Eagleton. Incluso llegó a pronosticar que McCain terminaría retirándola.

En su blog, el ex-alcalde de San Francisco, Willie Brown, ha asumido el papel de decir lo que otros callan, aunque lo piensen, en su partido. “Ella ha cambiado completamente la dinámica de esta campaña. Punto”, escribió hace unos días.

Palin ha despertado al electorado ultra de la América profunda, apegado a unos valores férreamente conservadores. Su presencia en primer línea intenta satisfacer los instintos de esa mayoría de cristiano-militantes, alérgica a los impuestos, enemiga visceral de los servicios públicos y “amante de las armas”. McCain, con su decisión, ha querido reconciliarse con ese electorado, que parecía haberle dado la espalda, por sus críticas a la administración Bush y su exhibicionismo de republicano independiente y moderado.

En cierta forma, Palin es un remake de Reagan, porque no exhibe las arrogantes maneras neocon. Todo lo contrario, su autopresentación en la Convención como “hockey mom” pretende fijar su imagen de mujer corriente procedente de una clase media sin otras pretensiones que llevar la decente vida americana que sus pares esperan de ella. “McCain ya tiene su Obama”, decía NEW YORK MAGAZINE, para codificar el acierto de la operación renovación/tradición.

La pregunta es cuánto durara el encanto de Palin. La pretendida naturalidad de sus actuaciones es poco consistente con algunas experiencias de su corta pero significativa trayectoria política. De momento, la prensa que ha resistido el deslumbramiento ha comenzado a revelar ciertas decisiones políticas suyas que apuntan usos y mañas poco renovadores. Es difícil valorar cuanto hay de cierto y cuanto de exagerado, o de torcido, en los artículos de urgencia publicados esta semana. Pero ciertos datos reflejan una personalidad ambiciosa que adopta no el mensaje inspirado por los principios, sino por la rentabilidad política y electoral.

El NYT le reclama una rueda de prensa abierta para testar su capacidad de ofrecer explicaciones convincentes, y le reprocha a su jefe político que trate de envolverla en estrategias mediáticas blindadas.

Otras anécdotas más personales y familiares –como el supuesto impulso de venganza contra su ex-cuñado- cuestionaría su ingenuidad y acreditaría, por el contrario, esas imputaciones de personalidad dura e impenitente. “Vuelo de serpiente y picadura de avispa”, escribía un comentarista esta semana.

Todas estas consideraciones pueden aminorar el efecto Palin. Pero como advertía el citado ex-alcalde de San Francisco en su blog, el efecto Palin solo tiene que durar dos meses –hasta las elecciones- para resultar devastador.

Obama -y también Biden- ya han arremetido contra el efecto Palin de forma directa, aunque elegante, como corresponde a su retórica, baja en calorías. También ha echado una mano Hillary Clinton. Como mujer, su primera andanada contra Palin resultó de utilidad a Obama, porque los responsables de campaña de McCain ya han empezado a acusarlo de “sexista”. La senadora, siempre tan calculadora, evitó mencionar a Palin por su nombre, pero minusvaloró la apuesta republicana. En un acto celebrado en Florida, construyó una ingeniosa metáfora de hielos y naufragios que encaja con la procedencia alaskiana de la Pallín y el rumbo extraviado de los republicanos: “ahora vienen a decirnos que un iceberg podría haber salvado el Titanic”.

La dificultad de la respuesta demócrata no debe residir en el discurso. Puede estar en la chequera. Para diluir el empuje republicano necesitarán invertir más dinero de lo previsto. Y en esta materia -otro viraje inesperado de la campaña- parece que los demócratas tienen ahora más apuros que los republicanos. A los conservadores les ha llovido dólares en agosto. La buena noticia para Obama es que en las 24 horas siguientes al discurso de la Palin en la Convención de Minnessota, su campaña consiguió recaudar 100 millones de dólares. Tal fue el susto que produjo en los liberales la enérgica puesta en escena de la “pitbull con labios pintados”.

Dólares, si, pero sobre todo lo que Obama necesita, al cabo, son votos. Estos días, hablando con líderes comunitarios de Chicago, donde Obama inició su carrera política, saqué la conclusión de que el senador por Illinois necesita convertir en hechos tanta promesa evocada por su mensaje de cambio. En los barrios del South Side se anhela con ansiedad el triunfo de un chico que todavía es percibido como “alguien distinto”, como “uno de los suyos”.

Esa identificación a flor de piel choca con las imputaciones de “elitista” que se escucha en las filas republicanas y que con tanto apasionamiento recreó Sarah Palin en su discurso de aceptación en Minessotta. Lo que preocupa a los activistas demócratas –incluso a los independientes que quieren un cambio en Washington- es que esos seguidores se queden en su casa el 4 de noviembre.

Algo parecido ocurre con los latinos. Uno de los líderes de la comunidad latina, Juan Andrade, me hacía esta semana los números que los demócratas necesitan para regresar al 1600 de la Avenida Pennsylvania. Si la participación de los latinos supera ligeramente la registrada hace cuatro años, Obama ocupará el despacho oval en enero.

Los problemas con la participación no estriban simplemente en la conciencia de los electores, sino en procedimientos, mecanismos y prácticas diseñados para que vote cuanto menos gente mejor, con el objetivo de asegurar el mantenimiento del sistema. Aunque la presión de organizaciones cívicas y de los medios más responsables ha logrado que se hayan adoptado medidas preventivas en los estados que resultan decisivos para el resultado final, no está descartada la repetición de irregularidades y actuaciones fraudulentas, como en 2000 y 2004. Después de todo, la democracia americana, más allá de los mitos y las fanfarrias, es mucho más defectuosa que la que tenemos en Europa.

GEORGIA: DOBLE RASERO EN LAS GUERRAS NACIONALISTAS

5 de septiembre de 2008
Dirigentes, analistas y medios occidentales han responsabilizado principalmente a Rusia de la guerra de este verano en el Cáucaso. Los excesos y maneras de los nuevos patronos del Kremlin ciertamente han contribuido a ello.

La administración Bush, muy desacreditada en política exterior, fue también duramente criticada al principio por su tibieza gestión y manejo de la crisis, incluso por medios próximos, que llegaron a exigir medidas propias de la superada guerra fría.

La posición europea ha sido más cautelosa y, desde luego, menos combativa con Moscú. Bajo el liderazgo de Francia, que ejercía la presidencia de turno de la Unión, la UE ha evitado cortar todos los puentes con el Kremlin, a sabiendas de que ese camino radical no llevaría a ninguna parte.

Las crónicas de enviados especiales y la mayoría de comentarios editoriales han cargado las tintas en la desproporción de la actuación militar rusa. Pero, aunque con menos frecuencia e intensidad, tampoco han faltado referencias críticas a los antecedentes que explican en parte los móviles del Kremlin.

Me gustaría destacar, por su originalidad y espíritu crítico, dos interesantes artículos publicados en agosto por el semanario británico THE NEW STATESMAN. En ellos, se ponía en evidencia la política occidental ante los conflictos nacionalistas y fronterizos en los últimos quince años.

El caso más llamativo es Kosovo. El columnista JOHN PILGER nos recordaba cómo la actuación diplomática y una información poco cuidadosa –cuando no claramente sesgada- sirvieron para legitimar una política occidental peligrosa e injusta.

El gobierno norteamericano sostuvo que los serbios habían liquidado a más de 200.000 albaneses en Kosovo, para justificar el bombardeo masivo de la OTAN, que provocó numerosas victimas civiles. La fiscal del TIP para la antigua Yugoslavia, Carla del Ponte, quiso, pero no le dejaron, incluir a los milicianos independentistas kosovares en la lista de criminales de guerra, al tiempo que rebajaba a poco más de dos mil las victimas albanesas de la represión serbia. Pero lo peor ocurrió después: cuando la OTAN provocó el desastre serbio y las bandas de supuestos liberadores se hizo con el control de Kosovo: doscientas mil personas fueron eliminadas. Eran serbias, no albanesas, y alguno de los verdugos, o de sus responsables, están o estuvieron en el gobierno de Prístina.

El segundo artículo de THE NEW STATESMAN tiene que ver con el marco teórico y diplomático con el que se ha tratado de gestionar la inestabilidad nacional y fronteriza desde el final de la guerra fría. La investigadora española Elena Jurado, responsable del think tank POLICY NETWORK, recuerda que la cumbre mundial de 2005, amparada por la ONU, estableció la doctrina de la “responsabilidad de proteger”, consistente en reconocer a los estados soberanos la capacidad y legitimidad de defender a sus ciudadanos. Y, en el caso de que no pudieran hacerlo, se admitía que se encargara de garantizarlo la comunidad internacional.

Esta doctrina, invocada por Estados Unidos y algunos países europeos en Kosovo para amparar la declaración de independencia de la provincia serbia, ha sido empleada ahora por Rusia para intervenir a favor de las poblaciones osetia y abjasia en Georgia.

“La política exterior rusa no amenaza con sabotear el sistema internacional”, sostiene la investigadora jefa de POLICY NETWORK. Simplemente –añade- Rusia está reclamando que se tenga más en cuenta sus intereses. No es ocioso recordar que, después de fracasar en el intento de detener la independencia unilateral de Kosovo, Moscú advirtió que no habría motivo para denegar el mismo derecho a Osetia y Abjazia.

La crisis, por tanto, no ha sido una sorpresa. Es probable que el Kremlin provocara al mercurial presidente georgiano para que actuara con la imprudencia que le caracteriza y justificar así una intervención militar suficiente decisiva. Después de su obsequioso seguidismo en Irak, con una aportación desproporcionada de tropas, Shakasvili contaba, tal vez, con una ayuda más comprometida de Washington. Sobre todo después de que se le prometiera un apoyo decisivo para su efectivo ingreso en la OTAN, a finales de este mismo año.

Los vientos de autoritarismo ruso pueden ser preocupantes y conviene permanecer alerta. Pero es preciso reconocer que no era realista esperar que, después de quince años perdiendo terreno, los rusos siguieran aceptando su debilidad internacional, ahora que están recuperando importantes bazas para afirmar una política más asertiva.

El Cáucaso puede ser una zona muy importante para el futuro aprovisionamiento energético de Occidente. Lo que explica que se valore la fidelidad de un país como Georgia, de relevancia estratégica muy superior a su tamaño y potencial económico o militar. Pero también hay que ser exigente con el respeto a las normas democráticas. Lo que no siempre ha acreditado el gobierno georgiano.