CUIDADO CON LA TENTACIÓN COMPENSATORIA EN AFGANISTÁN

27 de marzo de 2009

Después de las trabajosas explicaciones del gobierno español acerca de su decisión de retirar las tropas desplegadas en Kosovo, se ha instalado en muchos sectores de opinión el convencimiento de que se “recompensará” a la administración Obama y a los demás aliados malhumorados con una disposición muy favorable a atender la solicitud de esfuerzos adicionales en Afganistán.
Es cierto que todavía no hay decisión oficial, a la espera de que el Presidente Obama concrete sus demandas en la cumbre aliada que se celebrará a primeros de abril. Pero distintas informaciones que citan fuentes de Moncloa, Exteriores y Defensa anticipan esta predisposición favorable. La propia ministra Chacón ha defendido públicamente esta opción, pero sin concretar. Lo que contrasta con las palabras del propio Presidente Zapatero el pasado mes de diciembre: "la posición del Gobierno no es favorable al incremento de las tropas españolas en Afganistán". Después de lo ocurrido estos días, ¿qué respuesta dará España al presidente norteamericano?
La misión de la OTAN en Afganistán está sometida a intenso debate. El contingente militar aliado (ISAF) se eleva a 50.000 soldados, pertenecientes a 41 países. Su misión consiste en “proporcionar seguridad y estabilidad y crear las condiciones para la reconstrucción y el desarrollo”. Curiosamente, la ISAF ha sido criticada con cierta severidad por sectores duros del establishment norteamericano, supuestamente por su débil cohesión, escasa funcionalidad del cuartel general, fracaso en la persecución del narcotráfico (base de la financiación talibán), etc. Un reciente artículo colectivo, liderado por el articulista de SLATE Fred Kagan, abundaba en estos y otros argumentos. Estos halcones no menosprecian el refuerzo que puedan aportar los aliados de Estados Unidos, pero lo consideran secundario o complementario.
Desde latitudes conservadoras personalidades como el derrotado candidato republicano McCain, el inefable Kissinger, el neocon Instituto de Empresa Americano o el citado Kagan, se presiona a Obama con recomendaciones claramente opuestas: más tropas y más confianza en una solución de fuerza.
Se sienten avalados por la evolución en Irak. Se ha instalado la idea de que sólo después del refuerzo militar (surge), se ha podido encauzar la guerra y avistar una derrota definitiva de la insurgencia. Es posible, pero ciertas inconsistencias y las promesas incumplidas a antiguos combatientes sunníes (reconvertidos a base de dólares en aliados de ocasión) están abonando dudas sobre la sostenibilidad de esa estrategia.
Obama anunció hace unas semanas el envío de 17.000 soldados adicionales, antes de presentar la revisión estratégica de su equipo, que avalaría un refuerzo militar adicional más numeroso. Pero este fin de semana, el Presidente norteamericano admitió que el conflicto de Afganistán no tenía exclusivamente una solución militar y defendió la imperiosa necesidad de una “estrategia de salida”. Y es que la escalada en Afganistán no concita consenso en Estados Unidos, ni siquiera en el Partido Demócrata o incluso en la propia administración.
Los partidarios de la estrategia denominada COIN (Contrainsurgencia), decidido a combatir y derrotar a los talibanes, están liderados por el embajador para Afganistán y Pakistán, Richard Holbrooke, y el Jefe del Comando Central (que cubre toda la zona de Oriente Medio), el carismático general Petreus. Los que defienden una estrategia minimalista, o CT (Contraterrorista) como el propio Vicepresidente Biden, limitan sus objetivos a los jihadistas de Al Qaeda aún activos en Afganistán.
Congresistas de la izquierda del Partido Demócrata, como el Caucus progresista, e intelectuales críticos han puesto seriamente en duda la conveniencia de incrementar la presencia militar en el país. En un artículo citado por la editora de THE NATION, la Fundación Carnegie Endowment ha concluido que “la única forma significativa de detener el auge de la insurgencia es comenzar a retirar las tropas, por cuanto su presencia sólo ha ayudado, hasta ahora, al reforzamiento de los talibán”.
Leslie Gelb, presidente emérito del Consejo de Relaciones Exteriores y autor de un reciente libro sobre la conveniencia de que Estados Unidos recupere la sensatez en su política exterior, ha recomendado abiertamente también la retirada militar.
Argumenta Gelb que los talibanes han demostrado en estos siete años de guerra que no son derrotables en combate, y además cuentan con el santuario, hoy por hoy indestructible, en las zonas fronterizas pastunes de Pakistán. Hay otros medios militares menos arriesgados que el refuerzo de tropas de tierra, como los ataques aéreos no pilotados, que han conseguido diezmar el liderazgo talibán dentro y fuera del país.
Otras vías de debilitamiento de los extremistas islámicos pueden ser más eficaces, como el apoyo económico, el reforzamiento de las fuerzas de seguridad locales y la negociación con los elementos moderados hastiados de la alianza con Al Qaeda.
Una retirada militar gradual favorecería la viabilidad de un acuerdo con los países vecinos (China, India, Rusia y, por supuesto, Irán) tan interesados o más que Estados Unidos en impedir el regreso de los talibán al poder en Kabul.
Finalmente, los ejemplos de la historia demuestran el éxito de Estados Unidos en las estrategias de contención y disuasión y su fracaso en las de contrainsurgencia y fabricación de naciones.
Según una encuesta de Gallup, el 42% de los norteamericanos considera erróneo enviar más tropas, doce puntos más que a comienzos de año. En otra encuesta conjunta de CBS y el New York Times se confirma esta reticencia. Sin duda, la crisis económica no ayuda a comprender a los norteamericanos que se gaste dinero público en confusas cruzadas antiterroristas que han dado tan pocos resultados.
Esperemos que el gobierno español se aplique en la prudencia y no se sienta ahora obligado a adoptar decisiones precipitadas simplemente para satisfacer a Washington o para compensar el desagrado por la anunciada retirada militar de la misión en Kosovo.

PAKISTAN: EL FANTASMA DE CAMBOYA

20 de marzo de 2009

Pakistán es, probablemente, uno de los países más convulsos del mundo en la actualidad. Acabamos de asistir al penúltimo episodio. Lo de menos es el motivo concreto de la disputa: la reposición en el cargo del presidente del Tribunal Supremo. Lo importante es la sensación inmediata de amenaza a gran escala que adquiere cualquier incidente. Inestabilidad política crónica, fragilidad de las instituciones democráticas, crisis económica aguda, poderosa base social integrista, santuario consolidado de los talibanes afganos, único país de mayoría musulmana dotado de armamento nuclear, rivalidad irresoluble con la también atómica India..... Un menú auténticamente explosivo.
Para Estados Unidos, Pakistán es, declaradamente, la clave principal para resolver el embrollo de Afganistán, al que se dedicará dentro de unos días una Conferencia Internacional con demasiados puntos de divergencia entre Washington y sus aliados occidentales.
El presidente Obama estudia seriamente aplicar en Afganistán algunas de las tácticas que modificaron el curso en la guerra de Irak; en particular, la búsqueda de un entendimiento con enemigos que empiezan a manifestar cansancio de la influencia que ejercen sobre ellos los yihadistas de Al Qaeda. En Irak fueron miembros de la resistencia nacionalista sunní; en Afganistán, serían los talibanes moderados.
Obama admite que Afganistán no es Irak y que la estructura tribal, política y territorial de Afganistán podría dificultar el éxito de esa estrategia. Pero lo más curioso del asunto es que Washington contempla con recelo una iniciativa similar que acaba de poner en marcha Pakistán, precisamente en una zona tribal pastún, donde encuentran un apoyo vital los talibanes afganos.
El gobierno pakistaní, con el imprescindible respaldo del ejército, ha suscrito un pacto con los fundamentalistas moderados en la región de Swat, un pequeño enclave fronterizo montañoso a 150 kilómetros de Islamabad, poblado por apenas millón y medio de personas. En un intento por frenar el predicamento de los radicales entre la población local, se ha concedido a los islamistas moderados la introducción de la sharia en el sistema judicial local. Se confía en que los nuevos tribunales islámicos sean mucho más populares que los actuales, rechazados por ineficaces y corruptos. La cuestión es qué tipo de justicia administrarán.
Las organizaciones de derechos humanos temen un retroceso en el respeto a los derechos de la mujer. De forma significativa, las escuelas femeninas han sido el blanco preferidos de los radicales islámicos en los últimos meses. Los abogados que se enfrentaron durante meses al expresidente-general Musharraf consideran este pacto una “rendición del Estado ante un puñado de extremistas”. Los laicos argumentan que esta región no es decididamente integrista y recuerdan que en las elecciones legislativas locales de hace un año, una abrumadora mayoría respaldó al partido laico Awami.
Estos últimos meses, los radicales han presionado con extrema violencia, intimidando, acosando, secuestrando, torturando y, en algunos casos, asesinando a funcionarios locales y centrales de forma despiadada, ante la impotencia de las autoridades y del propio ejército, poco entrenado en el combate contra estas escurridizas guerrillas islámicas. Muchos funcionarios han huido.
En estas condiciones, el pacto parece un mal menor. Si bien pone de manifiesto la debilidad del gobierno y del ejército, también puede servir de cortafuegos. La malograda Benazir Bhutto y el todavía proscrito Sharif –los dos políticos civiles pakistaníes más influyentes de la última generación- se mostraron de acuerdo, por razones similares, con la aplicación de la Sharia en el Swat.
Durante una reciente visita a Washington, el jefe del Ejército pakistaní, general Ashfaq Parvez Kayani, se ha esforzado por defender la conveniencia del pacto. Con poco éxito. La actitud norteamericana hacia Pakistán oscila entre la necesidad y la desconfianza. Pese a las presiones constantes de los Estados Unidos, miembros relevantes del servicio de inteligencia pakistaní siguen considerando a los talibanes como aliados potenciales.
La administración Bush decidió a comienzos del año pasado incrementar los ataques aéreos contra bases de apoyo de los talibanes locales y afganos en las regiones pastunes fronterizas. Para no involucrar al Pentágono directamente, se decidió que estas operaciones fueran ejecutadas por los aviones Predator, pilotados a distancia y gestionados por la CIA. En 2008 se efectuaron más de 30 actuaciones, según datos del Consejo de Relaciones Exteriores. Aparte de dirigentes talibanes, en estos ataques habrían resultado fatalmente alcanzados 9 de los 20 dirigentes de Al Qaeda en Pakistán, según fuentes de inteligencia norteamericanas.
Algunas de estas operaciones se han cobrado no pocas víctimas civiles, lo que ha sido motivo de reproche del ejército pakistaní a Washington. El mando militar pakistaní teme que los “daños colaterales” de estas operaciones de castigo terminen por inclinar el sentimiento de la población hacia posiciones radicales y, en consecuencia, pongan en peligro su estrategia de división de las fuerzas islamistas.
De momento, Obama mantiene la línea de actuación heredera de Bush. Los últimos ataques realizados por los Predator han rondado las posiciones de Baitullah Mehsud, hombre de confianza de los talibanes afganos en Pakistán y principal sospechoso del asesinato de Benazir Bhutto.
Esta semana, el NEW YORK TIMES aseguraba que asesores de Obama en este asunto estaban a favor no sólo de mantener estos ataques, sino de extenderlos a otras zonas de Pakistán donde se han refugiados talibanes afganos, en particular la zona de Quetta, en la región meridional de Beluchistán.
En los años setenta, la administración Nixon decidió intervenir militarmente en Camboya para eliminar la retaguardia del Vietcong. Hasta ese momento, el país del rey Sihanuk había mantenido una posición templada en el conflicto de Indochina. Ya se sabe cómo terminó la jugada. Más que un factor de victoria, Camboya fue una causa adicional de la derrota norteamericana en Vietnam. Pakistán podría convertirse en la Camboya de los propósitos norteamericanos en Afganistán, si la administración Obama no acertara en la definición de la estrategia global en la zona. De momento se hace esperar, mientras la situación se degrada día a día.

TWITTER: ESTRIDENCIA E INFLUENCIA DE UN TRINO UNIVERSAL

18 de marzo de 2009

Twitter se ha convertido en la nueva sensación de Internet. Twitter se puede traducir en español como trino o gorgojeo de un pájaro. Su nombre expresa su naturaleza. Se trata de un microblog universal de mensajes que no pueden exceder las 140 palabras (otros veinte signos se reservan a la identificación del expendedor y a otras necesidades técnicas).

La herramienta fue diseñada en 2006 por los desarrolladores Biz Stone, Jack Dorsey et Evan Williams. En 2008, la expansión de Twitter se multiplicó por siete con respecto al año anterior.

Algunos ven esta nueva herramienta como la expresión más reciente de la web viva, democrática y horizontal. Cualquiera que esté afiliado a esta red puede transmitir información en tiempo real sobre lo que está viendo. Hay quien ha llamado a esto “periodismo ciudadano”. Lo que equivale a proponer que cualquiera puede ser periodista, entendiendo por tal el que está en condiciones de presenciar algo de interés público, codificarlo en un mensaje apropiado y transmitirlo antes de que el hecho sea de conocimiento general. Así de fácil. O mejor: así de simple.

El caso es que numerosos gurús de la Red ya están pronosticando que la extensión de Twitter es una amenaza más para los medios convencionales de información, en un momento no precisamente dulce de su salud y sostenibilidad.
Los entusiastas de las fast-news se sintieron reivindicados hace unos meses, durante el asalto de un comando de militantes islámicos en la ciudad india de Mumbai (Bombay). Twitter ya había hecho fortuna durante la campaña electoral de las presidenciales norteamericanas, y el propio Obama se había confesado usuario habitual. Pero el sobresalto de noviembre en la capital económica de la India se convirtió en el gran bautismo de fuego de Twitter y su consagración como supuesto medio alternativo de noticias inmediatas. Dos periodistas del New York Times analizaron el impacto real del gorgojeo que suministró “información en tiempo real” durante varios días.
Nada más producirse el asalto del comando a los hoteles, empezaron a fluir los primeros mensajes de testigos más o menos presenciales. En ese momento, las autoridades indias se resistían a suministrar información oficial y los grandes medios apenas podía componer un panorama aproximado de lo que estaba ocurriendo. Durante las primeras horas, los trinos aliviaron la ansiedad informativa. Luego, en los momentos álgidos de la crisis, la red Twitter emitió un mensaje por segundo, bajo la etiqueta “Mumbai”.
Una casualidad agrandó el efecto Twitter. A la CCN le expiró la licencia de transmisión de video cuando la crisis aún no se había resuelto, por lo que pasó a depender de emisoras locales indias para ofrecer imágenes, mientras sus reporteros hacían llegar sus crónicas vía telefónica. Esta circunstancia se puso como ejemplo de las “fragilidades burocráticas” de los grandes medios, frente a la flexibilidad productiva de las nuevas “fórmulas informativas”.
Apoyándose en la máxima del profesor de la prestigiosa Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia, Sreenath Sreenivasan (“un poco de información es mejor que ninguna información”), los periodistas Stelter y Cohen afirmaron en su artículo que esta experiencia mostró “cómo la tecnología está transformando a la gente en reporteros potenciales, añadiendo una nueva dimensión a los medios informativos”.
Sin embargo, lo que se obvia -o se deja pasar sin demasiada atención en estos pronunciamientos sobre el “periodismo ciudadano”- es la acreditación de su solvencia. Un poco de información, si es incorrecta, imprecisa o sesgada, puede ser mucho peor que la ausencia, incluso absoluta, de información.

Otro gurú de Intenet, Farhad Manjoo, columnista de la sección de Tecnología de Slate y autor de varias obras sobre la civilización digital, se ha ocupado de realizar un interesante análisis comparativo de la información que circuló sobre los acontecimientos de noviembre en Mumbai.

Manjoo admite que la cobertura ofrecida incluso por la televisión india (en este caso, la IBN Live), más cercana y con más medios, adoleció de los defectos habituales que caracterizan los espacios breaking news o flashes informativos de urgencia: baja calidad de imagen, especulación más que datos, testimonios contradictorios de testigos y narración reiterativa. ¿Y Twitter? Pues el experto señala que el microblog lo hizo “incluso peor”, y etiqueta de esta forma sus carencias: “ausencia de narrativa”, “incoherencia”, “farragosa actualización continua de datos”, “aseveraciones infundadas”, “rimbombancias”, “condolencias”; pero, sobre todo, “repetición de información que se había escuchado en televisión minutos antes”.

El cronista de Slate no desacredita Twitter, sino coloca su significación y alcance en un plano realista, frente a ciertas ensoñaciones digitales. No menos interesante es la comparación que establece entre este microblog y el buscador Google o la poderosa red social Facebook. Pero de eso nos ocuparemos en otro momento.

Más que su valor informativo, la dimensión más sugerente de Twitter puede ser su alcance político. Micah L. Sifry, un impulsor y estudioso del poder transformador de las nuevas tecnologías en la vida política, se ha ocupado también del fenómeno Twitter. En un artículo suyo que publica en el último número de la revista de la Columbian Journal Review, recoge ciertas experiencias sugerentes de la incidencia creciente de los trinos en momentos puntuales de la vida política, como por ejemplo la información que vía Twitter circuló en Estados Unidos durante la jornada electoral del 4 de noviembre pasado, de la que se nutrieron diversos medios.

“La cuestión, como ciudadanos –concluía Sifry- es si usaremos este nuevo acceso a la información para crear una democracia más abierta y deliberativa, o si usaremos la Web como una forma de juego trivial con los políticos, dañando el discurso en vez de ennoblecerlo”.

ULSTER: LOS MOSQUITOS Y LAS CHARCAS SOCIALES

13 de marzo de 2009

Después de los recientes atentados en el Ulster, los partidos políticos de gobierno de las dos comunidades, analistas, observadores y el propio gobierno británico aseguran que la disidencia radical republicana es débil y no tiene capacidad para desestabilizar el proceso de paz. Parece fundada esa apreciación, y así lo acreditan las manifestaciones a favor de la paz en varias localidades norirlandesas en los últimos días. Sin embargo, el desigual reparto de la prosperidad y la brutal emergencia de la crisis podrían servir de caldo de cultivo a procesos de desestabilización.

El Jefe de la Sección Especial antiterrorista de la la policía británica, Drew Harris, ha asegurado que estos grupos “no cuentan con el apoyo de la opinión pública y no disponen de medios financieros, de personal, de municiones y de equipamiento, pero pueden perpetrar esporádicamente asesinatos y atentados con bomba”. De ahí que los servicios de inteligencia británicos denominen “mosquitos” a estos grupúsculos violentos, porque pueden producir daños puntuales pero “carecen de la capacidad de sostener una campaña de terror”, según cuenta THE INDEPENDENT.

Es posible que sea así, pero, como recomiendan algunos conocedores de la nebulosa radical norirlandesa, conviene no confiarse. THE GUARDIAN, citando fuentes de inteligencia, asegura que los servicios de seguridad buscan una bomba que los disidentes republicanos habría conseguido introducir en el Ulster.

La inteligencia británica y la policía local intercomunitaria señalan que los disidentes republicanos violentos, estimados en unos trescientos, están vinculados a cuatro o cinco grupos (el IRA Auténtico o el IRA de Continuidad son los más activos), coordinados o no entre ellos, pero, en todo caso, totalmente coincidentes en los objetivos. La mayoría de sus integrantes son jóvenes, aunque los propios grupos aseguran que entre sus filas hay numerosos veteranos descontentos.

Estos grupúsculos no han emergido ahora. En los últimos años han protagonizado acciones violentas, incluso asesinatos (al menos cuatro), pero se les quitó importancia por considerar que se trataba de ajustes de cuentas personales. Lo inquietante son las vinculaciones de estos sectores radicalizados con el contrabando de armas o drogas. No sólo los republicanos, también sectores paramilitares protestantes participan en estas tramas criminales organizadas, según THE IRISH TIMES. Para el diario de Dublín, ignorar estas amenazas, supone “un grave riesgo de reanudación de un ciclo de violencia a gran escala” en la provincia norirlandesa .

Antes de los atentados de Antrim y Craigvanon, el jefe de la Policía, Hugh Orde, había solicitado la presencia de una unidad de inteligencia británicas en el Ulster, por considerar que habían aumentado enormemente las amenazas de los grupos radicales. La cúpula del Sinn Feinn, y en particular su principal hombre en el Gobierno, el viceprimer ministro y antiguo comandante del IRA, Martín McGuinness, habían criticado públicamente la propuesta. Los republicanos irlandeses temían que Londres aprovechara el malestar de una minoría radical, no tanto para volver a los viejos tiempos de presencia armada británica en las calles del Ulster, pero si para exagerar la vigilancia y retrasar “la normalización policial” de la provincia. Ese frenazo podría reforzar a los radicales y desencantados y, al cabo, debilitar su estrategia de reconciliación, para alcanzar el objetivo de la reunificación irlandesa.
La prensa británica es casi unánime estos días en la vindicación del jefe policial y en el reproche a los antiguos combatientes irlandeses por considerar que ha rebrotado en ellos cierto sectarismo. Aunque también se les reconozca que hayan demostrado coraje, no sólo por condenar los atentados, sino incluso por pedir a la población irlandesa que colabore activamente con la policía en la búsqueda y detención de los asesinos y sus cómplices.

El Sinn Feinn no puede en realidad hacer otra cosa. Apostó por la estrategia de pacificación, aún a sabiendas de que tendría que gestionar, durante años, la amenaza de los residuos violentos. Cualquier bloqueo del proceso, las presiones de sus socios protestantes en el gobierno de coalición o las tentaciones revisionistas en Londres si se agrava el clima de violencia puede colocar a los dirigentes políticos de la rama mayoritaria del republicanismo irlandés ante lacerantes contradicciones.

Pero la verdadera amenaza no son los mosquitos enloquecidos y fanáticos o la persistencia de recriminaciones y odios sectarios. Lo que realmente puede desestabilizar el Ulster es la crisis económica. Los últimos años han sido de prosperidad para la mayoría de la población, favorecida por el boom de la vecina y siempre anhelada Irlanda y de la propia Gran Bretaña. Tanto ha sido así que en el Ulster se han incubado grandes fortunas, y no precisamente en la comunidad protestante, sino en la católica, y más concretamente en sectores de antiguos combatientes republicanos.

Revisando estos días la documentación de los últimos años, he encontrado una interesante reportaje de BELFAST TELEGRAPH del pasado verano en el que se relata la recomposición geográfica y social en el Ulster. Más de la mitad de los ciudadanos más ricos de Irlanda del Norte son católicos. Aún más, los tres más ricos pertenecen a esta comunidad, tradicionalmente más marginada que los protestantes. En el barrio chic por excelencia de Belfast, Malone Road, sus habitantes son, ahora, mayoritariamente católicos. Y no precisamente discretos: no tienen problemas en pasear en sus coches de lujo, o hacer ostentación de viajes o veladas en sitios de postín en compañía de los nuevos ricos de Irlanda. “Los viejos provos que forjaron su leyenda en la resistencia armada contra la ocupación británica -escribe el diario- viven hoy en los nuevos barrios residenciales”. Muchos han comprado segundas viviendas en zonas de expansión. A las fortunas se añaden otros factores de prosperidad, como los llamados “empleos sociales” (más de 30.000) en los nuevos servicios públicos, de los que se han beneficiado especialmente antiguos militantes del IRA.

Esta alteración del panorama social ha provocado resentimiento no en los enemigos tradicionales de la clase obrera protestante, sino, con más acritud, entre sectores católicos y republicanos menos favorecidos. El rechazo a las élites del Sinn Feinn se ha hecho evidente en los últimos años, sobre todo en los barrios más degradados del oeste de Belfast, bastión histórico del republicanismo. Es más que probable que el impacto de la crisis económica, brutal en Irlanda (como ya se ha escrito recientemente en esta sección) y muy aguda en Gran Bretaña., termine resultado devastadora en el Ulster y provoque un clima de rechazo social. El proceso de paz podría verse afectado si los “grupos mosquito” deslegitiman a los republicanos pactistas y son capaces de nutrirse de las frustraciones sociales en los caladeros tradicionales del republicanismo irlandés, convertidos en “charcas sociales” donde dominan el paro y la marginación crecientes.

EL MURO DE PAPEL

6 de marzo de 2009

El primer ministro húngaro no escatimó en dramatismo al pronosticar que si la Unión Europea no arbitraba un programa global de ayuda a sus nuevos socios centroeuropeos “podría levantarse un nuevo muro de acero, esta vez económico”, en el continente.

Ferenc Gyurcsány no tuvo mucho éxito en su demanda de 180 mil millones de euros para salvar Europa Central. Sus colegas comunitarios, reunidos el pasado fin de semana en Bruselas, no se dejaron impresionar. No hubo más dinero que los apenas 25 mil millones que el BERD (Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo) acordó dedicar en febrero al sector bancario centroriental o un modesto incremento de las aportaciones al FMI.

Gyurcsány fracasó, en primer lugar, porque actuó sólo. El valor de la solidaridad ha sido devaluado a conciencia en esa zona europea. El capitalismo emergente hace veinte años actuó bajo ese principio: que cada cual salga adelante como pueda. En la moral del nuevo sistema social, el triunfo individual no sólo estaba por encima de cualquier otra consideración, sino que se llegó a considerar una condición sine qua non para alcanzarlo.

Hace unos años, cuando se advirtieron las primeras turbulencias y la prosperidad vendida a bombo y platillo se resistía a llegar -y luego a distribuirse con cierta equidad-, se creó el llamado “grupo de Visegrado”, una especie de lobby regional, con desigual fortuna en sus empeños. Hoy, ese espíritu de Visegrado es pura ficción.

Es cierto, además, que las situaciones son muy diferentes. Polacos y checos, más aplicados en la ortodoxia social-liberal que ha ido imponiéndose en el capitalismo europeo, le hicieron un feo a los húngaros y los dejaron al pie de los caballos. Incluso los rumanos, poco envidiables económicamente, se alinearon con el principio de la ayuda caso por caso.

Finalmente, la respuesta que obtuvo el premier húngaro fue más coherente con esos orígenes de “cada cual a lo suyo” que con la supuesta lógica de solidaridad comunitaria. Especialmente significativo y expreso fue el rechazo de la canciller alemana. Se verá caso por caso, les dijo Ángela Merkel. Por lo demás, no está Europa para salvamentos externos, cuando el barco propio hace agua por todas partes.

La cuestión es si este nein germano, asumido por los demás, podrá sostenerse por mucho tiempo. Y no porque se despierten sentimientos solidarios, que no están precisamente al orden del día en estos momentos de nacionalismo y proteccionismo económico, de desconfianza y de pánico apenas contenido. La razón imperiosa sería que los PECOS (paises de Europa Central y Oriental) podrían arrastrar a casi toda la Europa del euro en su caída.

Como consecuencia de políticas presupuestarias demasiado ligeras y de una fiebre consumista irresponsable de la nueva élite y de ciertas clases medias altas, algunas de las economías de la zona están fuertemente endeudadas. Gran parte de esa deuda está en divisas extranjeras, no siempre en euros (por ejemplo, en francos suizos).
Se calcula que el conjunto de la región necesita 280 mil millones para sanear su sistema financiero, el 50% más de lo que pidieron los húngaros en Bruselas. Una suspensión global de pagos en Hungría, en Letonia o en otros lugares golpeará a bancos de este lado del nuevo muro imaginario. Los más amenazados son los austriacos, pero también se encuentran muy expuestos los italianos o los suecos.

El comentarista y fundador del FINANCIAL TIMES en alemán, Wolgang Munchau, afirmaba rotundamente hace unos días que “al vincularse a la banca extranjera, los países centroeuropeos en crisis han tomado a la banca de este lado de Europa como rehén”.

La adopción del euro por estos países se contempla como el mejor cortafuegos. En LE MONDE se lee que “la integración en la zona euro protege de las crisis cambiarias, de los ataques especulativos y libera a las empresas del coste de las variaciones monetarias”. Pero ni siquiera en esto hay consenso en la otra Europa. Los checos, que presiden este semestre la Unión, prefieren conservar el instrumento de su moneda para manejar la crisis. Polonia, en cambio, se apunta ahora con entusiasmo al euro, después de la fuerte depreciación de zloty en 2208. Por eso, el primer ministro, Donald Tusk, ha pedido “que se simplifiquen los procedimientos de acceso”a la moneda común. Por razones diferentes, también los países bálticos –y, por supuesto, Hungría- buscan el amparo rápido del euro.

El dilema en Bruselas es que no se puede acelerar el proceso de ampliación de la zona euro a costa de concesiones significativas en las condiciones de adhesión. Pero la falta de respuesta rápida podría precipitar la crisis financiera centroeuropea. Muchos economistas creen que si eso ocurriera sería inevitable el debilitamiento del euro. Lo que no sólo le privaría de su efecto salvavidas para los países centroeuropeos, sino que provocaría el desfondamiento de algunos países de este lado que no están en mejores condiciones financieras (Grecia, Irlanda....).

Un euro débil, responden algunos, podría tener efectos positivos para las exportaciones. Poca cosa, se replica desde los sectores que ven peligrar el mercado único y anuncian una respuesta económica “nacionalista” en Estados Unidos, aún mayor de la que ya se aprecia. En definitiva, se reforzaría el proteccionismo en todas partes, sin matices solidarios.

El colapso financiero en la “otra Europa” podría tener también consecuencias de carácter político. La más inquietante, el resurgimiento de los populismos nacionalistas, que ya germinaron tras la caída de los regímenes paleocomunistas. Algunos portavoces neoliberales como THE ECONOMIST no dudan en pronosticar que Rusia no dudaría en aprovecharse de esta circunstancia para “reafirmar su influencia en la región”.

Por tanto, la crisis actual no debería conducir a un nuevo telón de acero económico, como dramatizaba el primer ministro húngaro, sino a aplanar ese muro de papel hecho de billetes devaluados y títulos tóxicos de deuda. La cuestión es si Europa Occidental está en condiciones de frenar los excesos que deben su origen al poco juicio con el que se alentó la revolución capitalista por aquellos lugares. Sin acreditada experiencia democrática, con economías poco preparadas y con dirigentes políticos de dudosa solvencia, no debería extrañar lo que ha ocurrido.

¿SE TUERCE LA POLÍTICA DE DERECHOS HUMANOS DE OBAMA?

27 de febrero de 2009

España se ha comprometido a acoger presos de Guantánamo, “si las condiciones jurídicas con aceptables”, ha dicho el Ministro Moratinos en Washington, después de entrevistarse con su colega Hillary Clinton.

En este caso, el condicional “si” es un GRAN SI, como dicen los anglosajones. Porque si algún atributo resulta especialmente inadecuado para definir el sistema judicial aplicado a los sospechosos de terrorismo es precisamente el de “aceptable”.En el avión que le llevaba a Washington, Moratinos pudo reapasar la penúltima historia relacionada con esta herencia envenenada que Bush le ha dejado a Obama.

Esta semana llegó a Londres procedente de Guantánamo uno de los supuestos colaboradores de Al-Qaeda. Se trata de Binyam Mohamed, un hombre de origen etíope y ciudadanía británica, que llegó a la prisión ilegal de la base militar norteamericana después de una travesía de horror por varios países aliados de Estados Unidos. Su abogado, Clive Stafford, ha construido una audaz estrategia de defensa que ha puesto en apuros al gobierno y a los servicios secretos británicos y podría dejar en evidencia las indecisiones y dudas de la administración Obama.

Binyam Mohamed fue detenido en Karachi, Pakistán, en abril 2002, sin que se le comunicaran los motivos. Después de ser sometido a un interrogatorio conjunto de los servicios locales y la CIA, acompañado de tortura según su abogado, fue acusado de preparar un atentado en Estados Unidos con “bomba sucia” (argot para referirse a un dispositivo nuclear rudimentario).

A los pocos meses de su detención, fue visitado en cautividad por un agente del MI5 británico, quien pudo comprobar el lamentable estado en que se encontraba. Aún así, el agente, conocido como Testigo 2, no formuló preguntas obvias al detenido sobre las razones de su estado físico y las condiciones de su detención. Algunos documentos relacionados con la intervención del agente han sido obtenidos por el periódico británico THE GUARDIAN y el semanario alemán DER SPIEGEL. Dos meses después, Mohamed fue trasladado en un avión secreto de la CIA a Marruecos, donde sufrió otro interrogatorio ejercido con torturas que su abogado califica de “medievales”.
Un tribunal británico recomendó que se hicieran público los documentos. Intervino entonces el actual ministro de exteriores, David Milliband, para advertir que la revelación de esos documentos “perjudicaría las relaciones de inteligencia” entre Gran Bretaña y Estados Unidos y supondría un “riesgo real de daño serio a la seguridad nacional”. El Tribunal paralizó las diligencias. Pero al publicarse que la administración norteamericana habría amenazado con interrumpir su colaboración en materia de inteligencia si se revelaba el contenido de los comprometedores papeles, es posible que el caso se reabra en abril.
El abogado ha remitido una carta a Obama en la que detalla los aspectos claves del caso, pero asegura que la misiva fue depurada por altos funcionarios y el presidente no pudo leerla entera. Stafford acusa al gobierno británico de “esconder cosas y no facilitar documentos que contienen pruebas” sobre el caso, y responsabiliza de esta estrategia de ocultación a Tony Blair, entonces primer ministro.
En un anticipo de lo que puede pasar, el abogado Stafford asegura a DER SPEIGEL que los gobiernos de Francia y España “temen que la acogida de prisioneros dispare procedimientos legales, juicios y demandas de compensación civil”. La ONG británica Reprieve, a la que Stafford pertenece, asegura que “entre cuatro y seis" presos, de nacionalidad tunecina y argelina, quieren ser acogidos en España.
El caso de Biyam Mohamed abona las dudas sobre la actitud del equipo jurídico y de seguridad de Obama. Esta semana, el semanario NEW YORKER ha publicado un extraordinario informe en el que detalla cómo destacados asesores y altos cargos de la administración admiten que el presidente podría verse obligado a mantener ciertos aspectos de la política de justicia antiterrorista de Bush.
Lagunas jurídicas, dificultades para articular con eficacia la lucha contra las amenazas terroristas, presiones infames de anteriores responsables políticos y otros vidriosos argumentos empujan a estos expertos a recomendar que se mantenga cierta forma de “detención preventiva”. Estos altos cargos hablan abiertamente incluso de pactar con el Congreso la creación de un “Tribunal de Seguridad Nacional”. Lo paradójico es que algunos de estos asesores reclamaron en su momento el cierre de Guantánamo o ganaron pleitos a los escuderos de Bush por sus actuaciones ilegales.
Pocos días después de abandonar la Casa Blanca, Dick Cheney llegó a acusar a Obama de “estar más preocupado por los derechos de los terroristas de Al Qaeda que por velar por la seguridad de Estados Unidos”. El cerebro de la política antiterrorista de Bush llegó incluso a alarmar con el peligro de estar expuestos a un ataque terrorista nuclear o biológico, si Obama no mantenía la política antiterrorista vigente desde 2001. Estas presiones y una estrategia de propagación del miedo han podido hacer mella en Obama y sus caballeros jurídicos.
Las tres órdenes ejecutivas de Obama nada más jurar su cargo, en las que se prohibía la tortura, se restablecían los interrogatorios reglamentarios y se anunciaba el cierre definitivo de Guantánamo fueron saludadas con esperanza. Pero ya comentamos que dejaban demasiadas interrogantes abiertas que ahora se agrandan y espesan. Durante la campaña, Obama proclamó que era inconstitucional mantener a detenidos sin cargos ni acceso a abogado; ahora, está considerando la introducción de ciertas excepciones o limitaciones a la libertad y a derechos jurídicos básicos para sospechosos.
Lo que atormenta especialmente a la nueva administración es el dilema de qué hacer con la llamada “tercera categoría” de detenidos, aquellos a los que resulta difícil someter a la justicia norteamericana, pero que podrían representar una seria amenaza para la seguridad del país si son puestos en libertad, explica THE NEW YORKER.
Hace unos días, THE NEW YORK TIMES desvelaba que esta administración había avalado el programa de la CIA de transferir prisioneros a otros países sin amparo legal. O sea, más casos Binyam Mohamed. Asimismo, se había asumido la doctrina Bush sobre la protección de los secretos de Estado para bloquear las demandas judiciales interpuestas por exprisioneros . Más preocupante aún: se filtran nuevas consideraciones que dejan abierta la puerta a la reanudación de las denostadas comisiones militares que han nutrido de huéspedes a Guantánamo. Decididamente, la recuperación del sistema de libertades y garantías no va a ser un camino fácil en Estados Unidos.