FRANCIA: ENTRE NAPOLEÓN Y DE GAULLE



 29 de Noviembre de 2012

La bronca que están protagonizando estos días los dos 'herederos' de Sarkozy en la derecha francesa va más allá de un conflicto de ambiciones. Dejemos de un lado, para no embrollar el comentario, los detalles normativos, reglamentarios y jurídicos de la disputa. Nos centraremos en el debate político subyacente. O, precisamente en el menosprecio del mismo, algo que constituye una debilidad imputable a los dos bandos.


UNA LUCHA SIN RECATO

Los dos cabezas de cartel son el anterior Primer Ministro, François Fillon, y el Secretario General de la Unión por una Mayoría Popular (UMP), Jean François Copé.  Desde la derrota de Nicolás Sarkozy en las elecciones presidenciales de mayo, el pulso entre estas dos figuras, por lo demás poco sobresalientes, de la derecha francesa estaba cantado. Durante estos meses, se han ido perfilando, primero, y decantando después los apoyos de uno y otro, con no pocos silencios y ambigüedades todavía sin resolver. Empezando (y terminando) por la del propio Sarkozy.

Cuando finalmente se debía resolver la votación para dirimir el liderazgo del partido para la 'travesía del desierto' que supone para la derecha francesa pasar a la oposición, la tensión acumulada durante meses ha estallado con una virulencia notable. En un primer recuento, se dio ganador a Copé por menos de 100 votos. Fillon mostró su desacuerdo, presentó unas reclamaciones, que no fueron atendidas, se desataron gruesas manifestaciones, se pidió la mediación de Alain Juppé, fundador del partido antecesor de la UMP y compañero de viaje del ex-presidente Chirac. Tras el fracaso de Juppé, se hizo público un nuevo conteo que tomaba en cuenta unas agrupaciones no contabilizadas, y la ventaja de Copé se amplió a casi un millar. Los partidarios de Fillon montaron en cólera y su jefe de filas, después de una discreta reunión con Sarkozy, pidió repetir las votaciones y amenazó con una doble medida: una demanda judicial y la formación de un grupo parlamentario propio.

Copé, envalentonado por su incrementada ventaja y quizás sintiéndose respaldado por el propio Sarkozy, con el que también habló a principios de semana, ha decidido hacer valer el poder del aparato que dirige, ofrece una mano tendida más bien blanda, a su rival, le promete integrarlo en la nueva dirección y confía en saldar el culebrón.

LA SOMBRA DE SARKOZY

La clave, dicen los analistas franceses, está en Sarkozy. El ex-presidente, cuentan, no se resigna a desaparecer tan fácil y sobre todo tan rápidamente. No ha mostrado con claridad por cuál de sus delfines se decanta. Probablemente, por ninguno. Por una sencilla razón: su candidato es otro. ¿Quién? ¿Él?.

En su discurso de despedida, la tarde del 21 de mayo, Sarkozy anunciaba una retirada doliente de la política. Con la boca pequeña, ya dijeron algunos. Después de estos meses de resaca de la derrota, el ex-presidente hace sus cuentas. La casualidad ha querido que la crisis en su partido coincida con su comparecencia en los tribunales por el caso D'Oreal, el supuesto financiamiento ilegal de la campaña que le propició su triunfo electoral en 2007.

Sea como quiera, Sarkozy es muy responsable de la fractura actual en la UMP. Como Presidente, dejó abierta la definición o la identidad ideológica del partido. Jugó al centro cuando le convino. Se escoró a la derecha cuando advirtió que el Frente Nacional engordaba con la cantera creciente de votos alimentado por el desempleo, la manipulación de las pasiones suscitadas por la inmigración y la frustración social. Uno de sus más cercanos consejeros, Patrick Buisson, no ha vacilado en afirmar y defender que hay una "homogeneización creciente de los electorados de la UMP y el FN".

El llamado 'giro de Grenoble', cuando pareció competir con el partido de los Le Pen por los votos de la ultraderecha, creó malestar en el sector más moderado del partido y en su propio Jefe de Gobierno, que hacía equilibrios increíbles para sostener el apoyo del centro, tanto político como ciudadano.

DOS ESTILOS, ¿DOS PROYECTOS?

Los resultados de mayo obligaban a la UMP a superar esa ambigüedad. Copé, joven aún para la media de una clase política acostumbrada a envejecer y acumular cargos, creía llegado su momento de forzar una nueva renovación generacional del 'neogaullismo'. Recordaba, sin duda, el caso de Jacques Chirac, quien, en los años setenta, destrozó a los dinosaurios criados en su día por el General y dio un vuelco a la herencia política más duradera de Francia en el último siglo

Sarkozy situó a Copé al frente de la gestión cotidiana del partido, para que ejerciera de fuerza de choque que el gestor Fillon no podía ni debía hacer. Que a veces hubiera cacofonía entre el gobierno y el partido no era algo que a Sarkozy le preocupara. Todo lo contrario. Puede decirse, sin miedo a especular, que era eso justamente lo que pretendía: para ir corrigiendo estrategias y preparando los cambios de rumbo según soplara el viento.

Fillon es un personaje con cierto aire trágico. La personalidad ambiciosa de Copé ha contribuido, por contraste, a suavizar la suya. Consiguió pasar, en su momento, por un hombre de centro, preocupado, alarmado incluso, por las veleidades populistas-derechistas del su jefe, el Presidente. En realidad, es más conservador de lo que las circunstancias han hecho creer. Salvando las diferencias, permítannos que comparar la confrontación Copé-Fillon con la durante tanto tiempo publicitada Aguirre-Gallardón.

Copé ha escrito un libro que pretende ser una combinación de ideario político y propuesta programática. Gira en torno a la idea de una 'derecha sin complejos'. Es decir, una derecha que no tenga que decir que es el centro, aunque no reniegue de tal posición, para aspirar a recuperar el timón de Francia. Su intención primera es desbaratar el discurso de su adversario en la lucha por la herencia. Entre las dos reservas de voto potencial o prestado, Copé parece decidido a conquistar primero la situada a su derecha, por considerarla más numerosa y sustancial. Chirac ya tuvo en su momento alguna tentación. Sarkozy, algo más que tentación. Copé quiere dejar de amagar y quitarle el plato electoral a Marine Le Pen. Para ello ha decidido adoptar un temperamento a lo Napoleón, como sostiene con brillante un diputado socialista que cita en un reciente comentario Françoise Fresoz, analista política de LE MONDE.

Por el contrario, Fillon cree que la UMP debe recuperar el espíritu original del gaullismo, integrador, de firmes convicciones en los valores republicanos tradicionales, conservadores, o muy conservadores, si se quiere, pero en absoluto complacientes con los excesos populistas, xenófobos y excluyentes del Frente Nacional. Es decir, reunificar el centro y la derecha, no necesariamente en un solo partido, pero si en una gran coalición sólida y sin derramas frecuentes.


PALESTINA: UNA SOLUCIÓN IMPOSIBLE



22 de Noviembre de 2012   
 
          Está por ver si el alto el fuego en Gaza acordado la noche del miércoles será duradero o estallará en pedazos en cualquier momento. Finalmente, parece haber sido la intervención en segunda instancia de Estados Unidos, en apoyo de las gestiones egipcias, lo que ha hecho posible la detención de los bombardeos. En todo caso, esta última crisis, la más grave desde la guerra de 2008, parece haber respondido no sólo a la hostilidad permanente de los beligerantes, sino a motivaciones tácticas de ambos lados.

            LOS CÁLCULOS DE NETANYAHU
           
Es imposible garantizar que la desproporcionada respuesta israelí a los cohetes lanzados por Hamas responda sólo a la imperiosa necesidad de defensa, como proclaman sus dirigentes. No es descabellado considerar que hayan operado otros cálculos políticos menos confesables. Según las informaciones de los propios israelíes, Hamas habría lanzado más de 700 cohetes contra posiciones israelíes en lo que va de año. ¿Por qué responder ahora? Como han recordado incluso analistas norteamericanos poco sospechosos, el gobierno israelí afronta unas elecciones anticipadas en enero.

Otro acontecimiento en el inmediato futuro ha planeado sobre los acontecimientos. A finales de mes, la Autoridad Nacional Palestina, enfrentada con Hamas por el liderazgo de la resistencia, tiene previsto solicitar el estatus de país no miembro de las Naciones Unidas. Lo hará en un día simbólico, el 29 de noviembre, día del aniversario del Plan de Partición de Palestina. Israel ya había anunciado su rechazo absoluto y Estados Unidos había desautorizado indirectamente la iniciativa. Atrapado entre la nula voluntad israelí de avanzar hacia un acuerdo de paz y el desánimo de la administración Obama, el presidente Abbas quizás intentaba poner de nuevo la causa palestina en la agenda internacional.

Pero, además, el resultado de las elecciones norteamericanas ha supuesto un plus de frustración para Netanyahu y sus aliados aún más recalcitrantes, puesto que se habrían esfumado sus pretensiones de contar con la colaboración de Washington en un deseado ataque militar contra el programa nuclear iraní. De Romney podrían haberla esperado; de Obama, a tenor de lo visto en los últimos meses, no parece probable, si no hay una evolución dramática de los acontecimientos.

            LA OPORTUNIDAD DE HAMAS

Hamas parece haber provocado a Israel en el peor momento. No parece creíble que los dirigentes –políticos o militares, o ambos- de la organización palestina que controla firmemente Gaza no esperaran una respuesta contundente del gobierno Netanyahu. ¿O es que pretendían justamente que ocurriera lo que ha ocurrido?

Algunos analistas señalan que Hamas veía la oportunidad de reforzar su creciente influencia entre la población palestina, consolidar su perfil de organización resistente y dejar en evidencia al debilitado gobierno de Mahmud Abbas. Todo ello para aprovechar la oleada de apoyo a las opciones islamistas tras las revoluciones árabes. Y, en particular, obtener el respaldo del gobierno de los Hermanos Musulmanes en Egipto, país que resulta absolutamente vital para el fortalecimiento de Hamas en Gaza.

EL DILEMA DE MORSI

Lo cierto es que el pulso entre Israel y el Movimiento de Resistencia Islámica (que es lo que significa Hamas) ha puesto a Egipto en una difícil situación. El presidente Morsi tiene que conciliar una doble exigencia: de un lado, satisfacer a la población local (y más aún, a sus propios militantes y simpatizantes), que apoyan abrumadoramente a Hamas; de otro, preservar sus opciones como interlocutor fiable de Washington en la zona, si no quiere poner en peligro el apoyo económico y financiero que necesita para el desarrollo económico y social del país.

Esta aparente contradicción explica el comportamiento de la diplomacia egipcia a lo largo de la semana. Por un lado, ha trabajado desesperadamente para forjar la detención de las hostilidades; por otro, ha dado rienda suelta a manifestaciones de simpatía y apoyo a los palestinos de Gaza y ha evitado cuidadosamente cualquier  crítica pública a los dirigentes de Hamas, aunque el propio Morsi haya manifestado hace no mucho cierta incomodidad por algunas conductas de la organización palestina.

           EL PAPEL DE WASHINGTON    

          El inicio de la escalada le pilló al Presidente Obama en el avión que le llevaba a varios países de Asia, prioridad expresa de su administración en política exterior. En la primera ocasión que tuvo realizó las declaraciones que se esperan de cualquier Presidente norteamericano: simpatía por el derecho de Israel a decidir los medios de autodefensa. Pero, a continuación, manifestó su deseo de frenar las hostilidades y evitar una escalada; es decir, una eventual invasión terrestre israelí de Gaza.

          Además, Obama concedió crédito a Egipto (y, por cierto, significativamente, también a Turquía) en sus intentos por detener el enfrentamiento bélico. Sólo cuando esos esfuerzos no parecían obtener frutos, ordenó la implicación directa de la Secretaria de Estado, Hillary Clinton. Mientras se propagaban noticias contradictorias sobre el acuerdo, la responsable de la diplomacia norteamericana viajó a Jerusalén, no sólo para apoyar la detención de las hostilidades, sino también para anunciar el llamativo compromiso de Washington en favor de “un resultado duradero que promueva la estabilidad regional, avances en la seguridad y en las legítimas aspiraciones tanto de israelíes como palestinos”.

            La sensación es que la crisis ha servido para que la administración Obama “regrese” al conflicto central de Oriente Medio, después de una cierta inactividad en los últimos meses, debido a las nulas expectativas de éxito, el enrarecimiento de las relaciones con el gobierno israelí y la inminencia de las elecciones.

            Pase lo que pase estos días, es muy probable que más temprano que tarde se vuelva a producir una situación similar de tensión en Gaza, y quizás en toda Palestina.  Pero sólo les puede sorprender a los que habían olvidado que este conflicto continuaba pendiente de resolver y amenazaba con volver al primer plano de la actualidad internacional en cualquier momento.
  

           

CHINA: CAMBIO DE GUARDIA, ¿CAMBIO DE RUMBO?



15 de noviembre de 2012

           El decimoctavo congreso del Partido Comunista de China ha elegido este 15 de noviembre, al Politburó (25 miembros, núcleo duro del poder) y a su nuevo Secretario General. Éste se convertirá, el mes de marzo, en Presidente de la República Popular. Xi Jinping llega a la cúspide del poder en Pekín después de una larga trayectoria política y un historial de peripecias personales convenientemente aderezado por la propaganda oficial y por su círculo de apoyo. En un artículo escrito para esta web en febrero, con motivo de una visita oficial a Estados Unidos, dimos cuenta de su biografía. Hoy situaremos al personaje en su contexto.
               China cambia de líder y de liderazgo. Estamos ante la primera generación de dirigentes que no han vivido la Revolución. La pregunta es: ¿cambiará China?, ¿se adoptarán reformas relevantes?, ¿se producirá una reorientación del antiguo 'Imperio del Centro'?

                UN PERIODO DE INCERTIDUMBRE

             Analistas internos y externos predicen un periodo de incertidumbre, lo cual no tiene por qué implicar cambios, sino todo lo contrario, un cierto atrincheramiento, si los gestores máximos no se sienten seguros para emprender auténticas reformas. La jerarquía china, con notables excepciones, no gusta de los vuelcos políticos. Es un poder intrínsecamente conservador. Cierto es que en el último medio siglo hemos asistido a dos periodos de transformaciones radicales: la 'Revolución Cultural', a mediados de los sesenta; y el giro radical posterior hacia el 'socialismo de mercado', a finales de los setenta. El segundo proceso fue, en parte, reacción al primero: una rectificación enorme motivada por las dimensiones cataclísmicas del periodo anterior. Pero en los últimos treinta años, la llamada 'doctrina Deng' ha ido enterrando los residuos revolucionarios. El 'pensamiento Mao Zedong' es hoy apenas una referencia emocional y puramente decorativa.

            En China ha triunfado el 'socialismo de mercado'; o mejor, el 'capitalismo de Estado'. Casi nadie con poder e influencia en el país lo cuestiona. El grupo de dirigentes que acaba de cumplir su ciclo deja a China como segunda potencia económica mundial indiscutible, con capacidad para condicionar y amenazar la hegemonía de la única superpotencia y a las puertas de conquistar una posición de supremacía militar en su área geográfica natural. Según datos oficiales, el PIB se ha multiplicado por cinco en una década gracias a un índice de crecimiento estable en torno al 10% anual. La renta de las poblaciones urbanas se ha triplicado con creces. En las zonas rurales se ha producido también una prosperidad apreciable, pero al partirse de una situación muy pobre, los datos no son tan significativos. 

           Pero Hu Jintao (Presidente y Secretario General) y Wen Yaobang (Primer Ministro) no han podido reconducir los aspectos más inquietantes de este modelo de crecimiento, basado excesivamente en el ímpetu de las exportaciones, sin un aumento equivalente del poder de compra interno. Como era de esperar, los efectos de la caída de demanda global ha terminando por lastrar el crecimiento chino, lo que ha obligado a programas de estímulo.

            Además, ese modelo no ha generado una prosperidad equitativa. La riqueza ha crecido, pero no se ha repartido. La brecha social es descomunal, debido a una desigualdad galopante, la mayor del mundo, según el índice Gini, aunque las autoridades chinas hayan suspendido su publicación. Las políticas sociales compensatorias son débiles aún. Como ejemplo, la inversión en salud, apenas un 5% del PIB, no ha aumentado proporcionalmente.

            Por todos estos motivos, China es hoy un Estado en conflicto, permanente y creciente. Las huelgas y protestas se han duplicado en los últimos cinco años, a pesar de la represión de toda índole, la censura y opacidad informativas. El peso aún excesivo de la propaganda como narrativa dominante ya no oculta, ni a los menos avisados, la gravedad de los problemas. El deterioro medio ambiental adquiere dimensiones de emergencia (el consumo de carbón se ha duplicado, con las consecuencias contaminantes conocidas).
           
          El otro elemento desestabilizador, por su dimensión, es la corrupción, que amenaza con gangrenar todo el sistema, como advirtió el propio Hu en su discurso de despedida ante el Congreso comunista. El caso Bo Xilai sólo es una muestra, escogida e interesada, del desprestigio de la clase política.  

            Y, además de eso, la apertura política es nula. No hay 'brotes verdes' de democracia en China. Hay cierto lustre mediático, muy controlado, manejado con mano firme. Las confrontaciones políticas se siguen resolviendo en clave de intrigas, juegos de influencia muy opacos, una práctica muy insidiosa del consenso entre los distintos sectores de poder y una ausencia absoluta de participación ciudadana. Como sostiene Liu Xiobo, profesor en Columbia, la práctica del poder en China se cierne a un reequilibrio de intereses entre las familias. Más que el partido, la ideología o la visión, el factor determinante en el ejercicio del poder es la red de conexiones. Un alimento imparable para la corrupción. 

              CONJETURAS SOBRE LOS NUEVOS 'PRINCIPES'

            Xi Jinping y Le Keqiang formarán el nuevo tándem dirigente. El primero seguirá siendo un 'primun interpares' y el segundo una especie de ejecutor de las grandes líneas políticas. Este dúo encarna el gran pacto político entre las familias. En un principio, el favorito de Hu Jintao para sucederle al mando era Le Keqiang, pero éste contaba con menos apoyos y un curriculum familiar menos glamuroso. Por el contrario, Xi Jinping gozaría del invaluable apoyo de la 'gran familia militar', presenta una biografía muy conveniente como 'victima' resistente de la Revolución Cultural y goza del respaldo del poderoso clan de Shanghai, donde ejerció hace años como líder del PCCH (liderado por el todavía muy influyente ex-Presidente Jian Zeming). 

        Los analistas escudriñan en las manifestaciones de Xi sus intenciones venideras. Pero, como pragmático a ultranza que parece ser, no serán sus ideas la base de sus actuaciones, sino la capacidad de amoldarse a las circunstancias y a las imposiciones de la realidad. Se cree que, por sus conexiones con el mundo militar, respaldará una política más nacionalista; es decir, una retórica de reivindicaciones territoriales, especialmente en las áreas insulares. China mantiene fronteras más o menos conflictivas con buena parte de sus catorce vecinos. El reciente incremento de las tensiones con Japón, Vietnam o Filipinas por el control de los islotes de los mares del Sur y Este han hecho palidecer lo que, hoy por hoy, constituye la gran espina clavada en el orgullo chino: la escisión de Taiwan, la antigua China nacionalista. En los últimos tiempos Pekín ha conseguido entablar relaciones más constructivas con Taipei, pero no es un tema que cualquier dirigente chino puede dar por resuelto hasta que no se consume la reunificación del país.

           Es probable que los problemas derivados de una probable ralentización económica tiente a los nuevos dirigentes chinos con la fabricación de cortinas de humo exterior y se generen escenarios artificiales -o naturales, aunque exagerados- de crisis externas para desviar la atención. Tampoco sería descabellado lo contrario: que la dimensión de los problemas, y la falta de canales políticos adecuados maniaten al régimen y lo obliguen a una introspección no deseada. En otras palabras, que las 'guerras internas' neutralicen las 'aventuras exteriores'.

             En sus relaciones externas, China no sólo tendrá que lidiar con la renuencia de los vecinos a dejarse imponer una lógica de superpotencia ávida de poder. Lo más decisivo será, como señala THE NEW YORK TIMES, la naturaleza de sus relaciones con los Estados Unidos, que acaba de emprender un viraje estratégico irreversible hacia la zona de Asia y el Pacífico.

           Como señalan Nathan y Scobell en un reciente artículo para FOREIGN AFFAIRS, China vive una contradicción insalvable: la atracción de numerosos cuadros de sus élites actuales y futuras hacia el modelo económico y cultural de Estados Unidos (el propio Xi, en cierto modo, con sus años de estudio y formación allí) y la creencia, ampliamente extendida en la jerarquía china, de que la superpotencia capitalista no es sincera en sus protestas de colaboración y sólo pretende controlar y, en último término, abortar la aspiración china de liderazgo mundial e incluso regional.
               

OBAMA, RELEGIDO. LA ALEGRÍA DEJA PASO A LA PREOCUPACIÓN POR LA TAREA PENDIENTE




 7 de Noviembre de 2012

          Barack Obama ha sido reelegido tras una larga noche en el que se hizo esperar la consecución de los apoyos necesarios. El triunfo en Virginia, anunciado a las 11,30 de la noche (hora local en la costa Este), le aseguraba la reelección, después de haber ganado también Winconsin, Iowa, Nevada y New Hampshire, cinco de los estados indecisos.  Luego se confirmó su triunfo en Colorado y Ohio.  Antes de conocerse los resultados en Florida, Romney admitió su derrota y llamó a Obama para felicitarlo. El Presidente ganaba un segundo mandato por un margen aparentemente cómodo. 

Sin embargo, Obama había ido cosechando estas victorias parciales decisivas por unos pocos miles de votos. De ahí que en el voto nacional global, Obama haya superado a Romney en alrededor de un punto porcentual. 

         La victoria de los demócratas en la elección presidencial se complementa con un ligero avance en el Senado, donde tendrán dos puestos más y ampliarán su mayoría a 52. Por el contrario, los republicanos han revalidado su dominio en la Cámara de Representantes. Este panorama político de agudizada polarización anuncia un segundo mandato extremadamente complicado para Barack Obama. 

          UN TONO IDEALISTA PARA RETOMAR EL IMPULSO

En su discurso de aceptación, pronunciado al filo de la medianoche, desde Chicago. El Presidente Obama optó por recuperar el tono idealista e inspirador de hace cuatro años. Después de rendir un encendido homenaje a sus más estrechos colaboradores, a todo el equipo de campaña y a los miles de voluntarios que han trabajado infatigablemente para hacer posible su victoria, se extendió en elevadas consideraciones sobre la dignidad de la acción política. En un crescendo emotivo, resucitó los mensajes de esperanza, unidad y fortaleza de la democracia norteamericana. “Estamos más unidos como pueblo de lo que sugiere el cinismo político”, dijo al final de su discurso. 

En cuanto a la estrategia futura, el Presidente reelecto se limitó a apuntar su intención de convocar a los líderes de las grandes corrientes políticas para abordar los grandes desafíos nacionales.  No había ambiente para más detalles. La noche pedía alivio, alegría y celebración.  En las calles de las principales ciudades de mayoría demócrata, miles de militantes y simpatizantes daban rienda suelta a su entusiasmo y liberaban la tensión de una larga y difícil campaña electoral. Los temores de fracaso del primer presidente afroamericano de los Estados Unidos habían sido conjurados.  

UN SEGUNDO MANDATO ENVUELTO EN INCERTIDUMBRE

Y, sin embargo, como reconoció el propio Presidente electo, lo más complicado empieza ahora. Los principales analistas planteaban en la larga noche del martes 6 de noviembre las dificultades que el Presidente reelegido tendrá que sortear para abordar los desafíos pendientes de estos últimos cuatro años: la superación de la crisis económica, la redistribución de la riqueza mediante una política fiscal justa y eficaz, la aplicación de la reforma sanitaria y la satisfacción de las aspiraciones de millones de inmigrantes sin reconocimiento legal. 

                Efectivamente, con estos resultados, puede temerse poca colaboración de la derecha. Es muy probable que la estrategia de obstruccionismo continúe e incluso se refuerce. No es descartable, incluso,  que los conservadores construyan un discurso de negación de legitimidad a cualquier política claramente reformadora de orientación progresista. En consecuencia, podrían crecer las opciones de los candidatos más radicales en 2016. La deriva del Partido Republicano hacia la extrema derecha se puede acentuar. Le tomará tiempo encontrar un líder para dentro de cuatro años. Romney quizás no lo fue nunca, aunque estuvo muy cerca de conseguirlo. En su discurso de concesión de la derrota, el exgobernador adoptó una postura elegante y conciliadora, pero sin contenido político de relevancia como suele ser habitual. Pudo más en el ambiente la decepción de sus partidarios, que llegaron a creer en la posibilidad de la victoria. Con bastante fundamento, a tenor de los resultados.

                En definitiva, Obama afronta el gran dilema de su carrera política: apurar todos los recursos que su cargo institucional le proporciona para hacer avanzar las causas que reclaman sus bases electorales o intentar un acomodo con sus adversarios para no arriesgar un segundo mandato de pesadilla.