BOSTON: A VUELTAS CON LA CONSPIRACION


25 de abril de 2013
                
El esclarecimiento del atentado de Boston se hace esperar. La teoría de una conspiración, o dicho de otro modo, de una “conexión chechena-daguestana” que vincule el atentado con la ‘madeja yihadista internacional’ no brinda, de momento, una base sólida de fundamento. Por lo que se conoce hasta ahora sobre los supuestos autores del acto criminal, los hermanos Tsarnaev, la tesis de que actuaban por voluntad propia y de forma aislada parece imponerse.

El  descubrimiento de un pequeño arsenal en posesión de los sospechosos y los indicios de que planeaban realizar más atentados, presumiblemente en Nueva York, adonde parece que tenían previsto desplazarse, no parecen motivos suficientes para vincular a los hermanos Tsarnaev con redes terroristas organizadas, según los investigadores.

Sin embargo, en los últimos días se ha suscitado un cierto nivel de polémica. Algunos miembros muy conservadores del Congreso, pertenecientes al Partido Republicano han apreciado ‘fallos’ o ‘errores’ que ellos mismos han calificado de ‘cierta consideración’ en la práctica investigadora del FBI.
                
¿UN VIAJE SOSPECHOSO?
                
Todo gira en torno a una petición de los servicios de inteligencia rusos al FBI, en enero de 2011, sobre el mayor de los Tsarnaev, al conocer que éste, ya residente en Estados Unidos, proyectaba realizar un viaje a Chechenia y Dagestán, supuestamente “para entrar en contacto con grupos clandestinos no especificados”. Moscú mantiene una estrecha vigilancia de todo lo que ocurre en esas dos repúblicas caucásicas donde se mantiene vivo un fuerte sentimiento separatista de inspiración islamista. El FBI no encontró nada significativo en el historial, los movimientos, la vida o la familia de Tamerlan Tsarnaev, después de realizar las averiguaciones supuestamente de rigor, y así se lo hizo saber a los rusos.
                
Los hermanos Tsarnaev llevaban años viviendo en Estados Unidos, El menor de ellos (19 años), Dzhokhar, el que todavía vive aunque está seriamente herido, ya es ciudadano norteamericano, mientras el fallecido, Tamerlan (26 años) estaba gestionando los papeles.

Sin embargo, según ciertas informaciones que han aflorado estos días, las sospechas rusas podían no estar desencaminadas. Ese viaje que finalmente Tamerlan Tsarnaev realizó a su país de origen y a Dagestán en 2012 (seis meses de estancia) pudo ser el punto de partida de una supuesta militancia islamista del checheno y, al cabo, haber conducido  a la tragedia de Boston. El FBI habría comenzado una investigación a fondo de lo ocurrido en ese viaje, pretendidamente crucial, por si se pudieran detectar contactos, conexiones y planes específicos, pero no hay resultados significativos hasta el momento.

Lo único que al parecer se ha podido establecer es que Tamerlan habría mostrado un mayor ‘fervor religioso’ tras regresar de Chechenia y Dagestán, según testimonios de algunos de sus familiares y amigos, según asegura THE WASHINGTON POST. El mismo diario señala que poco después de la llegada de Tsarnaev a las dos repúblicas caucásicas se registró allí un fuerte incremento de los atentados y acciones violentas, pero no ofrece indicios de su participación o vinculación con los mismos.

Por su parte, el WALL STREET JOURNAL asegura que los servicios de inteligencia rusos detectaron el contacto de Tamerlan Tsarnaev con un “sospechoso militante” islámico durante ese viaje y habrían informado de ello al FBI, pero la agencia norteamericana no admite haber recibido esa información.

En THE NATION, el periodista Robert Dreyfuss, sugiere que el interrogatorio al que fue sometido por el FBI en 2011, pudo haber tenido un efecto significativo en la radicalización de Tamerlán. El mero hecho de ser interpelado, de tratársele como posible sospechoso de estar realizando algo ilegal, podría haberle provocado una fuerte irritación y una radicalización de sus sentimientos nacionalistas antirusos, sostiene Dreyfuss, de forma no menos especulativa que quienes dan pábulo a sus conexiones islamistas.

ANTECEDENTES EN BOSTON

Otras informaciones sobre la existencia de redes de la resistencia chechena establecidas en Boston y otras localidades de Massachusetts han abonado la tesis de la conspiración. En un artículo para FOREING POLICY, J.M. Bergen asegura que “durante los ochenta y noventa, combatientes islamistas extranjeros sostuvieron robustas redes de reclutamiento y financiación en apoyo de ‘yihadistas’ chechenos en los Estados Unidos, y Boston albergó uno de los centros más significativos, la sucursal de Centro Al Kifah, domiciliado en Brooklyn”.  Estas redes coordinaban la ayuda a los ‘muyaidines’ que combatían la ocupación soviética de Afganistán durante los años ochenta. Al menos cuatro de esos combatientes muertos en aquel país habrían sido reclutados en Boston.

Posteriormente, tras la derrota soviética, estos militantes dirigirían sus actividades contra Estados Unidos y algunos de los integrantes de la sede central de Brooklyn participarían en el atentado del World Trade Center en 1993 y habrían estado involucrados en otros planes fallidos.

DERIVA POLÍTICA

Estas filtraciones periodísticas se prolongan en valoraciones políticas quizás peor intencionadas. Destacados congresistas republicanos han insinuado que el FBI cometió fallos o no fue muy diligente tras la solicitud rusa de investigación a Tamerlán Tsarnaev. Más allá de estas críticas, cautelosas y sibilinas, estos representantes de la oposición han presionado a la administración para que consideren al sospechoso superviviente como ‘militante islamista’ y, por tanto, lo sometan a la legislación antiterrorista, lo que supone arresto militar e interrogatorios sin presencia de abogado. 

El presidente Obama se ha mantenido firme y ha declarado que no hay razones para declarar a Dzhokhar Tsarnaev como ‘preso de guerra’ puesto que no hay indicios de vinculación con Al Qaeda y, por lo tanto, se le aplicará el procedimiento criminal ordinario. Es importante señalar que Estados Unidos no está formalmente ‘en guerra’ contra todas las organizaciones terroristas de inspiración islamista, sino solamente con la red fundada por Bin Laden.
Como era de temer, el riesgo de una derivación política de la tragedia de Boston está lejos de ser conjurado.                                 

EE.UU.: TERRORISMO, TORTURA Y PREJUICIOS



18 de Abril de 2013
                
 El esquivo atentado de Boston no sólo ha aplacado las alarmas diplomáticas y mediáticas sobre el riesgo de guerra asiática a partir del 'foco' norcoreano. También ha sumido en la desatención un informe cardinal sobre la denominada 'guerra contra el terror en los Estados Unidos', en el que se realiza una detallada revisión de las prácticas de investigación, desplazamiento, interrogatorio y tratamiento de sospechosos de terrorismo.
                 
UN INFORME IMPRESCINDIBLE, NO DEFINITIVO
                 
Hace ya cuatro años, al poco de tomar posesión Obama de su cargo presidencial, una prestigiosa asociación de defensa e investigación en derechos humanos, la Project Constitution, reunió un panel de once destacadas personalidades para que analizaran la política de persecución del terrorismo tras el 11 de septiembre. La conclusión de los trabajos,  presentada esta semana, sanciona con claridad que "Estados Unidos se embarcó indisputablemente en "desapariciones forzosas", "detenciones secretas" y "torturas.
                 
No se trata de un descubrimiento, por supuesto, pero el documento tiene un innegable valor de testimonio acreditativo por varias razones: la cantidad de información revisada y analizada, la claridad de la exposición y de sus conclusiones, el carácter independiente de la investigación y la relevancia de los componentes del grupo investigador.
                
 El panel ha sido dirigido por dos figuras no de primer orden (no hubiera sido posible, dada la naturaleza del trabajo), pero sí de singular significación: el republicano Assa Hutchinson, que sirvió en la administración Bush, primero como jefe de la DEA (la agencia antidrogas) y luego como subsecretario del Departamento de Seguridad nacional; y el demócrata James R. Jones, embajador en México durante la administración Clinton.
                
El informe final tiene casi seiscientas páginas. Repasa todas las prácticas de detención e interrogatorio de la CIA y confirma los abusos cometidos con los prisioneros sospechosos, como los ahogamientos simulados, el encadenamiento en posiciones forzadas y la privación de sueño durante días, entre otros. La mayor laguna del informe ha sido no haber tenido acceso a las 6.000 páginas de un documento, todavía clasificado, del Senado, elaborado a partir de material interno de la CIA. Los investigadores estiman que el mantenimiento de estas áreas de secreto aumenta el riesgo de que la tortura siga vigente en el tratamiento de prisioneros.
                 
Más allá de los testimonios fácticos, las valoraciones de los autores son contundentes y demoledoras: el uso de la tortura -concluyen- "daña la posición de la nación, reduce su capacidad de ejercer la censura moral [de los adversarios] cuando sea necesario y aumenta el peligro para el personal militar nortamericano cuando sea capturado".
                
 Los miembros del panel no sólo critican a la administración Bush, responsable de estos comportamientos inaceptables y perjudiciales para la seguridad de Estados Unidos. Al Presidente Obama le reprochan el secretismo y que no haya sido capaz de mantener sus promesas de limpieza del sistema de detenciones y persecución del terrorismo. Estas críticas han sido concurrentes desde varios sectores progresistas. El propio NEW YORK TIMES dice en un comentario editorial que la visión presidencial de "mirar adelante y no atrás" no puede justificar el silencio o la inhibición.
                 
LAS PRIMERAS LECCIONES DE BOSTON
                 
El desprecio por la legalidad y la humanidad que los principales exponentes de la lucha antiterrorista en Estados Unidos demostraron después de los atentados de 2001 obedeció a una histeria nacional bien lubrificada, como es bien sabido, por los ideólogos extremistas 'neocon'. Pero no debe pasar desapercibida la falta de reflejos de numerosos medios informativos, y no sólo los afines o corifeos de los 'halcones' de Washington. La promoción de un  nuevo enemigo -interno y externo a la vez- tras el vacío creado por la desaparición del adversario soviético resultaba rentable no sólo para los poderosos intereses industriales, militares e ideológicos, sino también para la narrativa mediática y su afán interesado de simplificar los mensajes y su proyectada visión del mundo.
                 
Resulta ejemplar la responsabilidad demostrada por Obama tras conocer las explosiones en el maratón de Boston. Su llamada a no sacar conclusiones precipitadas no fué sólo un acto de prudencia o sensatez políticas. El presidente debe ser consciente de que el país necesita abordar los asuntos de terrorismo no sólo con serenidad, sino también con claridad de juicio. Los términos empleados por el Presidente para responder al terrorismo son modélicos: "sin egoísmo, compasivamente, sin miedo". Parece evidente que Obama quiso evitar que, sin pruebas solventes, se atribuyera el atentado al 'enemigo islámico'.
               
Desgraciadamente, la propia presión de los acontecimientos, la inevitable tensión emocional, la habitual ansiedad mediática por saturar en vez de clarificar y explicar y los residuos del pánico creado por el peligro, inducido tanto o más que real, han producido algunas perlas de esas que se acumulan en el tratamiento inadecuado de crisis y conflictos.
                 
El semanario NEW YORKER publica a este respecto un significativo artículo acerca de un joven saudí que participaba en el maratón y que resultó herido de consideración por las bombas. Mientras que la gente trataba de ayudarse y socorrerse mutualmente, de repente, un joven fue derribado por uno de los presentes ante su aspecto sospechoso. ¿Cuál era? Que corría -como todos allí-, que avisaba del peligro de otra bomba -algo muy probable que terminó ocurriendo. Y otro detalle más: sus rasgos árabes, el elemento definitivo. Lo que ocurrió a continuación -dice NEW YORKER- no sorprende demasiado: la creación de un "sospechoso detenido saudí". El artículo detalla los comentarios prejuiciosos de responsables políticos y comentaristas iluminados. El relato dominante se hizo consistente con el prejuicio: el atentado sólo podía ser obra de un islámico, vino a ser el pensamiento inspirador.
                 
Al cabo, no hubo detención, ni el sospechoso era tal, sólo un 'testigo'. El caso quedará como un ejemplo más de mala práctica informativa, por supuesto; pero también de la vigencia de los fantasmas que una perversa concepción/ejecución de la 'lucha contra el terror' ha logrado incubar en la mente de muchos norteamericanos.

COREA DEL NORTE: UNA GUERRA IMAGINARIA

11 de abril de 2013


            Andan los actores e interpretes del mundo preocupados por el riesgo de un conflicto bélico a raíz de la enésima alarma generada en Corea del Norte. Con respecto a las anteriores, acontecidas en los últimos años, ésta de ahora parece cobrar visos de mayor verosimilitud. En realidad, se trata de una prolongación o continuidad de las anteriores. Con la cautela que exige un asunto de esta naturaleza, no parece osado afirmar que esta amenaza de guerra es básicamente propagandística.

ENCERRADO CON UN SÓLO JUGUETE
               
Corea del Norte es un país aislado, anacrónico, pobre y empobrecido, dirigido por una casta neurótica e irracional. Se ha entregado a una dinámica paradójica de generación de poder nuclear. Paradójico porque la supuesta motivación de supervivencia cotidiana (energía para no incrementar la dependencia) y existencial (defensa frente a una agresión fatal del enemigo o de los enemigos exteriores) se ha convertido en su principal factor de inseguridad.
           
La dinastía Kim, como casi todas las sagas familiares gobernantes, se agota a medida que se prolonga. Cada miembro recibe un legado menos sólido que su antecesor. El hasta ahora último de la serie evidencia una debilidad propia y heredada, a la vez. Los intentos de reforma –si es que existen en realidad- se ven sometidos por los imperativos de la propia lógica dinástica. El mantenimiento del régimen está ligado a la de la dinastía, porque uno y otra se han confundido con la viabilidad del país. De ahí que no haya elementos reales de rectificación. Ni el fondo  ni en la forma. Peor aún: la forma toma el mando frente a la vacuidad de un proyecto auténtico de país.
                
La forma en Corea del Norte es la propaganda. Es el mayor ejemplo real de la alegoría 'orwelliana'. Una realidad fabricada se construye en paralelo o en superposición a la vida real. No es sólo una clásica estrategia de diversión o mixtificación del poder. Es una necesidad existencial. Hay sistemas autoritarios que pueden existir con dosis medias de propaganda, porque disponen de fortalezas reales como cierta prosperidad económica, factores de cohesión social o agentes activos de arraigo social.  No es el caso de Corea del Norte. La propaganda como expresión superpuesta de esa vida vacía se ha convertido en el único sustento real del sistema político. Un reciente artículo en el diario EL PAIS sobre la vida cotidiana en Corea de Norte acreditan estas reflexiones.
           
Sólo así se explica lo ocurrido estas últimas semanas: la escalada (verbal) de amenazas y riesgos de guerra. Kim Jong-Un ha subido una raya en las provocaciones y el lenguaje altisonante. No porque disponga de más recursos que sus antecesores o porque tenga un mayor conocimiento del dominio militar, sino por todo lo contrario. El más joven de los Kim es el que menos formación ha tenido en este campo, el más dependiente de tutelas familiares, el que menos se había preparado para liderar, porque la desaparición de su padre llegó antes de lo previsto, y seguramente el que menos apetito ha tenido de actuar como un “comandante en jefe”. A falta de realidad, refuerza la propaganda, la realidad paralela. Tiene que hacer más ruidosa la amenaza de guerra para parecer más creíble.
                 
LA CONTRADICCIÓN CHINA
                
El profesor Bruce Cummings (Universidad de Chicago) analiza la evolución del comportamiento norcoreano y esa translación de la propaganda interna al dominio exterior. De la misma forma que sabe que las masas no se creen el cuento oficial (por eso el dispositivo asfixiante de vigilancia y represión), el régimen también “cuenta con el buen sentido de sus adversarios de no tomarse sus incesantes apelaciones bélicas en serio”.
                 
¿Qué sentido tiene entonces toda esta retórica guerrera? Supuestamente, se persiguen tres objetivos: primero, obligar a la nueva presidente surcoreana Park a elegir entre seguir con la línea dura o volver a comprometerse en negociaciones de convivencia que estabilicen el régimen de Pyongyang; segundo, testar la “paciencia estratégica” de Obama, que contemplado desde 2009 tres pruebas de misiles de largo alcance y dos ensayos nucleares; y tercero, advertir a China de que, para evitar el riesgo de que las cosas se salgan de control, es preferible seguir tolerando las violaciones de las sanciones que alinearse con Occidente en la aplicación  de las mismas.
                 
La evolución de China, efectivamente, es un factor muy interesante del análisis. Pekín ha sacado partido de su protegido norcoreano, pero ahora tiene intereses superiores; en particular, que las bravuconadas de Pyongyang no justifiquen un refuerzo militar de Estados Unidos en la zona, ya de por si impulsado por la nueva prioridad estratégica norteamericana concedida a Asia (la famosa "pivotación estratégica" de la nueva doctrina Obama). La aceleración del sistema de intercepción de misiles decidida por el Presidente, a requerimiento del Pentágono, (mil millones de dólares de coste) no sólo atenta contra la capacidad de Corea del Norte, sino también de China.
                
 EL RIESGO DE ESCALADA

Los profesores Lieber (Georgetown) y Press (Darmouth College) sostienen que la situación en Corea es un ejemplo clásico de la estrategia de la guerra fría, en la que se contemplaba el recurso nuclear como respuesta a una escalada no evitable de la guerra convencional. Pero en este caso, esa 'evitabilidad' es muy reducida debido a las nuevas doctrinas de combate norteamericanas que, en caso de conflicto, no buscan ganar territorio enemigo sino incapacitarlo mediante la inhabilitación de su “sistema nervioso central” (es decir, la destrucción de sus sistema de control, mando y comunicaciones). Lo cual empuja a un adversario dotado con armas nucleares a escalar el conflicto.

No obstante, la buena noticia en este caso, sostienen Lieber y Press, es que Corea del Norte no parece disponer de la tecnología suficiente para sostener una escalada en el estadio nuclear. Es altamente improbable que pueda aún dotar a sus miles de cabezas nucleares ni disponga de otros recursos de destrucción atómica. En todo caso, y mientras se tenga ese margen, recomiendan ambos expertos que Washington y Seúl “desarrollen opciones militares convencionales verdaderamente limitadas” que prevengan la escalada nuclear.

De forma complementaria, los profesores sugieren que se trabaje con Pekín la creación de “paraguas dorados para los jerifaltes del régimen”, por una sencilla razón: mientras éstos sepan que existe futuro  viable para ellos y sus familias, tendrán menos estímulos para embarcarse en opciones suicidas.

OBAMA EN MÉXICO: HACIA UNA NUEVA VECINDAD


2 de abril de 2013
Después de completada su aplazada visita a Israel y Palestina, con resultados más propagandísticos que palpables (con excepción de la reconciliación israelo-turca), el presidente Obama acomete esta semana otra de las ‘asignaturas exteriores’ que el agobio de los asuntos internos y el calendario político de los anfitriones han ido retrasando: la consolidación de una nueva vecindad con México. Tres son los pilares que sostienen las relaciones entre ambos países del norte de América: inmigración, seguridad y cooperación económica.
UN MARCO MIGRATORIO MÁS ESTABLE Y JUSTO
Sin duda, la inmigración puede ser el gran logro de la presidencia de Obama. Tras varias de décadas de pasividad o fracasos en la gestión del fenómeno migratorio, las urgencias de la crisis económica y la dimensión ya incontrolable de la población en situación de ilegalidad venían reclamando una solución global.
La política migratoria de Obama ha sido equívoca. Aunque el Presidente ha defendido la extensión de derechos, las detenciones y deportaciones de 'ilegales' han batido todos los records. Después de obtener el voto de siete de cada diez hispanos, Obama no podía seguir eludiendo esa ‘patata caliente’. Había además otro elemento decisivo de oportunidad: la necesidad de los republicanos de ganar el favor de ese electorado si quieren mantener sus opciones de poder político y no verse reducidos a sus feudos tradicionales.
El grupo bipartidista de senadores  y congresistas que elabora la reforma del sistema migratorio está “a punto” de cerrar un consenso legislativo, que incluirá, con las cautelas, plazos  y condicionantes que se quiera, la regularización de los ilegales y un acceso razonable a la ciudadanía.
Mucho ha ayudado el acuerdo previo entre empresarios y sindicatos sobre el muy espinoso asunto de los visados para trabajadores ‘invitados’ (‘guessworkers’) de escasa cualificación. Durante cuatro años dispondrán de una mano de obra creciente (de 20.000 a 75.000 visados anuales) y luego el incremento dependerá de la evolución del desempleo, hasta un máximo anual de 200.000 permisos de trabajo. Los sindicatos querían que el acuerdo garantizara que la afluencia de más trabajadores extranjeros no tirara hacia abajo los salarios, en un momento de creciente desigualdad en la evolución de las rentas. Los empresarios, pragmáticos después de todo, han aceptado que los sueldos de los ‘invitados’ no sean menores que los locales, para que no se produjera una situación de ‘dumping social’. El descenso del paro ha favorecido la aproximación de posturas.
Puesto que la inmensa mayoría de los once millones de inmigrantes ilegales son mexicanos, estas "buenas noticias"  crean un clima muy favorable para la llegada de Obama.
LA SEGURIDAD, RESPONSABILIDAD COMPARTIDA
El otro asunto espinoso es la seguridad. En la segunda mitad del mandato del anterior presidente, el conservador Felipe Calderón, se incrementó la cooperación entre ambos países, hasta alcanzar dominios inéditos como el militar. El uso de bases mexicanas por militares y agentes de inteligencia norteamericanos en la detección y persecución de los ‘narcoterroristas’ supuso franquear una línea que parecía inalcanzable hace sólo unos años.
Hillary Clinton dio algunos pasos importantes en el sentido que la mayoría de los mexicanos esperaban de su gran vecino del norte: el reconocimiento de que la seguridad es una responsabilidad compartida. La violencia no es sólo debido a la gran potencia militar de los ‘capos’ de la droga, sino también a la liberalización del mercado de las armas de asalto (tras expirar el 2004 la prohibición impulsada por Bill Clinton) y la demanda desatada de estupefacientes por parte de los ciudadanos norteamericanos.  
Con esos antecedentes, Obama espera oír del nuevo presidente mexicano su prometida nueva estrategia de persecución de los clanes mafiosos. La definición de Peña Nieto en esta materia se está haciendo esperar, mientras el terrible contador de las víctimas de la violencia sigue corriendo: en sólo unos meses, ya se ha superado la cifra de tres mil muertos.
 Esta misma semana se ha confirmado que el principal capo de la droga mexicana, Joaquín “El Capo” Guzmán, domina la ruta de las anfetaminas en el triángulo Asia, México y Estados Unidos. El jefe del triunfante ‘Cartel de Sinaloa’ controla el 80% del mercado norteamericano de  estupefacientes, con ganancias anuales cercanas a los 3.000 millones de dólares, lo que le coloca en los principales puestos de escala FORBES, según datos contenidos en el “Atlas de la Seguridad y Defensa de México 2012”, de reciente publicación.
UN ESPACIO ECONÓMICO COMÚN MÁS EQUILIBRADO
Ante la envergadura de este desafío, el joven presidente ‘priísta’ ha dedicado sus primeros cien días a consolidar su base de poder. Se ha desprendido de algunas figuras enquistadas subrepticiamente en el poder (la temida jefa del sindicato de profesores, Elba Gordillo) y ha logrado un pacto político de envergadura con los partidos de la oposición. Ambos logros han sido muy apreciados en Estados Unidos. El Presidente mexicano parece decidido a acometer planes de “liberalización” en importantes sectores económicos. Una nueva entidad reguladora  deberá adoptar medidas para reducir el poder de los gigantes de los medios y las telecomunicaciones (Televisa y América Móvil) y se espera una pronta definición en la ‘joya de la corona’, el sector petrolero, que confirme el fin del monopolio de PEMEX.
En respuesta a estas señales, dos de los más influyentes diarios norteamericanos han dedicado editoriales en tono muy positivo. El WASHINGTON POST elogia la capacidad del Presidente mexicano para forjar consensos políticos que hagan avanzar las reformas y el NEW YORK TIMES califica de "ambiciosa" la agenda económica de Peña Nieto, no sin advertir que aún debe demostrar que la ejecución de los planes no estará hipotecada por los viejos defectos de favoritismo y corrupción.
Peña Nieto cuenta con un espaldarazo de Obama. La inversión norteamericana en México contribuirá a dotar de capital fresco a este impulso de liberalización, muy defendido por sectores reformistas, aunque hay razones para temer que los beneficios no lleguen a todas las capas sociales, como ha ocurrido con experiencias anteriores. Sin ir más lejos, el Tratado de Libre Comercio, que ha beneficiado más a Estados Unidos que a México, y en este país sólo a los privilegiados, por mucho que el 80% de las exportaciones mexicanas se dirija a EEUU.
Obama y Peña tienen la misión de garantizar un crecimiento equilibrado de las relaciones comerciales y económicas que favorezca el desarrollo de México, eleve el nivel de vida de la mayoría de la población mexicana y ensanche la demanda interna y externa del vecino del sur.  Del presidente de los Estados Unidos puede esperarse una aproximación de este tipo, pero su colega mexicano es todavía una incógnita y sus orígenes y recorrido no aconsejan demasiado optimismo.