IRÁN: UN CAMINO SEMBRADO DE MINAS

25 de septiembre de 2013

El primer paso hacia una resolución pacífica del conflicto originado por el rechazo occidental al proyecto nuclear iraní se ha escenificado en Nueva York, que se convierte en capital del mundo en estos primeros días de otoño, con motivo de las sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

El entorno del nuevo presidente iraní, Hassan Rohaní ha desarrollado una intensa actividad diplomática y de relaciones públicas desde hace varios días, con una intención clara: cambiar la dinámica de las relaciones con Estados Unidos y propiciar un proceso negociador.

La perspectiva de un acuerdo ha creado una gran excitación en dirigentes políticos, diplomáticos y expertos de todas las partes interesadas. Se han perfilado posiciones previas, a favor, en contra o desde cierta neutralidad escéptica.

En lo que coinciden todos, sin embargo, es en la motivación iraní: conseguir que se levanten las sanciones que ya han perturbado significativamente el funcionamiento económico del país. Especialmente lesivo está resultando el bloqueo de las transferencias de dinero.

LA BENDICIÓN DEL GUÍA

En su momento, ya comentamos que la elección de Rohaní pudo haber sido menos sorpresiva, pero más calculada de lo que parecía. Esa impresión se evoca de nuevo ahora, al señalar algunas voces autorizadas iraníes que el Presidente no actúa como llanero solitario sino con el aval, e incluso el impulso, del Guía Supremo, el Ayatollah Jamenei.

En Occidente se tiene una idea una percepción a veces un poco simplista del sistema político e institucional iraní, extraordinariamente complejo y  contradictorio. La innegable hegemonía de la jerarquía religiosa no excluye oscuras luchas de poder e influencia, más o menos encauzados en consejos, comités y organismos de distinta índole y competencia.
Pero más allá del laberinto institucional, se tiende a señalar dos sensibilidades fundamentales: una moderada, pragmática, inclinada a encontrar acomodo con Estados Unidos y el resto del mundo occidental (con la excepción de Israel); y una radical, convencida de que los ‘infieles’ sólo pretenden destruir la revolución iraní, que nunca aceptaron. 

El anterior presidente, Mahmud Ahmadineyad, era percibido en estas latitudes como ‘radical’ por el tono frecuentemente incendiario de sus discursos, su hostilidad manifiesta hacia Israel y su negativa contumaz del Holocausto. Y, sin embargo, este participante en la toma de rehenes de la embajada norteamericana en Teherán, tenía muy poderosos enemigos en el ‘establishment’ iraní, incluido el propio Jamenei.
Por el contrario, su antecesor, Mohamed Jatami, un moderado y reformista declarado, en su condición de clérigo eminente y hombre culto y prudente, contaba con el respaldo de la élite religiosa del país. Lo mismo puede decirse de su programa de acercamiento y conciliación con Occidente contó con el respaldo, que difícilmente pudo iniciarse sin ese consentimiento. Lo que hizo caer en desgracia a Jatamí y a su equipo reformista fue la presión de los ‘radicales’ ante la falta de resultados prácticos, tanto en la agenda interna como externa.

Eso mismo es lo que los analistas prevén ahora que pueda ocurrirle a Rouhaní, en su momento un hombre vinculado a Jatamí. “Los presidentes iraníes cuenta con espacio de maniobra en su primer año y luego declinan”, le ha dicho iraní el veterano Dennis Ross (asesor de varios presidentes norteamericanos en Oriente Medio e Irán) a THE NEW YORK TIMES, a cuenta de las posibilidades de Rouhaní.

OBAMA, PRECAVIDO

Obama se ha mostrado activo, pero cauto ante la apertura iraní. En su discurso ante la Asamblea General ha dejado claro que está dispuesto al ‘engagement’; es decir, a establecer un diálogo constructivo, a negociar. Se cuidó mucho de no dar rienda suelta a las expectativas y afirmó que “la vía diplomática merecía ser ensayada”. Es lo que siempre ha sostenido Obama, antes incluso de sentarse en el Despacho Oval. La elección de Ahmadineyad, en junio de 2009 no fue la causa del fracaso de la vía diplomática, sino una manifestación más de la falta de confianza de la élite iraní en un acuerdo satisfactorio con Washington.
La presión de Israel ha jugado también un papel poco positivo en esta situación de bloqueo. Los dirigentes conservadores israelíes han utilizado todos los elementos de tensión a su alcance para provocar una resolución de Obama a favor de la opción militar. Lo intentaron con Bush y no consiguieron. El enrarecido clima de las relaciones bilaterales, debido a los desencuentros sobre los conceptos básicos del dossier palestino, no facilitó la concertación de entre ambos socios.

No es extraño, por eso, que las percepciones más negativas sobre este nuevo intento de apertura iraní provengan de Israel. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, ha encabezado la línea crítica al calificar las declaraciones de Rohaní a varios medios de comunicación norteamericanos de “pura propaganda”. Muy en su línea, Netanyahu tildó al presidente iraní de “lobo vestido de cordero”. Lo apoyan, y más que lo harán, no sólo el famoso lobby judío norteamericano, sino numerosos republicanos ávidos de explotar cualquier oportunidad de poner contra las cuerdas al Presidente. Diplomáticos y expertos más templados comparten este escepticismo y consideran que Teherán quiere ganar tiempo, abonar las discrepancias que pudieran existir entre norteamericanos e israelíes, hacer algunas concesiones menores para obtener al menos un aligeramiento de las sanciones y mantener intacta la capacidad de recuperar su proyecto nuclear.

En la Casa Blanca se comparten las aprensiones, pero no la respuesta que la oportunidad merece. Por eso razón, se ha elaborado ya una lista de actuaciones concretas que esperan de Irán, en relación con el desarrollo técnico del programa atómico, para confirmar que su posición negociadora es seria. Sin entrar en lo específico de la materia, lo que se pretende, básicamente, es que Irán retroceda al punto en que no quepan sospechas de deriva militar de su capacidad nuclear. Cuando se empiecen a dar pasos significativos en ese sentido es cuando se podrá contemplar la cancelación progresiva de las sanciones ahora en vigor.

Ambas partes actúan con una cautela comprensible. Obama no puede permitirse un ‘gatillazo’ diplomático más, después de las experiencias en la crisis de Egipto y Siria -y la más que dudosa perspectiva de las negociaciones palestinas. Rohaní tiene el tiempo medido, y su ‘controlador’, el Ayatollah Jamenei no podrá cargar sobre el Presidente toda la responsabilidad del fracaso. 

MERKEL, TRICANCILLER

23 de septiembre de 2013

Ángela Merkel ya se ha ganado un lugar en el Olimpo político conservador alemán. Con el 41,5% de los votos, la CDU, Unión Cristiano-Demócrata (más la Unión Social Cristiana, de Baviera), mejora en casi ocho puntos el resultado de 2009 y se queda rozando la mayoría absoluta, según datos preliminares.  Podrá gobernar en solitario o en una coalición a su gusto.

Ella sólo tenía tres años cuando, expiados  los demonios de un país devorado por el resentimiento y el odio, un partido  de orden, conservador, la democracia cristiana alemana, se consagraba, en 1957, como el artífice de la reconstrucción  de posguerra. Entonces, la figura fue Adenauer.  En 1990, dos meses después de completada una reunificación acelerada del país derrotado y dividido en 1945, Helmut Kohl obtenía el resultado más aplastante de posguerra.  Merkel recoge ahora la antorcha y se consagra como la indiscutible líder de la tercera generación federal. Adenauer, por la reconstrucción. Kohl, por la reunificación. ¿Por qué recordaremos a la actual canciller alemana?

DESGASTE DE LOS RIVALES

Durante el tramo final de la campaña se habían formulado especulaciones sobre el agotamiento de la Canciller, e incluso sobre una fórmula alternativa de gobierno, mediante el esfuerzo concertado de la oposición. El voto oculto, si lo había, estaba refugiado bajo el manto de la señora. Nuevamente, su cautela le ha reportado réditos indiscutibles.

Una de las claves de su abrumadora victoria ha sido el derrumbamiento liberal. Este partido, últimamente cada vez más pequeño, que en los tiempos finales de la guerra fría fue decisivo para asegurar el gobierno a la derecha y a la izquierda, ha pagado caro su discutible liderazgo y un radicalismo ocasional neoliberal que no conecta con la tradición socio-política del país. Por vez primera en la historia de la República Federal, el FPD no llega al umbral del 5% de los votos y no tendrá escaños en el Bundestag. Los euroescépticos del AfD han avanzado, quizás a costa de los liberales, pero no lo suficiente para franquear las puertas del Parlamento.

Los socialdemócratas han maquillado su derrota con un resultado mejor que en 2009. Pero esos apenas tres puntos adicionales lo colocan cerca del 26%, a todas luces insuficiente para conducir una alternativa. Se ha criticado mucho la debilidad de su candidato, Steinbrück, su estilo hosco, sus propuestas confusas, su estrategia errática. Quizás fuera un gran error rechazar de antemano un bloque de centro-izquierda, la única forma de participar en el futuro gobierno. Sólo un retroceso notorio de Merkel le hubiera permitido negociar una ‘gran coalición’ en condiciones dignas. Pura ilusión, a la vista de los resultados. Por lo demás, la caída de los ‘verdes’ refleja el desgaste de sus contradicciones y la esclerosis de sus propuestas. La izquierda poscomunista también retrocede. Ambas formaciones no llegan al 9%.

Los que confiaban en el freno al ‘merkelismo’ se equivocaban en algo cardinal: el alemán medio está de acuerdo con su canciller, porque aprecia antes que nada la estabilidad. El modelo ‘merkeliano’ de prosperidad no entusiasma, pero tranquiliza. Se prefiere que haya empleo, aunque sea precario y parcial, que los niveles de paro europeos. O que los salarios más bajos sean irrisorios y casi un insulto para la tradición social del país, pero parecen más aceptado que el subsidio de desempleo.

ALEMANIA EUROPEA VS. EUROPA ALEMANA

No menos importante en este éxito ha sido la valoración positiva  que los alemanes han hecho de la forma en que Merkel ha llevado las riendas europeas: la prosperidad alemana dependerá mucho de la recuperación europea, porque es allí donde vende el 60% del valor de sus exportaciones. De ahí el rechazo a los liberales, los mayores enemigos de los rescates de los países del sur.

Con este sensacional triunfo en la mano, la tricanciller pisará aún con más fuerza en Bruselas, pero seguirá sin hacer demasiado ruido. Los ‘dossieres’ congelados de la política europea serán ‘alemanizados’ más que nunca. O, dicho de otra forma, el método inter-gubernamental seguirá reforzándose frente al comunitario. A muchos no les gusta esto. Pero, al menos, sostienen otros, se acabará la incertidumbre de los últimos meses, cuando la estrella de la líder democristiana parecía engañosamente palidecer.

En Francia, socio imprescindible para reanudar la tarea de reconstrucción europea, se daba casi por descontado el triunfo de Merkel, pero no de forma tan estrepitosa. Fuentes próximas al Eliseo, citadas por LE MONDE, confiaban en lo contrario: que la victoria de la canciller no fuera tan clara y que se viera obligada a proponer la gran coalición con los socialdemócratas, lo que revalorizaría las propuestas ahora desinfladas de Hollande.  Esta ‘Gran Merkel’ pincha estos globos de la ilusión francesa.

Cabe esperar, no obstante, que la prudencia siga presidiendo la política alemana y que los asuntos que esperan una resolución más urgente, en especial la unión bancaria, se solventen con fórmulas de consenso. No hay que temer, pues, una ‘alemanización’ de Europa, sino la afirmación discreta de una Alemania europea. Sin radicalismo ni estridencias. Pero quizás sea demasiado esperar un ‘giro social’ o una suavización de la austeridad. El discurso ya cambió en tiempos de menos bonanza para Merkel: a la austeridad se la vistió de compromiso de ahorro, de responsabilidad, de medidas compensatorias para fomentar el empleo juvenil.

“Angie” será, si completa su mandato (lo cual parece más que probable), la mujer europea más longeva al frente de un gobierno continental, superando en casi cien días a Margaret Thatcher (que también disfrutó de tres mandatos, pero más corto y traumático el último). 

Un pie de foto para una noche triunfal. La Canciller alemana sonreía el domingo, pero no explotaba ruidosamente su aplastante victoria, sabedora de que los problemas no son menores porque las victorias sean más amplias.


MERKELISMO

19 de septiembre de 2013

Salvo sorpresa mayúscula, Ángela Merkel revalidará su cargo de canciller alemana el próximo domingo. Está por dilucidar la fórmula de su gobierno: en solitario (poco probable), con sus socios liberales (dudoso, a tenor de los sondeos), o en gran coalición con los social-demócratas (la opción preferida por los alemanes, pero no tanto por el SPD).

Más Merkel, por tanto. ¿Eso quiere decir más austeridad, más rigidez en las políticas europeas, más penurias para los países más afectados por la crisis? Aparentemente, sí. Pero cada día se escuchan más opiniones sobre la confirmación de un cambio, si no de rumbo, sí de intensidad, de énfasis. En todo caso, la 'ausencia' de Europa en la campaña electoral aconseja no anticipar en exceso lo que ocurrirá a partir del otoño.

Ángela Merkel resulta un personaje político paradójico. Convertida por las víctimas de la austeridad en la encarnación de todos sus males, su imagen fuera de Alemania es de intransigencia, dureza, falta de empatía y severidad. A su pesar, se la compara habitualmente con Margaret Thatcher, la primera ministra británica que lideró el asalto al modelo social europeo surgido de la reconstrucción de posguerra. Pero cuando  se investiga en la percepción pública de la figura de Merkel en su país, el diagnóstico es bien distinto.

Ángela no es Maggie. No es la "dama de hierro" de este comienzo de siglo. La supuesta afinidad ideológica de una y otra es aparente e incluso engañosa. El liberalismo doctrinario de Thatcher tiene elementos de proximidad con el liberalismo de contable de Merkel. Pero ambos responden a impulsos y objetivos distintos. El enfoque de la británica era acérrimamente individualista; el de la alemana está más teñido de comunitarismo.

A estas diferencias ideológicas, políticas o culturales, se añaden las de carácter o personalidad. Thatcher era una apasionadora, tenía poca atención a los matices y gustaba de apabullar y despreciar a sus adversarios. Merkel practica un estilo suave, ambiguo, cauto. No descalifica a sus oponentes, los escucha -o parece que lo hace- y, lejos de ningunearlos se apropia a veces de sus opiniones, consejos y propuestas, con una habilidad sorprendente. Lo mismo ocurre con sus socios europeos. Maggie irritaba por su aspereza. Ángie desespera por su tenacidad amable. Eso dicen quienes la conocen en tales lides.

De las lecturas recientes, destacamos algunas valoraciones agudas o inteligentes sobre el proyecto político y el estilo personal de la Canciller.

'MERKIAVELO'

El sociólogo Ulrick Beck encuentra notables analogías entre Merkel y Maquiavelo, hasta el punto de construir este guiño lingüístico: "Merkiavelo". Beck ve en Merkel una hábil interprete de las enseñanzas de 'El Príncipe', en el manejo de las contradicciones entre soberanía nacional y construcción europea, en su temple para alargar la toma de decisiones hasta que los asuntos maduran y caen por sí solos. Combina seducción y coacción. Pese a la percepción de conducta impositiva, la legión de tecnócratas merkelianos  ha desarrollado una notable capacidad para convencer a sus socios de la necesidad de la austeridad, hasta  convertirla en una política europea y no simplemente alemana. Ahora que parece haberse tocado fondo, ya no hablan de 'austeridad', sino de 'solidaridad'. Juego de palabras.

Comparte Beck la idea de que resulta absurdo hablar de IV Reich, ni de amenaza teutona, porque el gran logro de "Merkiavelo" ha consistido en lograr una Europa alemana sin "lanzar las tropas". Más aún: sin caer en la tentación de presumir de liderazgo. Alemania mantiene un comportamiento inhibido, una modestia de discurso que no se corresponde con su poderío real.

Merkel es el símbolo de esa potencia discreta. Este público perfil bajo contrasta con el esfuerzo de los sucesivos presidentes franceses a no admitir, en la liturgia de las grandes ceremonias internacionales, la pérdida de peso nacional. O con la astucia británica de cultivar el poder de los símbolos imperiales. Alemania ha enterrado las manifestaciones públicas de sus viejos demonios de dominación. Sigue combatiendo con ellos de puertas adentro, con más o menos fortuna, como hemos visto recientemente con la actividad neonazi.

UNA POTENCIA DISCRETA

El reconocido intelectual crítico Jünger Habermas califica de "durmiente" la hegemonía alemana en Europa. En un artículo reciente para DER SPIEGEL, consideraba que detrás de esta estrategia se confundían tanto el deseo de no despertar viejos temores europeos como la falta de un auténtico proyecto político para fundamentar un liderazgo continental. "Ángela Merkel carece de un núcleo normativo", escribió Habermas. Este adormecimiento de las situaciones conflictivas hasta lograr lo que se pretende sin levantar polvo, esta práctica del antihéroe, tan propio de la narrativa oficial alemana de posguerra, no es lo que ahora necesita Europa, ni lo que cabe exigirle a Alemania en su papel real de estos tiempos, sostiene el intelectual.

Esta noción de "aburrimiento político" como táctica de gobierno es empleada también por el director del SUDDEUTSCHE ZEITUNG, Stefan Kornelius, en un artículo publicado por THE NEW YORK TIMES. Incide en esa discrepancia entre la Merkel real y la Merkel pública. Destaca su paciencia, su tesón, su capacidad de escucha, su búsqueda de consenso. Incluso su simpatía en las distancias cortas. Su reflejo de tortuga aflora en las campañas, en los actos públicos, en las ceremonias mediáticas: se hace lejana, distante, antipática, aburrida.

No debería contemplarse estas señales como carencia de habilidades políticas. Por el contrario, siguiendo a Ulrick Beck, quizás se trate de cálculo maquiavélico. Después de todo, esa actitud de administradora prudente le ha reportado éxitos políticos sucesivos. Uno de los esloganes de campaña de la CDU es revelador: "Mantén la cabeza fría: Vota por la canciller".

LAS SOMBRAS DEL PASADO

En esta celosa discreción puede tener algo que ver la oscuridad que reina sobre gran parte del pasado de Merkel. Este año se publicó un libro que causó una gran polémica en Alemania sobre los orígenes políticos de la Canciller. Aunque nació en Alemania Occidental, su padre, un pastor protestante, se trasladó voluntariamente a la República Democrática, debido a sus convicciones socialistas. Ángela militó activamente en la juventud comunista, y llegó a ser responsable de "agitación y propaganda". A esta militancia contribuyó mucho, al parecer, su pasión por la cultura rusa, a la que la joven Ángela consideraba "plena de sentimiento".

Los autores no atribuyen a Merkel las habituales veleidades delatoras que se han descubierto, al cabo, en destacadas figuras de la intelectualidad germano oriental (o de otros países del Este). Pero recuerdan que ella nunca pretende pasar por una disidente. En todo caso, mostró su respaldo a la 'perestroika' y la 'glasnost' de Gorbachov. De hecho, Merkel no estuvo presente en las movilizaciones del otoño de 1989, ni fue una de las primeras dirigentes del periodo de transición. Helmut Kohl la descubrió cuando la unificación ya era un hecho.


Tal vez estas pinceladas arrojen una imagen más contrastada, menos estereotipada y superficial de la dirigente europea más impopular fuera Alemania, pero suavemente temida y desapasionadamente querida en su país.  

SIRIA: TIEMPO MUERTO PARA EVITAR UNA DOBLE DERROTA

12 de Septiembre de 2013

Los relojes de la operación militar norteamericana contra Siria se han detenido. La propuesta rusa de suspender los planes de ataque y acordar la entrega del arsenal químico sirio a la ONU para su destrucción ha sido aceptada como hipótesis de trabajo por Washington.

Aún sigue sin estar claro si se ha tratado de una argucia rusa o si quien realmente ha forzado la pausa ha sido la Casa Blanca. Como se sabe, la propuesta de Moscú surgió de un comentario previo, se supone que no intencionado, del Secretario de Estado Kerry, valorando positivamente una iniciativa que aún nadie había formulado.

Tanto Assad como Obama se enfrentaban a sendas derrotas. El primero corría el riesgo de encajar un severo castigo que, por “limitado y medido” que fuera, debilitaría seriamente su capacidad militar frente al bando rebelde. El segundo afrontaba un más que probable voto negativo  en el Congreso. No sólo en la Cámara de Representantes, sino también últimamente en el Senado, los partidarios de rechazar la intervención militar reunían una sólida mayoría, debido a la postura crítica de algunos demócratas. Obama se habría visto obligado a actuar en solitario. Ambas partes tenían motivos, por tanto, para parar el reloj.

Rusia, por interés propio, no ha sido un actor secundario. Si el ataque acarreaba el debilitamiento fatal de Assad, la pérdida geoestratégica para Moscú sería dolorosa. Lo último que quiere Moscú es un fortalecimiento sunní, por los efectos que pudiera tener en su patio trasero (Cáucaso), como dice en LE MONDE Arnaud Dubien, director del Observatorio franco-ruso. En orden menor, la humillación del régimen sirio pondría de nuevo en evidencia la inferioridad abrumadora de su material militar frente al estadounidense.

Para los reticentes aliados de Estados Unidos, esta “oportunidad diplomática” arrancó suspiros de alivio, porque permite albergar esperanzas de evitar otro sobresalto bélico que añadiría más tensiones al mercado petrolero y, por tanto, nuevos obstáculos en el tortuoso camino de la recuperación económica.

De momento, los más disgustados por la pausa en la cuenta atrás son los rebeldes sirios, que ya contaban con ganar posiciones, e incluso soñaban con el “comienzo del fin”, la batalla final contra el clan Assad. Ahora tendrán que esperar. Como ha esperado hasta la desesperación, durante días, el líder militar de la coalición opositora siria, General Salim Idriss, una llamada de la Casa Blanca para desplazarse a Washington D.C. y participar en las sesiones de concienciación de los congresistas a favor del ataque militar.

OBAMA COGE AIRE

En el rincón del ring político que para él se ha convertido el Capitolio, Obama ha hecho virtud de la necesidad. Pero como la propuesta rusa es escurridiza como el aceite –como luego veremos- se ve obligado a cuestionarla al tiempo que la acepta. O dicho de otro modo, a exigir que se concrete de manera fiable. La oferta del ministro Lavrov, se apresuró a decir el locuaz Kerry, debe ser “rápida, real y verificable, no una táctica dilatoria”. Y, paradójicamente, eso último es precisamente lo que ahora le conviene a su jefe, el Presidente.

Quizás para contrapesar esta impresión de que, con esta pausa diplomática, unos salvan el pellejo y otros la cara, Obama insistió en las condiciones para aceptar la propuesta rusa, durante su mensaje de cuarto de hora a la nación y al mundo. Pero, sobre todo, cargó las tintas emocionales, con referencias dramáticas al sufrimiento terminal de las víctimas. Se trató también de un esfuerzo por no añadir farsa a la tragedia: la suspensión temporal del ataque no podía acarrear la sensación de que faltaban razones para realizarlo.

¿UNA PROPUESTA INVEROSÍMIL?         

En estos últimos días, los medios especializados han consultado a expertos en armamento químico para explorar si la propuesta rusa es puro truco o tiene visos de ser aplicada. Los escépticos dominan por goleada.

La detección, localización, recogida, traslado y destrucción del arsenal químico es una de las operaciones de desarme más complejas que existen.

El arsenal químico sirio es uno de los mayores del mundo (se habla de no menos de cuarenta instalaciones), tras años de paciente acumulación, ante cierta pasividad internacional y el aprovechamiento sin escrúpulos de no pocas empresas occidentales que han vendido productos perfectamente conscientes del doble uso (civil y militar) al que podían estar destinados, como documentaba en su edición del pasado domingo THE NEW YORK TIMES, con datos proporcionados en su día por Wikileaks.

Que las operaciones de desarme tengan que hacerse en un escenario de guerra, con dos adversarios poco inclinados a colaborar, en particular los rebeldes, incrementa las dificultades exponencialmente. Hasta el punto de que algunos técnicos como Cheryl Rofer, colaboradora en su día del laboratorio de Los Álamos, en California, citada en FOREIGN POLICY, considera imprescindible un alto el fuego previo. Algo altamente improbable, por no decir imposible a corto plazo.

Por otra parte, parece acreditado que los militares sirios han movido algunos de sus arsenales recientemente; por tanto, es probable que no sea conocido el lugar actual de algunos de ellos, por no hablar de aquellos que han permanecido siempre fuera del alcance de los servicios occidentales de inteligencia.

De la envergadura de la operación da cuenta el personal que, según una estimación del Pentágono, pudiera necesitarse: decenas de miles de soldados e inspectores, sometidos a un riesgo permanente. Dicho de otra forma: “boots on the ground”; es decir, “botas en tierra” o personal militar sobre el terreno. Justo una de las cosas que Obama ha querido siempre evitar.

La operación de desarme, en todo caso, será necesariamente prolongada : dos décadas llevan en Irak los encargados de destruir el viejo arsenal de Sadam Hussein y aún no han concluido.

Y, para añadir un toque irónico, no ha faltado quien ha recordado que Estados Unidos, pese a firmar, contrariamente a Siria, la Convención de Prohibición de armas químicas (1993), aún dispone, veinte años después, de parte de ese arsenal.


En definitiva, que todo invita a pensar, efectivamente, que la propuesta rusa es una elegante estratagema para salvar la cara. Después de los primeros tanteos –fallidos- en el Consejo de Seguridad, los jefes diplomáticos de los dos grandes afinan la vía diplomática. A la hora de cerrar este comentario, Kerry y Lavrov cruzan argumentos y ofertas en Ginebra. Pronto sabremos si la oportunidad diplomática es sólo una pausa o la anulación ‘in extremis’ de un ataque anunciado.

SIRIA: EL ATAQUE SE COMPLICA

5 de Septiembre de 2013

El debate en el Congreso norteamericano -en Comisiones y en pasillo, a la espera de la puesta en escena solemne de la semana que viene- ha puesto en evidencia las complicaciones y dudas que rodean una de las decisiones más arriesgadas de Barack Obama. Y no sólo en política exterior. Lo que se está viendo no es la típica polarización rojo-azul (republicanos vs. demócratas), sino una creciente desafección de las bases políticas y sociales del Presidente, que prefieren ver a su líder concentrado en la agenda interior de recuperación económica, mejora de los derechos sociales y fortalecimiento de derechos civiles, y no en guerras de difícil comprensión.

Las intervenciones del jefe de la diplomacia, John Kerry, en la Comisión de Relaciones exteriores del Senado, las matizaciones del jefe de la cúspide militar, el general Martin Dempsey, y de su inmediato jefe político, el Secretario de Defensa, Chuck Hagel,y las opiniones y valoraciones, públicas y privadas , de representantes y senadores, se deduce que esa élite a la que llamamos Washington refleja bastante fielmente la división profunda con la que el país está viviendo el pre-ataque contra otro país árabe puesto en el índex de los 'rogue states'.

LOS ARGUMENTOS DEL DEBATE

Los argumentos a favor y en contra de la intervención se cruzan y entrecruzan y clarifican tanto como confunden.

Los que apoyan esgrimen las siguientes razones básicas:

- El régimen sirio se ha autoexcluido de los países civilizados al gasear a su propia población por razones políticas;  dejar pasar sin castigo esta agresión inhumana implica cobardía, bajeza moral.

- La pasividad supondría un estímulo para que otros tiranos usen armas de destrucción masiva contra sus pueblos o contra otras naciones enemigas (véase Irán y su supuesto arsenal nuclear, argumento habilidoso para persuadir a los republicanos que llevan meses reclamando a Obama más firmeza contra los ayatollahs).

- El prestigio que se perdería por no actuar no sería sólo el de Obama, una vez que el Presidente ha trasladado el problema a los representantes de la nación (a pocos legisladores le gusta pasar por tipos que escurren el bulto cuando se trata de izar la bandera).  

- El ataque no implica hundir al país en una nueva guerra en aquella endiablada zona, puesto que se trataría de una operación limitada y medida, sino que, por el contrario, podría ayudar a prevenir una intervención mayor al no dejar que los malvados se crezcan.

Los que se oponen replican así:

- Las pruebas de la responsabilidad de la cúspide del régimen en el ataque químico no son definitivas ni concluyentes (aunque son pocos los que sostienen esta postura, algunas contradicciones entre los informes de los servicios de inteligencia de varios países han abonado ciertas dudas).

- En la guerra interna siria no están comprometidos intereses nacionales serios, al menos no de momento, y no se puede actuar de 'garante moral ' del mundo permanentemente (o de 'gendarme', según los más críticos, en el ala izquierda demócrata)

- No está claro que una operación limitada disuada a Assad de volver a gasear a los opositores, lo que obligaría a ampliar y prolongar el ataque, con el riesgo de meter al país en otra guerra de larga duración en la zona (otro Irak), porque, como ironizaba un congresista demócrata, las guerras tienden a "salirse de madre". Contribuyó a este resquemor que el propio Kerry, enredado en las vicisitudes de la operación, no descartará que pudiera ser necesarias  "botas americanas" (tropas de tierra), afirmación luego desmentida con desesperada firmeza.

- De nada servirá a Assad si con eso se aumentan las opciones de otros 'chicos malos' enemigos del actual régimen, nada menos que los 'jihadistas' hijos de Bin Laden, que sí nos han atacado y nos siguen atacando, y que se comen corazones de sus rivales y otras lindezas publicadas estos días en los medios estadounidenses.

MÁS ALLÁ DEL RUIDO POLÍTICO

Por encima, o por debajo, del debate político, de argumentos sólidos y de descarados sofismas, se imponen algunas realidades.

- Ya es muy improbable una vuelta atrás. Puede darse por seguro el ataque, limitado o no, breve o más prolongado, de eficacia difícil de evaluar, puesto que el régimen sirio ha tenido tiempo de esconder, camuflar o hacer inalcanzable parte de su arsenal (acomodado en núcleos civiles inatacables).

- El ataque no se limitará a privar al clan Assad de volver a emplear armas químicas. No por cinismo, sino porque al destruir aeródromos, cuarteles, centros de mando y comunicación, vehículos más o menos expuestos, se debilitará su capacidad militar operacional global. Estados Unidos intervendrá en la guerra siria, lo declare o no, lo admita o lo niegue.

- Esta inflexión tendrá repercusiones regionales indudables. El debilitamiento de los Assad y su cohorte alawí puede beneficiar a la oposición moderada o a los oponentes radicales. Para que ocurra lo primero, Washington se tendrá que implicar más. Si no lo hace, triunfarán los segundos, lo que, en cualquier caso, obligará a una intervención norteamericana, menos deseable, porque será tardía y más costosa. Kerry aseguraba el otro día a un senador preocupado por el reforzamiento indeseado de los radicales que la administración tiene ascendiente suficiente para convencer a sus aliados árabes de la necesidad de frenar a los 'jihadistas'. Casi nadie quedó convencido. La lógica de la espiral es difícilmente replicable.

- Aún en el dudoso caso de un triunfo de los moderados en Damasco, resulta más que improbable que asistamos a una Siria estable, unificada y en paz. Los derrotados pueden conservar poderío, apoyo y aliento de supervivencia suficientes para hacerse fuertes en ciertos sectores de la costa, en el sur y en otros enclaves (los feudos alawies) para reproducir un nuevo Irak, plagado de sectarismo y violencia.

- En este proceso de transición hacia otra Siria, es imposible que los actores regionales asistan pasivamente a los acontecimientos. Todos presionaran para que la recomposición  del tablero sea más favorable a sus intereses. Israel sólo ve positiva la desestabilización de la actual Siria, si sirve para aislar a Irán y obligarlo a claudicar en sus proyectos nucleares. Turquía quiere ver un nuevo país muy atento a sus intereses de renacida potencia regional. Irak no querrá una Siria dominada por el 'sunnismo' militante y revanchista. Las monarquías del Golfo parecen las más acomodadas a los planes norteamericanos, pero se opondrán a una política demasiado conciliatoria con el 'alawismo', versión siria del 'chiismo'.

FUERA DE ESTADOS UNIDOS

Las complicaciones en Estados Unidos tienen un efecto indudable en otros lugares. En Francia, Hollande se ve obligado a atemperar su entusiasmo por la acción. El equipo del Presidente ha dicho que esperará al resultado de las deliberaciones en Washington para plantear un posible voto en la Asamblea Nacional, ya que Francia no podría ejecutar sola la operación de castigo contra Siria. En realidad, Hollande gana tiempo para gestionar el rechazo de una opinión pública muy contraria a sus planteamientos en este asunto.

También ha sido cogido en falta el Presidente de Rusia. Vladimir Putin sigue empeñado en no dar facilidades a Obama, incluso reprochándole mentiras a Kerry en su comparecencia ante el Senado. Pero se cubre ante el ataque norteamericano, asegurando que no se opondrá a ello si se prueba con toda claridad que Assad gaseó a su población. Es la típica jugada rusa, que ya ha visto antes: hacer pasar la impotencia por aquiescencia o condescendencia.

¿Qué decir de la propia Siria?  Las declaraciones de Assad a LE FIGARO recuerdan al Saddam Hussein anterior a sus dos derrotas. Aparente el Presidente sirio una confianza y una tranquilidad (bravuconería, incluso,) engañosas. Pretende que Obama ha forzado el debate en el Congreso para esconder una rectificación. Pero familiares de los jerifaltes del régimen dejan el país a paso forzado. Un antiguo colaborador decía estos días que todo se debe a esa actitud de resignación tan habitual en la cultura árabe: si todo está perdido, mejor es actuar con dignidad.


Assad cumple la semana que 48 años. Los 'tomahawk' que dentro de unos días lluevan sobre sus instalaciones militares llevarán impresa simbólicamente esta dedicatoria: "Feliz cumpleaños, señor Presidente!

SIRIA: UN ATAQUE SÓLO POR PRESTIGIO

2 de Septiembre de 2013

Haya o no ataque militar contra el régimen sirio, sea ‘limitado y medido’ o no, está claro que no tendrá motivaciones morales ni soporte legal. Aunque lo digan los dirigentes mundiales que lo apoyan, y en particular el más poderoso de ellos: el presidente de EE.UU. Obama se encuentra incómodamente atrapado en sus propias palabras, promesas y declaraciones. Desde que era senador, luego como candidato a la Casa Blanca, y ahora ya como Presidente, a realizar proclamas solemnes sobre los criterios éticos y políticos que deben informar la tarea de gobernar, de liderar.

EL DILEMA DE OBAMA

La primera intención de Obama era atacar sin más dilaciones. Se trataba de una cuestión de prestigio. Hace sólo unos meses, cuando el líder sirio se creía amenazado por el avance rebelde y parecía verosímil que utilizara su temible arsenal químico para obligar a retroceder a sus enemigos, Obama creyó oportuno establecer en el empleo de ese arsenal una “línea roja” que, de traspasarse, desencadenaría una respuesta militar norteamericana.

Rebasada ahora la “línea roja”, aunque el resultado de las investigaciones de los expertos de la ONU tardará en conocerse plenamente, el presidente no tiene más remedio que “hacer algo”, o su credibilidad quedaría por los suelos, sobre todo cuando son sus propios colaboradores quienes han dicho que las evidencias son palmarias.

Ese compromiso había sido erróneo para muchos de sus colaboradores. Después de formularlo se produjeron otras denuncias de uso de armas químicas, pero se esquivó el asunto con el argumento de que habían sido “acciones menores”. Y es que Obama había demostrado una reiterada resistencia a inmiscuirse en ese resbaladizo conflicto. La inhibición presidencial era comprensible, porque la guerra en Siria no enfrenta una causa justa y otra injusta, aunque al principio pudiera haber algo de ello. Con el tiempo, ha degenerado en un combate sectario, cruel y peligroso. Debilitar al dictador Assad podría reforzar, aún sin pretenderlo, las opciones ‘jihadistas’ que cada vez tienen más influencia en el conglomerado de la oposición armada.

Pero el episodio del 21 de agosto, por su dimensión y sus efectos (millar y medio de víctimas mortales) dejaba poco lugar para escabullirse. Obama no tuvo más remedio que honrar su compromiso e intervenir. Sabía que difícilmente podría obtener el aval de la ONU por el veto ruso (y quizás chino), pero creía posible seguir adelante con sus planes y cumplir su promesa con un ataque “limitado y medido”, con el apoyo de sus más fieles aliados occidentales. Lo que no podía imaginar era el revés sufrido por el siempre seguro socio británico. El voto contrario en los Comunes a la intervención obligó a Obama y convocar a sus asesores, pausar la decisión y evaluar de nuevo la situación. Necesitaba un blindaje político.
En 2007, antes de llegar a la Casa Blanca, Obama manifestó –como le recuerda en un editorial el NEW YORK TIMES- que “el Presidente de Estados Unidos no tiene atribución constitucional para autorizar unilateralmente un ataque militar, si no se trata de conjurar una amenaza real o inminente para la nación”. Difícilmente puede sostener Obama que el conflicto de Siria supone una amenaza para la seguridad nacional, pese a que ha intentado insertarlo en el contexto regional de Oriente Medio, que, por naturaleza, siempre comporta una dimensión inquietante para los intereses vitales de Estados Unidos. Ante la expresión de malestar en sus propias filas, las demócratas, y el creciente acoso republicano, el Presidente ha decidido no actuar a espaldas del Congreso. Lo hizo en el caso de Libia, ciertamente, pero entonces tuvo el respaldo del Consejo de Seguridad. No así ahora. El ataque se retrasará más de una semana.

EL OPORTUNISMO REPUBLICANO

Pero ¿qué pasaría si la solicitud de Obama es rechazada por el legislativo? El influjo del voto en los Comunes puede arrojar alguna sorpresa. Es algo que no puede descartarse, según ha admitido el mismo inquilino de la Casa Blanca.

Los apuros de Obama están siendo disfrutados, casi sin disimulo, por sus rivales republicanos. Con el cinismo que caracteriza a sus líderes, se han unido a muchos demócratas (centenar y medio entre ambos) para exigirle que consulte al Congreso antes de ordenar el ataque. Los argumentos son legítimos porque existe una obligación constitucional. Pero no es la legalidad o el respeto al equilibrio de poderes lo que está en el ánimo de los dirigentes republicanos, sino el aprovechamiento de los vaivenes del Presidente.

En el bando republicano circulan discursos diferentes sobre el asunto sirio. Las contradicciones en este asunto no son privativas de Obama. Durante más de un año prominentes figuras del partido –McCain, Graham- han venido censurando las dudas e inhibiciones del Presidente y exigiendo una intervención contundente, para derrocar al régimen, mientras sus compañeros guardaban silencio. Ahora que el Presidente se ha decidido por la acción, algunos republicanos airean los inconvenientes de la intervención y le exigen explicaciones, amparándose en que el ataque  constituiría un ‘acto de guerra’.

ESCEPTICISMO EUROPEO Y ENTUSIASMO DE HOLLANDE

En Europa, por el contrario, el debate no genera apenas polémica. La gran mayoría de la opinión pública se muestra contraria. El efecto Irak, diez años después, continúa. Pero por si no esto no fuera poco, les resulta difícil a los ciudadanos europeos valorar la conveniencia de estos ataques de castigo.
La guerra siria resulta incomprensible para la mayoría de los ciudadanos europeos. Aunque repugne el uso de armas químicas, no se identifica claramente un bando amigo o simplemente defensor de una causa justa. Cada vez es más claro es que similares comportamientos odiosos de dictadores se miden con diferentes raseros y provocan respuestas distintas. ¿Qué diferencia moral existe entre matar ciudadanos con gases o con balas? ¿Por qué castigar al régimen sirio y no a los generales egipcios, a los que ni siquiera se les denomina golpistas para no tener que tomar otras medidas indeseadas?

Tampoco se tiene claro que el ataque sea tan “limitado y medido”. Para impedir que Assad pueda realizar más ataques químicos habría que destruir muchas bases e instalaciones (aeropuertos, depósitos, plantas, cuarteles). El experto Tony Cordesman cree para inhabilitar el arsenal químico sirio haría falta un ataque amplio. Además, si la operación se complicase, podrían intensificarse las venganzas y represalias entre los bandos en disputa e incrementarse  el  éxodo de población. Por no hablar de la probable desestabilización de Líbano o el efecto multiplicador en un Irak que ha vivido un verano atroz y se desangra de nuevo.

El rechazo ciudadano europeo a estas guerras que se ganan oficialmente desde los despachos irrita especialmente en estos tiempos, cuando lo que preocupa de verdad es que los líderes se concentren en encontrar soluciones a la crisis social que ha provocado el derrumbamiento real del sistema económico. Un conflicto en Oriente Medio suena a petróleo más caro. Este malestar explicaría la reacción de los diputados conservadores británicos díscolos, temerosos de aislarse de sus propias bases, demasiado ajenas al conflicto.

¿Cómo entender entonces el entusiasta apoyo de François Hollande a la intervención, aunque dos de cada tres franceses se opongan? La prensa en Francia ha sido muy activa en la denuncia de las masacres realizadas por el clan Assad. Aparte de lo aportado por la inteligencia francesa, LE MONDE denunció uno de los anteriores ataques químicos con profusión de pruebas gráficas y testimonios de testigos. Kerry ha premiado esta fidelidad francesa, esquiva en muchas otras ocasiones, calificando a Francia como “nuestro aliado más antiguo”, rememorando el apoyo galo a la independencia norteamericana frente a la Corona británica.


El Eliseo imprime aires de grandeza. A casi todos los jefes de Estado galos les cuesta resignarse a no destacar en una crisis internacional. En la cúspide política francesa pervive un reflejo imperial, que se manifiesta con frecuencia en África, por mucho que sus intervenciones allí se disfracen de discursos humanitarios. La reticencia de Chirac en el ataque a Irak de 2003 tenía mucho que ver con el intento de preservar en ese país futuros intereses franceses y no con la ruptura de ese comportamiento, que él cultivó contumazmente, precisamente en el continente africano.