IRAN: EL ÚNICO ACUERDO POSIBLE



25 de noviembre de 2013
                 
Durante el fin de semana, se cerró el drama en el Hotel Intercontinental de Ginebra. Los negociadores de las principales potencias mundiales pactaron con los representantes de Irán una fórmula que, al menos por ahora, encauza uno de los asuntos más espinosos de la escena internacional. El acuerdo es provisional, como se había planteado desde un principio, y proporciona el tiempo preciso para consolidarlo en un plazo aproximado de seis meses.
                
 Los términos del acuerdo, tal y como ha filtrado la propia Casa Blanca y, parcialmente, la República iraní, son sumamente medidas y reflejan tal vez el único compromiso posible.
                 
Irán se compromete a paralizar su programa nuclear, con las siguientes medidas:
                 
- Cesar el enriquecimiento de su uranio por encima del 5% y desmantelar todo el sistema técnico que permitiría hacerlo
               
- Neutralizar o diluir (en óxido)su stock enriquecido al 20%.
                 
- Detener la construcción de nuevas centrifugadoras de uranio.
                
 - Interrumpir las obras de construcción de un reactor en la Central de Arak
                 
- Parar la producción de combustible con destino a la instalación anterior
                 
- Renunciar a construir una fábrica capaz de extraer plutonio a partir de combustible (que era la manera alternativa de dotarse de armas nucleares, junto al enriquecimiento del uranio).
                
 - Permitir "accesos cotidianos" de los inspectores de la AIEA a las instalaciones clave de Natanz y Fordo y a otros sitios relevantes, como las fábricas de centrifugadoras y la de Arak.
                 

En contrapartida, las grandes potencias se comprometen a una suavización "limitada, temporal, concreta y anulable" de las sanciones contra la República islámica, por un valor de siete mil millones de dólares, con las siguientes medidas:
                
 - desbloqueo bancario de 4,2 mil millones de dólares, producto de la venta del petróleo iraní
                
 - suspensión parcial de sanciones sobre el "oro y los metales preciosos, el sector automovilístico y las exportaciones petroquímicas"
                 
- permiso de "reparaciones e inspecciones en Irán para algunas compañías aéreas"
                
 - autorización de la entrega de 400 millones de euros para financiar los estudios de estudiantes iraníes en el extranjero
                
 - facilitación de las actuales relaciones humanitarias entre Irán y el resto del mundo
                 
- mantenimiento del principal paquete de sanciones, como el bloqueo de las reservas de cambio iraní, el boicot de una veintena de bancos iraníes y las aplicadas a los programas militares, entre otras.
                 
RESPIRO, MOMENTANEO, PARA OBAMA
                 
Bastará con una orden ejecutiva del Presidente de los Estados Unidos para que estas sanciones sean levantadas o suspendidas. De esta manera, se evita un tortuoso debate y el riesgo a un voto dividido en el Congreso.
                 
Pero igual que el acuerdo no puede sorprender y responde a las expectativas de quienes creían en su consecución, tampoco puede llamar especialmente la atención del inmediato rechazo de Israel. Varios portavoces judíos ya han dicho que éste es un "mal acuerdo", en referencia a lo que Obama dijo en su momento que nunca suscribiría. De la misma manera, se esperaba también que las autoridades israelíes dijeran que no se sienten "ligados" al acuerdo y que se consideraban libres para adoptar las medidas necesarias para proteger la seguridad de la nación.
                 
De momento, otra de las potencias regionales recelosas con el proceso negociador, Arabia Saudí, guarda silencio. La monarquía wahabí ha manifestado su oposición a cualquier concesión a Irán, su máximo enemigo y rival islámico. Más allá del acuerdo nuclear, lo que inquieta en Riad es que este proceso de acercamiento diplomático entre Washington y Teherán conduzca a un cambio de prioridades estratégicas en Oriente Medio. Según algunos analistas de la región, los saudíes temen que Estados Unidos vuelva a sus alianzas anteriores a los ochenta, cuando Irán actuaba de gendarme norteamericano en la región. Se trata de una aprensión descabellada, pero tal recelo ha sido expresado al parecer de forma discreta por algunas portavoces del régimen.
                 
Obama se ha mostrado prudentemente satisfecho con el resultado, a sabiendas de que el camino está plagado de minas. Israel intensificará su labor de "lobby" en círculos legislativos de Washington y no dudará en propagar todo tipo de informaciones, rigurosas o no, sobre supuestos incumplimiento iraníes del acuerdo de Ginebra. Dos 'popes' del pensamiento estratégico, como Brzezinski y Scowcroft han apoyado el propósito de Obama. Sin embargo, el principal consejero presidencial en la materia durante su primer mandato, Gary Samore, encabeza ahora una organización denomina "Unidos contra un Irán nuclear", dedicada a sabotear intelectual un compromiso con la República islámica.
                 
En los círculos oficiales de Irán, se hace virtud de la necesidad. La cúspide del régimen se muestra satisfecha con lo alcanzado, que califica de "éxito". Tampoco debe sorprender esto, ya que no había opciones de fracaso para los dirigentes iraníes. De Ginebra sólo se podía salir con un acuerdo. Éste era precisamente el argumento de quienes defienden la línea dura de actuación: la necesidad que Teherán tiene de conseguir un aligeramiento de las sanciones permitía a las grandes potencias obtener más. Es decir, no otra cosa que el desmantelamiento de su programa nuclear.
                
Es pronto aún para anticipar consecuencias a largo plazo. Lo obtenido parece ser realista y beneficioso para la gran mayoría.

CHINA: ¿HACIA UNA NUEVA FASE DE LA REVOLUCIÓN?



21 de Noviembre de 2013

A mitad de la década de los sesenta, el entonces Presidente Mao Zedong vistió de "revolución cultural" una gigantesca operación política, que acarreó una feroz represión. Frente a lo que percibía como peligros de una tímida apertura, Mao generó una dinámica de afirmación de su poder personal y una purga sin miramientos de posibles rivales, con la excusa de un giro a la izquierda y una purificación de las amenazas "revisionistas".
                 
A finales de los setenta, muerto el patriarca y tras unos años de posicionamientos e indecisiones en la jerarquía del aparato comunista, una de las "víctimas" de la "Revolución Cultural", Deng Xiao Ping, se afianzó como el líder de una tendencia "modernizadora" que se marcaba como objetivo superar los excesos del pasado, mejorar el sistema productivo del país y sustituir la ideología por la eficacia. Contrariamente al "padre fundador", Deng escenificó el rechazo del poder personalizado con su renuncia a cargos formales (excepto la aparentemente discreta presidencia de la Comisión militar de la Asamblea Nacional). Un poder en la sombra, aunque reconocido, respetado y hasta temido por todos.
                
En esa línea trazada por Deng estamos aún, aunque el proceso haya pasado por fases de agitación, crisis, rectificaciones y bloqueos, con la matanza de Tiananmen como momento más dramático. Treinta y cinco años después de la corrección estratégica impulsada por Deng, ese "intelectual orgánico" de la Revolución china que es el Partido Comunista ha vivido una sucesión de dirigentes grises, llamados a interpretar un libreto estricto, constreñidos por la exigencia del consenso sistémico y con estrechos márgenes para el sello propio.  
                 
UN NUEVO MANDARÍN
                 
El último de estos 'mandarines rojos', el actual Secretario del Partido (todavía el cargo político  prevalente) y Presidente de la República (la púrpura institucional), es Xi Jinping. Desde su acceso a la cúspide del poder en Pekín, se le ha escrutado con paciente dedicación en Occidente, por considerar que su perfil personal y el momento en que le ha tocado ejercer la función de 'primus interpares' generaba notables expectativas de que podía ser el líder llamado a concluir, por fin, el proyecto estratégico de Deng.
                 
Xi Jinping, efectivamente, presenta una hoja personal de servicios y una tradición familiar muy atractivos. Una triada de elementos le situaba en posición de envidiable oportunidad para convertirse en el hombre del momento histórico: hijo de un general héroe de la Larga Marcha (legitimidad revolucionaria); carrera continuada y firme a través de todos los escalones y áreas burocráticas (experiencia de gestión) y una estancia de formación en Estados Unidos (conocimiento del mundo exterior).
                
Entre los "sinólogos" no existe un consenso sobre el verdadero alcance de la figura de Xi. Sin duda, sería prematuro establecerlo, puesto que apenas lleva un año al frente del gigantesco aparato. Los más audaces consideran, en todo caso, que ya hay elementos suficientes para pensar que su liderazgo va a ser el más asertivo desde el comienzo de las reformas.  Su actuación en la recientemente concluida Conferencia del Partido avalaría esta estimación. Xi anunció unas sesenta medidas que deben profundizar el cambio económico, social y político de China en los próximos años.
                 
LOS  DESIGNIOS DE XI JINPING
                
El proyecto político del nuevo líder comunista se basa en tres pilares: la consolidación del nuevo modelo económico híbrido (el llamado "capitalismo comunista", un auténtico oxímoron) que confirme a China como segunda potencia mundial con capacidad para condicionar el liderazgo planetario de la superpotencia norteamericana; la reestructuración del sistema político, mediante una combinación de una apertura significativa pero contralada, que neutralice las fisuras regionales y los desafíos de las aspiraciones democráticas; y la hegemonía estratégica y militar en su amplia zona de influencia (el Extremo Oriente).
                 
En el primero de estos pilares es donde parece registrarse los avances más visibles. La Conferencia Política mencionada ha confirmado la adopción de medidas que aparentemente profundizan en la liberalización económica, al otorgar un "rol decisivo" al mercado en la definición y orientación de la política económica.  Xi Jinping, en tándem con su primer ministro Li Keqiang, ha conseguido aprobar políticas que en tres décadas de proceso reformista no habían avanzado lo suficiente. Son, entre otras, la capacidad de los campesinos para vender o enajenar sus tierras de labranza, la autonomía de los bancos para establecer los tipos de interés, el permiso a inversores privados para crear bancos nuevos, la imposición de multas y sanciones mucho más severas a las viejas industrias altamente contaminantes y otras medidas de protección medioambiental, y el control más eficiente del gasto público.
                 
En el segundo pilar, la reestructuración del sistema político, la Conferencia del Partido ha adoptado quizás las decisiones más llamativas, puesto que se ha decidido la creación de dos órganos de poder hasta ahora inexistente en la arquitectura institucional, como son el Consejo de Seguridad (según el modelo del existente en Estados Unidos) y una especie de Consejo de notables que estará encargado de impulsar las reformas económicas, para reforzar el combate contra las trabas burocráticas, el veneno de la corrupción y otras inercias del sistema.
                 
Pero, además, en esta esfera política, han llamado mucho la atención en Occidente la abrogación o significativa suavización de ciertas políticas restrictivas o directamente represivas que habían conseguido mantenerse a lo largo de estos treinta años. Las más destacadas son la eliminación de los campos laborales de reeducación (auténticos campos de concentración), la limitación de la aplicación de la pena de muerte y la relajación del control de la natalidad (la famosa política de "un solo hijo"). A propósito de esta última medida, algunos especialistas, como Daniel Altman, señalan que es demasiado tímida o llega demasiado tarde, porque China se encuentra ya indefectiblemente en una dinámica demográfica equiparable a la de Japón en términos de envejecimientos con las amplias consecuencias que ello comporta.
                
Este segundo pilar se completa con otros reajustes en las dinámicas políticas internas, que parecen confirmar un mayor control de Xi Jinping y su primer ministro Li Kequiang. Algunos hablan ya de una mayor concentración del poder de la cúspide, con respecto a los equipos dirigentes anteriores. O de una menor dependencia de los órganos tradicionales, que viene a ser lo mismo. Ésa sería una de las razones de los Consejos (Seguridad y Económico) anteriormente mencionados. En el caso del primero, se perfila el modo de gestión del tercer pilar del proyecto de Xi: un control más personal, o más 'presidencial' de la política exterior y militar (totalmente interconectadas), favorecido por las excelentes conexiones que se le atribuyen con las fuerzas armadas.
                
Los analistas más escépticos advierten, no obstante, que, de momento, estas medidas sólo están enunciadas, pero se desconocen calendario y procedimientos concretos de aplicación, por lo que conviene ser prudentes a la hora de valorar las intenciones reformistas del actual equipo dirigente.

IRÁN NUCLEAR Y LA REBELIÓN DE LOS ACTORES SECUNDARIOS



14 de Noviembre de 2013
               
Un desacuerdo dado a conocer a última hora por Francia aplazó la conclusión positiva de la primera fase de las negociaciones de Ginebra sobre el proyecto nuclear de Irán. La posición de Francia ha sido considerada como un "veto", primero a regañadientes y finalmente admitida implícitamente por los participantes.

EL 'VETO' FRANCÉS
                
Estados Unidos había obtenido una congelación del programa iraní, a cambio de una aligeramiento provisional de los sanciones, mientras se negociaba un acuerdo definitivo. Pero a los franceses no les sentó nada bien conocer que Washington ya había cocinado con Teherán el borrador de preacuerdo, sin atender al resto de negociadores, y especialmente a ellos.
                 
Francia ha mantenido una línea llamémosle dura, o firme, con respecto a la nuclearización de Irán. Los franceses disponen de una larga experiencia en este conflicto, quizás el más delicado de la escena internacional en estos momentos.
                 
Según el ex-vicedirector de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, Olli Heinonen (1), la inteligencia gala acumula información muy valiosa gracias, en parte, a la comunidad de exiliados iraníes en Francia, entre los cuales se encuentra Akbar Etemad, el 'padre' del programa nuclear iraní.
                 
El veto francés llega en un momento complicado de las relaciones con Washington. Es innegable el malestar de Hollande con Obama por la deriva de la crisis siria. Cuando el Eliseo ya había ofrecido un apoyo decidido a la iniciativa norteamericana de destruir el arsenal químico de los Assad, la Casa Blanca se avino al atajo diplomático propuesto por Moscú. Luego se destapó el escándalo de las escuchas, más ficticio que real, pero dañino al fin y al cabo.
                 
Las razones de fondo de la discrepancia francesa han sido glosadas, y respaldadas, por Jean-Sylvestre Mongrenier (2). Los 19.000 centrifugadores iraníes habrían conseguido producir ya 186 kilos de uranio enriquecido al 20 % (aparte de otros seis mil al 3,5%), lo que le permitiría dotarse del arma nuclear en cuestión de meses. De ahí que Francia exigiera la paralización del enriquecimiento. Estados Unidos intentó forzar una declaración de los negociadores iraníes en este sentido, pero resultó imposible, porque se trata de una línea roja para el régimen. Irán insistió -basándose en la lectura estricta del Tratado de No Proliferación- en que tiene derecho a enriquecer uranio. Al forzar este enfrentamiento, los franceses consiguieron que los norteamericanos endurecieran el borrador y provocaron la negativa iraní. La prensa francesa ha sido muy explícita sobre la irritación del entorno de Kerry, pese a los diplomáticos disimulos del Secretario de Estado.
                
 Los franceses mostraron especial preocupación por inminente conclusión de la central de Arak, tras nueve años de trabajos supervisados por la AEIA. El reactor de esa central, de 40 megavatios, está destinado, según Teherán, a la producción de isótopos para tratamientos médicos. Pero los israelíes y expertos de otros países insisten en que el régimen iraní pretende reutilizar el agua pesada que allí se genere para extraer plutonio. Con sólo ocho kilos de este material podría fabricarse una bomba acoplada a un misil, en sólo tres años.
                 
Ahora bien, para la obtención de plutonio, Irán precisaría de una fábrica específica de la que no dispone en la actualidad, lo que relativiza de forma sustancial el peligro aireado por sus enemigos. La Central de Arak puede ser destruida mediante un ataque aéreo (no como la planta de enriquecimiento de uranio en Fordo, que está soterrada). Pero esa eventual intervención militar debe realizarse antes de que se introduzca en la central el material fisible, si no se quieren provocar daños humanos y ecológicos inaceptables.
                
Por tanto, la "amenaza de Arak" es especulativa o a futuro. De ahí que se considere excesivo el celo francés.  París sostiene que incluir Arak en las discusiones reduce el riesgo de que Israel actúe por su cuenta e intente destruir la central. Washington no observa tantos recelos y, en todo caso, estima que se podía dejar para una fase posterior de las negociaciones.  No sería descartable, si el proceso diplomática avanzara, que los iraníes transformaran la central en un reactor de agua ligera,  o bien renunciaran fehacientemente a construir una planta para la extracción del plutonio. Esta discrepancia sobre la dimensión del riesgo de Arak fue una de las más importantes en Ginebra.
                 
Bien es cierto que estos argumentos pueden ser contestados desde una posición más pegada a la legalidad vigente, si eliminamos las percepciones o los juicios de intenciones, como señala el general francés Étienne Copel, un veterano del armamento nuclear (3). Señala este especialista militar que Irán cumple con la mayoría de las estipulaciones del Tratado de No Proliferación y, por tanto, tiene derecho a desarrollar este tipo de energía, más allá de la desconfianza internacional.

                 
En una línea bien distinta, Mongrenier considera que París se ha limitado en Ginebra a recordar lo que las potencias occidentales venían exigiendo a Irán: la congelación del proceso de enriquecimiento de uranio, la transferencia fuera del país del material ya almacenado y la apertura de todas las instalaciones a las inspecciones de la AEIA. 
                 
¿ARABIA SAUDÍ CON ARMAS NUCLEARES?
                 
Irán puede considerarse prácticamente ya, en la jerga atómica, un "Estado umbral". Es decir, un país que dispone de las capacidades requeridas para franquear la etapa decisiva hacia la consecución de armamento atómico, tan sólo dependiente de la decisión política. Aceptar este hecho, "podría amplificar la turbulencia de los contrarios", sostiene Mongrenier. Israel figura en cabeza en esa lista de "contrarios". Es el más sonoro y activo en sus esfuerzos por hacer fracasar Ginebra mediante la consecución de unas exigencias inaceptables para Teherán. Pero no es el único. Hay otro enemigo hostil, conocido pero mucho más silencioso y, desde luego, más inquietante para Estados Unidos. Se trata de Arabia Saudí.
                
La monarquía wahabí no está dispuesta a aceptar que la gran potencia chíi del mundo islámico pueda decidir, a conveniencia, convertirse en un estado con armas nucleares. La actitud favorable a la negociación demostrada por el Presidente Obama ha sido una razón más -quizás la más decisiva- en el deterioro de las relaciones entre Riad y Washington (4). ¿Qué puede hacer la Casa Saud para evitarlo? Presionar política y diplomáticamente, como está haciendo. Sin la discreción habitual. Pero además, y eso es lo que preocupa en Estados Unidos, responder a Irán con la misma moneda; es decir, dotarse también de armamento nuclear. Para ello cree contar con un cooperador necesario: Pakistán.
                 
Hace tiempo que se baraja esta hipótesis, pero hace unos días el programa televisivo Newsnight (BBC) aseguró, citando fuentes de inteligencia y de la OTAN, que Pakistán estaría dispuesto a entregar armas nucleares a los saudíes. Hace casi tres años, el periódico londinense THE TIMES acreditaba de fuente autorizada saudí el propósito real de dotarse de arsenal atómico para contrarrestar la supuesta amenaza iraní en el mismo campo. El propio Rey Abdullah le habría confesado al negociador norteamericano Denis Ross, en 2009, que si Irán se dotaba de armas nucleares, su reino haría lo propio. 
                 
Que Pakistán es el socio señalado para esta inquietante empresa saudí no debería ser una sorpresa para los más avisados. El experto en Arabia Saudí Simon Henderson nos lo recordaba estos días (5). Cuando Alí Bhutto inició el programa nuclear de Pakistán en los setenta, Arabia destacó como el principal financiador potencial. Posteriormente, el 'padre científico' del arsenal nuclear pakistaní, A.Q. Khan, fue un asiduo visitante del reino, hasta llegar a ofrecérsele la ciudadanía saudí, en recompensa por la valiosa información que proporcionó a sus príncipes, que incluyó la visita, en 1999, del entonces ministro de Defensa a unas principales instalaciones del dispositivo nuclear pakistaní. Ese mismo año, el actual primer ministro pakistaní, Nawaz Sharif, fue derrocado por el general Musharraf y fijó su exilio en Arabia. Más inquietante aún para Washington, el reino saudí lleva adquiriendo en China misiles capaces de soportar carga nuclear.
                
 Esta alianza entre dos colosos sunníes frente al desafío chií que lidera Irán en el mundo islámico presenta numerosas ventajas mutuas. Sólo con plantearse, ese entendimiento despierta una viva preocupación en Washington (y aún más en Israel), porque se trata de dos de sus principales aliados en el convulso mundo islámico. Pakistán depende enormemente de Washington, pero vive con la paranoia de que los estrategas norteamericanos manejan desde hace años las ventajas de que India tenga un peso mayor en el futuro de Afganistán. Lo que resultaría intolerable para los omnipotentes militares pakistaníes.
                 
Sin embargo, ese eje sunní tiene sus limitaciones, porque Pakistán e Irán, aunque en bandos diferentes del Islam, mantienen una colaboración interesada en controlar la evolución de Afganistán y minimizar otras interferencias extranjeras. Al igual que le ocurre a Pakistán con la mayoritaria población pastún, Irán desea proteger a la minoría hazara, de creencia chíi. 
                
En todo caso, si Pakistán tuviera que elegir entre la amistad de Arabia Saudí y la 'convivencia pacífica' con Irán, es de suponer que elegiría lo primero. Sólo una intervención contundente de Washington podría frenar ese designio, si los saudíes caen en la tentación de emprenderlo. La carrera nuclear entre los dos máximos exponente de los polos islámicos es el peor escenario para Washington e Israel. Pero, lejos de disuadir a Obama de las negociaciones, esta amenaza es un estimulo y no un obstáculo para insistir en un resultado positivo con Irán.

(1) Citado por Yochi Dreazen, en How France Scuttled the Deal at the Last Minute. FOREIGN POLICY. 10 de Noviembre de 2013.
(2) L'injustifiable haro sur la diplomatie française.LE MONDE, 12 de noviembre.
(3) Iran a le droit d’exploiter l’uranium dans ses centrales.LE MONDE, 12 de noviembre.
(5) The Nuclear Handshake. FOREIGN POLICY. 8 de Noviembre de 2013.