BALTIMORE: LA FORMA DOMÉSTICA DEL ‘TERRORISMO’

30 de abril de 2015
                
Después del enésimo estallido de violencia urbana por motivaciones policiales, raciales y/o  sociales, en este último caso en la explosiva ciudad portuaria de Baltimore, el Presidente Obama pidió a la nación un “examen de conciencia” sobre las causas profundas de esta lacra.
                
Tal empeño nunca se cumplirá o, en el mejor de los casos, no valdrá para nada. Lo más tremendo del asunto es que a nadie mínimamente informado le ha podido sorprender ni mínimamente lo ocurrido.
                
Hay cientos casos como el de Baltimore en los Estados Unidos, pero esta ciudad del estado de Maryland tiene además sobre sí el haber sido magistralmente expuesta en la serie THE WIRE, una de las favoritas del Presidente, precisamente por todos esos factores que la han llevado estos días a las portadas noticiosas. Esta producción televisiva presentaba un paraíso de estupefacientes, de narcotraficantes arrogantes, de fortunas ilegales lavadas, de policías corruptos o directamente criminales, de políticos pervertidos, de periodistas descuidados o comprados, de ciudadanos desengañados y cínicos.
                
Para que se produjera un estallido de violencia en la ciudad sólo hacía falta una “chispa”, dice el corresponsal de LE MONDE (1). En realidad, chispas saltan a diario. Lo que desencadena el infierno es que esa chispa sea transmitida. Y para eso ya no es preciso una cámara profesional de televisión: con el video escuálido de un teléfono móvil es más que suficiente.
                
Los últimos disturbios con motivaciones policiales/raciales/ sociales (Ferguson, North Charleston, Baltimore) pueden dar una sensación de que el problema se ha agravado, que hay una degradación de las prácticas policiales, un empeoramiento de la convivencia. No parece ser así. Obama lo dijo certeramente el otro día: lo que ocurre no es “nuevo”, se ha estando gestando durante mucho tiempo, es casi imposible que no enseñe la cara de vez en cuando. Una chispa propalada por cualquier medio electrónico es el principio del caos.
                
Con respecto a la brutalidad policial, los antecedentes de Baltimore son pavorosos. THE WIRE no descubrió nada: lo enseñó al país y al mundo. Un diario local, THE BALTIMORE SUN, publicó en otoño pasado unas cifras escalofriantes sobre la conducta de las fuerzas locales de seguridad. En los últimos cuatro años, se han producido un centenar de sentencias o resoluciones judiciales condenatorias de la policía por malos tratos, brutalidad y violación de derechos civiles.  El catálogo de consecuencias es pavoroso: huesos quebrados, órganos dañados, traumas cerebrales e incluso fallecimientos (2).
                
Esta realidad, apabullante en Baltimore, encuentra réplica en otros muchos lugares de del país.  El Departamento de Justicia ha abierto 21 expedientes de investigación por presuntas conductas delictivas de cuerpos de policía local y en quince de ellos se ha visto obligado a establecer programas pactados de reformas. Pero como han denunciado numerosas publicaciones progresistas e incluso moderadas en Estados Unidos, no existe la voluntad política suficiente o los recursos no parecen los adecuados para conseguir resultados de forma más rápida y contundente.
                
Para entender lo ocurrido, conviene combinar la perspectiva racial con la social. La realidad de estos suburbios urbanos norteamericanos no distan mucho de la de algunos europeos donde se agolpan inmigrantes y marginales. La capacidad (y en algunos casos, la voluntad) de las autoridades no son muy diferentes a uno y otro lado del Atlántico. La cuestión racial es decisiva pero no exclusiva. Como sostiene un periodista de la radio pública norteamericana, de gran calidad, esta explosión de Baltimore es más un conflicto de clase que un conflicto racial, porque la policía y el Ayuntamiento están dirigidos por negros (3).

Muy cierto. No obstante, un reciente estudio titulado “Beyond Discrimination: Racial Inequality in a post-racist Era” (4) analiza el peso de las instituciones  en la conformidad de una mentalidad discriminatoria incluso sin pretenderlo directamente. Uno de autores es o ha sido un alto responsable de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad John Hopkins, una de de los orgullos de Baltimore, de esas joyas que apenas si aparecen citadas de pasada en el sórdido mundo real que magistralmente retrató THE WIRE.
                
EL PELIGRO ESTÁ EN CASA
                
En un país durante años traumatizado por un atentado, cuya gravedad, indiscutible, fue desproporcionadamente amplificada por un impacto visual directo y un tratamiento mediático y político desbocado, la violencia cotidiana transcurre con increíble normalidad.
                
El principal enemigo de Estados Unidos no es exterior, en este momento, el ‘terrorismo yihadista”, como propalan políticos, especialistas y medios más o menos cómplices de un sistema de propaganda engañoso. El terrorismo que vive cada día el norteamericano medio (aunque ‘técnicamente’ no adquiera tal nombre) habla inglés, consume hamburguesas, se divierte en el fútbol o en el béisbol y reza en las iglesias. Y, en muchos de los casos, viste uniforme pagado por los contribuyentes.
                
La apelación a la calma después de conocerse el último episodio de  bestialidad policial en Baltimore (el joven fallecido tenía rota el 80% de su columna, unos daños que no pueden ocasionarse sin un maltrato descontrolado) es una reacción lógica, necesaria y sensata. Pero no debe extrañarnos su futilidad. Los espasmos de revancha perjudican sobre todo a la comunidad afro-americana más pobre porque consolida visiones prejuiciosas no sólo sobre su conducta en un momento y un lugar concretos, sino acerca de su “naturaleza” o "condición".

                
En lo visto estos días, hay otros elementos secundarios pero también inquietantes. En particular, el tratamiento de heroína que le he dado la prensa sensacionalista a la madre que golpea a su hijo en público para llevarlo a casa, después de haberlo visto en televisión participando en los disturbios. El diario NEW YORK POST, del magnate Murdoch no tuvo empacho en titular que  mejor que la Guardia Nacional, lo que habría que desplegar son estas madres. Al cabo, otra forma de hacer apología de una violencia familiar, de baja intensidad. Se manipula sin escrúpulos el enfado o el nerviosismo de una madre para presentarlo como un ejemplo de firmeza. Por supuesto, las causas que originan los disturbios quedan minimizadas.

MIGRANTES: ALGUNAS CIFRAS DE LA INFAMIA

28 de Abril de 2015
                
Como era de temer, el acuerdo europeo para afrontar el desafío de la inmigración, tras la penúltima catástrofe, ha decepcionado a quienes esperaban un compromiso más sólido. No tanto en euros, sino en la profundidad de las políticas  y la radicalidad (que no el radicalismo) de las políticas.
                
En un artículo anterior explicábamos las razones de este fracaso continuo. No hay que responsabilizar sólo a las gobiernos. Las sociedades, o sus líderes, intérpretes o portavoces más activos, viven atrapados por contradicciones nada fáciles de resolver. No hay una mayoría social en Europa que apoye una respuesta justa, solidaria y progresista.
                
Pero este comentario no quiere reincidir en eso. Se habla mucho del negocio que hay detrás del drama, de las mafias, de los intereses que especulan con la angustia, la ilusión, la esperanza o el simple instinto de supervivencia de las víctimas de este fenómeno.
                
La ONU estima que el actual flujo de emigrantes que intenta llegar a Europa desde las costas libias sustenta una negocio de 170 millones de dólares anuales. El corresponsal en Egipto del NEW YORK TIMES, David Kirkpatrick, un prestigioso compañero de profesión, se ha desplazado a Libia y ha elaborado un sensacional trabajo (1) que desgrana la contabilidad de este tráfico contemporáneo de personas. Éstas son, resumidas, las cifras de la infamia:
                
-el incierto viaje hacia la ‘prosperidad’ europea le cuesta de media a un emigrante africano unos 1.600 $ (5.000 durante los años de Gaddafi)
                
-si establecemos una media de 200 ‘pasajeros’ por esos barcos cerberianos, el ingreso para estos negreros de hoy en día asciende a unos 320.000 $.
                
-en el camino al puerto, durante el traslado en carretera, las milicias que se han adueñado del país tras la ‘revolución ‘, cobran un ‘peaje’ de unos 100 $ en cada puesto de control que franquea el autobús con los viajeros (en torno a unos veinte por vehículo).
                
-los edificios en que los negreros hacen esperar a los viajeros mientras se prepara el barco que los arroja al Mediterráneo cuestan unos 5.000 $ mensuales, más una especie de prima que se paga al casero o dueño en concepto de compensación por el riesgo de una intervención policial.
                
-los guardias que protegen estos edificios de esos riesgos y que aseguran el inicio de la partida hacia los puntos de embarque cuestan unos 20.000 $ mensuales.
                
-el flete de la embarcación que efectúa la travesía con capacidad para 250  personas se eleva a unos 80.000 $ y el bote fuera borde que traslada a los viajeros, de veinte en veinte, hasta el barco mayor cuesta no menos de 4.000 $.
                
-los honorarios de  los capitanes rondan los 7.000 $ (según nacionalidades: los hay con más o menos caché).
                
-luego están las ‘minucias’ para el recorrido: un teléfono con conexión por satélite que el capitán utilizar para avisar a la Cruz Roja cuando se llega a aguas internacionales cuesta 800 $; un chaleco salvavidas se vende por 40$.
                
-si los aspirantes a viajar no tienen la ‘suerte’ de llegar al mar, porque son detenidos por las ‘autoridades’ libias, se ven recluidos en miserables centros de retención donde son tratados literalmente como esclavos; se puede escapar de allí, siempre y cuando dispongan de entre 500 y 1.000 $, que es lo que cuesta sobornar a uno de los guardianes sin escrúpulos que los vigilan (el precio incluye toda una familia, si ése es el caso).
                
En fin, la crónica de David tiene otros muchos aspectos y matices. Si me he limitado a reseñar aquí las cifras de las sucesivas extorsiones es porque resumen de forma abrumadora la dimensión plástica de la infamia.
                 

(1)    “Before dangers at sea, African migrants face perils of a lawless Lybia”. DAVID KIRPATRICK. THE NEW YORK TIMES, 27 de abril.

DRONES: LOS GAFES DE LA 'GUERRA INTELIGENTE'

26 de Abril de 2015
                
Cada guerra incuba sus héroes, fabrica sus mitos y se resume en sus armas icónicas. La verdad y la propaganda, los hechos reales y los elaborados para la aceptación del 'público' se confunden.
                
Por no remontarnos muy lejos en el tiempo, herramientas de matar como los misiles Tomahawk o Stinger, el fusil Kalashnikov, los aviones Stealth (Furtivo: elusivo a los radares) o el F-22, llamado a sustituir a los F-16, etc. se convierten en referencias que periodistas y ciudadanos mencionan en crónicas y conversaciones, con pavor o fascinación.
                
Entre todas esos cachivaches de impresionante eficacia tecnológica y abrumadora capacidad destructiva, quizás el drone sea el exponente más representativo de este momento en el que matar ha adquirido las formas más refinadas (parafraseando a De Quincy) del arte militar, en búsqueda permanente de la infalibilidad.
                
MITOS Y REALIDADES
                
El drone es un aparato aéreo pilotado a remoto. Versátil y multifuncional. Observa, procesa y mata. Presencial pero silencioso. Sus exégetas (políticos, militares, académicos, profanos) lo consideran la expresión más acabada de la llamada 'guerra inteligente'.
                
Obama es uno de sus 'admiradores' más reconocidos. No porque se trate de un dirigente belicista, aunque difícilmente puede el líder de la primera potencia política, militar y tecnológica del mundo ser lo contrario.
                
Hace unos días, el presidente pasó uno de los momentos más amargos de su mandato al anunciar que, en una operación de esos drones casi infalibles, habían resultado muertos dos personas inocentes, un norteamericano y un italiano, que permanecían secuestrados por Al Qaeda en el Valle de Salley, una zona montañosa de Pakistán fronteriza con Afganistán.
                
La muerte  no intencionada de estas dos rehenes del terrorismo, junto a sus captores, dos supuestos dirigentes de nivel medio de la organización de Bin Laden ha reavivado el debate sobre el programa de 'liquidación clandestina' que la CIA, pese a declaraciones, promesas e intentos, sigue controlando de forma celosa y férrea.
                
Como es sabido, la administración norteamericana insiste en ofrecer cifras de 'daños colaterales' (léase víctimas inocentes) por debajo de las reales, según distintas organizaciones que desde hace años realizan una imprescindible labor de rastreo, control y denuncia de este programa de eliminación de terroristas en Pakistán, Yemen y Somalia. Los datos más fiables indican que de las 3.852 personas eliminadas por los drones desde el 11 de septiembre de 2001, 476 (es decir, un 12%) no tenían relación con actividades terroristas (1).
                
Tras la liquidación del clérigo musulmán de nacionalidad norteamericana, Anwar Al-Awliki en Yemen, en 2011, que provocó una gran tormenta legal, la administración Obama puso en marcha un sistema de justificación legal para operaciones en la que el objetivo fuera identificado previamente como un ciudadano norteamericano miembro o colaborador de organizaciones terroristas y supusiera una amenaza para Estados Unidos.
                
Esta supuesta garantía, por chocante que parezca, no ampara a miembros de otros países, por una cuestión legal: la Constitución norteamericana prohíbe expresamente al gobierno atentar contra la vida de los ciudadanos propios, sin una causa justificada (lo que se resume en los procesos penales).
                
El problema es que, como ha señalado Micah Zenko, un investigador especialista en la materia, "Estados Unidos no sabe a quién está matando" (2). De los ocho norteamericanos muertos desde 2011 por este sistema de los aviones pilotados a distancia, sólo el mencionado Al Awliki había sido seleccionado de forma intencionada. Los otros no fueron identificados como miembros de Al Qaeda hasta después de ser eliminados, excepto el hijo del propio Al-Awliki, un adolescente de 16 años.
               
 'DRONE, MY LOVE'
                
Los drones han sido el 'ojito derecho' de Obama por su supuesta capacidad para hacer más limpias o menos arriesgadas las guerras que ha heredado y que, al menos según sus propias manifestaciones, ha intentado terminar desde que llegó a la Casa Blanca, sin conseguirlo. En un intento de resolver los problemas originados por la falta de transparencia, Obama anunció que el programa sería trasladado al Pentágono, revirtiendo así la política de militarización de la CIA impulsada por Bush. El tiempo ha pasado y nada de eso ha ocurrido. La Central de Inteligencia se mantiene firmemente al mando, y el historial profesional de los principales responsables del programa refuerza su naturaleza paramilitar.
                
No sólo el ejecutivo se resiste a cuestionar este instrumento de preferente de lucha antiterrorista. El legislativo le ha brindado un sólido respaldo, en el ejercicio de sus funciones de seguimiento, control y autorización de fondos destinados a su mantenimiento. Incluso algunos de sus miembros más liberales, como la Senadora demócrata Dianne Feinstein, se ha mostrado una entusiasta defensora de los drones en estas funciones (3).
                
Lo paradójico es que, como señalan algunos críticos, estas operaciones de 'guerra inteligente' contra el terror sean reivindicadas, cuando las personas que las dirigen han sido en muchos casos las mismas que diseñaron y ejecutaron el programa de interrogatorios clandestinos en los que se empleó de forma sistemática la tortura, como se denunció en el controvertido informe del Congreso (aún parcialmente clasificado).
                
Esta aparente contradicción tiene una explicación psicológica, que en realidad es política. Cualquier forma de tortura empleada para ablandar, intimidar y obtener información de un presunto 'terrorista' es no sólo inaceptable en términos morales, sino que constituye una práctica 'medieval' o 'arcaica' de la guerra (en este caso contra el terror). En contraste, la eliminación supuestamente selectiva, quirúrgica, distante, discreta y limpia que proporcionan los drones adquiere un áurea de modernidad, incluso de futurismo hecho realidad, de esa ambición de infalibilidad. Que tiene su propio componente moral: una guerra con tales métodos teóricamente mata menos, es más precisa, más eficaz, menos mortífera.  Aunque se conceda que aún no ha alcanzado el grado máximo deseado, y, por tanto,  a veces yerra, lo hace menos que cualquier otra. Cuestión de enfoque.


(1) Algunas de estas organizaciones son NEW AMERICAN FOUNDATION, LONG WAR JOURNAL y BUREAU OF INVESTIGATIVE JOURNALISM, fácilmente localizables en la web.

(2) Micah Zenko, investigador del COUNCIL OF FOREIGN RELATIONS, mantiene un blog titulado Politics, Power and Preventive Action y publica algunos de sus artículos en FOREIGN POLICY.


(3) "Deep Support in Washington for CIA.'s Drone Mission". NEW YORK TIMES, 25 de Abril.

¿TODOS SOMOS NÁUFRAGOS?

21 de Abril de 2015
                
La última gran tragedia migratoria en el Mediterráneo ha desencadenado la habitual reacción mitad emocional, mitad política en los gobiernos europeos. Con un millar de muertos en un solo naufragio llenando portadas de periódicos y pantallas de televisión, aumenta la presión de hacer lo que no se ha hecho o rectificar lo que nunca quizás se debió hacer.

Los líderes de los 28 se aprestan ahora a reintegrar fondos que se redujeron, reconducir misiones (más recursos para salvamento y socorrismo, sin desatender el control y la vigilancia) y, last but no least, la propagación de un mensaje compasivo que intente conjurar la impresión de impotencia cuando no de indiferencia.
                
Se trata de una reacción política y humanitariamente 'correcta', pero se nos debe aceptar cierto escepticismo sobre su eficacia. Llama la atención que quienes deben arbitrar, ampliar y mejorar las medidas de prevención, rescate, socorro y atención reclamen la adopción de tales decisiones, como si no fuera ellos los encargados de hacerlo. Y si no han sido capaces de hacerlo, un millar de muertos más -y los que vendrán- no serán suficiente para cambiar la tendencia.
                
Hay un desacuerdo profundo entre los países de la Unión sobre el tratamiento de la inmigración, como es bien conocido. Cada cual se centra en la dimensión del problema que más le afecta: los países del sur (o de 'frontera') demandan ayuda para  absorber y gestionar la llegada de desesperados en condiciones miserables; los del norte, destinatarios preferentes de los 'afortunados' que superan el filtro terrible del tránsito, reclaman más firmeza a sus socios meridional en el control de las mafias que se lucran con el éxodo y una mayor disponibilidad de acogida estable.
                
Por debajo de estas discrepancias nacionales, subyacen las dos razones principales que aplazan el afrontamiento eficaz del problema. Uno, el malestar social por el fenómeno de la inmigración, en un contexto de crisis resistente; y dos, la imposibilidad de mitigar las causas del éxodo incontrolado de personas.
                
Decía el otro día un editorialista de THE GUARDIAN que "es nuestra antipatía hacia los  inmigrantes lo que mata en el Mediterráneo". Es difícil no estar de acuerdo.
                
¿Activarían los gobiernos una movilización como la de enero en París, tras el asesinato de los humoristas de Charlie Hebdo? ¿Podría replicarse el grito "Todos somos Charlie en otro que proclame  "Todos somos náufragos"? Muy Improbable, teniendo en cuenta la tensión social que ha generado la inmigración.
                
En casi todos los países europeos, los gobiernos templados (de centro-derecha o centro-izquierda) están sometidos al acoso de fuerzas populistas xenófobas que consiguen drenar cada vez más votos en sectores sociales muy afectados por la falta de trabajo y la dificultad en acceder a compensaciones sociales por los recortes de fondos. Los partidos templados, a uno y otro lado del espectro político, se ven a menudo superados por una demagogia vociferante que prende en algunos sectores de la población, bien porque se siente agobiados por la crisis, bien porque comparten unos valores de exclusión.
               
Las fuerzas políticas moderadas tratan de combatir esta presión xenófoba con una combinación estéril de medidas compensatorias y un discurso bienintencionado. El resultado es insuficiente. La salida de la crisis es desesperadamente lenta, por decir algo. El inmovilismo en la estrategia de la austeridad resulta devastador.
                
Y si Europa no ha acertado con las políticas superadoras de la crisis en su interior, aún menos puede esperarse de su capacidad para propiciar mejores condiciones de vida en los países de origen.  La presión migratoria está provocada por la pavorosa situación de millones de personas en África (ante todo), Oriente Medio y la periferia oriental europea, debido a la miseria y a las distintas formas con que podemos llamar a la guerra (violencia, terrorismo, insurgencia, rebeliones, conflictos étnicos). Ciertamente, la Unión financia programas de cooperación y desarrollo bienintencionados, pero completamente insuficientes frente a la enorme dimensión de los problemas.
                
El ciclo que arroja a millones de personas a la huida desesperada y casi suicida es infernal. A la falta absoluta de oportunidades que degenera en pobreza, se une el egoísmo descarnado de las élites. Cuando esa situación insoportable provoca protestas sociales, se practica un autoritarismo brutal  y una violencia desmedida. En ocasiones, se responde a  la miseria y a la represión con distintas manifestaciones de violencia, espontánea u organizada, que puede o no adoptar el comportamiento del terrorismo. Cuando esa respuesta amenaza intereses occidentales, allá o acá, los dirigentes europeos se apoyan en las élites periféricas para combatirlo. Esta lógica perversa hace que, no pocas veces, Europa se vea apoyando a los que, con su comportamiento, originan las causas profundas de la inmigración.

                

GRAN BRETAÑA: DEL TENIS AL BRIDGE

20 de Abril de 2015
                
El 7 de mayo se celebran elecciones generales en Gran Bretaña. Los sondeos señalan un empate técnico entre los dos partidos dominadores de la escena política desde 1945, conservadores y laboristas. Pero, como ya ocurriera hace cinco años, el bipartidismo como mecanismo de alternancia se antoja agotado. El juego político deja de ser un match de tenis a dos. Se asemejará ahora una partida de bridge, aunque con parejas intercambiables más que estables. El panorama político se amplía. El pacto como instrumento imprescindible para gobernar se incorpora a la cultura política británica.

Gran Bretaña es el país europeo donde impera el sistema electoral mayoritario más rígido. Para sumar asientos en el Parlamento hay que ganar, uno a uno, los 650 distritos en que se divide electoralmente el territorio. Ser el segundo da igual a quedar el último: premio cero.
                
¿UN SISTEMA ACABADO?
                
Es clásico el debate que este sistema electoral ha suscitado durante décadas en Europa: se trata de un sistema injusto, porque no refleja la composición política real del país, pero es eficaz porque favorece mayorías de gobierno y, por tanto, estabilidad.

Los británicos no han tenido apenas interés en este debate, quizás porque el sistema bipartidista parecía tan consolidado que las quejas de los perjudicados encontraban poco eco en la ciudadanía. Pero una conjunción de crisis (económica, social, institucional y política) ha corroído los fundamentos del bipartidismo, no por la vía de un cambio de sistema electoral, sino del agotamiento del contrato político vigente desde hace setenta años.
                
En la época victoriana conservadores y liberales fueron los dueños del juego. Tras la segunda guerra mundial, los laboristas sustituyeron a los desprestigiados liberales en el duopolio político.

Tras la victoria de Thatcher, un grupo de laboristas moderados se separó del partido para formar otro al que llamaron Social-Demócrata. Para adquirir significación decidieron, a finales de los ochenta,  unirse a los liberales. De esa fusión surgió el Partido Liberal Demócrata (lib-dem). Pareció que, por fin, los eternos suplentes del juego político británico podrían saltar del banquillo y ocupar la pista. El liderazgo enérgico de Paddy Ashdown mejoró sus expectativas electorales. Pero uno de sus rivales reaccionó con viveza.

La emergencia de Tony Blair en el liderazgo laborista propició un giro a la derecha en el partido. El Labour se desprendió de viejos anclajes sindicalistas y de otros reflejos izquierdistas más retóricos que reales. El discurso del miedo a las huelgas y “chantajes” obreros dejó de engatusar a las clases medias cortejadas. La victoria arrolladora de Blair en 1997 frenó el ascenso de esa nueva opción centrista. Tuvieron que conjuntarse una serie de factores para que los liberales-demócratas se encontraran con otra oportunidad, trece años después:

-El avance y la profundización de la integración europea. El perpetuo dilema de los tories en su relación con el continente terminó consumiendo muchas de sus energías, hasta abocarlos, en estos últimos tiempos, a una crisis de hegemonía, por el ascenso del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP), populista, anti-europeísta y anti-inmigración.

-La lenta pero inexorable crisis de liderazgo conservador  tras la fracasada sucesión de Margaret Thatcher. John Mayor pasó con más pena que gloria por el 10 de Downing Street y los otros herederos de la Dama de Hierro nunca consiguieron franquear esa puerta.

-El fiasco de la guerra de Irak y la renuncia del laborismo a sus principios, en nombre de la confusa modernización en que terminó disolviéndose el proyecto de Blair. La pérdida de credibilidad del gran partido del centro izquierda británico provocó grietas por las que se escurrieron millones de votos, que terminaron en distintos remansos: liberales, en los barrios más acomodados de las grandes ciudades; nacionalistas, en las tierras altas de Escocia; o en la tierra de nadie de la abstención y el desengaño, en los degradados distritos obreros.

HACIA EL INEVITABLE PACTO

Las elecciones de 2010 confirmaron que el viejo mecanismo mayoritario (the first one takes all) no era ya suficiente para asegurar el bipartidismo. Los liberales-demócratas consiguieron los que se les escapó en los 80 y 90: ganar en suficientes distritos para socavar el duopolio. En el pulso de líderes bisoños que se libró en el centro-derecha, el liberal Clegg consiguió arañarle suficientes votos al conservador Camerón para impedir que obtuviera la mayoría absoluta.

Al final, los lib-dem terminaron pactando con los conservadores por un cálculo de daños. Los laboristas estaban más debilitados: la herencia de Blair manchaba más que la inexperiencia de Cameron. Al cabo, esa apuesta no ha sido exitosa. La coalición ha terminando desgastando más al partido minoritario. Los sondeos predicen la oxidación de la bisagra política liberal el 7 de mayo, en beneficio de la opción más derechista del espectro político. El UKIP puede arrebatar a los lib-dem la tercera posición (en torno al 15%). Aunque el sistema electoral reduzcan a los populistas a la marginación parlamentaria (no se prevé que lleguen siquiera a 5 escaños), esta formación volverá a restar muchos votos a los tories.
               
Por la periferia, se confirma la emergencia del nacionalismo escocés, reforzado pese a la derrota en el referéndum independentista de septiembre. No es extraño: la casi totalidad de ese 45% que apoyó la secesión votarán al Scotish National Party, mientras que el 55% que la rechazó se dividirá entre los distintos partidos estatales. Si el SNP logra 40 escaños de los 59 que se ventilan en Escocia, el laborismo está condenado a la oposición. El líder laborista, Ed Milliban, insiste en que no pactará con los nacionalistas, pero la nueva líder de éstos, Nicola Sturgeon, mantiene su mano tendida con cierta condescendencia.

Por su parte, Cameron no deja de proclamar que Milliban terminará cediendo a la tentación escocesa y formará lo que él llama la "coalición del caos". Está estrategia del miedo está orientada más a debilitar al rival principal que a fortalecer sus improbables opciones.  Ni siquiera con una de por si contranatura  operación a tres con liberales y populistas (que tienen visiones opuestas en casi todo)  parece que el actual premier pueda sumar los 326 escaños que otorgan la mayoría en Westminster. No es de extrañar que Cameron se haya escaqueado de los debates electorales todo lo que ha podido. Cuánto más se exponga su debilidad, peores bazas tendrá, si al final la lona cae sobre el Wimbledon político y la partida se traslada a una mesa de bridge.

IRÁN Y CUBA: ARENAS MOVEDIZAS PARA OBAMA... Y HILLARY

13 de Abril de 2015
                
En un par de semanas parecen haberse concretado gestos para el legado presidencial de Barack Obama: el acuerdo preliminar sobre el programa nuclear iraní y la escenificación de la reconciliación histórica con Cuba. Sin embargo, todo está en el aire. Por eso, Irán y Cuba, que desde fuera se perciben como grandes oportunidades, bien pudieran convertirse en potenciales complicaciones bajo la muy diferente perspectiva de la óptica política interna.
                
Las divergentes interpretaciones del acuerdo de Lausana entre la Casa Blanca y Teherán podrían impedir un acuerdo final en el plazo previsto del 30 de junio o, lo que es peor, replantear de nuevo las negociaciones por mucho que a ambas partes no le interese tal escenario. Y, en cuanto a Cuba, el apretón de manos de Panamá puede congelarse si el "respeto" y la "admiración" de Raúl Castro se ven superados con la "paciencia" que anuncia una reconciliación tortuosa.
                
HILLARY Y OBAMA: NI TAN LEJOS NI TAN CERCA
                
Quien parece entender muy bien estas dualidades es la potencial sucesora de Obama en la Casa Blanca. El momento elegido por Hillary Rodham Clinton para hacer pública su candidatura a la nominación ha coincidido con este momento de notoriedad internacional de su correligionario.
                
Es sabido que Hillary no es una partidaria entusiasta de la política exterior de Obama. Al contrario, hace un año se permitió expresar una crítica con tal grado de acidez que se vio obligada a rectificar meses después. ¿Gesto calculado o desliz? Difícil de saber.  En todo caso, en la hora de su segunda oportunidad, Hillary Clinton contempla la política exterior de Obama como arenas movedizas: puede hundirse ante sus rivales si intenta asentarse sobre ellas.
                
El riesgo es tanto más inaceptable cuando el rédito que podría obtener no parece determinante. Es un axioma clásico que la política exterior no gana elecciones. Ni siquiera en el sistema-mundo norteamericano. Pero si puede ser un factor relevante para perderlas. Irán fué precisamente ese caso para Jimmy Carter. La humillación de los rehenes, combinada con el segundo shock petrolero tras el triunfo de los ayatollahs,  se convirtió en las arenas movedizas (más bien en tormenta perfecta) para el entonces presidente demócrata.
                
El relato sobre las diferencias entre los dos políticos demócratas actuales en política exterior es conocido. Hillary es declaradamente más dura de lo que ha sido Obama con las amenazas. Más intervencionista, más convencional, más apegada a las alianzas tradicionales de América. Por tanto, si en estos veintiún meses que le restan de mandato Obama no "cerrara" de forma inequívocamente satisfactoria el acuerdo nuclear con Irán o no avanzara decisivamente en la apertura a Cuba, su "compañera" Clinton, de conquistar la Casa Blanca, podría desandar estos  "pasos históricos".
                
Ni siquiera tendría necesidad de proclamarlo en campaña. Aunque Obama no consiguiera confirmar los éxitos exteriores en la recta final de su mandato, no parecería apropiado que Hillary se apuntara al desprestigio del su Correligionario para ampliar su base electoral. Por eso, portavoces del equipo de la aspirante ya han dejado entrever estos días que no resultaría inteligente alejarse demasiado del actual inquilino de la Casa Blanca, a pesar de esas discrepancias en política exterior. Resulta mucho más conveniente apoyarse en las mejoras internas. En particular, la sólida recuperación económica y, en una dimensión más discutida, la lenta pero segura ampliación de la atención sanitaria (ObamaCare).
                
LA ESTRATEGIA REPUBLICANA
                
Con toda seguridad, los rivales republicanos se afanaran en las primarias por presentarse, cada uno de ellos, como la mejor baza para desactivar la herencia del primer presidente afro-americano.
                
Resignados a tener que aceptar que la recuperación económica es un hecho, los aspirantes del Great Old Party no tienen más remedio que tomar el camino opuesto a su rival demócrata. Tratarán de amplificar lo que consideran aventurera, errática y peligrosa política exterior de Obama. Irán y Cuba son muy convenientes para su demagogia porque en ambos escenarios cuentan los republicanos con aliados muy irritados con la actual administración.
                
La confirmación de Netanyahu en el liderazgo político israelí ha sido una apuesta que ha resultado exitosa para los conservadores estadounidenses. Pero el factor que puede cobrar mayor importancia en los meses por venir es el de la maquinaria financiera de la campaña. Recientemente se han publicado cifras del respaldo que notables millonarios pro-israelíes (por convicción o por interés) están prestando o van a prestar a los aspirantes republicanos, a corto y medio plazo, a la Casa Blanca o al Capitolio. El peso de ese apoyo puede hacer empalidecer al tradicional "lobby judío", por otro lado más plural y bipartidista que nunca.
                
Cuba también se antoja arena movediza por cuanto al menos tres de los aspirantes republicanos son latinos o muy cercanos a esa comunidad y, a la sazón, enemigos, en mayor o menor medida, de la reconciliación con el castrismo: los senadores Ted Cruz (Texas) y Marco Rubio (Florida) y el ex-gobernador de Florida, Jeff Bush (marido de una mexicana).
                
De estos tres, Rubio, hijo de cubanos exiliados, será el más combativo en el dossier cubano. En diciembre, cuando se anuncio el acuerdo preliminar, saltó a degüello, acusando a Obama de traicionar a los demócratas cubanos, "sólo para pulir su legado". Cruz, de origen mexicano, será menos emocional, pero sus pulsiones ultraconservadores le instalan en un discurso destructivo.
                
El "tercer Bush", el más moderado de los tres, quizás será el menos agresivo en este punto. Su estado nodriza, y el de Rubio, es Florida, el más "afectado" por la reconciliación. Aunque sigue siendo santuario de los "enemigos" de la Revolución, las cosas han cambiado mucho en "Little Cuba". Las jóvenes generaciones ya no apuestan ciegamente por la confrontación con La Habana. Por otro lado, como ya viene siendo habitual, Florida podría resultar clave para conquistar la presidencia en noviembre de 2016. Los votos anticastristas no serán suficientes para lograr ese objetivo. El equilibrio puede ser la carta ganadora y eso obligará a Rubio a parecer ser más a Bush III, que en su día fuera su mentor y hoy es su rival.

                
En definitiva, las contradicciones republicanas, las incertidumbres exteriores y los vientos económicos favorables explican el mediático mensaje con que Hillary Clinton arranca su campaña. De forma significativa, se han proclamado "defensora" de los americanos. Pero no de enemigos exteriores que o bien tienden su mano con mayor o menor entusiasmo (Cuba e Irán, respectivamente), o esa mano no les alcanza para golpear (Rusia), o se trata de una mano demasiado cautelosa (China). La amenaza que Hillary cree necesario afrontar es la desigualdad que la recuperación económica no ha conseguido enjugar. Construir sobre seguro; es decir, confirmar la mejora de América, y no incursionar en las arenas (siempre) movedizas de la política exterior

LOS 'TELONEROS' EN EL 'ESPECTÁCULO' DEL TERROR

9 de Abril de 2015

El espantoso atentado de los islamistas somalíes en una Universidad de Kenya, la semana pasada, provocó centenar y medio de muertos. En Europa, tal salvajada hubiera monopolizado espacio y tiempo informativo durante días. Pero la espantosa puesta en acción de este grupo terrorista sólo mereció la atención propia de 'teloneros' en esa especie de 'espectáculo' siniestro en el que a veces se convierte el terrorismo en el tratamiento mediático. Por lo demás, en estos casos, la atención puntual se centra casi siempre en los detalles más escabrosos del acontecimiento. Se ignora, desdeña o, en el mejor de los casos, se reduce a lo mínimo el contexto. Que es, sin embargo, lo más importante.
                
El terrorismo sólo parece 'interesarnos' cuando ocurre o nos golpea a nosotros, en nuestra 'casa' o en tierra 'enemiga'. Los actos de terror en los que las víctimas son ajenas, periféricas, da igual su número, ven reducido su valor. Esas muertes se asimilan a las provocadas por catástrofes o calamidades, tan frecuentes, por otra parte, en esas zonas del mundo. Sólo bajo este enfoque puede entenderse el interés público marginal por fenómenos como Boko Haram (Nigeria) y Shabab (Somalia).
                
SHABAB: UN PRODUCTO DEL VACÍO ABSOLUTO DE PODER
                
Somalia es un país maldito. Por así decirlo, dejó de ser un país en los noventa, cuando el final de la guerra fría le restó importancia como contrapeso occidental de Etiopía, el satélite soviético en el cuerno de África. El dictador Siad Barre (una especie de Sadat local, por su ruptura con Moscú y su entrega a Occidente), dejó el país en estado de descomposición. Una sequía atroz y una hambruna devastadora convirtió la vida de sus habitantes en una pesadilla. Estados Unidos intentó intervenir para acabar con la anarquía de las bandas armadas. Con el desafortunado resultado que Hollywood mostró en la película "Black Hawk derribado".
                
La desintegración del Estado creó tal vacío de poder que los islamistas radicales no tuvieron demasiadas dificultades para presentarse como alternativa. Los tribunales islamistas aportaron orden, lo que explica que recibieran el apoyo de empresarios y comerciantes locales. Pero como el entorno no terminaba de ser seguro, los jueces islámicos necesitaban un brazo armado. Surgió entonces el Harakat Al Shabab Al Moudjahidin ('Movimiento de los jóvenes combatientes'), una versión local de los taliban afganos: estudiantes trasmutados en milicianos implacables. De 2007 a 2010 controlaron férreamente la Somalia "útil" (1).
                
Nadie contaba con que el ascenso de estos jóvenes terribles fuera duradero. Pero, al cabo, fue necesaria primero la intervención armada de Etiopía (ya entonces aliado occidental) y luego de una fuerza multinacional africana para desalojarlos del poder en Mogadiscio y posteriormente de otros núcleos urbanos. El caos en que seguía sumido la mayor parte del país facilitó su acomodo en numerosos santuarios rurales, aunque los drones norteamericanos hayan contribuido a su notable debilitamiento, incluyendo la liquidación física de su líder histórico, Ahmed Godane, el año pasado (2)
                
Tras estos reveses, los 'shabab' revisaron sus objetivos prioritarios. Sus ataques se centraron en los países percibidos como cómplices del imperialismo occidental, especialmente  Kenia. Los sucesivos atentados de los últimos años han demostrado la vitalidad de este grupo terrorista. El atentado de la semana pasada en la Universidad católica de Garissa ha significado la culminación de la amenaza, pero también ha dejado elementos nuevos de actuación. Las víctimas no sólo fueron seleccionadas por su confesión católica. Hubo también un componente de clase. El centro atacado es uno de los preferidos de las clases acomodadas kenyanas, y como tal fue señalado por el grupo terrorista. Y, asimismo, se identificaron cómplices locales pertenecientes a las etnias musulmanas kenyanas cercanas a la frontera somalí (3).
                
BOKO HARAM O EL ESPERPENTO DE LA BRUTALIDAD
                
El otro "telonero" del terror sólo resulta más conocido por lo vulgarmente brutal de sus "apariciones". Boko Haram representa la degradación más cruel del extremismo islamista. Nuevamente, el entorno explica gran parte de este fenómeno terrible. Nigeria, el país más grande del continente, es el ejemplo más contundente del fracaso del África independiente. Por su dimensión, sus recursos y su diversidad étnica, las principales lacras del continente -la corrupción, la violencia y la injusticia- han tenido allí un impacto demoledor.
                
Boko Haram ha aprovechado el fracaso institucional, político y social del país para amplificar su presencia. Sus seis mil integrantes controlan 20.000 km2 de territorio en el nordeste del país, una superficie equivalente a la de Bélgica. No lo suficiente para amenazar la estabilidad del estado nigeriano, pero si para cuestionar su credibilidad y solvencia. Hasta el punto de necesitar el auxilio de una fuerza multinacional africana para combatirlo (4).
                
En Occidente nos ocupamos un poco más de Boko Haram cuando se produjo el secuestro de más de 200 muchachas, sometidas enseguida a una situación de esclavitud y humillación escandalosas. La campaña que se puso en marcha para conseguir su liberación (en la que se involucró personalmente Michelle Obama) fue de corto vuelo. Las veinte mil víctimas acumuladas por estos fanáticos en tan solo seis años de trayectoria apenas si han merecido una atención fragmentaria y secundaria de los medios occidentales. Su reciente alineamiento con el DAESH (Estado Islámico) despertó un interés adicional, pero seguramente efímero.
                
Las recientes elecciones en Nigeria han confirmado el regreso de Mohamed Bujari, un ex-general que, como tantos otros antes y después que él, accedió al poder en los ochenta  mediante un golpe de Estado. Su breve mandato, sin embargo, se distinguió por cierto rigor en la lucha contra la corrupción y el despilfarro, aunque fuera desde una posición autoritaria y despótica. Su revalida, ahora por la vía democrática, se contempla con esperanza por quienes creen posible el encarrilamiento del país, en general, y la liquidación del terrorismo enloquecido de Boko Haram.
                
No será fácil, ni lo uno ni lo otro. La vinculación de los terroristas nigerianos con el 'Califato' es más un factor propagandístico que otra cosa. No existe la mínima posibilidad de que estos fanáticos amenacen la estabilidad del país. Por eso, no debe esperarse una implicación occidental en su persecución y destrucción, como ocurriera hace un par de años en Malí, cuando Francia consideró que sus intereses y su prestigio como potencia exigía una respuesta contundente a la amenaza creciente de la franquicia local de Al Qaeda.
               




(1) Uno de las monografías más completas sobre estos talibán somalíes es el libro del investigador noruego SITG HARLE HANSEN titulado "Al Shabab en Somalia. Historia e ideología de un grupo islamista militante".
(2) La inclusión de Somalia en la "guerra global contra el terrorismo" lanzada por Estados Unidos a comienzos de siglo está muy bien tratada en el libro de JEREMY SCAHILL "Guerras sucias: el mundo es un campo de batalla".
(3) La estrategia de expansión de los shabab en Kenya pueden leerse los análisis recientes de Centro África del ATLANTIC COUNCIL (Washington), referenciados en el NEW YORK TIMES, el pasado 6 de abril.

(4) Sobre el auge de este grupo terrorista nigeriano destaca el trabajo de la sección africana del INTERNATIONAL CRISIS GROUP (http://www.crisisgroup.org/en/regions/africa/west-africa/nigeria/216-curbing-violence-in-nigeria-ii-the-boko-haram-insurgency.aspx)

EL PRISMA DEL ACUERDO NUCLEAR CON IRÁN

4 de Abril de 2015

El acuerdo sobre el desarrollo y control del programa nuclear iraní entre la República Islámica y las grandes potencias mundiales se asemeja a un prisma. Como tal, se distinguen caras visibles (los términos escritos) y ocultas (los compromisos diplomáticos que han forjado el consenso), vértices (los elementos claves que articulan en plan pactado) y aristas (las distintas interpretaciones que apuntan elementos futuros de fricción).  Según el ángulo de visión desde el que se contemple y los argumentos que se proyecten sobre él, de este prisma pueden obtenerse reflejos (resultados) diferentes. Veamos sumariamente estas visiones.

DESDE ESTADOS UNIDOS Y LA UNIÓN EUROPEA

-el acuerdo (si se respeta) restringe el programa nuclear iraní al ámbito civil y hace imposible su deriva militar (la fabricación de la temida bomba) durante al menos quince años.

-las instalaciones nucleares iraníes se someten a un estricto programa de desarrollo; a saber: reducción de las centrifugadores, limitación drástica del enriquecimiento de uranio en niveles inhábiles para producir la 'bomba'), congelación de la renovación tecnológica de las instalaciones y prevención de la producción de plutonio.

- la combinación de todo lo anterior hace que, si Irán vulnerara el acuerdo, necesitaría más de un año para estar en condiciones de fabricar la bomba (el denominado 'breakout').
                
-se instaura el sistema de inspección y verificación "más intrusivo de la historia", en palabras (certeras, según los técnicos) del Presidente Obama.
             
-las sanciones no empezarán a levantarse hasta que se confirme el cumplimiento iraní.
                
-se consigue el 'engagement' del régimen iraní; es decir, la aceptación de compromisos propios de un sistema internacional, que ha venido rechazando durante más de tres décadas.
                
-indirectamente, el acuerdo puede contribuir (aunque esta aspiración no esté ni mucho menos garantizada) a que, según la visión occidental, la República Islámica pase de ser un factor desestabilizador en Oriente Medio a convertirse en un agente de estabilidad.
                
DESDE LA REPÚBLICA ISLÁMICA DE IRÁN
                
-el acuerdo no desmantela por completo su programa nuclear, le reconoce su derecho a enriquecer uranio y, por tanto, a dotarse de un recurso energético para su desarrollo, lo cual avala la narrativa del régimen, que siempre ha sostenido que no tenía intenciones militares.
                
-hace mucho más improbable la destrucción militar de sus instalaciones, al convertir el altamente improbable la hipótesis de una acción unilateral israelí.
               
-propicia el levantamiento de las sanciones derivadas de su programa nuclear, aunque se mantengan las impuestas por las violaciones de derechos humanos y al apoyo a partidos y organizaciones regionales consideradas como 'terroristas' por los gobiernos occidentales.
                
-salva y consolida el régimen de los ayatollahs al librarlo de las presiones económicas y reivindicarlo como potencia internacional de consideración.
                
DESDE LOS ENEMIGOS (DIVERSOS Y NO SIEMPRE COINCIDENTES) DEL ACUERDO
                
-En Israel se advierte división de opiniones y sensibilidades. El gobierno de la derecha nacionalista y ultranacionalista mantiene su rechazo y será difícil que la 'pedagogía' adicional de Obama cambie esta percepción. La reclamación última del electoralmente reforzado primer ministro Netanyahu de que Irán "reconozca el derecho de Israel a existir" es extemporánea y ajena al asunto en cuestión. La izquierda, por el contrario, contempla el acuerdo con alivio, considera que el programa nuclear iraní ha quedado encuadrado, aunque no se ha disipado la aprensión sobre lo que pueda ocurrir tras esos quince años de control.
                
-En Arabia Saudí, la reacción ha sido cauta. Es significativo que la primera llamada de Obama para comunicar y explicar el sentido del acuerdo fuera al Rey Salman. El presidente norteamericano ha establecido una política calculada de cortejo. No es descabellado pensar que el apoyo logístico y de inteligencia prestado a Riad en la operación militar saudí en Yemen se haya hecho con el ojo puesto en Lausana. Se trataría de demostrar a los jeques del Golfo que la actual administración no pretende alterar sustancialmente el actual sistema de alianzas en la región. El acercamiento con Irán no se hará a costa de las monarquías petroleras.
               
-En el Congreso de Estados Unidos, dominado por los republicanos, el acuerdo será escudriñado al detalle. Se mantendrá una retórica crítica, escéptica, pero no está asegurado que los demócratas pro-israelíes apoyaran a los republicanos si éstos quisieran mantener las sanciones que legislativo impuso en su día a Irán. El cálculo es puramente político. Es decir, tendrá más que ver con las perspectivas electorales del año próximo en Estados Unidos que con las aprensiones de seguridad de Israel o de los aliados conservadores de Oriente Medio.
                
DESDE UN ENFOQUE NEUTRAL
                
-el acuerdo supone un triunfo para Obama cuando más lo necesitaba, tras dos años de dudas, críticas acervas e incertidumbres sobre la solvencia de su estrategia en Oriente Medio; el éxito negociador de Kerry supone un refuerzo adicional del Presidente, ya que el Secretario de Estado es contemplado como el hombre de mayor confianza de Obama.
                
-un horizonte de supervivencia para la República Islámica de Irán, ya que el acuerdo no sólo ampara un pilar de su desarrollo futuro (el energético), sino que, indirectamente, revalida la actual expansión de su condición de potencia regional de primer orden.
                
-el acuerdo consagra el actual equilibrio entre las distintas sensibilidades del régimen: Jamenei y los ayatollahs conservadores han avalado el resultado de la negociación y, por tanto, de forma indirecta, han respaldado la estrategia reformista del Presidente Rohani y de su ministro de exteriores, Zarif, auténtico artífice del acuerdo nuclear.
                
-el aislamiento momentáneo de la derecha nacionalista israelí, lo que no puede ser necesariamente positivo, porque puede precipitar un deriva provocadora peligrosa, en función del respaldo que obtenga de una hipotética administración republicana a partir de 2017.
                
-un replanteamiento del tablero geoestratégico en Oriente Medio, sin sobresaltos, que nadie quiere (eso es también una ventaja del 'engagement' iraní), pero sometido a los riesgos de la acumulación, encadenamiento y complicación de los conflictos en marcha.           

ORIENTE MEDIO: OBAMA EN UN PELIGROSO LABERINTO

2 de Abril de 2015

El entorno de seguridad en Oriente Medio se complica a ojos vista. Los conflictos locales se encadenan, debido a una dinámica de contagio, simpatía e interrelación. Ante el peligro, cada vez más acuciante de pérdida de control, Estados Unidos interviene. Obama pretende que su actuación es equilibrada, pero sus críticos, desde cualquier ángulo, tienden a considerarla errática.
                
Obviamos la guerra de Siria, incontrolable, y la muy engañosa 'calma' en Palestina, y hacemos repaso rápido a los últimos acontecimientos:
                
-Iraq. La lucha para hacer retroceder al DAESH (Estado Islámico) en Tikrit, ciudad emblemática por ser la cuna de Saddam Hussein pero también por su condición de plaza fuerte sunní, no habría sido posible (aún no está completada la reconquista) sin la decisiva aportación de las milicias chiíes, financiadas, orientadas y estratégicamente ligadas a Irán, más allá de la aquiescencia, voluntaria o forzada, del gobierno central. Esta dependencia innegable de Bagdad con respecto a Teherán podría haber obligado a Washington a intervenir, pese a la aparente renuencia inicial. Dos versiones circulan. Para unos, se habría tratado de reforzar al primer ministro iraquí Abadi frente a su poderoso vecino persa. Para otros, más maliciosos, estaríamos ante una prueba más de que Obama persigue cambiar el libreto de las relaciones con Irán, recuperar a este país como socio condicional en la zona y equilibrar la nómina habitual de aliados regionales. Para escándalo de saudíes e israelíes.
               
  -Yemen. Volta face respecto al escenario anterior. En este caso, Obama se pone del lado de los saudíes, lanzados a una descarnada operación militar que bien podría calificarse de agresión. O, como mínima, de injerencia culposa. Los informes de la ONU y de organizaciones humanitarias son más que inquietantes sobre el sufrimiento de la población. El argumento saudí de que los bombardeos casi indiscriminados responden a la solicitud del presidente 'legítimo' del país, ante una ofensiva de Irán por actor interpuesto, la guerrilla houthi, es refutable. Que Teherán vea con simpatía la revuelta houthi por su credo chií (aprox.) es una cosa. Que esa revuelta esté dirigida por los ayatollahs es del todo exagerado. El gobierno ya inexistente del Yemen había probado del todo su ineficacia y demostrado la pérdida de autoridad en buena parte del territorio nacional. Se encontraba desde hace meses indefenso y a expensas de la principal franquicia de una Al Qaeda en crisis (¿en riesgo de extinción?). El presidente Hadi, sunní, es la voz del amo saudí, porque carece de base de poder real.
                
Por otro lado, no puede contemplarse el conflicto del Yemen sólo o principalmente como un pulso entre Irán y Arabia. Como ha señalado el profesor Orkaby, un experto reconocido en la materia, las causas locales son más importantes y decisivas. La tradicional pugna entre poder nacional o central y las presiones tribales, aparte de las más conocidas tensiones sectarias entre sunníes y chiíes locales explica con más solvencia el caos actual (1).
                ¿Por qué decide Obama apoyar con apoyo de inteligencia y logístico la campaña de bombardeos saudíes para frenar a los houthies, si con ello puede influir negativamente en la negativamente en el que parece momento decisivo de las negociaciones nucleares?
                La respuesta de los críticos con la Casa Blanca es que Obama ha advertido el peligro de su estrategia de acercamiento a Irán y quiere enmendarlo. Es un interpretación discutible. Que el presidente quiera resolver el problema nuclear no implica romper los puentes imprescindibles con los tradicionales amigos de la región. Estados Unidos puede vivir con una tutela iraní sobre Irak, mientras no sea decisiva o determinante, si a cambio obtiene de Teherán los fondos y las botas que Obama no quiere poner sobre el terreno para destruir al DAESH. Después de todo, Irak es vecino de Irán y lo que ocurra en ese país es una cuestión de seguridad para la República Islámica. Eso Washington lo entiende y lo acepta, bajo límites.
                
Las urgencias saudíes. Por el contrario, Yemen es vital para Arabia Saudí. Aunque en modo alguno los houthies sean en Yemen lo que es Hezbollah en Líbano, el control de una parte del país por esta minoría afecta al chiismo con particularidades propias es inaceptable para la monarquía wahabí. Yemen (recuérdese: la Arabia felix de los romanos) es una cuestión de seguridad nacional para la familia Saud.
                
Hay otro elemento que podría haber desencadenado el belicismo saudí. Acaba de producirse un 'relevo' en la 'familia'. El ultra conservador y tradicionalista Salman ha sucedido al fallecido Abdullah, más reformista. Aparentemente, una rutina dinástica. Pero la rapidez, la amplitud y algunas sorpresas en los cambios de figuras y puestos en la cúspide del poder real no han pasado desapercibidos, en un medio tan predecible como ése.
                
Contrariamente a lo ocurrido hasta ahora, Salman-Rey no ha dudado en voltear el juego de equilibrios en el reparto de papeles. Aunque ha respetado básicamente la línea de sucesión pactada por los hijos del fundador, con la habitual preeminencia de los 'sudairis', el nuevo monarca se ha sentido bien fuerte como para elevar a su hijo Mohammed, pese a su llamativa juventud (¿27 años? ¿35?: ni siquiera se ha querido dar a conocer su edad), al puesto de Ministro de Defensa, con asiento asegurado en el Consejo de Seguridad y en otros organismos de notable poder decisorio en la Corte (2).
                Nunca un príncipe tan joven había llegado tan alto de un golpe, tan rápidamente. Para despejar dudas eventuales sobre su capacidad de liderazgo, su firmeza o su voluntad de decisión, frente a la plana mayor de las fuerzas armadas saudíes, en un momento de sospechas e incertidumbres por la inestabilidad regional, bien podría haber ocurrido que Mohammed bin Salman quisiera demostrar que no le va a temblar la mano para frenar lo que Riad contempla como un amenazante avance de Irán en la zona.
                
La trampa egipcia. Los intereses de otros actores complican el escenario regional. Egipto, siempre en búsqueda permanente de un liderazgo regional perdido desde las humillantes derrotas contra Israel, se suma a la estrategia saudí en Yemen. El presidente-general Al Sisi, después de todo hijo de ese Ejército que es a la vez dudoso paladín del orgullo nacional y factor imprescindible de la represión del pueblo al que debe servir, se sube a bordo y promete soldados, "si fuera necesario". Seguro que Al Sisi no olvida que el Egipto de Nasser se estrelló en Yemen en los años cincuenta, como nos recuerda Orkaby, entre otras cosas porque los houthies, esos que ahora pasan por ser marionetas de Teherán, fueron decisivamente ayudados por Israel, en una sagaz maniobra para distraer al ejército del raïs y hacer más difícil la construcción de una plataforma militar en el Sinaí, por ese tiempo aún bajo control egipcio.
                
Al Sisi tiene sus propios intereses, no tanto en Yemen, sino en la reconfiguración regional. Si consigue hacerse necesario, estaría en situación ideal para sacudirse el estigma de dictador y golpista, ya que ni los más ingenuos pueden seguir atribuyéndole intenciones benignas en el derrocamiento del Presidente Morsi. Por cierto,  mucho más legítimo éste que el yemení Hadi, pero al que en vez de ayudarlo contribuyeron a su hundimiento.
                
Con Egipto, Obama ha jugado hasta ahora al caliente y frío. Congeló la ayuda militar al nuevo gobierno, más militar que cívico, pero conservó las líneas de comunicación intactas para influir en una pronta institucionalización. Ciertamente, no lo ha conseguido. El régimen se hace más represivo cada día. La contestación no sólo es ciudadana. La respuesta terrorista se ha fortalecido. El principal grupo armado, Ansar Beit Al Maqdis, se ha asociado con el DAESH. El Sinaí está fuera del control militar pleno. Los atentados se suceden con creciente poder mortífero. Para compensar este fracaso interno, Al Sisi se da el gusto de bombardear a presumibles aliados del Califato en Libia, pretendiendo que se trataba de un castigo por el horrible degollamiento de una treintena de cristianos coptos.
                
Y en este contexto, Obama cede y esta misma semana descongela la ayuda militar al régimen de AL Sisi, que ya podrá adquirir aviones F-16, misiles Harpoon y las piezas para construir los carros de combate M1A1Abrams (3). Pura miel para los militares egipcios, enfurruñados con la regañina de la Casa Blanca. Aunque Obama se reserva algunas restricciones, como la compra de más material a cuenta de la ayuda futura, el giro es notorio y decisivo. La estrategia regional del presidente que prometió detener y acabar con las guerras en Oriente Medio se ha complicado. No parece garantizado que sepa cómo salir de ello.
               


(1) El profesor Asher Orkaby, investigador destacado en varios institutos medio orientales, es el autor de un libro sobre la guerras por el control del Yemen en los sesenta. Su artículo de este mes para FOREIGN AFFAIRS sobre las dudosas alianzas actuales es de enorme interés para comprender el fondo de los acontecimientos.

(2) Uno de los principales expertos occidentales en la Casa de los Saud, Simon Henderson, analiza los recientes cambios en Riad y su efecto en la crisis de Yemen, en un artículo para FOREIGN POLICY, 26 de Marzo.


(3) NEW YORK TIMES, 31 de marzo de 2015.