GUERRA EN SIRIA: IRÁN ENTRA EN LA ESCENA (DIPLOMÁTICA)

29 de Octubre de 2015
                
Desde el comienzo de la intervención militar rusa en la guerra de Siria, se han precipitado los acontecimientos y se han acelerado las oportunidades de resolución del conflicto. Al menos eso hay que “reconocérselo” a Vladimir Putin.
                
Tres semanas es poco tiempo para que pueda detectarse un cambio sustancial en los frentes, aunque parece claro que el régimen ha visto como se aliviaban las amenazas que pesaban contra sus posiciones estratégicas en torno a la región costera con epicentro en Latakia y alrededor de Damasco.

EL EFECTO DE LA OPERACIÓN RUSA

Sin embargo, en el plano político y diplomático, la situación ha experimentado un vuelco considerable. El rechazo inicial de Estados Unidos y de sus aliados en Europa y en Oriente Medio a la iniciativa de Moscú se ha ido suavizando o gestionando a medida que se evidenciaba la ausencia de alternativas eficaces. Putin arriesgó, a sabiendas de que disponía de mejor jugada a corto plazo, y confió en que, en poco tiempo, se repartieran cartas de nuevo.

La primera señal positiva fueron las negociaciones para evitar colisiones de las fuerzas aéreas rusas y norteamericanas que están operando en la zona. A continuación, se filtraron los debates en la administración Obama sobre la reconsideración de las opciones disponibles. Putin aprovechó sus apariciones públicas para exhibir su mano tendida a una colaboración anti-terrorista real y no sólo aparente. Aunque los primeros misiles de crucero ruso batieran posiciones de los rebeldes entrenados, armados y sostenidos por Washington, porque eran los más cercanos a las líneas más sensibles del régimen, en pocos días la aviación rusa destruyó material militar y centros de mando y control de ISIS en la zona norte del país. Finalmente, la visita de Assad a Moscú se ha interpretado no sólo como la escenificación de la renovada alianza sino también como una conveniente presión de Putin al presidente sirio para hacerle comprender que el futuro de Siria pasa por su retirada discreta y pactada.

Por puro pragmatismo o por el convencimiento de que el rechazo frontal de la operación rusa no arrojaría dividendos rápidos y se corría el riesgo de afianzar a Assad en el poder, la administración Obama intensificó los contactos con sus aliados con el claro objetivo de comprometerse en unas negociaciones con Moscú. No pocas voces en la comunidad política, diplomática y académica estadounidenses apoyaron esta orientación constructiva (1).

Los esfuerzos cristalizaron en un esquema que, en la jerga diplomática, ha venido en llamarse Viena I (por la capital donde se celebraron los contactos a nivel de ministros de exteriores). El objetivo, se admita explícitamente o no, es establecer una suerte de Conferencia Internacional sobre el futuro de Siria. Los rusos, discreta pero oportunamente, pusieron el acento en una realidad evidente. Una de las sillas imprescindibles en esa mesa de diálogo estaba vacía: la de Irán

LA SILLA VACÍA

Irán ha sido un actor esencial en la guerra de Siria. Constituye, como se sabe, el principal sostén militar del régimen de Assad, al menos hasta la entrada de Rusia en la contienda. Las unidades de élite iraníes, encuadradas en la división Al Qods, bajo el mando del General Suleimán, han sido el principal elemento de la resistencia del bando gubernamental.

El otro bastión militar del clan Assad han sido las milicias del partido chií libanés Hezbollah, probablemente el aliado más genuino de Irán en la región. Estos milicianos han actuado como una auténtica guardia pretoriana del Presidente sirio, cuando otras unidades de élites de su ejército han flojeado o se han visto superadas por sus distintos enemigos.

Teherán se ha comportado, por tanto, como un aliado fiel, serio y fiable de Damasco. Se trata de una alianza de intereses compartidos, basada en la naturaleza confesional de dos potencias chiíes (los alawíes que gobiernan Siria son una rama local y propia del chiísmo en un país que cuya población es, como el entorno regional, mayoritariamente sunní).

Por estas (poderosas) razones, no parecía realista entablar unas negociaciones diplomáticas sobre el futuro de Siria sin la participación de uno de los actores principales. Otra cosa es cómo se cuadraba el círculo de tensiones y rivalidades regionales sin las cuales resulta imposible comprender por qué la guerra de Siria ha durado tanto.

Durante el desarrollo de las negociaciones sobre el proyecto nuclear iraní, la administración Obama se cuidó de no elevar el reconocimiento internacional de Teherán para no agudizar más los recelos que algunos de sus tradicionales aliados regionales tenían ante ese empeño diplomático. Los saudíes (y en cierto modo, también la derecha israelí) temían que la administración Obama, por pragmatismo o realismo, estuviera dispuesta a normalizar las relaciones con los ayatollahs para “estabilizar” la región sobre bases de zonas o áreas de influencia. Sólo la posibilidad de que algo así pudiera ocurrir intranquilizaba notablemente a los jeques del Golfo, que perciben al régimen iraní como una amenaza continua e irredenta.

Concluido el acuerdo nuclear y mitigados, que no resueltos, los temores saudíes, la apuesta rusa ha abierto la perspectiva de un gran pacto regional, con el aval de las grandes potencias externas, según una visión propia de una guerra fría que ya no parece tan lejana. Washington ha debido convencer a los soberanos saudíes de la conveniencia de implicar a Irán en un compromiso sobre el futuro de Siria, en vista de que la derrota militar del régimen parece ahora fuera de alcance.

Pero que Irán haya anunciado su disposición a participar en Viena II (segunda fase de esta iniciativa diplomática exploratoria), no quiere decir que esté garantizada su permanencia y mucho menos su disposición a suscribir un acuerdo que mine sus intereses estratégicos, opuestos completamente a los de sus vecinos rivales saudíes. Seguramente, saudíes e iraníes no se sienten a la misma mesa o trabajen en salas distintas, para evitar tensiones inoportunas y prevenir incómodas explicaciones ante sus respectivos frentes internos.

Por lo demás, del lado iraní puede repetirse la dualidad observada durante las negociaciones nucleares. Una línea cooperadora, diplomática sostenida por el Presidente Rohani y el ministro de exteriores Zarif, y un sector duro, más receloso al compromiso, constituido por los elementos radicales del régimen bajo el liderazgo del Guía Supremo. De hecho, el Ayatollah Jamenei ya advirtió en su día que no debe esperarse de Irán la reconciliación con el Gran Satán norteamericano y que el acuerdo nuclear no iba a ser el primer paso de un acercamiento hacia Estados Unidos.

Sin embargo, la realidad y la necesidad de un entorno internacional que favorezca su recuperación económica puede obligar a los distintos sectores del régimen islámico a confinar este radicalismo en un plano puramente retórico. Además, ¿no ha habido ya una cooperación implícita entre Washington y Teherán en las operaciones militares contra el Daesh en Irak? 

Después de todo, una cosa es que la operación militar rusa haya apuntalado a Assad y otra es que el régimen sirio haya superado el estado de ruina. Moscú y Teherán tienen motivos y estímulos de sobra para aceptar que debe haber un cambio en el poder en Damasco, siempre que se garanticen sus intereses estratégicos; es decir, un gobierno que asegure los actuales equilibrios y garantice su influencia política, con presencia militar constante o no según las circunstancias.

Esta fórmula de colaboración con Moscú ha sido codificada por Steve Simon, un alto cargo de la primera administración Obama, con una versión ad hoc del famoso axioma de Ben Gurión: “combatir contra los milicianos del ISIS como si los rusos (o el régimen de Bashar al- Assad) no estuvieran allí y contener a los rusos como si el Daesh no estuviera allí” (3).

La gravedad de los problemas a resolver, la profunda desconfianza entre los distintos actores del drama y la complejidad de los acuerdos perseguidos obligan a la prudencia. Pero Viena es el intento más serio de la comunidad internacional para encauzar el conflicto en los últimos cuatro años y medio.

(1) “Should the United States Work with Russia in Syria”.FOREING AFFAIRS, 8 de Octubre; “A Five Nations Plan to End the Syrian Crisis”. JIMMY CARTER. NEW YOR TIMES, 23 de Octubre; “How to Work with Russia in Syria”. LUAY AL KATTEEB Y ABBAS KHADIM. FOREIGN AFFAIRS, 18 de Octubre; y “A road to Damascus, via Moscu”. GORDON ADAMS y STEPHEN WALT. NEW YORK TIMES, 13 de Octubre.

(2) “How Washington can use the Russian intervention to force a ceasefire”. STEVE SIMON. FOREIG AFFAIRS, 25 de Octubre. La cita original de Ben Gurion, pronunciada en 1939, al poco de iniciarse la II Guerra Mundial, es la siguiente: “Debemos ayudar a los británicos como si no existiera el Libro Blanco y tenemos que oponernos al Libro Blanco como si hubiera guerra”. El Libro Blanco es el documento que contenía los planes descolonizadores de Londres en Palestina, a los que se oponían en ese momento los sionistas. Puede leerse la cita del fundador de Israel en http://www.jewishvirtuallibrary.org/jsource/Quote/bg.html


YEMEN: LA MASACRE SAUDÍ Y EL DOBLE RASERO OCCIDENTAL

22 de Octubre de 2015
                              
La guerra de Yemen ha provocado más de cinco mil muertos, decenas de miles de heridos y mutilados y un número aún superior de desplazados. Un 80% de la población está privada de acceso a recursos básicos. Se trata de una vergüenza internacional que ha merecido una atención muy escasa en proporción a los daños ocasionados y a la infamia que la sostiene.
                
Arabia Saudí y sus vecinos lanzaron una operación de castigo que creyeron iba a ser corta y exitosa. Pretendía reponer en su puesto al derrocado Presidente Hadi, sunní, que había sido expulsado del poder por una forzada coalición compuesta por milicianos de la minoría houthi, de confesión shií, apoyados por Irán, y tropas leales al anterior Presidente, el ex-dictador Alí Saleh, en su día aliado de Washington en la lucha contra Al Qaeda, y luego caído en desgracia tras el movimiento de contestación de la 'primavera árabe' (1).
                
Los dos bandos son responsables de crímenes y abusos injustificados. Pero son 'nuestros' aliados saudíes los que han cometido las peores atrocidades, porque tienen medios materiales y capacidad militar para hacerlo. Para mayor escarnio, en su propósito, la familia real saudí ha acudido a aliados locales que dice tener por enemigos, grupos vinculados a Al Qaeda o a otros núcleos islamistas radicales, como ha denunciado el Wilson Center (2).
                
Los informes y denuncias de la ONU y de las organizaciones humanitarias presentes en Yemen son contundentes.  La aviación de los saudíes y aliados, con el invaluable suministro norteamericano de datos de inteligencia, ha machacado de forma indiscriminada núcleos de población civil; se ha impedido a las organizaciones humanitarias, el acceso y reparto de ayuda en zonas de gran necesidad; se ha bloqueado el suministro adicional y vital de ayuda humanitaria (alimentos, medicinas, combustible y otro material de ayuda) mediante el bloqueo naval de los puertos de Aden y Al Hudaydah; se ha permitido, cuando no alentado, (por ambos bandos) el reclutamiento de niños para reforzar las milicias. En definitiva, un sufrimiento humano, que, en palabras del Coordinador de Ayuda Humanitaria de la ONU, Stephen O'Brien, resulta "casi incomprensible"  (3).
                
Otro aspecto desgarrador es el daño al patrimonio histórico-artístico. El mundo conoce la infame destrucción que el Daesh ha protagonizado en Palmira, pero se habla mucho menos de los destrozos provocados en Yemen, en su mayor parte por los bombardeos de la coalición saudí. Una treintena de edificios históricos y lugares de gran valor arqueológico han sido destruidos (4).
                
PERSPECTIVAS DE NEGOCIACIÓN
                
Hasta hace pocos días, el exiliado Presidente Hadi se había resistido a participar en las negociaciones de paz auspiciadas por las Naciones Unidas. Es muy posible que las presiones diplomáticas hayan doblegado la resistencia de los saudíes y su protegido se haya tenido que avenir al diálogo, de buena o mala gana.
                
En todo caso, el éxito de las negociaciones diplomáticas está lejos de estar garantizado. Es muy probable que la coalición regional encabezada por Riad pretenda imponer condiciones duras, tras el relativo éxito de sus operaciones militares el pasado verano tras la captura de Aden. Uno de los obstáculos más importantes puede residir en la depuración de responsabilidades por la campaña militar. Si las potencias exigen que se lleve a cabo una investigación independiente y seria, es probable que los saudíes se levanten de la mesa.
                
Y, sin embargo, sería un bochorno que, pretextando el éxito de las gestiones diplomáticas, se haga tabla rasa de lo sucedido. De momento, los saudíes han desplegado una intensa actividad diplomática, en Nueva York y en Ginebra, para sacudirse las críticas y denuncias por su comportamiento. Anunciaron al final del verano que financiarían el coste de la operación humanitaria diseñada por la ONU, pero han ido dilatando la entrega del dinero, después de que se les recordara que resulta contrario a las normas internacionales que uno de los bandos en disputa pretenda controlar el proceso de ayuda a las poblaciones afectadas.
                
LA RESPONSABILIDAD DE ESTADOS UNIDOS
                
La implicación de los norteamericanos es incómoda. Se han visto obligados a respaldar a los saudíes, aunque no pocos representantes de la administración admiten en privado su repugnancia por una operación militar que la ONU considera merecedora de una investigación por posible actuación criminal.
                
La administración Obama no ha creído conveniente desairar a los saudíes en Yemen, donde ellos creen estar combatiendo por la supremacía regional frente al desafío iraní, después de la fractura ocasionada por el acuerdo nuclear con el régimen de los ayatollahs, que nunca gustó a las conservadoras monarquía petroleras.
                
Este juego de compensaciones para mantener el equilibrio estratégico en Oriente Medio puede gravar penosamente uno de los principales logros de Obama en la escena internacional. Pronto lo veremos en el caso de Israel. En este caso, el deterioro de unas relaciones consideradas "indestructibles" ha ofrecido un flanco político débil al presidente, que sus adversarios han explotado con un cinismo descarado. Ahora, cerrado el acuerdo con Irán, es inminente la confirmación de un inmenso paquete de cooperación militar entre Estados Unidos e Israel, que puede anunciarse durante la próxima visita de Netanyahu a Washington.
                
Esta dinámica de responsabilidades y obligaciones norteamericanas condiciona pesadamente la resolución de la guerra de Yemen. Es cierto que Washington ha expresado su preocupación a Riad por el desarrollo de la operación bélica y ha instado a que se entablen negociaciones con los 'rebeldes houthi' y su aliado Saleh. Pero la presión ha sido suave y discreta para no ahondar más la herida.
                
Una vez más, el doble rasero para medir la conducta de los Estados desvela la hipocresía de los aparatos de Estado internacionales, que secundan buena parte de los medios. Mientras se vitupera a Rusia por su apoyo al régimen sirio y se denuncia con profusión la crueldad con la que éste actúa contra su propia población, se mantiene una tolerancia escandalosa hacia las monarquías petroleras del Golfo, principales responsables de la carnicería en Yemen.
                
Este comportamiento dúplice para enjuiciar conductas y adoptar las medidas oportunas es tan antiguo como la propia existencia de los Estados, pero se exhibe con vigor renovado cada vez que resulta necesario para blindar intereses supuestamente comunes.

(1) Para una documentaciónbien apoyada con gráficos y referencias históricas, resulta muy útil el trabajo "Maps the Yemen Conflict", en la página web del EUROPEAN COUNCIL OF FOREIGN RELATIONS (http://www.ecfr.eu/)

(2) "Saudi Arabia 'Terrorists Allies' in Yemen". DAVID B. OTTAWAY. WOODROW WILSON CENTER. MIDDLE EAST PROGRAM. Agosto 2015.

(3) Dos esclarecedores artículos sobre la responsabilidad saudí en FOREIGN POLICY: "As Air War Intensifies, Saudi Arabia Launches Charm Offensive Before U.N. Summit" (23 de septiembre) y "The Human Carnage of Saudi Arabia'War" (26 de agosto).

(4) LE MONDE, 23 de agosto.

PALESTINA: LA INTIFADA DE LA DESESPERACIÓN

15 de Octubre de 2015
           
Palestina captura de nuevo el primer plano de la atención internacional. Otras guerras, otros conflictos, otras crisis habían desplazado al drama palestino, como si aquella tierra hubiera entrado en hibernación. Y, sin embargo, no pocos avisaban de la inminencia de una nueva explosión. Ya está aquí. Sea o no la Tercera Intifada, es lo de menos. Lo cierto es que la frustración sorda, inatendida, se ha convertido ya manifestación terrible de desesperación.
                
CARACTERÍSTICAS DE LA REVUELTA

Lo primero que debería hacerse es intentar discernir los perfiles propios de esta furia nueva, o renovada, porque, según nos cuentan los corresponsales extranjeros allí no son pocos los rasgos diferenciadores con respecto a los dos Intifadas anteriores. A saber:
                
-Actuaciones autónomas (y hasta solitarias, en algunos casos). La mayoría de los actos han sido cometidos sin orientación, consigna o estrategia. Salvo algunos casos, los ataques con cuchillo a civiles o policías israelíes ha sido iniciativa de palestinos sin afiliación política u organizativa en particular.

-Extracción social media. El icono de la protesta actual no es el adolescente ‘armado’ con piedras y palos. Es un joven ya más maduro, que va a la Universidad, y se sirve de un cuchillo para descargar su frustración. No por ser alumnos en los centros de Al Qods o Bir Zeit, estos jóvenes pertenecen a la élite, pero su perfil social se aleja del adolescente sin ocupación
            
-El combustible de las redes sociales. Esta dupla (juventud y formación universitaria) ha favorecido el uso de las redes sociales como elemento de interconexión no personal, etérea, pero enormemente inspiradora. Algunos de los actos de violencia han sido respuestas contundentes a los actos de represión o castigo contra rebeldes que se habían ‘alzado’ contra el ocupante. Como un acto íntimo y al mismo tiempo solidario de indignación.
                
-Espíritu crítico frente al liderazgo nacional. Los jóvenes que han dejado rastro de sus motivaciones antes de terminar abatidos por las fuerzas de seguridad han manifestado o dejado entrever su profundo disgusto por la actuación del liderazgo nacional palestino. El alcance de esta protesta puede ser limitado, pero viniendo de jóvenes con cierta formación resulta indicativo de un malestar creciente en la sociedad por la falta de alternativas políticas viables y la desafección creciente de las masas palestinas hacia sus dirigentes. En palabras de Mustafá Barghuti, uno de los pocos líderes palestinos que conserva crédito, se trata de una de “una de las generaciones palestinas más patrióticas y audaces” (1)
                
-Escasa (o no detectada) motivación religiosa. A ninguno de los jóvenes que se han ‘sacrificado’ con sus actos vengadores se le ha escuchado o leído declaraciones encendidas de islamismo. La apelación al ‘martirio’ tiene un indudable contenido religioso, pero trasciende de ese ámbito. No hay un discurso extremista. En todo caso, la adhesión al Islam debe interpretarse como elemento adicional de identidad frente al ocupante. Que la oleada actual de protestas haya venido precedida de la tensión originada en la explanada de las mezquitas en Jerusalén le confiere un aire de reivindicación religiosa que no debe exagerarse.
                
LOS FACTORES PRECIPITANTES
                
La revuelta en ciernes tiene, como se desprende de lo anterior, viene impulsa por una fuerte dinámica endógena. Pero, aunque fundamentalmente espontánea, no surge de la nada. En realidad, es el resultado de un agotamiento general: de la capacidad de liderazgo de todas las opciones político-militares, del reforzamiento de la impunidad israelí, de una percepción de abandono internacional, en fin, de las expectativas de cambio. Analicemos estos factores.
                
-Deriva extremista de Israel. La reválida electoral de una coalición derechista acabó con cualquier oportunidad de acercamiento. El proceso ilegal de colonización y construcción de viviendas ha continuado. La perspectiva de seguridad (es decir, de represión) se impone a cualquier otra más conciliadora. Que el ciudadano israelí haya decidido andar armado por la calle para defenderse de la amenaza de agresión a cuchillo indica el clima de deterioro social al que se ha llegado. Netanyahu parece desbordado, como le reprocha la desangelada oposición laborista. Desde la derecha o el movimiento colono le piden mano más dura. Y la habrá.
                
-Impotencia del Gobierno palestino. Es un elemento central para comprender lo que ocurre. Resulta un tanto patético que el Presidente Abbas haga un llamamiento a la calma y a la protesta pacífica, cuando casi nadie lo escucha y mucho menos confía en él. No tanto por su fracaso político y diplomático, si no por su incapacidad para generar cohesión social y nacional. Mahmud Abbas inició el año con una apuesta internacional que se pretendía decisiva para el avance de los intereses nacionales. Pero, al cabo, la incorporación de Palestina al Tribunal Penal Internacional, el sonado reconocimiento del Vaticano y otros logros menores resultaron ser apuestas sobredimensionadas por el Presidente palestino y su círculo.  La ofensiva diplomática se agotó en sí misma, sin consecuencias prácticas. Y con ella, crédito político.              

Abbas dijo hace unas semanas que se iba, que se retiraba (tiene 82 años). Pero la falta de transparencia sobre el proceso de cambio y renovación es escandalosa. Los órganos de poder de Fatah y de la propia Autoridad Nacional Palestina están bloqueados o neutralizados. En medio de esa parálisis institucional y política, se mandan mensajes sobre la renuncia a los acuerdos de Oslo. Una proclama tardía que todo el mundo ya había asumido hace tiempo.
                
-Debilitamiento de Hamas. A los rivales internos de Abbas no les ha ido mejor. Tras el decepcionante fracaso de la convergencia entre Hamas y Fatah, la situación en Gaza se ha convertido en más pavorosa aún de lo habitual. La reconstrucción de la franja tras la última devastación bélica ha resultado un completo fiasco, hasta la fecha.  

Ciertamente, los fondos habían llegado a cuentagotas un año después de concluida la operación de castigo israelí (sólo 340 millones de $, de los 2.500 comprometidos por las potencias internacionales). Pero esta mínima parte se había infrautilizado o mal empleado. Ni una sola de las 18.000 casas dañadas o destruidas era habitable a final de este verano. Lo que ha aflorado en Gaza no ha sido reconstrucción, sino corrupción, el impulso más poderoso en todos los territorios palestinos. El cemento que se adquiere según las provisiones acordadas no se utiliza para construir casas nuevas, sino para venderlo en el mercado negro (2). Para agravar aún más las cosas y exacerbar la desesperación de sus habitantes, Egipto se ha empleado a fondo en la anegación y destrucción de los túneles que venía garantizando un alivio alternativo a los gazaríes (3).

La permanencia Hamas como alternativa radical a la vía pacífica o diplomática de Fatah y de la ANP también se ha visto cuestionada por la emergencia de opciones más extremas. Se habla, quizás con cierta exageración, de los primeros brotes del Daesh. En todo caso, Hamas ya no puede contar con el apoyo iraní, tras haberse posicionado contra Assad en la guerra siria. (4). Los líderes islamistas buscan ahora comprensión, fondos y respaldo en Arabia Saudí, mientras Teherán se apresura a componer, con residuos radicales y paramilitares, una alternativa nueva, incluso con una perspectiva confesional chíi, casi inusitada allí (5).
              
-Percepción de indiferencia internacional. Seguramente, no hay capital occidental que admita desinterés por el drama palestino. Pero el fiasco de la reconstrucción de Gaza es sólo un síntoma de lo contrario. En los últimos meses (hasta un par de años), Occidente ha puesto su interés en otros asuntos, incluidos los regionales. El acuerdo nuclear con Irán o el auge del Daesh y la amenaza terrorista interna han relegado de hecho el problema palestino. Hay una parte de impotencia o frustración, o de cansancio, por la ausencia frustrante de resultados. En Palestina, Estados Unidos pone el músculo y Europa el dinero. Sin frutos.

Tras la enorme decepción provocada por el fracaso de los enormes esfuerzos del infatigable Kerry, se instaló un negativismo indisimulable en todas las cancillerías occidentales. Cuando el acuerdo nuclear con Irán parecía al alcance, surgió una iniciativa francesa en la ONU, que contemplaba el reconocimiento internacional del Estado Palestino al margen del consentimiento israelí. (6). Obama, en plena irritación con Netanyahu, pareció considerar con seriedad el proyecto, pero finalmente prefirió no asumir riesgos excesivos.

En definitiva, lo único que no puede afirmarse de esta Intifada de la desesperación es que haya sido una sorpresa, aunque algunos de sus elementos identificativos representen una cierta novedad.


(1)    LE MONDE, 11 de Octubre.
(2)    NEW YORK TIMES, 22 de Agosto.
(3)    NEW YORK TIMES, 7 de Octubre.
(4)    “Hamas y Palestine Authority after the Iran Deal” GRANT RUMLEY. Fundación para la Defensa de las Democracias. FOREIGN AFFAIRS, 2 de Agosto.
(5)    “Iran’s New Proxy Militia in Gaza” EHUD YAARI. Instituto de Washington para Cercano y Medio Oriente. FOREIGN AFFAIRS, 28 de Septiembre.

(6)    FOREIGN POLICY, 28 de Abril y 30 de Diciembre.

GUERRAS EN EL MUNDO ISLÁMICO: ERRORES, TORPEZAS, MANIPULACIONES Y PARADOJAS

 8 de Octubre de 2015
                
El foco del interés mediático estaba puesto en Siria, en particular en el desarrollo de las operaciones militares patrocinadas por Rusia, cuando se producía el enésimo "error" de las fuerzas norteamericanas en Afganistán, al destruir sus aviones AC-130 un hospital de Médicos Sin Fronteras en la ciudad septentrional de Kunduz. Al día siguiente, el conflicto de Siria volvía a reclamar protagonismo, al saberse que aviones rusos habían entrado en espacio aéreo turco.
                
Como decíamos en un comentario anterior, los errores son consustanciales a las guerras. Incluso en estos tiempos de rigor y precisión tecnológica. ¿O no han sido errores lo antes referido? Tardará en saberse, si es que alguna vez se sabe, y para entonces no importará mucho, porque se estará hablando de otros errores más recientes.
                
Lo relevante es que la guerra no sólo se libra en los campos de batalla. Importa tanto lo que se hace como la narrativa de lo que ocurre. Washington se empleó a fondo para desprestigiar el inicio de las operaciones de la aviación rusa, afirmando que no estaba atacando al Daesh sino a la oposición "moderada", lo que demostraba que el propósito de Moscú no era derrotar al extremismo terrorista, sino ayudar a sobrevivir al régimen de Assad. 
                
Tal afirmación resultaba dudosa o incompleta. Primero, por la fuente: los informantes eran grupos sostenidos por Washington y contrarios a la intervención rusa; y segundo, porque la oposición siria, aparte del Daesh, se caracteriza por una enorme fragmentación y un cambio constante de alianzas. Los responsables del planeamiento norteamericano en Siria han visto con bochorno como parte del armamento y recursos bélicos entregados a sus "protegidos" han terminado en manos de Al-Nusra (marca siria de Al Qaeda) o de los salafistas de Al-Sham, con los que, en ciertas zonas, se encuentran ahora en buenos términos. Por otro lado, el Daesh también está siendo objeto de los ataques rusos, en días recientes, con misiles disparados por barcos de guerra desde el Caspio, muy lejos (1.500 Km.) de los frentes sirios.
                
Lo anterior no invalida que Putin haya pretendido confundir a la opinión pública occidental. Rusia tiene un interés auténtico en derrotar al terrorismo islamista, porque se trata de una amenaza para su seguridad interior. El Cáucaso es uno de los campos de batalla más activos de la yihad y vivero de combatientes exteriores. Para Moscú, salvar a Assad es la manera más segura de derrotar a los yihadistas, sean cuales sean. Si se han concentrado en la coalición Jaish Al-Fatah (Al Nusra, Al Sham y 'laicos') es porque sus posiciones son, ahora, las que amenazan de forma más acuciante los feudos del régimen en la costa mediterránea.
                
Algo parecido ocurre con Estados Unidos en Afganistán. Trece años después, ese propósito propagandístico de los neo-con de prolongar la "guerra contra el terror" con una operación de 'nation-building' (construcción de un país democrático) ha fracasado por completo. La corrupción, el autoritarismo, el desprecio por los intereses de la mayoría de la población, la conculcación de las normas básicas de la convivencia se mantienen en Afganistán. No tiene sentido comparar la situación actual con la época de los taliban: ambas son terribles. Obama comprendió eso e intentó desembarazarse cuanto antes, para dedicar los recursos ahora engullidos por esa y otras guerras a necesidades nacionales perentorias. Pero su punto de vista, no idealista sino práctico, se ha visto sometido a la usura de la lógica de superpotencia, a la presión de los diferentes aparatos y burocracias... y a sus propios errores.
                
El fiasco del hospital de Kunduz supone un duro golpe al prestigio de EE.UU., porque, sea cual sea el resultado de la investigación, no hay salida positiva. Si fueron los aliados afganos los que demandaron el bombardeo, las garantías de actuación que el mismo mando norteamericano ('procediment rules') quedan en evidencia. Si el error se produjo en la gestión misma de la cadena de mando norteamericano, como ha terminado por reconocer, sin detalles, el general Campbell, todavía peor. Se entiende que Médicos Sin Fronteras no se conforme con las condolencias y con la odiosa apelación a los "daños colaterales", califique el incidente de "crimen de guerra" y pida una investigación internacional independiente.
                
Error por error, los rusos aseguran que sus aviones no tenían intención de penetrar en espacio aéreo turco, y que fue la niebla lo que provoco el error de las maniobras. La OTAN lo niega y ofrece datos del tiempo de "iluminación" (exposición) de los aviones a los radares turcos. Como en el caso de la selección de objetivos, la violación del cielo turco puede ser sospechosa para los aliados occidentales. Pero no se comprende bien qué gana Rusia con actuaciones de este tipo, que pueden resultar altamente provocativas.
                
En todo caso, los errores o las provocaciones, o simplemente los riesgos de la guerra se confunden en los imperativos de los intereses a largo plazo. En todos los conflictos bélicos que se contabilizan, del Mediterráneo al Índico, se acumulan comportamientos paradójicos o simplemente poco explicados.
                
APARENTES PARADOJAS
                
Puede parecer paradójico que Rusia haya tardado cuatro años en respaldar de forma contundente a su único aliado directo en Oriente Medio. Es plausible que Putin haya visto en la crisis siria una oportunidad para rehabilitar su estatura internacional y generar una dinámica de negociación que le librara de las sanciones impuestas tras su intervención en Ucrania. Pero es imposible que, en sus cálculos, el presidente ruso no hubiera contemplado el rechazo a su iniciativa militar, no sólo de Occidente, sino sobre todo de las potencias regionales sunníes que no aceptarán el salvamento de Assad, principal aliado de Irán en la zona.
                
-Es una aparente paradoja que Israel haya "intervenido" a su manera en la guerra, concertando con Moscú un sistema para prevenir choques no deseados de sus respectivas aviaciones; lo que indica, para muchos, que tras resignarse al acuerdo nuclear con Irán, Netanyahu no quiere depender en exclusiva de Obama para proveerse de garantías adecuadas de seguridad. El primer ministro israelí, y no el presidente norteamericano, fue el primero en ser informado de primera mano por el Presidente ruso de sus planes en Siria. Después de todo, para Israel, Assad puede ser el mal menor, siempre que Hezbollah no salga reforzado.
                
-Tampoco es asunto menor que Irán haya sido el factor central de consultas de Putin antes de su operación en Siria. El General Suleiman, jefe de las fuerzas especiales iraníes Al Qods y estratega principal de Assad, viajó recientemente a Moscú, para ayudar a los militares rusos a definir alcance, objetivos y operativa de la intervención. Un paso arriesgado si se tiene en cuenta que el acuerdo nuclear aún no está ratificado en el Congreso norteamericano, aunque una mayoría ya se haya expresado a favor ¿Quizás el rescate del régimen alauí sea la cara opuesta de la moneda de ese entendimiento con Occidente, en esa política de equilibrios entre moderados y radicales que desempeña el Supremo Guía Jamenei?
                
-Difícilmente puede pasarse por alto la paradoja que representa la demanda de protección que Turquía ha hecho a la OTAN ante la activa presencia de la aviación rusa en el conflicto, después de de boicotear a conciencia la estrategia occidental de reforzar a los combatientes kurdos como efectivos terrestres de referencia en el desgaste del Daesh en el frente meridional de la guerra.
                
-O, por volver a Afganistán, es paradójico que el gran éxito militar de los talibán desde hace años no haya sido en sus feudos del sur, sino en la norteña Kunduz, una villa donde nunca tuvieron gran implantación y donde las fuerzas del gobierno deberían haber asegurado su dominio. La operación ha sido difícilmente sorpresiva, porque los talibán llevaban semanas, si no meses, preparándola. ¿Falló la evaluación de las fuerzas gubernamentales? ¿También la previsión de riesgo por parte de los norteamericanos? Para nadie es un secreto que el Presidente Ghani no quiere que se vayan del todo los norteamericanos.
                
-El sobresalto de Kunduz, paradoja mayor, puede terminar siendo beneficiosa para el gobierno afgano, porque favorece la revisión del conflicto en Estados Unidos. El Pentágono y la Casa Blanca, una vez más, parecen diferir sobre si quedarse, irse o reforzar efectivos, aunque con menos escándalo que en ocasiones anteriores. El jefe de los efectivos norteamericanos allí, el General Campbell, con el apoyo de la cúspide militar, no ve con buenos ojos que la presencia de efectivos se reduzca, como quería Obama, a proteger la embajada en Kabul. Otros planes más ambiciosos se han dispuesto. Pero en un contexto así, ¿cómo explicar el 'descuido' de la cadena de mando en el bombardeo del hospital de MSF?


¿SIRIA, CAPITAL MOSCÚ?

 1 de Octubre de 2015
                
La guerra en Siria entra en una nueva fase. Rusia ha decidido enviar una señal más potente de su decisión de apoyar al actual régimen. Putin intentó el aval de Obama para una difusa “alianza internacional” contra el terrorismo yihadista, pero no lo consiguió. Nunca se hizo, seguramente, ilusiones al respecto.

El incremento de efectivos militares de las últimas tres semanas podía haber tenido una función inicialmente política o diplomática: reforzar los intereses rusos en caso de desbloqueo de las opciones negociadoras. Esta vía sigue abierta, por supuesto, pero estamos en otro momento. Los aviones rusos, pilotados por aviadores sirios (que no se olvide), ya han entrado en acción.

Pero, y aquí está lo verdaderamente relevante de la novedad, los objetivos atacados, al parecer, no han sido los señalados por Putin como enemigos, es decir, los extremistas del Daesh. Aseguran fuentes de la oposición más o menos ‘pro-occidental’ o ‘moderada’ que han sido sus posiciones las atacadas en Homs y otras pequeñas ciudades de la provincia de Hama, donde los yihadistas apenas si tienen presencia relevante.Hay que esperar a conocer las razones de la operación sirio-rusa. No es muy probable, pero puede tratarse de un error de inteligencia. Como apuntaba este jueves el editor de Oriente Medio del diario THE GUARDIAN, en las guerras se cometen errores y se bombardean los sitios equivocados. Que se lo digan a los norteamericanos en Irak o Afganistán o a los saudíes estos últimos meses en Yemen (el último “error” ha costado la vida de decenas de personas que celebraban una boda, por ejemplo).

Si no ha sido un error, como resulta más factible, la decisión rusa es inconsistente con el discurso oficial. Porque no parece sensato creer que han sido el gobierno o los militares sirios los que han elegido estos primeros objetivos, sin el consentimiento de Moscú. Algunos analistas militares occidentales consideran que la operación tenía como objetivo impedir la consolidación de posiciones rebeldes no yihadistas en Hama que podrían resultar amenazantes para el feudo del régimen en Latakia. Si es así, las urgencias del Presidente sirio son muy apremiantes y el mando ruso ha debido considerar que atender esta necesidad era más importante que dejar al descubierto la verdadera intención de la intervención rusa.

Los responsables de los principales países aliados no han creído nunca en el plan antiterrorista de Putin, al que considera como una excusa o tapadera de su principal motivación: mantener a flote el régimen actual hasta que se clarifique un escenario de transición que tenga en cuenta los intereses geoestratégicos de Moscú.
                
La cuestión, en todo caso, es si Putin y sus colaboradores han afinado los cálculos. Si tienen controlada la escalada, diseñados con precisión razonable los objetivos, medido el alcance de la participación y programada su conclusión. O sea, el ABC.
                
Putin puede cosechar en Siria todo lo contrario de lo que pretende: en lugar de afianzar su única base de actuación en Oriente Medio, afronta el riesgo de desencadenar algo similar a lo que fue Afganistán para la gerontocracia del Kremlin en los años ochenta.
                
Sería una gran torpeza. Putin vivió como joven oficial del KGB el drama de la descomposición soviética. Es difícil creer que no aprendió algunas lecciones. Lo más razonable es  pensar que el Presidente ruso quiere cambiar los actuales términos de la ecuación militar, elevar las bazas del clan Assad y forzar una negociación sobre el futuro de Sira en mejores condiciones. Y, de paso, abonar su retórica de restauración de la grandeza nacional y compensar los fracasos cosechados en Ucrania.
                
Contrariamente a lo que hizo en el caso de su vecino europeo, Putin parece haber tomado aquí más precauciones. Antes de su intervención en la ONU, anunció un acuerdo con Irak e Irán para compartir información de inteligencia sobre la amenaza terrorista. Esta iniciativa tiene tanta importancia como la entrada en acción de la aviación rusa, porque desmiente la soledad de Moscú.

Que uno de los socios sea Irak no deja de ser problemático para Estados Unidos. Washington confiaba en que el cambio de gobierno pudiera corregir el rumbo iraquí. No parece que sea así. El primer ministro Al-Abadi puede ser más dialogante que su antecesor, su correligionario y sin embargo rival, Al-Maliki, pero su capacidad para tomar decisiones sustanciales es muy limitada. Sin el respaldo de las milicias chiíes, armadas y financiadas por Irán, el gobierno se reduce a una alcaldía, y con limitaciones. Resulta curioso que el apoyo más firme de Abadi en la afirmación de su autonomía de decisión sea el Gran Ayatollah Sistani, que mantiene con sus hermanos chiíes de Bagdad unas relaciones distantes.

No le ayuda a Obama, en este momento de la crisis, el fracaso del programa de apoyo militar a la denominada oposición moderada en Siria. Con 500 millones de dólares de presupuesto y muchos meses de trabajo, el resultado es más que decepcionante. O los combatientes apoyados no son competentes o directamente entregan sus armas y pertrechos a los yihadistas afiliados o cercanos a Al Qaeda.

A pesar de la aparente audacia rusa y de los fiascos estadounidenses, Putin no tiene capacidad, ni seguramente la pretensión, de convertirse en la pieza maestra de la crisis, por mucho que republicanos e intervencionistas cerrados pretendan hacerlo creer. Desde el fiasco de la “línea roja”, a cuenta del empleo de armas químicas por el régimen sirio, estas voces críticas están enrocadas en el discurso de que las reticencias de Obama “han hecho más fuerte a los enemigos de América  y han convertido al mundo en un lugar más peligroso”. El acuerdo nuclear con Irán y el acercamiento a Cuba, lejos de ser aceptados como logros, se presentan precisamente como carga de la prueba de una política errada.

El problema para Obama es que no pocos demócratas e independientes ajenos a la apocalíptica visión conservadora sobre la debilidad actual de la posición de EEUU en el mundo se confiesan exasperados por una cautela presidencial que estiman inconveniente. Es bien sabido que Hillary Clinton no compartía el escepticismo intervencionista de Obama en Siria y otros lugares. Otros candidatos en las ejecutivas, (gobernadores) y legislativas que acompañaran a las presidenciales del año próximo se encuentran en posiciones similares.

Por todo ello, es previsible que este otoño se afiance la moda retro de la ‘guerra fría’, que se percibe desde Crimea, Pero, salvo complicaciones mayores, no cabe esperar un giro dramático en el juicio de Obama. El Presidente quiere terminar de definir su legado completando algunos proyectos de política social; y, en materia exterior, coronarlo con el gran acuerdo sobre el control del cambio climático, que está más cerca después del compromiso con China. El hombre que llegó a la Casa Blanca prometiendo sacar al país de la guerra no querría salir de ella vestido con traje de campaña.