DE 2015 A 2016: LAS DOCE UVAS DEL TRÁNSITO ANUAL EN LA ESCENA INTERNACIONAL

30 de Diciembre de 2015

1- Las elecciones norteamericanas, entre el circo y la dinastía. Las iniciales DC, que identifican al Distrito de Columbia, capital y epicentro político norteamericano, sirven muy bien para encapsular los dos impulsos de la temporada electoral: (D)inastía Clinton y (C)irco Trump. Los sketchs finales del gran payaso trágico pueden ser de traca antes de su reposo en el panteón de las perversiones políticas norteamericanas, junto a la saga Jim Crowe, el Ku Klush Klan, Lindbergh, la John Birch Society, el cazador de brujas rojas McCarthy o el Big Brother Hoover, entre otros. Si Trump sale 'coronado' en Cleveland por el Great Old Party es que los Estados Unidos, definitivamente, estarán perdiendo el alma. Para ser la primera mujer presidenta, sucesora del primer afroamericano presidente, Hillary tendrá entonces que derrotar a un adversario pseudopolítico y a un Frankestein mediático.
2- El declive del Daesh y los sobresaltos terroristas cercanos. El Califato de Bagdadi será el más efímero de la historia. Las derrotas de los últimos meses han privado a ese principado de las tinieblas del 40% de sus conquistas. El repliegue, y posiblemente su derrota militar, culminará el año entrante, si el ejército iraquí reconquistara Fallujah y Mosul, como se proclama en Bagdad. Pero como esto ya lo tienen descontado sus dirigentes y estrategas, es más que probable que volvamos al escenario clásico del desafío islamista: mudanza a escenarios más propicios y más atentados en territorio del enemigo lejano (o sea, nosotros).

3- Siria y las otras pesadillas de la 'primavera rota' árabe. Prepárense para maratones diplomáticas, palabras gruesas y música artillera de fondo. Todos los conflictos imaginables encima de la mesa: el bipolar Washington-Moscú, el pandemónium militar sobre el terreno, el sectario sunní-chií y, último pero más decisivo, el geopolítico irano-saudí. Yemen será trasunto del rompecabezas sirio, pero no por ello menos infernal. De lo que ocurra en Al Sham (Levante) dependerá, tal vez, la suerte de la desquiciada Libia. Es incierto que el acuerdo fraguado pacientemente por Bernardino León (ahora en desgracia) convenza a muchos más que los abajo firmantes ¿Será Libia el cotolengo terminal del Califato

4- El acuerdo nuclear iraní. El uranio enriquecido al 20%, potencial elemento del Manhattan islámico que nunca existió, ya surca los mares en dirección a Rusia. Es el primer paso de este guadiana diplomático y mediático, aunque de gran río haya quedado reducido a afluente de la actualidad internacional, para  beneficio de otros procesos locales como el relevo del sumo sacerdote, los vaivenes de la relación bilateral Washington-Teherán, la reaparición de Irán en el mercado petrolero global y la reapertura del bazar iraní a los inversores extranjeros.

5- Palestina, hacia la resignación y el olvido. La descomposición del desgobierno autónomo, las fracturas en Hamas, provocadas en parte por el abandono de sus amigos externos, y la estratégica derechista israelí de sofocar el conflicto a fuego lento generarán espejismos en forma de mini-intifadas. Salvo que el Daesh demuestre audacia en tierra santa...

6-La guerra interminable de Afganistán. Las sempiternas dudas sobre la capacidad del frágil neo-estado afgano para sobrevivir, si la mega-protección norteamericana no se prolonga de nuevo, se avivarán en la recta final del mandato Obama. La escisión del movimiento talibán, el espectro de un Daesh externalizado, la aparente reaparición de Al Qaeda (detectada hace meses) y el espejismo del acercamiento indio-pakistaní complicarán esta guerra interminable.

7- Europa: La exasperante lentitud de la recuperación económica y el acecho de las opciones populistas. 2016 no será un año de batallas electorales de gran trascendencia (excepto sorpresas o, ¿quién sabe?, España),  pero sí de intensos movimientos dentro y fuera de las trincheras: en Francia y en Alemania, sobre todo. La duda es si la corrosión del vigente sistema político europeo se asemejará al crecimiento de la hierba o a un estertor estruendoso.

8- El referéndum británico sobre la permanencia en la Unión Europea. A falta de excitaciones electorales,  el apetito político del año lo saciará la ruleta rusa de Cameron para embridar a euroescépticos propios y rivales, convertir a los euroresignados en europragmáticos y neutralizar a los euroentusiastas (escoceses, sindicatos, laboristas de izquierda y otros).

9- La suerte (incierta) de los refugiados sin refugio. El realojamiento de un millón de personas desesperadas que huyen de la guerra y de todas las formas de persecución y miseria se convencerán, con amargura, de que el paraíso no lo guardan ángelas ficticias, sino más bien demonios orbanitas y limbos burocráticos.

10- Putin, indisputable gran villano internacional. Los propagandistas irredentos de la guerra fría seguirán construyendo su perfil de híbrido némesis híbrido fascisto-comunista. En realidad, su estatura real se asemeja más al malo irrecuperable de las películas serie B. Ucrania, gran sacrificada del interés exterior en 2015, permanecerá seguramente atrapada en 2016 en una guerra de posiciones y acuartelamientos, hasta que los acontecimientos en Oriente Medio favorezcan el fin de las sanciones y un nuevo reseteo de relaciones con el Kremlin.

11- El atasco de la economía china y la pantalla de humo de las ambiciones nacionalistas en los mares cercanos. Los mandarines tecnócratas del capitalismo de Estado se afanarán, parece que vanamente, en enfriar la recalentada locomotora mundial, mientras los propagandistas del aparato industrial-militar seguirán intentando intimidar con sus bravatas patrióticas a sus vecinos no menos nacionalistas El pivot to Asia del gran protector norteamericano seguirá siendo más disuasivo que estimulante.

12- El final de la década igualatoria en América Latina. La reducción de la pobreza y el avance de las causas populares han tocado techo. El frenazo chino y el impacto diferido de la crisis mundial anticipan un escenario negativo. Las opciones progresistas seguirán retrocediendo por el efecto combinado del desgaste de la gestión, errores políticos propios, conspiraciones de opereta de las élites conservadoras y presiones de grupos de interés internacional. Las dos damas de la izquierda latinoamericana, Dilma Roussef y Michelle Bachelet soportarán un asalto inclemente. En otro registro, el chavismo se ahogará en su propia decadencia.

... Y PARA TERMINAR, TRES AVISOS A MODO DE SORBITOS DE CAVA

- Argelia, ¿la próxima pesadilla? ¿Asistiremos a otra revuelta del pan como en 1988? ¿O la tensión social se librará en una guerra de clanes dentro del régimen?

- Egipto. La indulgencia con la que Occidente arropa a la dictadura militar podría acabar si el General Al Sisi se saliera de los límites tutelares y se aventurase en arriesgadas 'joint-ventures' con Moscú, emulando los tiempos de Nasser, en nombre de la lucha contra el terrorismo.

- África: el continente sempiternamente olvidado seguirá emitiendo señales de alarma que nadie atenderá con diligencia. Nubarrones singularmente oscuros se ciernen sobre la zona de los Grandes Lagos (Burundi y Rwanda), que pueden hacer recordar los episodios más  estremecedores de finales del pasado siglo.


EUROPA EMPUJA A ESPAÑA HACIA UNA GRAN COALICIÓN CON FORMATO FLEXIBLE

23 de Diciembre de 2015

                
La mayoría de los análisis sobre el futuro inmediato de España tienden a resaltar los factores políticos internos, a saber: impacto de la fórmula de gobierno en la resolución de la crisis catalana, pulso por la conquista del relato social, tensiones internas en los dos partidos hegemónicos, cálculos sobre la evolución del bipartidismo vs. multipartidismo… y otros.
                
Sin embargo, hay muchos motivos para creer que el factor decisivo de resolución del bloqueo político español tras las elecciones del 20 de diciembre vendrá de Europa. Así lo sugieren las reacciones, declaraciones y elocuentes silencios de dirigentes y analistas del continente.
                
La crisis griega ha marcado profundamente a la Unión Europea. Existe la convicción unánime en el establishment europeo (político, financiero, económico y mediático) de que el actual sistema no puede permitirse un proceso de inestabilidad política en España, por el riesgo de nuevas turbulencias en torno al euro y el efecto de contagio a otros países en próximas citas electorales. Europa hará todo lo que pueda para España no se convierta en una pesadilla al modo griego.
                
Europa tiene un reto muy complicado que resolver en los próximos meses: el desafío de Cameron. Aunque se confía en una resolución favorable del dilema británico y en la permanencia del Reino Unido en la UE, las negociaciones atravesarán por momentos muy difíciles y tensos. Nunca se podrá da por seguro que la ciudadanía británica acepte la solución que se pacte. La alineación de posturas políticas en Gran Bretaña en relación a Europa es muy volátil y difícil de prever. Los dos extremos del espectro, euroescépticos y euroentusiastas, son los únicos estables en sus apreciaciones, pero son minoría. La cuestión se decidirá desde el medio, según se decanten los euroresignados y los europrácticos. Difícil pronóstico.
                
Otro factor de inquietud en Europa es la persistencia  e incluso el reforzamiento de los partidos populistas o rupturistas en sucesivas convocatorias electorales. El sobresalto francés, con el triunfo del Frente Nacional en la primera vuelta de las regionales, se conjuró con una fórmula como la deseada para España: la convergencia de las dos grandes formaciones de gobierno.  Pero la clase política francesa es consciente de que el Frente Nacional conserva intacta su capacidad de alteración del panorama político. Por esa razón, el desistimiento de los socialistas franceses en favor de los republicanos en la segunda vuelta de las regionales abre la vía a entendimientos inter-bloques, como el gran pacto sobre el empleo que ha propuesto el exprimer ministro moderado, Jean-Pierre Raffarin, acogido muy favorablemente por el primer ministro socialista, Manuel Valls.

Nicolás Sarkozy es muy reticente hacia estas aproximaciones en territorios centristas, porque aspira a disputarle al Frente Nacional las canteras de votos más intolerantes. Pero si se muestra intransigente en esta estrategia puede verse abocado a una rebelión de los sectores más moderados de su formación. De hecho, ya ha tenido que cesar a su número dos en el partido, Nathalie Kosciusko-Morizet, que había criticado la derechización del partido. En esa línea contestaría se encuentran el exprimer ministro François Fillon y uno de los pesos pesados de la derecha, el exministro Alain Juppé, entre otros.

Si en Francia se ha tratado de frenar a la derecha radical, populista y xenófoba, en España se quiere evitar la consolidación de una Syriza española (Podemos). Se intentará evitar a toda costa que en la quinta economía del euro la alternativa a la opción conservadora sea una izquierda  percibida en el Olimpo europeo como radicalizada y rupturista. Se prefiere prevenir su triunfo antes que obligarla a claudicar como se ha hizo con Tsipras, por el desgaste y el riesgo de inestabilidad que ello supondría.

Los grupos de presión europeos identifican estabilidad y continuidad. Esa visión de la estabilidad significa mayoría parlamentaria sólida que pueda garantizar el cumplimiento de los programas de austeridad (o de reformas como prefieren denominar a este proceso en Bruselas, o en Madrid, para eludir el aurea de antipatía y rechazo social).

Este objetivo sólo puede alcanzarse con una Gran Coalición, al modo alemán. El silencio de Merkel es elocuente. Con cierta ironía, la canciller ha dicho que todavía no sabe a quién felicitar. Por experiencia propia sabe que una cosa es ganar unas elecciones y otra es gobernar. Si ella se avino a una coalición con los socialdemócratas después de lograr un triunfo electoral mucho más contundente que el obtenido por el PP el 20-D, no es fácil adivinar el discreto consejo que ha podido hacer llegar estos días a la Moncloa o a Génova.

Una versión española de gran coalición no significa un gobierno PP-PSOE. Por los factores políticos internos antes mencionados y por el efecto de combustión rápida que una fórmula así puede provocar en las dos formaciones. La alternativa que se maneja en varios círculos de reflexión y opinión en Europa pasa por un gobierno apoyado por los dos grandes partidos, sin la presencia de sus líderes o cabezas de cartel electoral y con predominio de figuras independientes, técnicas y académicas, con el respaldo parlamentario desde el centro-derecha al centro-izquierda. Lo cual, incluiría a Ciudadanos.

Desde la izquierda socialista se teme que esta opción esté alentada por el propio Partido Popular, ya que puede reforzar a Podemos como único referente de oposición real y erosionar mucho más las bases sociales del PSOE, en particular en los sectores juveniles azotados por el desempleo. Pero otros sectores socialistas, en particular los que tienen ahora responsabilidades de gobierno o las han tenido en el pasado, creen que un gobierno de gran coalición no strictu senso puede garantizar la estabilidad, mejorar el clima de confianza, vigorizar una recuperación económica demasiado tímida hasta la fecha y arrojar los primeros dividendos sociales realmente visibles en un par de años.  En Bruselas, Berlín y otras capitales europeos están encantados con este escenario.



BOSNIA, DE NUEVO ANTE SUS FANTASMAS

18 de Diciembre de 2015

Veinte años después del Tratado de Paz que puso fin a cuatro años de guerra cruel y devastadora, Bosnia-Herzegovina se enfrenta de nuevo a un serio riesgo de desestabilización.
                
El equilibrio étnico o pacto entre las élites nacionalistas codificado en los acuerdos de Dayton, Ohio (EE.UU.), en noviembre de 1995, y consagrado un mes más tarde en el Tratado de paz suscrito en París, con el aval de las grandes potencias internacionales, parece de nuevo amenazado.
                
Tanto en Bosnia como en los países de influencia directa o en las cancillerías que asumieron la tutela y vigilancia del país, se ha mantenido estos años un debate sobre la pertinencia de algunas de las provisiones de Dayton, la necesidad y/o conveniencia de su revisión y las condiciones en que deberían acometerse las reformas.
                
Los que sostienen la visión más favorable de estos veinte años insisten en que Dayton merece reconocimiento porque, con todos sus defectos y limitaciones, sirvió para poner fin a la guerra, mantener la paz y crear un sendero de reconciliación en Bosnia. Los críticos, en cambio, señalan que, aun cuando se ha prevenido el estallido de un nuevo conflicto, la arquitectura política e institucional de Dayton, bajo una apariencia de legitimidad y normalidad, ha perpetuado algunas de las perversiones que provocaron la ruina del país.
                
En lo que coinciden unos y otros, con multitud de matices intermedios, es que el proceso de Dayton está agotado y urge modificarlo para abordar las aspiraciones hasta ahora no satisfechas. Los principales objetivos de esta reforma serían los siguientes: garantía de los derechos humanos por encima de las pertenencias étnicas o comunitarias, funcionalidad de los aparatos estatales y administrativos, adaptación a las condiciones de adhesión a la UE y a la OTAN y prevención efectiva de los riesgos de un nuevo conflicto bélico.
                
UN SISTEMA ENDIABLADO
                
El panorama político, social e institucional es tan endiabladamente complicado que resulta imposible resumirlo en un espacio como éste. Valga decir que el intento por contentar a todos (entendiendo por todos las élites políticas con fuertes intereses en los aparatos pseudo-productivos, el crimen organizado y la economía irregular) obligó a unas componendas quizás inevitables en aquel momento pero completamente superadas a día de hoy. Esas élites se resisten a revisar el edificio de Dayton porque temen perder sus privilegios.
                
La arquitectura institucional resulta un damero infernal. Bosnia cuenta con un estado central y dos entidades semi-estatales, la Federación croata-musulmana y la República serbia o Srpska; cada una de estas tres entidades tiene su Constitución, su gobierno, su parlamento y su sistema judicial. Por si no esto no fuera de por si complejo, una de las dos entidades semi-estatales, la Federación croata-musulmana, está estructurada en cantones (10) con autonomía administrativa, y un distrito aparte, el de Brcko, localidad que la guerra no pudo inclinar hacia un lado u otro y es una especie de tierra de nadie. En total, para un país con menos habitantes que Madrid o Barcelona, el sistema político soporta 14 jefes de gobierno, 180 ministros, 760 parlamentarios y 148 ayuntamientos. ¡Una obra maestra del espíritu balcánico!
                
Lo paradójico es que esta hipertrofia política y administrativa resulta poco eficaz y, lo que es peor, asfixia el desarrollo socio-económico de un país que aún no se ha recuperado de la destrucción bélica, porque se come el 60% de los recursos. El entramado de intereses políticos, económicos y burocráticos que se refugian en este mega-estructura amparada en los acuerdos de Dayton constituye el primer obstáculo para esa necesaria reforma.
                
LOS RIESGOS DE DESESTABILIZACIÓN
                
Hay, sin embargo, un fuerte riesgo de desestabilización si se abre la caja de pandora de la revisión institucional. Una de las entidades constitutivas de la Bosnia de posguerra, la República Srpska no se encuentra cómoda. De hecho, admitió Dayton a la fuerza, aunque ha sacado el máximo partido de sus provisiones. A lo largo de estos años, sus líderes han amenazado con iniciativas que hubieran hecho saltar por los aires el status quo, en particular referéndums de autodeterminación o independencia, alegando que el poder central, y singularmente, la Corte Suprema, cuando no el Alto Representante Internacional, es decir, la institución que garantiza el cumplimiento del Tratado de paz, se inmiscuye en sus asuntos. 
                
En las últimas semanas, se ha vuelto a exhibir la amenaza de referéndum por un motivo aparentemente menor, como la prohibición de instituir una fiesta nacional serbo-bosnia.  El presidente serbo-bosnio, Dodik, ha subido la apuesta y el desafío parece servido, aunque pudiera tratarse de un nuevo intento por negociar ciertos aspectos de equilibrio político e institucional. Los serbios se quejan, entre otras cosas,  de que la suma de jueces nombrado por la Presidencia estatal y los designados por las instituciones internacionales permiten la imposición de normas jurídicas que limitan en la práctica la autonomía serbia.
                
También los croatas creen llegado el momento de modificar su estatus constitucional y liberarse de su atadura a los musulmanes (como nacionalidad, no como credo religioso, según la denominación instaurada en su día por la Yugoslavia de Tito) en la Federación mixta. Aspiran los croatas a la creación de una cuarta entidad, la suya, lo que supondría la desvertebración del sistema actual. Mover una pieza fundacional equivale a rehacer de nuevo la construcción.
                
LA DESIGUAL RESPUESTA SOCIAL
                
Desde la sociedad civil se han alumbrado algunos esfuerzos encomiables, como la Iniciativa Igman o el Pleno de Sarajevo, plataformas de debate y de acción social y política que han intentado abordar lo que Dayton descuidó o deliberadamente marginó para apagar el rescoldo de guerra, como las garantías de derechos y libertades individuales y ciudadanas más allá de los esquema étnicos o nacionalistas, es decir, lo que el especialista local en derecho constitucional Kasim Trnka llama la "hipertrofia de los intereses parciales".
                
Pero más allá de las cuestiones políticas o institucionales, la preocupación más severa de los ciudadanos bosnios es la persistencia de unas lamentables condiciones de vida. La recuperación de posguerra ha sido exasperantemente lenta, las oportunidades de futuro son desalentadoras y el desengaño de la población con las promesas de la paz resulta corrosivo para la cohesión social.
                
En 2013 se detectó un primer conato de protesta cívica, con manifestaciones e intentos de ocupación pacífica de edificios públicos, que apenas tuvo consecuencias. Pero un año después, en febrero de 2014 se produjo un conato de explosión social, que se inició en las fábricas de Tuzla, uno de los rescoldos del movimiento obrero, y se extendió luego a Sarajevo, Mostar y Zenica.
                
La población está envejecida y la juventud, desencantada y preocupada casi en exclusiva por las condiciones materiales. Como dice uno de los principales impulsores de las movilizaciones ciudadanas de los últimos años, Dario Ruzic, organizador del Pleno de Sarajevo, "el sueño principal de los jóvenes es encontrar un empleo en el sector público, un trabajo que les asegure la vida".
                
LA ATONÍA INTERNACIONAL
                
Otro factor que ha agravado la crisis ha sido el progresivo desentendimiento de las potencias internacionales. Estados Unidos, una vez concluida la guerra y encarrilado el proceso político, dejó el control de la tutela a Europa. Los sucesivos Altos Representantes han ido combinando presión y flexibilidad, sabedores de que el modelo era altamente disfuncional, pero no existía consenso para una revisión en profundidad. El Parlamento europeo solicitó hace diez años una revisión de Dayton, sin éxito alguno. Los sucesivos intentos han ido fracasando por el instinto de conservación de los intereses en juego.
               
Ahora, con el desafío de la integración en la Unión Europea y en la OTAN se espera que pueda acometerse este esfuerzo de racionalización. Pero ello implicará mayor dedicación de los países europeos, un notable apoyo económico y mucha paciencia. La lentitud de la toma de decisiones, como resultado del sudoku legislativo es apabullante.  Un experto francés en asuntos jurídicos locales. Louïc Poulain, asegura que la "armonización del sistema legal bosnio a las normas europeas necesitaría la promulgación de 100 a 150 leyes por semanas, mientras el contador legislativo no pasa de 60 por año de media".
                
En definitiva, Bosnia se enfrenta, veinte años después del final de la guerra, a un escenario inquietante. Los renovados desafíos rupturistas, las resistencias interesadas a los cambios imprescindibles, el malestar social creciente sin expectativas y un entorno internacional ensimismado y con escasa atención al país elevan el riesgo de que cualquier provocación, crisis mal gestionada o acontecimiento imprevisible prendan de nuevo la llama de la destrucción.




FRANCIA: LA DERROTA ENGAÑOSA DEL FRENTE NACIONAL

14 de Diciembre de 2015
                
En la reacción del socialismo francés a las elecciones regionales francesas del domingo puede advertirse cierta contradicción. Parecía acertado y convincente el primer ministro, Manuel Valls, cuando evitaba un discurso triunfalista. El Frente Nacional no había conseguido imponerse en región alguna, pese a su buen resultado en la primera vuelta,  cuando obtuvo el 30% de los votos y se confirmó como el primer partido de Francia (ya lo había sido en las europeas de 2014). Esta 'derrota', advertía Valls, "no supone que el peligro de la extrema derecha haya quedado descartado". En cambio, es más inquietante que tanto el primer ministro como el Presidente Hollande anuncien que "no habrá "inflexión" del Gobierno.
                 
La izquierda -y en particular el PS- tienen muy poco que celebrar en Francia, desde hace meses, si no años. La cúpula socialista francesa sabe que lo que ha evitado el espaldarazo institucional del FN ha sido una decisión táctica, una maniobra desesperada de convergencia de votos contra la fuerza emergente.  Sin duda exagera Marine Le Pen al decir que son "coletazos de un régimen agónico". Pero lo cierto es que se ha interpuesto un dique, no se ha conjurado el malestar que acecha del otro lado sin que se advierta debilitamiento alguno. La responsabilidad incube en primer lugar a la clase política, pero no únicamente, como afirma lúcidamente LE MONDE en su comentario editorial (1).
                
Con el Frente Nacional suelen producirse confusiones y juicios sumarios, provocados parcialmente por su mensaje, no pocas veces simplista y grosero. Pero ha habido también errores de percepción. Durante años, la clase política francesa creyó que podía desactivar la persistencia de esta fuerza incómoda con puros argumentos racionales,  salpicados oportunamente con algunas arremetidas descalificadoras. El efecto ha sido el contrario: la hostilidad política y mediática ha consolidado al Frente Nacional, no sólo como elemento de expresión de disgusto o malestar, sino como síntoma del fracaso del sistema político francés.
                
Queda sin resolver la incógnita sobre si el Frente Nacional ya es una alternativa de gobierno. Para algunos, el éxito de la política de contención en estas elecciones regionales demostraría que no, que "la República es más fuerte". Se trata de una estimación discutible. El contrafrentismo no es sólo es peligroso, sino que presenta muchas grietas.
                Es peligroso porque esta política de negativa, de frenazo, de contención pone en evidencia la debilidad de los partidos o fuerzas políticas tradicionales. Para alejar del poder al Frente Nacional, estos se ven obligados a pactos, acuerdos, compromisos y componendas de pura matemática electoral, sin base programática; peor aún sería que la hubiera, porque entonces se estaría avalando uno de los principales elementos del discurso lepenista: que conservadores y socialistas son las dos caras de una misma moneda.
                
¿EL SOCIALISMO, PARTIDO-TAPÓN?
                
Resultaría catastrófico para los socialistas quedarse fuera de la segunda vuelta en las elecciones presidenciales de 2017, como ya ocurriera en 2002. Si para un partido con vocación y experiencia de gobierno, verse rebajado a la condición de bisagra supone un descalabro, ¿qué efectos tendría si diera un paso más en su degradación y se confirmará como partido-tapón,  cuya utilidad práctica se redujera a cerrar el camino del Eliseo a Marine Le Pen?
                
Pero, además de peligrosa, esta política de contención presenta grietas alarmantes. Sarkozy dio la voz de orden de no desistir en favor de socialistas mejor colocados en la primera vuelta de las regionales, aunque algunos de sus correligionarios favorecieran esta opción. El ex-presidente sabe que ese discurso puede perjudicar puntualmente a Marine Le Pen, pero a largo plazo fortalece y consolida su discurso de única fuerza renovadora. La estrategia de Sarkozy no es oponerse frontalmente al Frente Nacional, y menos en alianza republicana con el centro-izquierda. Cree, y tiene algunos motivos para hacerlo, que será siempre más eficaz asumir ciertas partes de su discurso para recuperar el electorado prestado conservador y presentarse como opción más viable con el fin de conseguir objetivos compartidos.
                 
Para alcanzar el 30% de los votos, el Frente Nacional ha penetrado en sectores sociales muy tradicionales, pero sobre todo, en las supuestas antípodas de su ideario. La clave de su ascenso, más que la competencia exitosa con los conservadores, se ancla en la atracción de sectores populares descontentos, desencantados, descreídos de sus referencias ideológicas durante generaciones, incluso desesperados. A la izquierda francesa le va a resultar mucho más difícil que a la derecha recuperar los votos fugados hacia las arcas electorales del FN.
                
UNA APROXIMACIÓN MÁS CUIDADOSA
                
Existe cierta inercia en seguir calificando al Frente Nacional como partido de extrema derecha. Ciertamente lo es, en no pocos aspectos. Pero la evolución de los últimos años, bajo la conducción de Marine Le Pen, lo ha alejado del extremo, de las posiciones más radicales defendidas por su padre. La estrepitosa ruptura entre ambos no es pura comedia política: refleja la reconfiguración de esta formación política y la pluralidad creciente de su base social.
                
Es lógico que en el actual panorama de confusión en el sistema político europeo, debido a la frustración por la prolongación de la crisis económica y social y la falta de soluciones eficaces, se tienda a presentar bajo el mismo paraguas a la distintas fuerzas rupturistas. Se asimila con cierta ligereza 'populismo', 'euroescepticismo' y 'ultraderechismo'. Se trata, efectivamente, de rasgos con elementos coincidentes, pero existen diferencias notables que conviene no desatender.
                
El Frente Nacional puede mantener algunas posiciones propias de la extrema derecha (la 'xenofobia', la aversión hacia la inmigración incontrolada, o cierta concepción retórica del nacionalismo), pero lo que constituye hoy el motor de su crecimiento electoral no es principalmente eso, sino la capacidad para sostener una posición contraria a las políticas europeas contra la crisis, los efectos de la globalización, la debilidad del Estado para compensar a los más desfavorecidos. El Frente Nacional está más cuajado que otros partidos europeos afines, tiene una base social más sólida. En definitiva, constituye un riesgo mayor.
                
Como síntoma de este esfuerzo por ganar respetabilidad, Marine Le Pen rechazó hace unos días que se la identificara con Donald Trump,  y en particular con su ridícula propuesta de prohibir la entrada de musulmanes en Estados Unidos. La 'xenofobia' de la dirigente francesa tiene un contenido cultural y un arraigo social, por lamentable que esto sea. En cambio, los exabruptos del candidato republicano son manifestación de puro oportunismo político, demagogia a secas, exhibicionismo del miedo, un miedo irracional e injustificado a un peligro terrorista absolutamente exagerado y manipulado.


(1) "Agir avant la catatrophe". LE MONDE, 14 de Diciembre.

LA NIEBLA BELICISTA

 3 de Diciembre de 2015
                
Las potencias occidentales  parecen decididas a iniciar  una escalada militar contra el terrorismo yihadista. La represalia francesa  tras el atentado múltiple de París ha precipitado otras decisiones: el inicio de los bombardeos británicos de posiciones del Daesh en Siria minutos después del voto favorable del Parlamento, el compromiso alemán de respaldar materialmente el esfuerzo militar galo y el anuncio del envío a Irak de una reducida fuerza norteamericana de élite con la intención de apoyar a las fuerzas opuestas al yihadismo.
                
Esta intensificación militar no se corresponde, curiosamente, con una amenaza terrorista creciente. Al contrario, el Daesh está en su momento más débil en quince meses. Algunas informaciones indican que sus repliegues territoriales  lo han aislado en sus feudos y mermado su capacidad táctica y logística. Es muy probable que la organización extremista haya anticipado esta ofensiva occidental y esté preparando una reubicación de fuerzas, e incluso un replanteamiento estratégico. Libia podría ser un centro alternativo de gravedad (1).  
                
A medida que se van conociendo detalles de la preparación y ejecución del múltiple atentado de París, bastante chapuceros, se pone en evidencia la debilidad de la organización terrorista. Por supuesto, el Daesh puede replicar con otras acciones terroristas. Pero no lo impedirán los bombardeos, sino una mejora de la coordinación policial y de inteligencia.
                
¿Cómo puede explicarse entonces este afán belicista?  Todo indica que se quiere acelerar el declive operativo del Daesh para abordar de una vez el problema sirio. Esta misma semana el número dos del Departamento de Estado, Tony Blinken, ha afirmado que "nunca se ha estado tan cerca de la solución", en gran parte debido a la intervención rusa (2). Pero los riesgos de la escalada militar son notables, como hemos comprobado en los últimos días.
                
EL ESFUERZO INCIERTO DE HOLLANDE
                
El presidente Hollande se embarcó en una maratón diplomática con objetivo confuso. Se habló inicialmente de "forjar una coalición internacional" para intensificar la "guerra contra el terrorismo yihadista"; luego se matizó el propósito, a la vista de su improbable consecución, y se sustituyó "coalición" por "coordinación". No resultó convincente. El protagonismo de un Jefe de Estado o de gobierno encaja con el empeño de la coalición. La coordinación debería ser  un trabajo de instancias políticas de inferior rango, incluso técnicas, propias de militares.
                
Hollande cerró su ronda diplomática con un discreto balance de resultados (3), que adicionales ceremonias de homenaje y condolencias apartaron, oportunamente, del foco central de atención.  Obama trató de enfriar sus aspiraciones, aunque con cálidas compensaciones de comprensión y solidaridad. El presidente norteamericano lleva años resistiendo el belicismo insensato de republicanos, algunos militares descontentos, académicos y expertos automartirizados con el supuesto declive del poderío estadounidense bajo su mandato. Por impresionado que estuviera Obama por la dimensión trágica del atentado de París, su carácter analítico y templado y sus fuertes convicciones sobre la inconveniencia de una escalada bélica neutralizaron el discurso emocional de Hollande. No menos importante, en la Casa Blanca temían que las urgencias francesas acercaran las agendas del Eliseo y el Kremlin y se debilitara la frágil estrategia aliada en Siria, frente al empuje ruso.
                
Putin, más interesadamente, aceptó de su colega francés lo que encajaba en sus intereses y capacidades, pero no dejó de recordar a Hollande que estaba solicitando ahora lo que él había propuesto solemnemente en la cumbre de la ONU en septiembre: aparcar el futuro del régimen sirio para concentrarse primero en derrotar al terrorismo yihadista. Hollande se cuidó de no parecer demasiado atento a la posición rusa y rubricó el encuentro con un modesto compromiso de no interferirse en sus operaciones de bombardeo.
                
Sólo los aliados europeos de primer rango (británicos y alemanes) se han sentido concernidos por la reclamación francesa de unidad. Se trata de una combinación de solidaridad y de prestigio. La moción del parlamento británico excluye expresamente la intervención de fuerzas de tierra y la división laborista es síntoma de las reticencias sociales. El apoyo alemán será militarmente más discreto (aviones de vigilancia y fuerza de refresco en Mali, seguramente). En su línea habitual, Rajoy se quitó de en medio con un discurso confuso y claramente electoralista. De esta forma, la "coalición" que Hollande intentó se ha reducido a  una modesta escenificación de unidad europea.
                
En cuanto al anuncio del próximo envío de fuerzas de élite norteamericanas a la zona, hay que esperar a conocer objetivos y misiones concretos. Parece que tendrán base en Irak, aunque la intención es que respalden a los peshmergas kurdos que combaten al Daesh en el norte de Siria. La medida parece contradecir la reiterada repugnancia de Obama a colocar "botas sobre el terreno" y podría interpretarse precipitadamente como un cambio, si no de estrategia, al menos de tono. No es halagüeño que el primer ministro iraquí, a quién se tiene por dócil amigo, haya manifestado "que no son necesarias más tropas extranjeras".
                
EL SOBRESALTO RUSO-TURCO
                
Pero lo más inquietante de los últimos días ha sido la escalada de tensión entre Rusia y Turquía. El derribo del caza bombardero Su-24 ruso por la fuerza anti-aérea turca ha ocasionado una crisis de envergadura, que costará encauzar, no digamos ya cerrar.
                
Turquía, aliado esencial de la OTAN, país frontera en la guerra fría y casi de "trinchera" ahora, en esta nueva "guerra" contra el enemigo yihadista, ha sido un continuo quebradero de cabeza para Washington y Bruselas. Costó mucho que Ankara colaborara en el despliegue militar limitado de Estados Unidos y han sido necesarios muchos meses de paciencia y poderosos estímulos para que los turcos se comprometan a controlar su porosa frontera y evitar el trasiego de yihadistas europeos y occidentales hacia y desde Siria y a gestionar el flujo de refugiados. Este desafío cruzado con Rusia añade un nuevo elemento de perturbación.
                
Circulan todo tipo de versiones sobre el incidente del avión ruso. Washington, como mandan los cánones, se ha puesto públicamente del lado de Turquía y ha avalado la versión de la violación rusa del espacio aéreo turco. Pero al recomendar contención a ambas partes, siendo una de ellas un aliado de primera clase, la diplomacia norteamericana envía una señal de indisposición frente al riesgo de conflicto mayor. Otros analistas más desconfiados creen que los norteamericanos pueden haber consentido el derribo del avión para crearle problemas a Moscú, pero sobre todo para obstaculizar los planes de cooperación económica entre Rusia y Turquía (en especial el proyecto de gasoducto alternativo al actual que garantiza el suministro a Europa a través de la conflictiva Ucrania).
                
En los últimos días, la tensión ruso-turca no deja de aumentar, con petición recíproca de disculpas, desplantes (negativa de Putin a reunirse con Erdogan durante la cumbre del Clima en París) e imputaciones graves (acusación rusa de que el hijo del Presidente turco es el responsable del suministro fraudulento de petróleo por parte del Daesh a Turquía). A pesar de la desavenencia radical sobre el presente y futuro de Siria, la importancia de la cooperación ruso-turca debería ser mucho más poderosa que el enfrentamiento de las últimas dos semanas. Pero la tensión del momento, las calenturientas referencias historicistas a una rivalidad tradicional interesadamente manipulada (3) y la personalidad mercurial de los dos líderes (motejados como zar y sultán) pueden complicar la gestión de la crisis.

(1) "ISIS's grip on a libyan city gives it a fallback option". NEW YORK TIMES, 29 Noviembre.
(2) "Top U.S.diplomat: political solution to Syria civil war now in sight", FOREIGN POLICY, 2 de Diciembre.
(3) LE MONDE, 26 de Noviembre.
(4) "Clash of Empires.Why Russia and Turkey fight". AKIN UNVER. FOREIGN AFFAIRS, 29 de Noviembre.