ALEMANIA: MERKEL Y EL VIAJE A JAMAICA

27 de septiembre de 2017

Las negociaciones para formar gobierno en Alemania ya han comenzado, con la discreción y el espíritu anti-drama que caracteriza el estilo de la Canciller Merkel. La fórmula Jamaica es una tarea difícil, cuyo éxito no está garantizado.

Liberales y verdes difieren en importantes asuntos de fondo: medio ambiente, refuerzo de la zona euro, inmigración y ciertos aspectos de la política económica y social. Y ambos grupos presentan posiciones de discordia con el socio mayor, la CDU. No obstante, los observadores piensan que, en nombre del supremo valor de la estabilidad, compartido por la inmensa mayoría del espectro político, habrá acuerdo.

LAS BAZAS DE LA CANCILLER

Estos días la prensa local y los analistas extranjeros especializados en la política alemana han intentado desgranar los diversos elementos de fractura (1). Pero, por encima de ello, han insistido en la capacidad de Angela Merkel en forjar consensos. A modo de ejemplo, se cita como ejemplo, el esfuerzo realizado hace cuatro años para forjar la gross koalition con los socialdemócratas. Ahora, como entonces, Merkel se verá obligada a concesiones. No es algo que moleste mucho a la canciller alemana, que acredita una carrera política marcada por el pragmatismo, no por las convicciones.

Cuando tuvo que adoptar ciertas políticas ajenas al ideario tradicional de su partido (como el abandono diferido de la energía nuclear, para favorecer acuerdos con los verdes en algunos länder), lo hizo. Cuando ha tenido que girar a la izquierda para asegurar una fórmula de gobierno (como la aprobación del salario mínimo, exigido por el SPD), lo hizo. Cuando tuvo que rectificar una línea de actuación para consolidar la cohesión interna (como en el caso de los refugiados), lo hizo.  Esta flexibilidad se ve favorecida por una indefinición recurrente mientras dura el debate. Los críticos suelen reprocharle la ambigüedad de sus discursos. Sólo cuando ha decidido el sentido de su posición se pronuncia con cierta claridad.

Sin embargo, se tiene otra idea de Merkel en Europa. Se la tiene por una líder firme, contundente. Lejos de ser una canciller de hierro, se ha comportado como una hábil maniobrera, como una táctica consumada. Ha conectado con ese espíritu intuitivamente conservador de las clases medias alemanas, absolutamente refractarias al conflicto, a los sobresaltos, a los giros bruscos. Merkel ha sido, más que cualquier otro de sus predecesores, la líder de eso que se ha venido en llamar el consenso centrista. El centro es un territorio muy amplio, con zonas amplias de exposición y esquinas menos visibles de encuentro y negociación. En ese espacio, Merkel se mueve como pez en el agua.

El ejemplo más claro lo tenemos con la política económica y social. La CDU ha practicado siempre un conservadurismo compasivo que le ha permitido atemperar el rigor de los planteamientos neoliberales con el mantenimiento, con retoques a la baja, del estado de bienestar. Merkel ha domeñado a los sectores más duros de su partido ofreciendo a cambio la garantía de permanencia en el poder mediante concesiones medidas a sus inevitables socios de coalición. No es que Merkel no tenga rivales en el partido. Los tiene, son activos y, en algunos momentos, se ha dejado ver, escuchar y notar con toda la claridad que puede esperarse en Alemania. Pero nunca han tenido capacidad para desafiar su liderazgo. Todo indica, sin embargo, que Merkel ha entrado en el ocaso de su carrera política. Cuatro mandatos parecen el tope no escrito de un líder político desde la posguerra. Adenauer (que no acabó el último) o Kohl (que sí lo agotó) marcan el camino.

OPOSICION DEBILITADA O LIMITADA

Sin embargo, esa caducidad presentida, lejos de ser una debilidad, puede convertirse en una baza para ella. Puede arriesgar más, puede quemarse en la acción de gobierno y, sobre todo, puede arriesgar en la justificación de concesiones para apuntalar los acuerdos de gobierno. Invocará la estabilidad, por supuesto, por patriotismo, mientras convencerá a sus potenciales sucesores de que ellos pueden ir preparando la alternativa de una CDU con perfiles más claros, de cara a 2021.

Otro factor que juega a favor de Merkel es la debilidad de la oposición. El SPD debe girar a la izquierda. No tanto corbinizarse, porque esa opción parece muy ajena a la intención de la mayoría de sus líderes e inclsuo al impulso de gran parte de la militancia. Pero debe encontrar un camino alejado de una vez y con claridad de ese consenso centrista que lo ha maniatado y desnaturalizado en las últimas décadas. No está claro que lo consiga, y desde luego parece imposible que lo haga durante la actual legislatura. La oposición que prometió Schulz nada más encajar la derrota electoral está aún por definir (2).

El otro agente de rechazo es la derecha xenófoba. El ascenso de la AfD es lo que está capturando el interés de la prensa internacional estos días, como en su momento ocurrió con el Frente Nacional u otras formaciones ultras. No debe subestimarse el peligro que supone la consolidación de esta corriente nacionalista, porque ha sabido resucitar el sentimiento de pertenencia y la recuperación del orgullo nacional (3). Pero tampoco conviene exagerar su fuerza. El peligro no reside en su llegada al poder, que es muy improbable, porque cuando se acercan a ese objetivo, generan una reacción, como en Francia y Holanda. Lo inquietante es que los valores indeseables que estas fuerzas defienden se inoculan en el resto de los partidos, en los conservadores, sobre todo. Incluso se implantan con cierta solidez en la psicología de las masas, exasperadas por a falta de soluciones estables. Y, desde luego, se dejan sentir en muchos medios de comunicación, que proclaman nobles valores, pero practican estilos informativos y narrativos muy apegados al populismo y al sensacionalismo.

Paradójicamente, la amenaza de la ultraderecha puede servirle a Merkel para convencer a su partido de mantener esa línea centrista en un doble sentido, es decir, no solo como equidistancia entre opciones ideológicas, sino como terreno amplio en el que navegar sin demasiadas ataduras. El gran reto de Merkel consiste en persuadir a liberales y verdes de la necesidad de renunciar a sus convicciones, de adecuar sus programas, de disciplinar a sus bases, para neutralizar el fantasma de la ultraderecha, que tantos demonios evoca en Alemania.

NOTAS:

(1)  “Merkel’s Next Steps”. SUDHA DAVID-WILP. FOREIGN AFFAIRS, 25 de septiembre.

(2)  “Merkel affaiblie faceun in paysage politique en grand partie inédite”. LE MONDE, 25 de septiembre.

(3)  “The future of socialdemocrats in Germany”. MICHAEL BRÖNING. FOREIGN AFFAIRS, 25 de septiembre.

(4)  “What the Far Right’s Rise May Mean for Germany’s Future”. AMANDA TAUB. THE NEW YORK TIMES, 27 de septiembre.


ALEMANIA: GRIETAS EN LA SACROSANTA ESTABILIDAD

25 de septiembre

Al final, las elecciones alemanas no han resultado tan previsibles. Ciertamente, los pronósticos se cumplieron en lo fundamental –triunfo de Merkel, descenso de los dos grandes partidos y ligero ascenso de los pequeños-, pero el elemento sobresaliente ha sido el auge de la extrema derecha por encima de las previsiones.

Estas son las primeras conclusiones que pueden extraerse de la jornada.

1) MERKEL TENDRÁ UN CUARTO MANDATO, PERO A UN PRECIO CONSIDERABLE

La CDU apenas alcanza el 33%, pierde casi nueve puntos y tendrá 66 escaños menos, en claro beneficio de la derecha, liberal o xenófoba. Victoria amarga e incómoda. Las tensiones sociales no han podido ser tapadas con el discurso complaciente de Merkel. El malestar por la inmigración es el síntoma y no tanto el problema. Durante sus tres mandatos, la desigualdad social ha alcanzado niveles no conocidos desde la posguerra, aunque haya una percepción de bienestar y prosperidad en la mayoría de la población. Los votos que se le escapan a la derecha no podrá recuperarlos fácilmente a la izquierda. Angela Merkel está obligada a fuertes concesiones para seguir gobernando.


2) UNA COALICIÓN TRABAJOSA, INCIERTA E INESTABLE

Liberales y verdes se perfilan como los potenciales socios de la CDU para sumar la mayoría en el Bundestag. Sería la llamada coalición Jamaica, porque los colores de los partidos que la compondrían coinciden con los de la bandera del país caribeño (negro, amarillo y verde).  Difícil operación política, en todo caso: casi una cuadratura del círculo. Liberales y verdes se encuentran en las antípodas en política ecológica y migratoria. La consulta a las bases que las respectivas direcciones han anunciado para decidir sobre la entrada en el gobierno puede resultar un quebradero de cabeza para la canciller en funciones.

3) ¿FIN DEL MITO DEL BALUARTE DEL ORDEN LIBERAL

Alemania no es tan distinta. A pesar de los intentos de no pocos analistas de presentarla como el baluarte del orden liberal frente a los populismos nacionalistas, xenófobos y antieuropeos, la realidad es que el electorado alemán no se ha comportado de manera diferente al de otros países europeos. Alternativa por Alemania (AfD) pasa de rozar el 5% en 2012 a arañar el 13% este año. Curiosamente, un porcentaje casi idéntico al obtenido por el Frente Nacional en la primera vuelta de las últimas elecciones legislativas en Francia. Un ascenso indiscutible, inquietante e imposible de ignorar o menospreciar. AfD se convierte en el tercer partido del país. Su discurso en contra de la inmigración y de la acogida de refugiados se ha instalado en una parte considerable de la sociedad alemana. Pero, además de eso, en AfD aparecen, cada vez con menos disimulo, actitudes y opiniones revisionistas del trauma alemán de los años treinta y cuarenta. Sin llegar, por ahora, a justificar el nazismo, algunos de sus dirigentes reprochan al sistema una excesiva autoflagelación, reprochan los complejos y la vergüenza y alientan la recuperación del orgullo alemán, con propósitos indefinidos.

4) FIN DE ERA PARA LA SOCIALDEMOCRACIA.

El SPD sigue la senda desastrosa del resto de partidos homólogos europeo. Pierde cinco puntos con respecto a 2012 y se queda en el 20,5% de los votos emitidos, su peor registro desde el final de la guerra. Como se temía, la estrategia de la grosse koalition para moderar el efecto de la hegemonía de la derecha e introducir ciertos avances en política social o europea ha resultado del todo decepcionante. No extraña, por ello, que Martín Schulz anunciase en la noche del domingo que el SPD pasará a la oposición, sin duda alguna. Ni siquiera las apelaciones de Merkel a la estabilidad podrían modificar esta decisión. Algunos dirigentes querrían ese entendimiento con el centro derecha, pero la base es completamente opuesta, como ocurre en otros lugares de Europa. El fracaso en Alemania sanciona el final de una era en la socialdemocracia europea. El inesperado resultado favorable de los laboristas parece sugerir que sólo con un giro a la izquierda se podrá recuperar a un electorado desengañado y desmovilizado.

5) LOS MINORITARIOS DEBILITAN EL BIPARTIDISMO

Los tres partidos pequeños que aspiran a cuestionar el bipartidismo han obtenido unos resultados positivos. Los mejor parados han sido los liberales, que vuelven al Bundestag, y con fuerza. Rozan el 11% de los votos, serán el segundo partido de la previsible coalición y estarán en condiciones de obtener ciertas concesiones de Merkel en materia económica. La política de la canciller, deudora del cristianismo social, se había acercado mucho a las propuestas socialdemócratas, tanto por convencimiento cuanto por oportunismo político. Los liberales se sitúan a la derecha, al menos en el terreno económico y social, aunque en los asuntos morales presumen de posiciones más abiertas que los democristianos.

Los Verdes mejoran apenas unas décimas. La participación en una eventual coalición de gobierno amenaza con acentuar las divisiones ya evidentes en el partido. No debe darse por seguro una posición favorable de la militancia.

Finalmente, la izquierda también sube medio punto y tendrá cinco diputados más. No puede decirse que haya capitalizado el descenso del SPD. Con el 9% hará oír su voz contraria a la política económica y al proyecto europeo de integración anclado en las recetas de la austeridad. Pero no es previsible un acercamiento a los socialistas.

Alemania tendrá que combatir contra el sobresalto de la inestabilidad y deberá contener el populismo de los extremos. En el tablero político de mando se han encendido luces de seria advertencia. Los socialdemócratas no pueden seguir escondiéndose de una crisis y deben encarar una reflexión profunda. Merkel deja de ser incuestionable. El cuarto mandato de la canciller puede ser, como los de Adenauer y Kohl, el de su inevitable decadencia política. La excepcionalidad alemana se ha terminado.
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