ITALIA: FASCISMO DE POLICHINELA

28 de febrero de 2018
                  
Al final, el riesgo más cierto de populismo en Europa occidental no venía de Austria, Holanda, Francia o Alemania. El eslabón frágil vuelve a situarse en el sur. Italia es, en este momento, la gran amenaza de una deriva racista y xenófoba, anclada en referentes históricos y apoyada en factores actuales de alta densidad perturbadora.
                  
Las elecciones del domingo se presentan inciertas. Por ley, no se pueden hacer sondeos después de dos semanas antes de la jornada electoral. La última encuesta, realizada por Ipsos para el Corriere della Sera (1) señala a la coalición derechista (Forza Italia, Liga y neofascistas) en cabeza de las preferencias (35,6%). Pero la formación más votada sería el movimiento populista Cinco estrellas (MS5), que rondaría el 28,6%, muy lejos, empero, del 40% necesario para poder formar gobierno sin recurrir a una alianza. Le seguiría muy de cerca una difusa e incierta coalición de centro-izquierda encabezada por el PD, que rozaría el 28%. Un tercio se confiesa aún indeciso.
                  
El nuevo sistema electoral, que distribuye los escaños en parte por voto directo mayoritarios a los candidatos uninominales y en parte por el voto proporcional obtenido por partidos y/o coaliciones, dificulta los cálculos. Por no hablar del voto oculto, escondido o directamente engañoso. Nadie se atreve a hacer pronósticos.

Las combinaciones políticas son dispares (2). La derecha recupera la formula favorita posterior a la I República: un menage a trois de conveniencia más que de convicciones. Los tres socios potenciales (berlusconianos, leguistas y neofascistas) se necesitan tanto como desconfían unos de otros. Por eso, Il Cavaliere se ofrece a derecha e izquierda en una hipotética versión italiana de la gran coalicion. Al fin y al cabo, ese es su rasgo marxiano: “si no te valen estos principios, tengo otros”.

LA XENOFOBIA COMO ALGUTINADOR

A los tres les une el mensaje xenófobo. Pero la partitura de cada uno presenta diferencias apreciables. La triada reaccionaria italiana fue frágil desde el principio, pero se sostuvo en la argamasa del poder. Ya es significativo que Berlusconi aspire de nuevo a su tercer periodo de gobierno. Ni las causas judiciales pendientes, ni la decrepitud disimulada por maquillajes y restauraciones sin límite, ni la falacia absoluta de su programa le han conseguido sacar de la escena. Por demérito de sus rivales, más que por méritos propios, naturalmente.            
                 
El peor escenario para Berlusconi es que la Liga sobrepase a su Forza Italia como partido más votado de la derecha (no procede decir hegemónico). El líder de los nordistas, Mateo Salvini, le disputa el estandarte. Es joven, carismático, enérgico y calculadamente demagogo. Le ha devuelto a la Liga lo que perdió tras la enfermedad y decadencia de su fundador, el ronco Bossi: la perspectiva del resurgimento. El alimento que ha vigorizado de nuevo a la Lega (ya desprovista de su carácter excluyentemente nordista) es la inmigración. Los 600.000 inmigrantes que han llegado a Italia en los últimos cuatro años han creado un caldo de cultivo para su mensaje racista, xenófobo, populista y demagogo. Marine Le Pen lo ha apadrinado y bendecido.
                  
El asesinato de un nigeriano al que se atribuyó sin prueba seria alguna la muerte de una italiana, a primeros de este mes, amplificó las alarmas. El agresor es un seguidor leguista que decía tener como objetivo limpiar Italia de extranjeros y preservar la identidad católica y la raza blanca. Salvini suavizó el discurso de su ‘soldado’, arrojando sobre el gobierno del centro-izquierda la responsabilidad de la violencia, por no haber sabido, querido o podio frenar la “avalancha” migratoria.
                  
Berlusconi se ha puesto de perfil ante la estridencia racista, pero no impugnó el mensaje fundamental: la inseguridad en las calles es consecuencia de la inmigración. Mucho más convencidos, los neofascistas rebautizados ahora como Fratelli (hermanos) se escudan en sus proclamas de nacionalismo rancio e identitario.
                  
Italia ha tenido que gestionar la llegada de centenares de miles de personas procedentes del norte y de África tras la convulsión desencadenada por la ‘primavera árabe”. El caos en Libia ha sido el factor determinante, no sólo por la afluencia de ciudadanos de este país, sino por el descontrol reinante, que ha impedido el control de los puertos y la salida desde sus puertos y costas de miles y miles de subsaharianos.

El exprimer ministro Renzi y su sucesor, Paolo, Gentiloni, se han desgañitado pidiendo ayuda a Europa, pero los sucesivos dispositivos han sido insuficientes para abordar el desafío migratorio (3). El venenoso debate de la inmigración ha contribuido al debilitamiento de la izquierda italiana. En realidad, el desbordamiento del Estado frente la enorme afluencia de personas que huyen de la miseria, la guerra y la desesperación ha sido la puntilla a una gestión errática, desconcertada y carente de referencias ideológicas y políticas.
                  
Como en otras partes de Europa, la desfigurada izquierda italiana no sabe a dónde va, después de haberse empeñado en borrar demasiadas huellas. Las familias clásicas durante décadas parecen apestadas, o por el fracaso del sistema socialista o por la corrupción; pero también por los falsarios mensajes del publicismo político local.

LABORATORIO DE LA IMPUDICIA POLÍTICA

En medio se mueve sin rumbo claro el Movimiento 5 estrellas, grupo heterogéneo, populista, ambiguo… y de dudosa solvencia:  en sus experiencias de gobierno municipal en Roma y Turín ha demostrado notable impericia. Conservan el encanto tan italiano de la novedad. El cinismo no les ha destruido aún. Papa Grillo ha dejado el sitio al joven Di Magio, otro producto de marketing sin demasiada sofisticación (4).

Berlusconi fue antes que Trump.  Colusión entre negocios privados e intereses públicos; el show-business como metodología; el machismo, epítome de la vulgaridad, amiguismo frente a competencia, desprecio del ridículo irrespetuoidad, frivolidad, improvisación y desgobierno. Todo eso lo hemos visto antes a orillas de Tíber que en las riberas del Potomac.

Se apunta ahora la nueva farsa: un neofascismo difuso, nacionalista, xenófobo, cómodo con las nuevas tecnologías y las redes sociales, bufonesco y vulgar, populista y resultón, inconsistente y pegadizo. Un fascismo de polichinela.


NOTAS

(1) CORRIERE DELLA SERA, 23 de febrero.

(2) IL SOLE 24 ORE, 25 de febrero.
           
(3) “L’Italie, seule dans le tempête migratoire”. JÉRÔME GAUTHERET. LE MONDE, 23 de febrero.

(4) CORRIERE DELLA SERA, 12 de febrero.

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POLONIA Y EUROPA: LA FALSIFICACIÓN DE LA HISTORIA

21 de febrero de 2018

                
Ya se sabe que vivimos en el tiempo de la posverdad. El neologismo, incorporado muy recientemente en el Diccionario de la RAE, se refiere a la “distorsión deliberada de la realidad, mediante la manipulación de creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en las actitudes sociales”.
                 
La posverdad es una de las consecuencias de las fake news (falsas noticias), tan en boga en el área anglosajona. A veces, los más vocingleros denunciantes de estas informaciones tóxicas son los principales productores de lo que denuncian. Ahí tenemos el twiteador en jefe del mundo occidental como ejemplo insuperable de referencia.
                
Otra dimensión de la posverdad, relacionada con la anterior, pero con mayor calado político, sociológico y cultural, sería la falsificación, manipulación o mistificación de la historia. La mentira pura y dura.
                
En Europa este peligro, o esta enfermedad, es una constante histórica. Ahí están los ejemplos clásicos como el caso Dreyfuss, o los mitos sobre las amenazas exageradas o simplemente inventadas en las que se refugiaron el antisemitismo, el nacionalismo de distinto pelaje, el nazismo, el estalinismo y la propia democracia liberal.
                
LA MANCHA POLACA
                
En estos días asistimos a la más reciente recreación de la falsedad o el maquillaje de la verdad histórica. Son los mismos perros con distintos collares. En Polonia, la controvertida ley sobre la Shoah ha vuelto a encender las alarmas en organizaciones cívicas defensoras de la memoria histórica. El texto legal minimiza la responsabilidad de los polacos en el genocidio cometido en su territorio. Pero, sobre todo, criminaliza a quien responsabilice al gobierno o a ciudadanos polacos de instigar los crímenes nazis, con penas de prisión de hasta tres años (1).
                
Polonia no tuvo un régimen colaboracionista durante la ocupación nazi, como Francia, Hungría, Austria o Noruega, entre otros. Pero está acreditada la participación de instituciones e individuos polacos en el Holocausto judío. El tono virulento y antiliberal del gobierno local está virando claramente hacia el antisemitismo, según numerosas entidades de memoria. Los responsables de la Maison d’Izieu creen que asistimos a un “revisionismo de Estado” en Polonia. Serge Karlsfeld, miembro de la dirección de la Fundación Auschwitz-Birkenau, recuerda a los polacos que contribuyeron a salvar la vida de miles de judíos y pide un consenso social para modificar la ley impulsada por la derecha polaca ultranacionalista (2).
                
La clave de esta nueva reedición de la falsificación reside en el discurso del victimismo, que aparece como instrumento recurrente de ciertos sectores políticos polacos. El primer ministro Morawiecky ha llegado a decir que, desde la caída del régimen comunista, Polonia se ha comportado como un “conveniente niño llorón”.
                
Sin embargo, como señala Judy Dempsey, la directora del programa europeo de la Carnegie Fundation, Polonia se ha ganado elogios muy notables en el entorno europeo, ha revisado sus cómplices relaciones con Ucrania durante el nazismo, ha establecido nuevas bases de relación con Israel y ha asumido responsabilidades sobre la narrativa antisemita. Ha sido con el gobierno derechista del partido Ley y Justicia (PiS) cuando el país ha sido empujado hacia la senda del revisionismo histórico y la adulteración o el disimulo de la verdad (3).
                
Adam Michnik, uno de los más notables disidentes polacos durante el régimen comunista, y todavía hoy director del diario Gazeta Wyzborca, discrepa de la interpretación general sobre las motivaciones del gobierno polaco y atribuye la Ley sobre el Holocausto al empeño de la derecha nacionalista por mandar un mensaje de orgullo a la población, de superación de las humillaciones históricas (4).
                
UN PROBLEMA EUROPEO
                
A nadie debe extrañar la autoría de la penúltima iniciativa de distorsión de la realidad histórica europea. El gobierno ultranacionalista polaco comparte con el húngaro el innoble liderazgo de la manipulación histórica y política, pero no se trata de una atribución exclusiva. Los distintos movimientos nacionalistas, xenófobos, identitarios, racistas o autoritarios de distinta índole anclan su auge actual en la adulteración de la historia, en la manipulación de los sentimientos, en la contaminación de la memoria. Las tres áreas de expansión de la epidemia son Centroeuropa, el Báltico y el sudeste continental. Todos bajo la influencia, inspiración o el mimetismo de un neo-nacionalismo ortodoxo en Rusia (5).
                
En Hungría, el autoritarismo blando del primer ministro Viktor Orban ha conseguido dominar el discurso político institucional y las pulsaciones sociales, con el argumento socorrido de la lucha contra la inmigración. El mandato del líder húngaro puede verse reforzado en los comicios legislativos del próximo mes de abril, debido a la concienzuda manipulación de los distritos electorales (6).
                
El veneno de la manipulación histórica, vinculado a las formas más peligrosas del nacionalismo y sus derivados, es un fenómeno del que no se libre prácticamente ningún país europeo, como sostiene Natalie Nougayrède. “El consenso sobre hechos básicos ya no está garantizado”, sostiene. Ni siquiera en Alemania, la nación que quizás más ha trabajado a favor de la vigilancia de la verdad histórica, debido a sus graves responsabilidades del pasado siglo. La Vergangenheitsbewältigung (noción de difícil traducción) combina las actitudes de análisis, aprendizaje y aceptación (7).
                
Sin embargo, pese a la constante tarea educativa, social y política realizada durante más de medio siglo, surgen también en Alemania grupos, movimientos, partidos y corrientes de opinión que empiezan a atreverse con cierto revisionismo del pasado. Aunque la apología, incluso la justificación o minimización de los crímenes, o simplemente de la ideología nazi, constituyen un delito en aquel país, se asiste a un creciente equilibrismo del discurso xenófobo y nacionalista que despierta menos rechazo que hace unos años.
                
Los síntomas de la adulteración histórica también se perciben en el resto de la Europa occidental, impulsada desde sectores revisionistas, nostálgicos o negacionistas. Ahí están los ejemplos de la Francia lepenista, la Gran Bretaña del Brexit, la España que se aferra a los símbolos y resonancias franquistas, la Italia asustada por la inmigración que acude a gestos e invocaciones fascistas, etc. Nougayréde reclama, con todo sentido, celebraciones, memoriales, programas educativos o museos en los que se reivindique la convivencia de los distintos tejidos nacionales europeos. Habría que añadir el apoyo y la promoción de las iniciativas de defensa de la memoria histórica y democrática. Mientras esas y otras iniciativas no se produzcan y arraiguen en la mentalidad europea, la historia seguirá convirtiéndose en uno de los campos de cultivo de la intolerancia y la violencia en el continente.


NOTAS

(1) “Poland`s Jews fear for the futures under the new Holocaust law”. CHRISTIAN DAVIS. THE OBSERVER, 10 de febrero.

(2) LE MONDE, 19 y 20 de febrero.

(3) Poland’s Narrative of Victimhood. JUDY DEMPSEY. CARNEGIE EUROPE, 6 de febrero.

(4) “In laws, rethoric and acts of violence, Europe is rewriting dark chapters of its past”. THE WASHINGTON POST, 19 de febrero.

 (5) “Rewriting History in Eastern Europe. Poland’s new Holocaust law and the politics of the past. VOLHA CHARNYSH y EVGENI FINKEL. FOREIGN AFFAIRS, 14 de febrero.

 (6) “As West fears of the rising autocrats, Hungary shows what’s possible”. PATRICK KINGSLEY. THE NEW YORK TIMES, 10 de febrero.

 (7) “Europe’s future now rests on who owns the history orf the past”. NATALIE NOUGAYRÈDE. THE GUARDIAN, 13 de febrero.


LA ESCALADA MILITAR EN EL PANDEMONIUM SIRIO

14 de febrero de 2018
             
Tras los dos graves acontecimientos bélicos de los últimos días en territorio sirio, algunos analistas hablan ya de escalada militar, de traspaso de líneas, de cambio de reglas del juego. Otros, en cambio, creen que esas operaciones, aunque de envergadura, deben interpretarse como maniobras tácticas para probar la resolución de los contrarios. Una interpretación no es necesariamente opuesta a la otra. Ambas coinciden en el riesgo de que una lectura errónea del adversario, o un factor no previsible, desencadene una escalada difícil de controlar, al menos al inicio (1).
                   
Siria, en tanto país unitario, ya no existe. La guerra ha acentuado las divisiones, étnica, territoriales y estratégicas hasta fracturarlo, quién sabe si irremediablemente, como ocurrió en Irak. La evolución de este país no invita a pensar que en Siria va a ocurrir algo mejor. Hay razones para temer un conflicto largo, insidioso y mucho más devastador del que ya conocemos. Para tormento de la mitad de la población, que no ha podido abandonar el solar sangriento al que ha quedado reducido su país (2).

Los actores de la guerra siria pueden describirse en tres niveles: local, regional y global. Esos tres niveles están vinculados por relaciones multilaterales, variables y contradictorias, lo que constituye una razón de más para la prolongación del conflicto.

a) Nivel local.

- Los contendientes son las fuerzas gubernamentales (NDF), bajo la autoridad de presidente Assad y su clan alawi, no tan homogéneo como al comienzo de la guerra; 

-  las fuerzas kurdas, que controlan dos porciones de territorio en el norte, uno en la región noroccidental de Afrín y otro en Rojava, en la cuenca alta del Eufrates, con Manjib como centro de operaciones; 

-  la oposición árabe de vocación liberal o democrática, con todos los matices que debe hacerse a estas denominaciones simplistas.

- las milicias islamistas árabes, con objetivos estratégicos y políticos distintos al grupo anterior, pero enfrentadas al Daesh.

- los restos de un ejército islámico en desbandada, dispersos en torno a Deir el Zour, en la ribera baja del Éufrates y en algunos reductos de la frontera sirio-iraquí.

b) Nivel regional.

- Irán. Es el principal aliado del gobierno central, con quien comparte afinidad sectaria (los alauíes constituyen una rama local, aunque autónomo del chiísmo). Los ayatolás han salvado el régimen de Assad, porque le garantiza (al menos hasta ahora), una influencia decisiva en la región y la conexión territorial ininterrumpida entre sus aliados regionales desde el territorio iraní hasta el Mediterráneo (Irán-gobierno moderado y milicias chiíes de Irak, minoría gobernante de Siria y Hezbollah, el partido-ejército chií del Líbano).

- Israel. Enemigo declarado de Siria, con el que sigue vigente el estado de guerra y ocupante de una parte de su territorio, los Altos del Golán, fuente de parte de sus recursos hídricos. Se mantuvo al margen de la guerra civil siria hasta que la presencia iraní en el destrozado país se percibió como una amenaza de primer orden. Israel no quiere que la alteración del estatus quo en Siria signifique una mayor amenaza. Igual que se mostró inquieto por la “primavera árabe”, los estrategas israelíes temen que el despedazamiento de Siria consolide el fortalecimiento estratégico de Irán y tratarán de impedirlo de cualquier manera posible.

- Turquía. Su principal objetivo en la guerra es similar al israelí: que la debilidad del gobierno sirio degenere en una situación de amenaza a sus intereses. Erdogan, cada vez más autoritario y sin oposición en su país, trata de evitar que la debilidad del gobierno sirio facilite la creación de un territorio kurdo independiente de facto en el norte de Siria y considera a las milicias kurdas que dominan estas regiones (YPG) como terroristas, inseparables de las milicias kurdas de Turquía (PKK). Apoyó a las fuerzas de oposición árabes sunníes contra Assad desde el principio, pero luego hizo la vista gorda cuando los jihadistas del Daesh se hicieron fuerte a costa de los kurdos. Cuando los extremistas islámicos fueron derrotados, el ejército turco lanzó sendas ofensivas en las zonas de Afrín y Manbij, para expulsar a las milicias kurdas de esas zonas del norte de Siria.

- Irak. Actor muy secundario, no por desinterés, sino por su propia fragilidad interna. Pero no puede ser indiferente a lo que ocurra en un vecino que ha sido durante muchas décadas rival, con quien comparte frontera, vínculos étnicos y destino estratégico. Siria es un espejo en llamas del drama iraquí. Los efectos de la guerra aún no se han absorbido. El gobierno central se encuentra desgarrado entre la influencia de Irán, política y económica, pero también militar, a través de las potentes milicias chiíes, y Estados Unidos, con su apoyo militar, aunque cada vez más secundarios e incierto, y la dependencia económica que Washington utiliza como arma persuasiva.

c) Nivel global:

- Rusia. Es la fuerza aparentemente dominante en el conflicto. Desde que, en septiembre de 2015, emprendiera la intervención militar para rescatar a su aliado Assad de las ofensivas militares de la oposición democrática, islamista local e islamista asociada al Daesh, ha consolidado su influencia. Ha conseguido que el gobierno central controle el territorio útil del país y asegure el núcleo duro y básico de la hegemonía alauí, en cooperación, más que en alianza, con los iraníes y con los kurdos. Pero la prolongación de conflicto es indeseable para Moscú. La guerra le cuesta dinero y, desde ya, vidas, prestigio y seguramente fracasos a medio o largo plazo. Quiere que el régimen sirio continúe bajo las premisas actuales, con o sin Assad. Admite la influencia de Irán mientras no sea excesiva, maneja con ambivalencia el poderío kurdo en el norte con ambivalencia y tolera los legítimos intereses de seguridad de Israel, hasta el punto de evitar cualquier confrontación militar directa con el estado sionista (2)

- Estados Unidos. Mantiene una posición confusa y ambigua, debido a los sucesivos dilemas en que está atrapada la administración Trump, debido a los irresolubles enfrentamientos entre sus aliados o socios locales. Defiende, por encima de todo, la seguridad de Israel, de ahí que rechace de manera contundente el incremento de la influencia iraní. No contempla con buenos ojos la consolidación de Rusia como agente global en la zona, pero trata de sacar provecho de este cierto regreso a la lógica de la guerra fría. Le inquieta, pero acepta, el diálogo provechoso entre Moscú y Jerusalén (3). La gran espina para los norteamericanos es el nacionalismo turco. El Pentágono no está dispuesto a dejar vendidas a las milicias kurdas que hicieron el gasto mayor en los combates contra los extremistas islámicos. Pero el Departamento de Estado trata de no romper todos los puentes con los turcos, los aliados más al este de la OTAN. Aunque las relaciones entre Turquía y Estados Unidos atraviesan por el periodo más delicado en las seis décadas de alianza, la ruptura definitiva sería demasiado devastadora para que pueda producirse.

 ESCENARIOS INCIERTOS: ¿PODRÍA CONTROLARSE UNA ESCALADA?

Es muy difícil prever el rumbo de los acontecimientos. Se cree que todas las partes quieren mantener la situación bajo control, pero los riesgos son altos.

- La escalada bélica entre Israel e Irán no es querida por los dos superactores del nivel global, pero, llegado un punto de fricción, podrían no estar en condiciones de evitarla.  Los militares israelíes creen que el derribo del dron iraní que penetró en cielo iraquí, supuestamente en misiones de inteligencia, ha sido un test de la resolución judía. Comprobada la respuesta contundente, se cree en Jerusalén que las fuerzas paramilitares iraníes se abstendrán de ulteriores provocaciones, al menos por ahora. Los rusos no intervinieron para detener el ataque aéreo israelí que propició el derribo del dron iraní, pero tampoco impidió la respuesta antiaérea siria que destruyó el F-16 israelí, y se mantuvo también al margen cuando los israelíes bombardearon las baterías antiaéreas sirias y bases con presencia iraní (4).

- El pulso entre el ejército turco y las milicias kurdas en el norte parece bajo control en los últimos días, después de las visitas del Consejero de Seguridad Nacional, el general Mac Master, y del Secretario de Estado Tillerson a Ankara. Pero parece que estamos ante una tregua y no ante un principio de solución.

- El riesgo de confrontación directa entre Estados Unidos y Rusia, por el apoyo que cada parte presta a sus protegidos y/o aliados se ha puesto en evidencia este fin de semana con la escaramuza en torno a Deir el Zour, en sureste sirio. El ataque de las milicias sirias encabezadas por fuerzas iraníes con apoyo ruso contra posiciones de la oposición moderada árabe desencadenó una contundente respuesta aérea de la aviación norteamericana (F-16, F-22, Ac-10s y helicópteros Apache). Resultado: un centenar de muertos entre los cuales figuran efectivos rusos, cuya filiación, misión y objetivos aún están por aclarar (5).


NOTAS

(1) “Israel signalling a heavy Price for iranian ‘entrechment’ in Syria. DAVID MAKOVSKY. THE WASHINGTON INSTITUTE, 12 de febrero.

(2) “Syria’s war mutates into a regional conflict, risking a wider conflagration” THE WASHINGTON POST, 12 de febrero.

(3) “Les limites de la stratégie syrienne du Kremlin”. MARC SEMO. LE MONDE, 5 de febrero.

(4) “Israel believes round of hostilities with Iran and Syria is over, but another isa ll byt inevitable”. AMOS HAREL y YANIV KUBOVICH. HAARETZ, 11 de febrero.


(5) “Crossing redlines: escalation dinamics in Syria”. MICHAEL EINSENSTADT Y MICHAEL KNIGHTS. THE WASHINGTON INSTITUTE, 13 de febrero.