28 de marzo de 2019
Como
una Ana Bolena de estos tiempos, Theresa May rendirá su cabeza (política) mil
días después de haber llegado a lo más alto. No será el Rey (o la Reina) quien
la arroje al cadalso, sino el alter ego
del poder británico, el Parliament, o
más bien sus partenaires tories, que
la escogieron como segunda esposa, tras
repudiar al primerizo Cameron, un pretendiente que nunca pudo complacer los
anhelos soberbios de un Reino rupturista.
Ciertamente,
la severa y encallecida Theresa carecía de los encantos seductores de aquella damisela
perturbadora e intrigante del Renacimiento. Pero ambas practicaban, aunque con
desigual habilidad, el arte del doble juego, la ambigüedad y la deliberada
indefinición para confundir a adversarios, rivales o tibios.
Esta
licenciosa digresión ucrónica encaja en el panorama surrealista que se dibuja
en el distrito londinense de Westminster, sede de las principales instituciones
británicas. Después del doble rechazo al farragoso y inconvincente acuerdo de
separación con Europa, agotadas todas las estratagemas de dilaciones y órdagos,
exhaustas las invocaciones al desastre o a la catástrofe, May se encuentra en
la torre del castillo aguardando la implacable sanción del destino. Ofrece su
cabeza al soberano para salvar su legado político, una carta otorgada que no podrá garantizar
lo que se le exigía: la reconquista de la glorioso independencia nacional.
El
dilema del divorcio de Europa ha consumido la energía no sólo de los
políticos o los burócratas más dilectos
del Reino. Lo más grave es que ha atizado los impulsos fratricidas más
enconados de la nación británica. El Brexit
ha sido más destructivo que la tan novelada
guerra de las dos rosas, porque ha
roto amistades, separado familias y perturbado el diálogo social.
Es
dudoso que otras elecciones, las segundas en dos años, puedan arreglar el entuerto,
porque es probable que arrojen un resultado idéntico o muy parecido al actual. La
fractura va más allá de las posiciones ideológicas. La pertinaz división
conservadora encuentra réplica no menos agria en sus oponentes laboristas. En
ambos campos hay partidarios de una u otra
rosa (brexiter o remainer) y
terceros incomprendidos que tratan inútilmente de tender puentes sobre fosas
cada vez más abismales. Solo los marginales liberales o los alejados escoceses
se mantienen unidos en su oposición a la ruptura con la UE.
Desde
el pasado lunes, el Parlamento ha tomado el control del Brexit, reduciendo a la
primera ministra a una especie de jefa de negociado en el callejón de Downing
Street. Theresa May ha convertido el take
back control (“recuperar el control”), famoso lema de Dominic Cummings, el
publicista que diseñó la campaña del Brexit,
en failure of control (o “pérdida de
control”), en expresión de Stephen Paduano, un periodista colaborador de la London School of Economics, uno de los
templos de la inteligencia británica (1).
Pero,
como era de esperar, este guiño orwelliano
de poder parlamentario tampoco ha servido para salir del atolladero. Las ocho propuestas indicativas presentadas por
los diputados como alternativas al dos veces repudiado Acuerdo de Retirada fueron
rechazadas por el pleno de los Comunes,
este miércoles.
Las
propuestas que más cerca estuvieron de prosperar fueron la del histórico tory pro-europeo Kenneth Clarke de
negociar una “amplia o permanente unión aduanera” entre el Reino Unido y la UE,
o la de un par de laboristas (Kyle y Wilson), que consistía en someter a referéndum cualquier acuerdo que pudiera salir
de esta agónica ronda parlamentaria (2).
Nadie
confía en nadie. Como en las piezas más sombrías de la dramaturgia shakespeariana, el Reino se consume en la recriminación o la desconfianza. Tampoco
falta el impulso ciego de la traición, y no en sentido alegórico. El diario conservador
TELEGRAPH desveló hace unos días que los brexiteers
más radicales contactaron con los nacional-populistas polacos, italianos y húngaros
para que sus gobiernos ejercieran el veto e hicieran imposible la prolongación
del artículo 50 (3).
Europa
espera con impaciencia cada vez menos contenida. La diplomacia ha agotado ya
sus habilidades y encubrimientos. Los días de prolongación del Brexit
concedidos a una humillada primera ministra resultan tan irreales y estériles como
las maniobras de una Theresa May sentenciada.
Amanda
Sloat, la analista de la BROOKINGS para el Brexit,
prevé un futuro incierto, tanto si al final, por acoso y derribo, saliera adelante
el Acuerdo de Retirada (WA), como si
se impone el Brexit duro (4).
La ruptura radical implicará renunciar a las cláusulas
pactadas del divorcio, sin periodo de
transición y sin salvaguarda o excepción para la frontera entre las dos Irlandas.
Pero
incluso el WA resucitado tampoco
despejará los nubarrones. Gran Bretaña y Europa -anticipa Sloat- se enfangarán
en un interminable proceso de discusión, pieza a pieza, regulación a regulación,
sobre aduanas, tarifas, normativas, controles sanitarios, patrones de calidad, etc.
Se
avecina, si algo inesperado no lo remedia, un tiempo de niebla densa en el
Canal de Mancha, un factor atmosférico que convoca la nostalgia y la
melancolía, como apuntaba con mezcla de ironía y tristeza Sam Byers, un escritor
británico residente en Estados Unidos (5).
Al
cabo, como Bolena en su tiempo, May no ha sabido colmar la ambición que devora
a su furibundo señor. Ana no pudo dar
al Rey el vástago que prolongara la
dinastía. Theresa no ha sabido proporcionar a ese Reino replegado sobre sí mismo el mapa hacia un futuro glorioso
libre de las ataduras continentales.
NOTAS
(1) “This
is what ‘Taking back control’ looks like”. STEPHEN PADUANO. FOREIGN POLICY, 27
de marzo. https://foreignpolicy.com/2019/03/27/this-is-what-taking-back-control-looks-like/
(2) THE GUARDIAN, 28 de marzo.
(3) DAILY TELEGRAPH, 19 de marzo. https://www.telegraph.co.uk/politics/2019/03/19/eurosceptic-tories-use-covert-talks-call-eu-countries-veto-brexit/
(4) “The
Brexit breakup gets messier”. AMANDA SLOAT. FOREIGN
AFFAIRS, 27 de marzo. https://www.foreignaffairs.com/articles/europe/2019-03-27/brexit-breakup-gets-messier?utm_medium=newsletters&utm_source=fatoday&utm_content=20190327&utm_campaign=FA%20Today%20032719%20The%20Lost%20Art%20of%20American%20Diplomacy&utm_term=FA%20Today%20-%20112017
(5) “Britain
is drowning itself in nostalgia”. SAM BYERS. THE NEW YORK TIMES, 23 de marzo. https://www.nytimes.com/2019/03/23/opinion/sunday/britain-brexit.html