31 de julio de 2019
No
le dedicamos suficiente tiempo a la India, una gran potencia del siglo XXI a
pesar de sus debilidades estructurales pertinaces. El país que pronto
desbancará a China como el más poblado de la tierra parece haber tomado un
rumbo inquietante, en consonancia con el auge del nacional-populismo globalmente
dominante.
El
Bharatiya Janata Party, una formación nacionalista extrema, basada en la noción
de la hegemonía hindú (Hindutva) en los dominios étnicos y religiosos, consolidó
su poder, en las elecciones generales celebrada durante casi tres meses, la
pasada primavera. El sistema electoral, de corte mayoritario, ha favorecido que,
con apenas un tercio de los votos, el BJP revalidara e incluso ampliara la
mayoría absoluta obtenida ya en 2014. El Partido del Congreso ha sufrido dos humillantes
derrotas consecutivas que le dejan por debajo de los 50 escaños en la Lok Shabha
(Parlamento), pese a contar con un 20% de los sufragios. Rahul, el último de la
dinastía Gandhi, se ha retirado de la vida política, en la que nunca se sintió
a gusto.
El
primer ministro, Narendra Modi, se afianza como líder de este movimiento
nacional-religioso que parece haber conquistado el corazón de una corriente
creciente de ciudadanos, ante el fracaso de otros discursos desarrollistas,
integracionistas, cosmopolitas y globalistas, en las décadas anteriores. La
herencia de Gandhi se esfuma, en un inmenso país plagado de contradicciones,
desigual como pocos, acechado por la violencia, la corrupción y el fanatismo.
UN
NACIONAL-POPULISMO ANCESTRAL
La
inspiración del actual movimiento nacional-populista indio tiene raíces
ancestrales. La organización que sirve de sustento ideológico y de vivero de
dirigentes e interpretes de las supuestas esencias étnico-culturales es el Rashtriya
Swayamsevak Sangh (RSS), que se puede traducir como Asociación de
Voluntarios Patrióticos. La penetración de esta entidad en la administración,
la vida social y las instituciones es cada vez más amplia. Ejerce un verdadero
poder en la sombra y proporciona el diseño del proyecto político de Modi y de
los estrategas nacionalistas que han visto en él una figura popular y populista
capaz de ejecutar los designios históricos del nacionalismo extremo indio (1). Sus
seguidores más enfervorecidos ven en él un intérprete del dios Rama, el más popular
del panteón indio, avatar del Dios supremo Visnú.
Esta
deriva nacionalista, étnica, cultural y religiosa implica la negación práctica de
los elementos definitorios de la India moderna: la pluralidad, la diversidad y
la tolerancia. En la India conviven (hasta la fecha) pueblos de muy distintas
raíces y razas, se observan una docena de religiones y se hablan 22 idiomas y
miles de dialectos. La armonía nunca ha sido fácil. Los estallidos de violencia
han sido recurrentes y, en ocasiones, muy graves. Uno de los proyectos más inquietantes
del BJP es la restricción de la condición nacional, mediante la manipulación
del censo o Registro Nacional de Ciudadanía. Ya se ha aplicado en algún estado y
se anuncia su extensión a todo el territorio nacional. Sólo budistas y sijs (más
adaptables a la hegemonía hindú) serían ciudadanos de pleno derecho. Los
componentes del resto de las etnias pasarían a la condición de inmigrantes y
verían restringidos sus derechos como ciudadanos (2).
El
mayor riesgo reside en la cada vez más tensa convivencia entre la mayoría hindú
y la minoría musulmanes, que reúne a 200 millones de ciudadanos, el 15% de la
población del país. Los desafíos, amenazas e intimidaciones en el vasto territorio
indio son constantes. El propio Modi, cuando era el jefe del gobierno del Estado
de Gujarat, fue como mínimo negligente durante una de las matanzas de
musulmanes más oprobiosas de los tiempos recientes (2001).
LAS
DECEPCIONES DEL OPORTUNISMO ECONÓMICO
Aunque
la agenda étnico-cultural-religiosa es el motor del proyecto político del BJP,
bajo la tutela de la RSS, la victoria de Modi hace cinco años se debió en gran
parte también a su apuesta por una reforma económica en profundidad. Como ha
ocurrido en otras latitudes donde se ha impuesto el nacional-populismo, las invocaciones
a la recuperación de la grandeza nacional vinieron arropadas en promesas de
prosperidad y riqueza (3).
Frente
a una liberalización contradictoria y plagada de frenos derivados de los
intereses corporativos, funcionariales e institucionales que caracterizaron la
reforma impulsada por el Congreso a comienzos la década de los noventa, el
programa del BJP apostaba por un mayor peso del sector privado, la defensa de
los pequeños productores, la reducción del gasto público y el fomento de la
inversión extranjera. En definitiva, un enfoque liberal, aunque pálido, muy
contaminado por las exigencias nacionalistas y lastrado por la debilidad del
Estado para aplicar reformas efectivas.
El
primer mandato de Modi fue muy deficiente en materia económica. El desempleo se
ha elevado del 2% al 6%, el más alto en décadas. La política fiscal es
enormemente ineficaz: el peso de los impuestos en el PIB es del 17%, el más
bajo, con diferencia, entre las potencias emergentes. El crecimiento es muy
inferior al prometido a bombo y platillo por el BJP. Algunas decisiones puntuales,
como la retirada de la circulación de los billetes de menor valor, han sido
especialmente desastrosas, pese a que el gobierno ha podido controlar la
inflación (4).
En
política exterior, el nacional-populismo ha generado nuevos escenarios de
fricción con los vecinos (Pakistán, naturalmente, como enemigo preferente) y
rivales históricos (China), o de incertidumbre con los aliados naturales (los
países neutrales o no alineados) o inciertos (Estados Unidos). La India quiere
ser una potencia indiscutible en el siglo XXI, pero el proyecto político
dominante se corta sus propias alas. El país pujante de las nuevas tecnologías
de la información y la comunicación se atasca en una introspección cultural y
religiosa y renuncia al crucial elemento del soft-power como factor de
influencia mundial. El repliegue sobre valores tradicionales arcaicos e
incomprensibles fuera de la India limita su despliegue mundial (5).
En
general, la evaluación de intelectuales y expertos indios más conectados con la
sociedad global es pesimista. India es un ejemplo clásico de países con grandes
oportunidades defraudadas. La era del Congreso se definió como el fracaso de un
proyecto colectivista, confusamente socialista, a la postre burocrático y corporativo.
El relevo ha sido tomado por el nacionalismo populista, después de un ensayo fallido
a finales del siglo pasado, pero las perspectivas de éxito, a pesar del resonante
ciclo electoral, no son más favorables (6).
India
se perfila como un actor imprescindible de la gobernanza mundial, pero arrastra
deficiencias estructurales tan abrumadoras que su capacidad de influencia real se
ve seriamente condicionada. Los intentos de Modi por mostrarse conciliador en
sus contadas visitas a Estados Unidos, Asia y Europa se ven arruinados por la
deriva intransigente de sus protectores y protegidos en el interior del país.
Los
millones de indios que se oponen e incluso abominan de esta deriva no parecen capaces,
por el momento, de frenar a Modi y los suyos. Algunos analistas como Milan
Vaishnav reprochan al histórico partido de la dinastía Gandhi haberse mostrado negligente
con el empuje nacionalista, por electoralismo. Otros, en cambio, creen que el
vigor de la sociedad india impedirá que el prepotente nacionalismo consiga
imponer un estado autoritario e intransigente (7). Sólo el tiempo dirá hacia
donde se inclinan los hijos del dios Rama.
NOTAS
(1) “The
BJP in power: Indian democracy and religious nationalism”. MILAN VAISHNAV. CARNEGIE
ENDOWMENT FOR INTERNATIONAL PEACE, 4 de abril.
(2) “The
battle for Indial soul”. MILAN VAISHNAV. FOREIGN AFFAIRS, 6 de mayo.
(3) “The
Modi mirage”. GURCHARAN DAS. FOREIGN AFFAIRS, 11 de abril.
(4) “India
faces a looming disaster”. SUMIT GANGULY y JAI SHANKAR PRASAD. FOREIGN
POLICY, 27 de julio.
(5) “Troubles
aplenty: foreign policy challenges for the next Indian government”. ASHLEY J.
TELLIS. CARNEGY ENDOWMENT FOR INTERNATIONAL PEACE, 20 de mayo.
(6) “India
2024. Policy priorities for the new government”. SHAMIKA RAVI ( Directora
de investigación del departamento indio). BROOKINGS INSTITUCIÓN, 17 de mayo.
(7) “No country
for strongmen”. RUCHIR SHARMA. FOREIGN AFFAIRS, marzo-abril 2019.