G-7: LLAMAS EN LA AMAZONIA Y OTROS INCENDIOS DOMÉSTICOS

27 de agosto de 2019

                
El G-7 ha venido siendo uno de los ejercicios diplomáticos más inútiles del panorama internacional. Más espectáculo que funcionalidad. Mucho trabajo previo y escaso rédito final. Coste evitable y rendimiento escaso. Fotos forzadas de familia y comunicados farragosos. Pero desde Trump, se ha impuesto otro cariz: la gama que transita del escándalo a la injuria.
                
Este año, el maestro de ceremonias era el presidente francés, un enamorado de las puestas en escena, que anidan en su pasión juvenil por el teatro. Macron se llevó a sus pares a Biarritz, un escenario veraniego de bandera, con la intención de conjurar la amenaza de incendio que arruinó la edición anterior en Canadá. Recuérdese el portazo del presidente hotelero y las lindezas que le regaló al anfitrión, el primer ministro Trudeau.
                
Los prolegómenos no podían ser más inquietante. Trump había prendido fuego a las relaciones transatlánticas con su oferta de compra de Groenlandia. En guisa de bombero preventivo, Macron puso sobre la mesa del G7 mangueras de ocasión para aplacar los focos ardientes de las disputas comerciales/fiscales internacionales (China, riñas transatlánticas, impuesto GAFA, etc.). Pero en la reunión irrumpieron las devoradoras llamas de la Amazonia brasileña. Los incendios en el pulmón del planeta han aumentado más de un 80% en sólo un año. Se sospecha que no por causas accidentales y que mucho ha tenido que ver la barra libre que el ultra Bolsonaro ha concedido a la explotación salvaje de la región (1).
                
El caso es que Macron hizo virtud de la necesidad y colocó el desastre ecológico en lo alto de la agenda, lo que resultaba muy conveniente para otro de los asuntos en que pretende ser líder internacional: la preservación de la Tierra. A riesgo de incomodar a Trump, siempre desdeñoso de estos asuntos contrarios al aprovechamiento depredador, el presidente francés consiguió un cheque de 20 millones de euros para ayudar a sofocar los fuegos amazónicos (2).
                
En todo caso, la carta oculta del anfitrión estaba relacionada con un incendio del que apenas se avistan focos iniciales: el acuerdo nuclear iraní. Ante el peligro de desbordamiento de las llamas en la ruta más delicada del tráfico petrolero mundial y la desavenencia sin remedio entre Europa y EE. UU., Macron dio su golpe de efecto en la cumbre, invitando al jefe de la diplomacia iraní a una sesión de diálogo entre bambalinas y una propuesta de cumbre irano-norteamericana. O sea, un requiebro muy del gusto de su díscolo huésped: contacto personal con los líderes en lugar de paciente y ordenado trabajo diplomático. Pero Trump no mordió el anzuelo, no se sabe si escarmentado por la experiencia con el líder norcoreano o prevenido por sus amigos israelíes. El gambito de Macron se quedó en idea ocurrente, útil para ser recuperada más adelante (2).
                
En otros asuntos, como la tasa impuesta por Francia a las grandes empresas del sector digital (norteamericanas, fundamentalmente) se llegó al compromiso de eliminarlas cuando se llegue a un acuerdo fiscal global, con las compensaciones que correspondan. Un requiebro. Para evitar suspicacias desagradables, Macron ya había advertido reunión que no habría comunicado final, con el argumento no del todo falaz pero claramente oportunista de que nadie se lee documentos tan indigeribles. Evitando la ocasión, conjuraba el peligro de otro desplante trumpiano.
                 
Sofocados los incendios menores y habilitada la operación de bomberos en Amazonia, los líderes de los siete grandes abandonaron Biarritz. Macron suspiró de alivio (3) y se prepara ahora para otra rentrée plagada de luces rojas en el tablero de mando del Eliseo. Sus colegas europeos se disponen a afrontar destellos no menos amenazantes en sus países.
               
BREXIT: NUEVE SEMANAS Y MEDIA
                
Difícilmente puede el pirómano Johnson apagar el fuego que tan aparatosamente ha contribuido a crear. Tiene por delante nueve semanas y media para resolver la cuadratura del círculo. La estrategia del primer ministro británico consiste en hacer creíble un Brexit sin acuerdo para forzar un compromiso de salida pactada. Sea un farol o no, se trata de un riesgo de enormes proporciones.
                
El bombástico premier parece dispuesto a todo para evitar que le tuerzan la mano las distintas fuerzas de oposición como sus disidentes compañeros de partido, o todos en una suerte de confluencia por emergencia nacional. Se han filtrado planes de Downing St. para suspender las sesiones del Parlamento y evitar así propuestas legislativas, mociones de confianza y otras medidas de neutralización del incendio mayor. Tanto huele a quemado  en Westminster que se evoca ya la inusitada  intervención del Palacio Real en la crisis (4).
                
Poco ha podido hacer Macron en la antesala del G7 para dilucidar las intenciones del inflamable Boris. La canciller Merkel, fiel a sus remedios conciliadores, había emplazado a su colega británico a encontrar una solución antes del 31 de octubre, e incluso a sugerir una nueva extensión del plazo. Pero el presidente francés está hasta la Bastilla del Brexit y quiere sacar de una vez este asunto de una agenda que le complica su hoja de ruta del renacimiento europeo. Berlín y Paris siguen caminando por vías paralelas no siempre convergentes.
                
ALEMANIA: UN LEGADO EN PELIGRO
                
Bastante tiene Merkel con gestionar su legado, cuando por primera vez en años asoma la sombra de un incendio inesperado en casa. La retracción económica del último trimestre evaluado hace temer una recesión. Para los portavoces más oficialistas, se trata de un pánico inmotivado (5). Pero si Trump sigue arrojando cerillas sobre el comercio internacional, la catástrofe es posible. Es bien conocido que la salud de la economía alemana se basa en su fortaleza exportadora. Las guerras comerciales es lo último que se necesita para disipar el peligro. El diálogo germano-norteamericano ha dejado de existir: un riesgo adicional (6).
                
Otro incendio en potencia, temido para este otoño, sería la consolidación de la opción nacional-populista xenófoba en el Este del país. Dos länder (Brandeburgo y Sajonia) celebran elecciones regionales y Alternativa por Alemania (AfD) ser perfila como fuerza irresistible. Esta por ver si las llamas evocadoras del pasado más negro de Alemania devoran antes los predios electorales de los deprimidos socialdemócratas o de los desconcertados democristianos.
                
ITALIA: LA SOMBRA DE NERÓN
                
El principal incendiario europeo reside en las colinas de Roma aunque provenga de las llanuras del Poo y escenifique en las playas del Mezzogiorno. Como si se tratara de un Nerón de este tiempo, el superministro Salvini se cargó un inoperante gobierno de coalición entre populistas de las dos orillas para asaltar el poder total y, de una vez por todas, liberar a Italia de las cadenas burocráticas europeas y de la amenaza migratoria.
                
La maniobra salvina ha causado tal alarma que sus hasta ahora socios y sus principales rivales han aparcado su arsenal de retórica mutuamente destructiva para ensayar una alianza de salvamento y socorrismo. El Movimiento 5 estrellas y el Partido Democrático discuten estos días sobre una posible coalición de gobierno para evitar una elecciones en las que se presiente un triunfo arrasador de Salvini (7). Lo que parece imposible en España se abre paso en Italia, país donde, ya se sabe, si de maniobras políticas se trata, todo puede ocurrir.

NOTAS

(1) “The Amazon is on fire”. KATHRYN SALAM. FOREIGN POLICY, 23 de agosto; “The ravage of the Amazonia. VANESSA BARBARA. THE NEW YORK TIMES, 24 de agosto.

(2) “The prospect of an Iran-US summit is the most tantalizing outcome of Emmanuel Macron’s diplomacy in Biarritz”. THE ECONOMIST, 26 de agosto.

(3) “En Biarritz”, Macron réussit un sommet du G7 qui s’annonçait pourtant délicat”. LE MONDE, 26 de agosto.

(4) “Rebel tories agree to meet Corbyn to stop no-deal Brexit”. THE GUARDIAN, 15 de agosto; “Boris Johnson seeks legal advice on five-week parliament closure ahead of Brexit”. THE GUARDIAN, 24 de agosto; “Brexit could cause a crisis that drags in even the queen”. THE ECONOMIST, 17 de agosto;

(5) “Deutsche Wirtschaft schrumpft? Keine panik! ALEXANDER ARMBRUSTER. FRANKFURTER ALLGEMEINE ZEITUNG, 14 de agosto (artículo reproducido en COURRIER INTERNATIONAL, 21 de agosto)

(6) “Inside the breakdown of ties between Germany and the U.S.”. DER SPIEGEL (edición internacional), 21 de agosto.

(7) “Un governo forte per un’Italia risorta”. EUGENI SCALFARI. LA REPUBBLICA, 24 de agosto; “La trattativa M5S-PD”. IL SOLE-24 ORE, 25 de agosto; “En Italie, les parties politiques à la recherche d’un front anti-Salvini. LE MONDE, 21 de agosto.

EXTREMO ORIENTE: FRENTES DE TURBULENCIA E IMPOTENCIA NORTEAMERICANA

20 de agosto de 2019

                
El verano está siendo especialmente complicado en Asia y más específicamente en el sector más oriental del continente. Nunca escasean los conflictos en esa vasta región mundial llamada a ser el motor económico y estratégico del siglo XXI. Pero estas últimas semanas asistimos a la acumulación de crisis de importancia mayor, que están causando perplejidad o especial inquietud en las cancillerías occidentales. Destacamos tres frentes: Hong Kong, Cachemira y Afganistán.
                
HONG KONG: PROTESTA Y CASTIGO      
                
Después de once semanas de protesta cívica callejera, la tensión es máxima en el último territorio añadido al dominio de China. El origen de la movilización fue el rechazo a una modificación de la legislación de extradición que permitía a las autoridades locales entregar a China a supuestos infractores de la ley. Numerosas organizaciones de derechos humanos y formaciones de la oposición denunciaron esta iniciativa como servilismo a los intereses de Pekín y un peligro para las libertades. El Reino Unido devolvió Hong Kong a China en 1997 bajo la condición de que respetara el modelo más o menos democrático de la provincia: pacto que se conoció con la etiqueta de “un país, dos sistemas”.
                
China aceptó a regañadientes esta condición por pura conveniencia. No quería poner en peligro los negocios y el desarrollo económico que la provincia aportaba a un país en plena estrategia de expansión económica. Pero lo cierto es que esta convivencia híbrida no estuvo exenta de problemas desde el principio. Carrie Lam y el resto del gobierno local responden más a las presiones de Pekín que a la voluntad de los ciudadanos. Semana tras semana, crece la percepción de un duelo sin concesiones. La protesta no remite; al contrario, se recrudece, alterando no sólo la vida cotidiana local sino las conexiones de la provincia con el resto del país y el mundo, como se evidenció en la huelga aeroportuaria.
                
La inquietud se centra en la intervención china, hasta ahora limitada a la denuncia verbal del movimiento de protesta. Pero la escalada es evidente. Del desprecio inicial, se pasó a la hostilidad manifiesta y luego a la definición de las protestas como acciones terroristas.
                
Los analistas se preguntan cómo resolverán los dirigentes chinos el dilema: si dejar que el movimiento contestario se agote, como la “revolución de los paraguas” de hace cinco años, o bien cortar por lo sano mediante una intervención de fuerza, proporcional a la resistencia que oponga la población. El riesgo de militarización es demasiado alto, en un momento de debilidad económica sin precedentes en las últimas décadas y en medio de un conflicto comercial con Estados Unidos. Sin embargo, algunos analistas estiman que estamos cerca del “momento Tiananmen”, porque Pekín quiere evitar la percepción de debilidad (1).
                
Ante esta situación, Occidente adopta una posición muy cautelosa, que un editorialista de DER SPIEGEL considera sintomática del declive occidental (2). Estados Unidos parece haber conferido un perfil bajo a la crisis. Ni siquiera el siempre mercurial Trump ha dado rienda suelta a sus instintos, como nos tiene acostumbrados, aparte de algún comentario más o menos imprudente sobre la concentración de tropas chinas cerca del territorio. Esta relativa pasividad no sólo parece dictada por la prudencia, en un momento muy delicado de las relaciones bilaterales con China. También está condicionada por el asunto pendiente de la nuclearización de Corea, tras el fracaso del modelo diplomacy as bussiness del presidente hotelero, en el que Pekín tiene o parece que tiene alguna llave importante para desbloquear una solución cada vez más esquiva.
                
Tampoco debe olvidarse que la crisis de Hong Kong ha coincidido con un agravamiento de la disputa bilateral entre Japón y Corea del Sur, los dos grandes aliados asiáticos de EE.UU. desde la guerra fría y bastiones de la estrategia de contención de China en el continente. Los resquemores históricos de ambas potencias comerciales, nunca extinguidos, se avivan en el peor momento, en parte debió a la desatención de la actual administración, obsesionada por lograr nuevos equilibrios/desequilibrios comerciales bajo la divisa del America first (3).
                
CACHEMIRA: LA AMBICIÓN DE MODI
                
De igual manera, Washington parece ausente de la crisis originada por la decisión del gobierno nacionalista indio de suprimir la autonomía constitucional de la disputada provincia de Cachemira, modificar la estructura administrativa del territorio, limitar los derechos y libertades (temporalmente, se dice) y militarizar aún más la zona. La mayoritaria población musulmana en uno de los sectores de la provincia se ha sentido lógicamente agraviada, sentimiento también compartido por la oposición hindú (4). Pakistán ha puesto el grito en el cielo, agitando de nuevo el espectro de una tercera guerra en la provincia (5).
                
La decisión de Modi responde, sin duda, a su programa de nacionalismo étnicista radical, reforzado tras su reelección abrumadora de la pasada primavera. Pero a muchos ha sorprendido la brusquedad de la iniciativa (6). La explicación puede residir precisamente en una torpeza más del inquilino de la Casa Blanca. En una reciente visita de Modi a Washington, Trump afirmó que el primer ministro indio le había sugerido una mediación ante Pakistán en el asunto de Cachemira y otros diferendos bilaterales. Nueva Delhi se apresuró a desmentirlo
                
India es especialmente celosa de la autonomía de su política exterior desde la independencia y así se mantuvo durante la guerra fría, encabezando el Movimiento de los países no alineados. Desde la desaparición de la URSS y el auge de China, India ha buscado un aproximación con Estados Unidos, por conveniencias más que por coincidencias de visiones estratégicas. La gestión del poder nuclear indio fue durante décadas un obstáculo insalvable, pero las administraciones de Clinton y Bush allanaron el camino. La percepción de una suerte de expansionismo chino en Asia ha acelerado esta tendencia, junto a la alianza persistente de Pakistán con Pekín y el alejamiento de este país islámico de Estados Unidos. Pero hay muchos elementos de fricción aún entre Washington y Nueva Delhi, y el de Irán no es el menor (7).
                
AFGANISTÁN: LAS BOMBAS SILENCIAN A LOS BOMBOS
                
Cuando la Casa Blanca se preparaba para celebrar a bombo y platillo un acuerdo con los taliban en Afganistán, un atentado con bomba en una boda privada mató a casi setenta civiles. Una carnicería más en un país en el que la convivencia pacífica sigue pareciendo una quimera. Los autores no han sido los taliban, claro está, sino la rama local del moribundo Daesh, que parece haber encontrado en las estepas afganas el oxígeno del que se ha visto privado en las llanuras mesopotámicas y mediterráneas (8).
                
Sólo unos días antes, se había filtrado en Washington el principio de acuerdo acordado por el enviado especial y exembajador estadounidense Jalilzad con los delegados taliban (9). Aunque aún no se conoce en detalle el contenido, se sabe que la clave consiste en la retirada de las tropas norteamericanas (y, consecuentemente, del contingente OTAN de apoyo) a cambio de que los taliban garanticen que Al Qaeda no volverá a disponer en Afganistán de un santuario para sus operaciones. El repliegue militar no sería total, de inmediato. En una primera fase, abandonarían el país 8.000 de los 20.000 soldados ahora presentes. La retirada de los restantes dependería de la evolución de la seguridad y de un pacto político interno.  
                
Los taliban, crecidos por el auge de los dos últimos años, han conseguido ningunear al gobierno afgano durante todo el largo proceso negociador, imponiendo el relato de que las autoridades de Kabul son una mera marioneta de Estados Unidos. Por supuesto, llegará un momento en que esta posición se volverá insostenible y la guerrilla tendrá que pactar con las fuerzas políticas hasta ahora por la protección militar occidental.
                
La paz no es el final del proceso sino el comienzo de otro tan complejo o más que el anterior. Es muy dudoso que los avances en materia de derechos humanos (los de la mujeres, en particular) estén garantizados (10). Y no menos incierto resulta la capacidad de los actores locales para impedir un rebrote de la guerra o que el país se convierta de nuevo en territorio de operaciones yihadistas (11).
                
Por eso, en cierto modo, también se trata de una vuelta a la casilla de salida, 18 años y más de dos mil muertos después del inicio de aquella intervención que iba a ser corta y exitosa. Al Qaeda puede haber sido derrotado, pero el Daesh (junto a la facción más radical de los taliban, opuesta a la paz) parece dispuesto a ocupar su lugar, el gobierno oficial afgano sigue sin tener credibilidad para asegurar la convivencia, el tráfico de opiáceos alcanza récords históricos y la percepción de inseguridad es tan alta como de costumbre (12). La guerra más larga en la historia de Estados Unidos concluye bajo la indisimulable sensación de fracaso.

NOTAS

(1) “How close is Hong Kong to a second Tiananmen”. JUDE BLANCHETTE. FOREIGN POLICY, 14 de agosto; “Tiananmen in Hong Kong. The alarming echoes of 1989”. ORVILLE SCHELL. FOREIGN AFFAIRS, 19 de agosto.

(2) “Silence on Hong Kong signals decline of the West”. DIRK KURTJUWEIT. DER SPIEGEL, 16 de agosto.

(3) “Waning of american power? Trump struggles with an Asia in crisis”. EDWARD WONG. THE NEW YORK TIMES, 13 de agosto.

 (4) “Inside Kashmir, cut off from the world: ‘a living hell’ of anger and fear”. THE NEW YORK TIMES, 10 de agosto; “’Les cachemiris se sentient humiliés’, après la revocation de l’autonomie du territoire”. Entrevista con el dirigente de la oposición Shah Faesal. LE MONDE, 9 de agosto.

(5) “Cachemire, zone géopolitique sensible”. LE MONDE, 16 de agosto.

(6) “Modi crosses the Rubicon in Kashmir. New Delhi upends the Status Quo in the disputed territory”. SUMIT GANGULY. FOREIGN AFFAIRS, 8 de agosto.

(7) “The Indian dividend. New Delhi remains Washington’s best hope in Asia”. ROBERT D.BLACKWILL y ASHLEY J. TELLIS. FOREIGN AFFAIRS, Septiembre-Octubre 2019.

(8) “The Islamic State is far from defeated in Afghanistan”. CLAIRE PARKER. THE WASHINGTON POST, 19 de agosto.

(9) “America and the taliban inch towards a peace deal in Afghanistan”. THE ECONOMIST, 7 de agosto.

(10) “Is the Afghanistan deal a good one? MICHEL O’HANLON. BROOKINGS INSTITUTION, 16 de agosto.

(11) “Is the Taliban making a pledge It cannot keep? Militant organizations won’t stop using afghan territory for terrorism”. TRICIA BACON. FOREIGN AFFAIRS, 21 de febrero.

(12) “Trumps risks turning a chance for success into a shameful failure” (Editorial). THE WASHINGTON POST, 19 de agosto; “America has responsibility to pick winners and losers in Afghanistan”. JODI VITTORI. CARNEGIE ENDOWMENT FOR INTERNATIONAL PEACE, 12 de agosto (reproducido del original, en THE HILL, 12 de agosto).

ITALIA: EL JAQUE DE SALVINI


14 de agosto de 2019

En el otoño que ya se avista, Europa puede afrontar un ciclo electoral de notables consecuencias. En tres de los seis grandes países de la UE podrían celebrarse comicios anticipados, forzados por bloqueos políticos.  Uno  de ellos, el Reino Unido, podría encontrarse ya fuera de la Unión cuando se abrieran las urnas. Y los otros dos (España e Italia), otrora entusiastas europeístas, ya no se encuentran del mismo lado en la visión europea. Además, tres länder orientales alemanes renuevan sus parlamentos y gobiernos con perspectivas de auge del nacional-populismo xenófobo. Centrémonos hoy en Italia.

UNA CRISIS ANUNCIADA

La crisis de gobierno ha sorprendido en medios políticos, pero, en realidad, se estaba cocinando desde finales de mayo. La coalición del nacional-populismo xenófobo con el populismo antisistema y buenista de los 5 estrellas hace tiempo que se antojaba insostenible. El equilibrio gubernamental no reflejaba la realidad política (1).


Las elecciones europeas de mayo sancionaron el auge incontenible de los liguistas y la decadencia inevitable de sus socios. La relación interna de fuerzas se ha invertido, literalmente, en sólo año y medio de sociedad forzada por las circunstancias. El M5E obtuvo el 33% en marzo de 2018 y la Liga el 17%; en las europeas, el resultado fue casi justo al revés; y de entonces acá, esta tendencia se ha ido reforzando. Para Salvini, ministro del Interior, no tenía sentido continuar con la coalición siendo el socio menor, cuando puede aspirar, según todas las encuestas, a gobernar casi en solitario.


Los sondeos y cálculos políticos predicen el gobierno más a la derecha en Italia desde 1943; y en toda Europa occidental, desde la caída de las dictaduras ibéricas, en los setenta. El sistema electoral favorece esta previsión. Un partido que obtenga el 40% de los votos puede, con gran seguridad, alzarse con la mayoría en el Parlamento. En este caso, los sondeos le otorgan a la Liga un 37-38%, muy cerca de ese umbral.

En todo caso, Salvini puede contar con el apoyo de los Fratelli, una organización afín de la derecha extrema, de corte más conservador, más tradicional, heredera del neofascismo nostálgico, más tarde suavizado y ahora de nuevo florecido, bajo el liderazgo de Giorgia Meloni, una política de extracción popular, sin pelos en la lengua. Entre las dos formaciones hay diferencias, pero más coincidencias que entre la Liga y el M5E. El rechazo a la inmigración y una mayor combatividad frente a las exigencias de Bruselas les convierte en aliados casi naturales, ahora que la Liga ha renunciado al separatismo nordista. A los Fratelli se les atribuye, al menos, un 6% de los votos ( si no más), aportación suficiente para conformar la mayoría ultra (2).


Matteo Salvini llevaba meses buscando el momento propicio para destruir la coalición de gobierno. Al final, ha sido la desavenencia por el proyecto de tren de alta velocidad Lyon-Turín, que la Liga apoya y el M5S rechaza por razones ecológicas, lo que ha desencadenado la crisis. Pero hay razones de mayor calado, sobre todo de criterio fiscal, fundamentales a la hora de diseñar los presupuestos del año que viene. La Liga presiona para bajar los impuestos a un 15% para empresas e individuos (tax flat), mientras la formación creada por el cómico Beppe Grillo desea hacer realidad la reducción del número de parlamentarios y los proyectos sociales prometidos en su  programa electoral, que no han podido implementar debido a los pulsos con la UE y las renuencias de sus socios de gobierno (3).


La escenificación de la crisis ha sido muy italiana. Salvini dinamita el gobierno desde uno de sus baños marinos y de masas en las playas del Adriático, donde arenga contra la llegada de barcos de inmigrantes (su asunto favorito de batalla). El primer ministro Conte, un hombre de confianza de estrellado Di Maio, le reprocha deslealtad y demagogia y lo reta a explicar las razones de la crisis. A partir de aquí se inician movimientos de cuidadoso cálculo político.


EL ENROQUE DE LOS RIVALES


Para sobrevivir al jaque de Salvini los populistas antisistema sólo pueden hacer una cosa: aliarse con los partidos del sistema. ¿Podrán hacerlo? Todo puede ocurrir en Italia, ya se sabe. El otro Matteo de la crisis,  Renzi, exlíder del Partido Democrático, en su deriva a ninguna parte, parece dispuesto a ofrecer un salvavidas, en forma de gobierno tecnócrata, a quienes hasta hace poco consideraban unos arribistas sin proyecto, y así frenar a Salvini y los fratellis, a los que califica de “peligrosos”. La dirección del PD, liderada ahora por Zingaretti, más a la izquierda, no está por avalar esta cabriola (4).


Otra incógnita es la posición de Berlusconi, hombre del eterno retorno de la II República. Se deja querer por la Liga, pero Salvini desconfía de él, pero tampoco descarta del todo su participación en un gobierno de gestión que evite las elecciones. De momento, todos se ha alineado contra Liga para retrasar a la semana que viene la moción de confianza, contrariamente a lo que pretendía Salvini, que era cuanto antes: este mismo miércoles (5).


Estas maniobras tan italianas podrían reforzar el postureo heroico del actual ministro del Interior y beneficiarlo en las urnas, en vez de condenarlo al fracaso. Después de todo, Il Capitano, como le llaman sus fans, es un seductor. Su carrera política está definida por el oportunismo, la habilidad maniobrera y el eclecticismo ideológico: ha transitado por territorios comunistas, regionalistas, separatistas y ahora reinventa un nacionalismo populista muy de moda, muy rentable (6).

Pase lo que pase, con el póker del Brexit, el ajedrez italiano o el mus español, Europa va a vivir dos meses de inevitable inestabilidad, en un contexto internacional ya incierto de por más: riesgo de confrontación en el petrolero Golfo Pérsico y los amagos de guerra comercial lanzada por Trump para doblegar a China.


NOTAS

(1) “Italy’s government is on the brink of collapse”. THE ECONOMIST, 9 de agosto.

(2) “Can Giorgia Meloni become Italy’s Marine Le Pen”. GIORGIO GHIGLIONE. FOREIGN POLICY, 30 de julio.

(3) “Italie: de volte-face en reniements, la descente aux enfers du Mouvement 5 étoiles”. LE MONDE, 10 de agosto.

(4) “Le duel des “deux Matteo” au premier plan de la crisis italienne”. LE MONDE, 14 de agosto.

(5) “Des alliances de raison dans un climat de guerre des tranchées”. LE MONDE, 13 de agosto.

(6) “Cómo conquisto Matteo Salvini a los italianos”. MATTEO PUCCIARELLI. LE MONDE DIPLOMATIQUE EN ESPAÑOL, junio de 2019.

TRUMP, APRENDIZ DE BRUJO

7 de agosto de 2019

                
Las matanzas de estos últimos días en las ciudades norteamericanas de El Paso (Texas) y Dayton (Ohio), con el resultado de 30 muertos, son las últimas en una larga cadena. En lo que va de año, se ha registrado más de un tiroteo masivo diario en los Estados Unidos (1).
                
Estos actos de violencia gozan de una incomprensible negligencia. El poder legislativo renuncia deliberadamente a todo intento, incluso parcial y limitado, de controlar la venta y posesión de armamentos de uso privado, alegando una obsoleta segunda enmienda constitucional que garantiza el derecho a la autodefensa armada. Las matanzas generan reacciones de conmoción, duelo y rabia, que se disipan al poco tiempo. No así la  voluntad política y social de mantener inatacable una de las causas principales del problema.
                
Durante mucho tiempo se ha sostenido que se trataba de actuaciones individuales provocadas por el desequilibrio mental, temporal o duradero, de sus autores. Pero es una concepción discutible (2). De un tiempo a esta parte, han crecido las motivaciones ideológicas. Lo que permite hablar de actos terroristas.
                
EL AUGE DEL TERRORISMO BLANCO
                
Según el FBI, el 40% de los 850 casos de terrorismo interior están inspirados por personas o grupos con planteamientos ideológicos o raciales extremistas y violentos; y de éstos, la gran mayoría han sido cometidos por personas relacionadas con el supremacismo blanco (3). De ahí que numerosos líderes sociales hablen de terrorismo racista blanco, denominación que han empezado a emplear ya también algunos dirigentes políticos más críticos, como la precandidata presidencial demócrata Elisabeth Warren.
                
Expertos en terrorismo internacional con Will McCants o John Berger ven similitudes entre el yihadismo del Daesh y este terrorismo racista blanco: la lucha de civilizaciones, la visión apocalíptica, la teatralidad de las acciones violentas, el reclutamiento a través de las redes sociales, la sacralización de las acciones heroicas de combatientes solitarios, etc. (4).
                
El riesgo mayor para la seguridad nacional norteamericana no son los yihadistas que querrían volar tantas torres gemelas como pudieran. Tampoco los cohetes intercontinentales con carga nuclear de Kim Jong-un. Mucho menos la falsa ambición iraní de controlar Oriente Medio. No desde luego la supuesta pretensión rusa de romper la Alianza Atlántica o interferir en los procesos electorales  occidentales. Ni siquiera el designio chino de convertirse en la potencia económica dominante en el siglo XXI y eternizar el modelo político autoritario de un Partido Comunista reconvertido en una formación nacionalista.
                
En realidad, la mayor amenaza a la seguridad de los ciudadanos norteamericanos es esta “violencia pistolera” (gun violence), como ha dicho alguien tan poco sospechoso de izquierdista como el exgeneral John Allen, jefe en su día de las fuerzas militares en Afganistán y hoy presidente del think tank Brookings (5).
                
En medios sociales y políticos hay una creciente preocupación por el discurso presidencial de afinidad con el  grupo más activo en la ejecución de los delitos violentos: la ultraderecha blanca. Desde el comienzo de su mandato, Donald Trump ha pregonado ruidosamente su pretensiones de levantar muros para impedir la llegada de inmigrantes, obstaculizar el derecho al refugio o asilo, separar a niños migrantes de sus padres, prohibir u obstaculizar la visita de extranjeros o criminalizar a las personas por su raza, color o cultura.
                
En las últimas semanas, desde que el presidente hotelero se ha convertido en presidente candidato a la relección (incumbent), su discurso xenófobo se ha reforzado y ampliado hasta convertirse en abiertamente racista. Al desprecio por los extranjeros se ha unido la injuria, el hostigamiento verbal y la ridiculización de los propios nacionales que no responden al patrón blanco aún dominante.
                
En su absurda y peligrosa deriva, el ocupante de la Casa Blanca ha llegado a defender la expulsión de cuatro congresistas demócratas cuyo origen étnico o religioso no es el de la mayoría blanca. Ayanna Presley (afroamericana de Massachussets), Ilham Omar (de origen somalí, elegida en Saint Paul, Minnesota), Rashida Tlalib (hija de palestinos, diputada por Michigan) y Alexandria Ocasio-Cortez (puertorriqueña de origen, estrella emergente de la izquierda demócrata y representante por el cuarto distrito de Nueva York) constituyen el denominado squad (equipo) progresista. Son la punta de lanza del sector más izquierdista de los demócratas, frente al liderazgo tradicional, vetusto y contemporizador del Partido.
                
En el “otro lado del pasillo”, los republicanos vacilan. A muchos les repugna esta utilización oportunista del nacionalismo blanco que ejerce su teórico líder político. Pero pocos se atreven a denunciarlo en voz alta. El Great Old Party está secuestrado moral y políticamente por Trump, como antes lo estuvo por el tea party.
               
UNA COMPLICIDAD IRRESPONSABLE
                
Desde sectores más críticos han arreciado los comentarios que atribuyen a Trump una clara responsabilidad por justificar y alentar a los propagadores de los mensajes de odio racial y rechazo al inmigrante, refugiado, extranjero o ciudadano norteamericano perteneciente a alguna de las minorías. La matanza de El Paso ha sido ejecutada por un joven que se declara portador de la misión blanca de defender a Estados Unidos de la invasión migratoria. Mantra preferente del presidente-candidato. A falta de soluciones reales para esos sectores sociales frustrados por la globalización, la creciente desigualdad y otras debilidades estructurales del sistema, Trump recurre al chivo expiatorio étnico, racial y religioso.
                
Hay una conexión alarmante entre los tweets y mítines del presidente-candidato y las proclamas nazi-fascistas de los años treinta. Presionado por la alarma social generada estos últimos días, Trump atribuyó las matanzas a la insania mental de sus autores y condenó el supremacismo racista y el fanatismo que sirven de sustento a estas aberraciones. Pero omitió la necesidad de imponer controles al uso individual de armamento y, por supuesto, eludió su responsabilidad, al intentar desmarcarse de una corriente que él ha contribuido a cultivar.
                
Este comportamiento revela la personalidad política del presidente-hotelero. No actúa motivado por ideas políticas propias y sólidas, sino por oportunismo. Se apunta a lo que intuye que le da votos y, sobre todo, popularidad y notoriedad. Como la vanidad es el motor de sus actuaciones, no puede ser un líder discreto o adecuado a las exigencias de su cargo. Asume un “orden de batalla”, una actitud beligerante y explosiva, y emplea sin mesura ni responsabilidad los numerosos y poderosos instrumentos que tiene a su alcance para hacer ver que sólo él puede hacer realidad esos extravíos sectarios y racistas del ultranacionalismo blanco. Después de erigirse en pirómano mayor, pretende ahora oficiar de bombero en jefe. En definitiva, se ha convertido en un aprendiz de brujo.


NOTAS

(1) “Gun violence in 2019, There have been 251 mass shootings in the U.S. in 216 days”. SLATE, 5 de agosto.

(2) “Are video games or mental illness causing America’s mass shootings? No, research shows”. THE WASHINGTON POST, 5 de agosto.

(3) “FBI faces skepticism over its efforts against domestic terrorism”. THE WASHINGTON POST, 5 de agosto.

(4) “White terrorism shows ‘stunning’ parallels to Islamic State’s rise. MAX FISHER. THE NEW YORK TIMES, 5 de agosto; “How does online racism spawns mass shooters”. JAMES PALMER. FOREIGN POLICY, 4 de agosto.

(5) “Gun violence in America: a true national security threat”. JOHN R. ALLEN. BROOKINGS INSTITUTION, 5 de agosto.