EL BREXIT DE NUNCA ACABAR

 30 de diciembre de 2020

En el largo, penoso y enrevesado proceso de divorcio entre el Reino Unido y la Unión Europea siempre que se cierra un acuerdo se abre casi automáticamente un nuevo proceso, ya sea complementario, de aplicación, seguimiento o verificación. El acuerdo de Nochebuena no es una excepción. Aunque formalmente, una vez ratificado por el Parlamento británico y por la Eurocámara, se pondrá fin al periodo de transición abierto tras el pacto de ruptura de hace diez meses, empieza ahora otra fase más complicada y menos comprensible para los ciudadanos de ambas partes. Por no mencionar el enorme campo de actividades, relaciones y ámbitos de cooperación que no regula este último deal (1).

El primer ministro Johnson, fiel a su estilo exuberante, se apresuró a vender el acuerdo como la culminación de todas las aspiraciones del Brexit desde sus inicios: “hemos recuperado el control sobre nuestras leyes y nuestro destino”. Lo que supone, según él, “certidumbre a empresas, viajantes e inversores”). Los hechos no avalan su pretendido entusiasmo.

En contraste, casi todos los líderes continentales, aunque valoran el avance en la relación bilateral futura, han sido más cautos. Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión, calificó lo conseguido de manera prudente (“bueno”, “justo” y “equilibrado”) y su antigua jefa, la canciller Merkel, se expresó en sus habitualmente comedidos términos (“confío en que sea un buen resultado”). Este ha sido el tono predominante de los demás. Sólo el presidente francés se permitió, también conforme a su costumbre, una valoración más triunfalista (“la unidad y la firmeza europea han rendido fruto”). El análisis frío de las 1246 páginas del acuerdo con sus anexos exige una evaluación ponderada, en la que coinciden casi todos los medios más rigurosos (2).  

CESIONES MUTUAS

Para los británicos, pueden ser considerados como satisfactorias las garantías iniciales sobre la eliminación de tarifas y cuotas en las relaciones comerciales, aunque esta era una aspiración de ambas partes. Londres ha conseguido que la UE no pueda aplicar una represalia unilateral, en caso de que los británicos rebajen sus normativas laborales, medio ambientales o fiscales, para que sus productos sean más competitivos. Al poner la eventual disputa en manos de comités especializados y paritarios, se evita una eventual respuesta automática y contundente de los europeos (3).

Esto, naturalmente, abre la puerta a largas y tediosas discusiones, un arbitraje neutral en caso de desacuerdo y un sinfín de dificultades burocráticas y operativas. Al cabo, la ley británica no será tan autosuficiente como pretende Johnson ya que, para no afrontar posibles penalizaciones, las regulaciones británicas no podrán apartarse de las europeas. El despegue británico de la “órbita reguladora” europea estará muy condicionado.

El mayor golpe para los intereses británicos es la ausencia del sector servicios, a pesar de que representa el 80% de la economía nacional; en particular, los financieros son el principal rubro exportador. El propio Johnson admitió que el deal “no nos ofrece tanto como nos hubiera gustado”(4). En realidad, deja a consideración de los reguladores europeos las consideraciones sobre la armonización. Las firmas de la City tendrán que abrir filiales en la UE. Pero los productos británicos disponen de gran capacidad de maniobra y sus promotores confían en mantener su posición ventajosa. En esta materia, Gran Bretaña tiene un superávit de 24 mil millones de euros con la UE, mientras en el resto del comercio de bienes y mercancías el Reino Unido arrastra un déficit de 130 mil millones (5).

Londres también ha cedido en la pesca. Aunque el sector apenas supone un 1% de los intercambios bilaterales de bienes y servicios, en las últimas semanas de negociación se había convertido en uno de los mayores obstáculos para el acuerdo. Al final, los europeos se desprenderán del 25% de las cuotas de captura de que disfrutan ahora, y no el 60% como exigían los británicos, y además durante un periodo de cinco año y medio. A partir de entonces, las cuotas se negociarán anualmente. Boris Johnson ha presentado esto a su manera: “por primera vez desde 1973, somos una nación marítima independiente”.

UNA FASE DE DESCONCIERTO

El proceso de aplicación del acuerdo se antoja complicadísimo, según anticipan los responsables operativos de las empresas comerciales y de logística. La plantilla de aduaneros y veterinarios en los puertos de entrada se las verán y desearán para abordar los controles de obligado cumplimiento a partir del primero de año. Los tapones y retrasos son inevitables. Esa será la imagen pública del Brexit efectivo. Porque, como ha dicho Michel Barnier, jefe de los negociadores europeos, “los cambios son innegables y se notarán”.

Y, desde luego, lo apreciarán en su vida cotidiana los cuatro millones de europeos que viven en Gran Bretaña y los británicos residentes en el continente. Se anuncia un periodo de angustias e incertidumbre. Para obtener un trabajo en el Reino Unido, un ciudadano europeo necesitará visado y garantía de empleo remunerado con no menos de 30.000 euros anuales. Es decir, se protege la inmigración de altos vuelos y a las personas más cualificadas. Se acabará el Erasmus en Gran Bretaña, para lamento de Barnier, quien ha recordado que el programa de intercambio universitario funciona en Suiza, Turquía o Serbia, países externos a la UE. Aunque se anuncian nuevos proyectos de cooperación en la materia, difícilmente serán mejores.

Los procesos de regularización de los inmigrantes europeos ya residentes pero sin todos los papeles preceptivos serán más estrictos y restrictivos, y lo mismo cabe decir de los británicos en Europa. Incluso viajar de turista en cualquiera de los dos sentidos se hará más enjundioso e incierto (permiso de conducir internacional, cobertura médica, etc.). Nada que no fuera fácil de anticipar. No hay divorcio sin daños personales, ya se sabe.

RUIDO EN LA RATIFICACIÓN

La ratificación saldrá adelante, aunque se escuchen recriminaciones y críticas. En la sesión de voto en Westminster emergerán los brexiteers radicales, siempre insatisfechos, y manifestarán sus quejas por las concesiones que el amigo Boris quiere minimizar o ignorar. El líder laborista anunció que los suyos aceptarán el acuerdo aunque no les guste. Hay decenas de voces discordantes, , pero Keith Starmer ha dicho que el partido debe dejar el asunto atrás, si acaso plantear cambios menores, y concentrarse en el refuerzo de la economía y del sistema público de salud (6). El rebrote del virus (con virulencia récord en el Reino Unido) y las expectativas de las vacunas dominarán el debate público.

El acuerdo entrará en vigor el 1 de enero, con carácter provisional hasta que se pronuncie el Parlamento europeo. Habrá críticas, pero se espera un voto favorable. No se descarta que algún Estado pueda someter la cuestión a su parlamento nacional.

En definitiva, con el acuerdo de Nochebuena los brexiteers templados se sentirán más felices, aunque, como nación, serán cuatro o cinco puntos menos ricos durante un tiempo, según los economistas. Sarna con gusto... Y seguirá habiendo niebla política y sonando ruido (y, ocasionalmente, quizás furia) en el Canal de la Mancha.


NOTAS

(1) “UK-UE Trade and Cooperation agreement. Summary”. PRIME MINISTER OFFICE. London, 24 de diciembre.

(2) “The end is where we start now. The post-Brexit trade agreement leavez many questions unanswered”. THE ECONOMIST, 27 de diciembre.

(3) “From tariffs to visas: here’s what’s in the Brexit deal”. LISA O’CARROLL y DANIEL BOFFEY. THE GUARDIAN, 24 de diciembre; “Retour de douanes  et baisse des quotas de pêche européens: ce qui contient l’accord postBrexit”. ERIC ALBERT. LE MONDE, 24 de diciembre.  

(4) “From Bruges to Brexit, this is the end of the 30 years struggle”. Exclusive interview with Boris Johnson. HARRY YORKE. SUNDAY TELEGRAPH, 27 de diciembre.

(5) “Brexit deal done, Britain now scrambles to show how it will work”. BENJAMIN MUELLER. THE NEW YORK TIMES, 25 de diciembre.

(6) “Labour will not seek major changes to UK’s relationship with EU (exclusive interview). THE GUARDIAN, 30 de diciembre.         

ETIOPÍA: LA YUGOSLAVIA DE ÁFRICA

 23 de diciembre de 2020

Se hace siempre difícil escribir sobre una guerra en un país africano, aunque se trate de uno de los más grandes, influyentes y poblados del continente. La desatención informativa por África contribuye no poco a esto. La percepción de que allí el conflicto es algo inevitable, debido a las condiciones pavorosas de pobreza, ausencia de valores democráticos, bajos niveles de civilidad, ambiciones sin freno y otros tópicos al uso crean una pereza en el ciudadano occidental y obligan a un esfuerzo mayor del acostumbrado.

En noviembre, las tensiones étnicas persistentes en Etiopía terminaron por desbordarse en un episodio bélico de resolución engañosamente rápida. Los rebeldes del Frente de Liberación del Pueblo del Tigré culminaron una campaña de escaramuzas y hostigamientos menores con el asalto al principal cuartel del ejército federal en la región.

La respuesta del gobierno central fue contundente. En una campaña de apenas tres semanas, con apoyo aéreo y sin contemplaciones, las fuerzas federales conquistaron Mekelle, la capital del Tigré, y sofocaron la revuelta. La paz se ha ahogado en sangre. Un millón de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares y decenas de miles se han refugiado en el vecino Sudán. Una agencia de la ONU ha advertido del intento de limpieza étnica y se han registrado denuncias de violaciones de derechos humanos en las zonas de hostilidades (1).

La guerra ha destrozado la buena imagen internacional del primer ministro etíope, Abiy Ahmed, que recibió el año pasado el Premio Nobel de la Paz, más por sus intenciones que por sus hechos, como viene siendo habitual en las decisiones del Comité noruego.

Abiy es un joven dirigente oromio, uno de los principales grupos étnicos del país, donde también se registran tensiones nacionalistas y separatistas. Al inicio de su mandato, el nuevo líder estatal proclamó su intención de conciliar unidad y diversidad. La cuadratura del círculo (2). Este empeño junto a la liberación de miles de presos políticos, unas maneras democráticas, la promesa de elecciones genuinamente libres, un programa de liberalización económica, la paz formal con Eritrea y un discurso conciliador le valieron el reconocimiento internacional (3).

Con casi cien millones de habitantes, Etiopía es el tercer país más populoso de África (después de Nigeria y Egipto) y el séptimo por volumen de producción. Sin embargo, en cuanto al PIB per cápita, desciende al puesto 35. Las guerras, expresas o larvadas, la sequía y ciertas prácticas agrícolas erróneas han provocado ciclos de hambruna y mortalidad pavorosos.

Abiy Ahmed ha incurrido o se ha visto atrapado, en lo mismo que casi todos sus antecesores: la enorme dificultad de contentar a todos los grupos étnicos del país, más de ochenta, sin hacer peligrar la cohesión del estado. Esta pluralidad es muy habitual en África, como también lo son las disputas de intereses casi nunca pacíficas.

Esta última guerra ha obedecido al tradicional choque entre dos visiones opuestas del país, como resume un profesor etíope de la Universidad canadiense de Waterloo: de un lado, la que proclama la necesidad de un estado central fuerte para garantizar la unidad y cohesión del país; y la opuesta, que defiende la devolución del poder a las partes constitutivas de la República, para conjurar la tentación imperial del absolutismo y respetar los legítimos derechos nacionales (4).

Durante el reinado de Menelik II (1889-1913), un amhara del norte, el Imperio se expandió al sur, incorporando a los oromos, somalíes y otras decenas de etnias bajo su autoridad. La Italia fascista humilló a Haile Selassie (1930-1936), con la conquista militar de Abisinia (parte norte del país), pero tras su reposición en el trono tuvo que afrontar una rebelión en el Tigré. A mediados de los setenta, militares de ideología comunista liderados por Mengistu Haile Marian derribaron al viejo emperador y prometieron atender a las reivindicaciones nacionales, según la doctrina leninista de acabar con la “cárcel de los pueblos”. Pero, al cabo, establecieron un régimen autoritario y centralista (el Derg), lo que provocó la creación de nuevos frentes de liberación entre las minorías insatisfechas.

En 1991, tras el derrumbamiento de la Unión Soviética, el también marxista Frente de Liberación del Pueblo Tigré asumió la dirección del país con un programa de descentralización e integración de todas las minorías nacionales. Sin embargo, en 1993, una de esas naciones, Eritrea, especialmente activa en la defensa de sus peculiaridades, declaró su independencia, tras una guerra iniciada durante la última fase del régimen militar.  

Las autoridades oriundas del Tigré, a pesar de que la población de esta etnia solo representa un 6% del total nacional, terminaron imponiendo sus intereses y criterios, ayudados por un notable desarrollo económico, que libró a decenas de millones de etíopes de la pobreza extrema. Meles Zenawi, el líder político de esa Etiopía que parecía caminar por la senda del éxito recibió elogios de Estados Unidos y sus aliados occidentales, aunque sus credenciales democráticas dejaran mucho que desear.

Tras la muerte de Zenawi, en 2013, se reavivaron las tensiones étnicas, que en realidad nunca desaparecieron. Cuando el joven líder oromo Abiy Ahmed asumió la dirección central del país el catálogo de desafíos era muy pesado y numeroso (5).

Los tigriños nunca aceptaron de buena gana el nuevo liderazgo y prepararon la rebelión contra un poder central del que acostumbraban a disfrutar. El Frente de Liberación de Oromia tampoco confiaba en el nuevo dirigente, pero a ser de su etnia. Se sucedieron las escaramuzas armadas en varias regiones, con los consiguientes desplazamientos de población. Pero fueron los tigriños quienes elevaron el desafío al poder central, con la acción que desencadenó la crisis bélica que parece lejos de resolverse. Aunque de momento los combates han cesado, las heridas están abiertas. Todo parece indicar que el Frente de Liberación del Tigré se prepara para librar una larga guerra de guerrillas desde las montañas.

Un investigador de la Fundación Carnegie sugiere tres líneas inmediatas de actuación por parte de la comunidad internacional para contribuir a detener el conflicto: poner fin a la persecución de los tigreños por parte del gobierno central, levantar el cerco a las regiones del Tigré mediante el restablecimiento de las comunicaciones y los accesos a las zonas de combate y presionar a Abiy para que se avenga a una desescalada (6).

Como suele ocurrir con los odios identitarios, las pasiones primarias sirven para camuflar intereses económicos o políticos. Lo que ahora se presenta como lucha de liberación nacional es, en gran medida, una pugna por recuperar privilegios pasados. De ahí que las invocaciones a Yugoslavia, pese a las diferencias políticas, históricas, geográficas y culturales, no sean del todo forzadas (7).

De reanudarse las hostilidades, no sólo se pondría en peligro la estabilidad en Etiopía, sino que algunos de los países fronterizos o cercanos, ya en situación muy precaria, como Sudán o Somalia, incluso Egipto, podrían verse perjudicados de manera muy sensible. En estos tiempos del COVID las repercusiones negativas propias de una guerra se amplifican y hacen de la vida de las poblaciones afectadas un auténtico infierno.


NOTAS

(1) “Ethiopia sinks deeper into ethnic conflict”. FRITZ SCHAAP. DER SPIEGEL, 15 de diciembre.

(2) “What Abiy’s plan mean for the country and the region”. MICHAEL WONDEMARIAM. FOREIGN AFFAIRS, 10 de septiembre de 2018.

(3) “Abiy Ahmed is not a populist”. TOM GARDNER. FOREING POLICY, 5 de diciembre de 2018; “Can Ethiopia’s reforms succeed?

(4) “The war in Tigray is a fight over Ethiopia’s past and future”. TEFERI MERGO. FOREIGN POLICY, 18 de diciembre.

(5) “Le réformateur Abiy Ahmed face au défi ethnique”. CHRISTOPHE CHATELOT. LE MONDE, 11 de marzo de 2019.

(6) “Ethiopia’s crisis in Tigray presents hard decisions”. STEVEN FELDSTEIN. CARNEGIE FOUNDATION, 1 de diciembre.

(7) “Don’t let Ethiopia be the next Yugoslavia”. FLORIAN BIEBER y WONDEMAGEGN TADESSE GOSHU. FOREIGN POLICY, 15 de enero de 2019.

MARRUECOS E ISRAEL: UN TRATO A LA MEDIDA DE SU PROMOTOR

 16 de diciembre de 2020

El “trato” (deal) diplomático entre Marruecos y Estados Unidos es el último ejemplo del desaliño internacional del presidente (saliente) norteamericano. Ya que no ha podido impedir el bloqueo jurídico e institucional de la elección de su rival demócrata, Joe Biden, se ha embarcado en intensificar una serie de iniciativas incoherentes con los compromisos exteriores de Estados Unidos y dudosamente consistentes con la legalidad internacional. Se teme que de aquí al 20 de enero pueda cometer todavía alguna tropelía mayor.

La sustancia del “trato” con Marruecos consiste en el reconocimiento norteamericano de la soberanía marroquí sobre el territorio del Sahara Occidental, a cambio del compromiso de normalización de relaciones plenas del Reino con Israel. El promotor hotelero se ha convertido en el “agente matrimonial” de los estados árabes aliados de Occidente con Israel. El operador de este ambicioso designio ha sido el yernísimo Kushner, cuya hoja de servicios incluye los acuerdos de Sudán, Emiratos Árabes y Bahréin con Israel, el canal discreto, que no secreto, entre este país y Arabia Saudí (paso previo a la normalización, condicionada a otros avances) y, por último, la mencionada iniciativa ante Rabat.

El “acercamiento” israelo-marroquí no supone una novedad y mucho menos una “enorme avance” diplomático, como ha dicho Trump. Marruecos lleva décadas colaborando informalmente con Israel, con mayor o menor discreción, incluso antes del parteaguas diplomático regional por antonomasia, que fue el viaje de Sadat a Jerusalén, preludio de los tratados de paz con Israel, primero de Egipto y luego de Jordania. Hay que recordar que los acuerdos egipcio-israelíes de Camp David partieron de una sesión preliminar, un año antes, precisamente en Marruecos. Más tarde, tras los acuerdos de Oslo entre Israel y la OLP, Marruecos y el estado judío iniciaron el proceso de reconocimiento diplomático mutuo, que quedo interrumpido por la Intifada palestina del año 2000.  Y mucho antes que todo eso, a mediados de los años sesenta, el Mossad tuvo un papel decisivo en la localización, asesinato y desaparición del cadáver del disidente marroquí Ben Barka, en París (1).

TENSIÓN BÉLICA EN EL SAHARA

Este pacto triangular se produce en un momento delicado en la situación de no-paz-no guerra en el Sahara occidental. El gobierno de la RASD (República árabe saharaui democrática) acaba de declarar el final del alto el fuego y la reanudación de sus operaciones militares, tras una operación armada de Marruecos en la zona desmilitarizada, en torno a Guergerat, bajo control de la MINURSO (misión de la ONU).

El origen de este nuevo foco de tensión fue la protesta, el pasado noviembre, de civiles saharauis por la construcción de una carretera marroquí que pretende conectar su territorio nacional a través de Mauritania con los países del África Occidental. En estimación de los saharauis, estas obras suponen una violación de los acuerdos de 1991, ya que supone atravesar un territorio formalmente en disputa. Militares marroquíes abrieron fuego contra los manifestantes y el Frente Polisario replicó. No se informó de daños personales (2).

Las consecuencias de este brote de tensión son aún difíciles de calibrar. Aunque los saharauis desearían desbloquear el estancamiento actual, tras treinta años de dilaciones marroquíes, que han reducido el proceso de pacificación internacional a papel mojado, no parece que cuente con muchas opciones para obligar a Rabat a hacer concesiones. Un intento de acercamiento hace dos años concluyó en fracaso (3). La situación de inestabilidad y revuelta social en Argelia le priva de un apoyo práctico imprescindible.

A estas alturas nadie cree que vaya a celebrarse el referéndum patrocinado por la ONU, aunque Marruecos podría ganarlo porque lleva décadas repoblando el territorio con marroquíes de otros lugares del Reino. Estos inmigrantes constituyen ya la mayoría de los habitantes del Sahara. Mientras tanto, casi la mitad de los saharauis siguen residiendo en los campamentos de refugiados en las zonas fronterizas de Argelia. Pero para el Reino, la soberanía es indiscutible, una cuestión de principios. La nueva generación de dirigentes saharauis considera agotado el tiempo de espera. Hace tiempo que Marruecos pretendió desnaturalizar el proceso de descolonización, mediante la concesión de una autonomía a los saharauis. Pero estos consideran que esa oferta era una trampa que legitimaría la ocupación.

Ante esta situación de bloqueo sin salida a la vista y del riesgo de una reanudación de las hostilidades sobre el terreno, cabe preguntarse, qué gana cada parte en este pacto que Trump pretende presentar como una pieza clave de su legado exterior.

Marruecos.- Es el actor más beneficiado en apariencia. Obtiene de Estados Unidos el reconocimiento formal de su soberanía sobre el Sahara, lo que supone un cambio formal en su posición de culminar el proceso de paz tutelado por la ONU. Sin embargo, en la práctica, Washington ya había avalado el planteamiento marroquí de la autonomía y se ha abstenido de presionar a Rabat, en sintonía con París y Madrid. El rey Mohamed VI asume un riesgo menor en el acercamiento a Israel (que no será inmediato, ni siquiera sujeto a fechas establecidas), ya que la normalización entre los estados árabes proccidentales e Israel es ya imparable. Por el contrario, el reino aspira a recibir ayuda militar israelí, en caso de necesidad, lo que reduciría su dependencia actual de Estados Unidos, que le suministra el 90% de las armas que compra.

Israel.- La ganancia es más diplomática o de imagen que práctica. Marruecos es una brecha más en un muro árabe de hostilidad que se cae a pedazos. El beneficiado más claro es el primer ministro. Netanyahu intenta a duras penas sostener la gran coalición con el partido de los generales centristas de Kajol Lavan (Azul y Blanco), amenazada con mociones de censura y tensiones anunciadas recurrentes. Hay también un componente sociológico. En Marruecos viven todavía 4.000 judíos, una población menor comparada con los 200.000 en el año de la partición de Palestina, pero en Israel reside un millón de ciudadanos judíos de origen marroquí.  El turismo israelí en Marruecos no ha dejado de crecer y se espera que experimente un auge considerable. Las relaciones económicas y comerciales (o militares, como ya se ha dicho) serán provechosas para Israel (4).

Estados Unidos.- Poco o nada gana en esta operación. Incluso el neocon Bolton, ahora enemistado con Trump, pero poco sospechoso de hostilidad hacia Marruecos, considera que la iniciativa es “innecesaria y peligrosa” y recomienda a Biden que la revierta y siga la pauta del senador republicano James Inhofe, partidario de la línea tradicional (5). Stephen Zunes, experto en la materia y profesor de la Universidad de San Francisco, recuerda los compromisos jurídicos internacionales de Estados Unidos y Europa  y reclama coherencia (6). Los países de la ONU están obligados a respetar la culminación de un proceso de descolonización. Cuando Marruecos decidió convertir la cesión administrativa de España en ocupación primero y anexión después, vulneró esa disposición. Su declaración de soberanía, para ser legal, debe contar con la sanción internacional. Al endosar, primero de hecho y ahora formalmente, la actuación marroquí, la administración Trump se evade de sus obligaciones con la comunidad internacional. Pero esas sutilezas escapan al presidente saliente, que sólo piensa en lo que él cree que puede conferirle estatura de estadista, además de dejarle un papelón más a Biden, cuyo triunfo electoral sigue sin admitir. En fin, este trato triangular está hecho a la medida de su fraudulento promotor.  


NOTAS

(1) “Le ‘deal’ de Donald Trump entre Maroc et Israël”. LOUIS IMBERT. LE MONDE, 11 de diciembre.

(2) “Violence erupts in Western Sahara”. SARA FEUER. THE WASHINGTON INSTITUTE ON NEAR EAST, 17 de noviembre; “Morocco launches military operation in Western Sahara buffer zone”. ABDI LATIF DAHIR. THE HEW YORK TIMES, 13 de noviembre.

(3) “A new push to resolve the conflict over Western Sahara”. THE ECONOMIST, 1 de diciembre.

(4) “Morocco joints list of Arab nations to begin normalizing relations with Israel”. THE NEW YORK TIMES, 10 de diciembre.

(5) “Biden must reverse course on Western Sahara. Trump recognition of Moroccan sovereignty dangerously undermines decades of carefully crafted U.S. policy”. JOHN BOLTON. FOREIGN POLICY, 15 de diciembre.

(6) “Western Sahara’s fate lies in the hands of U.N. Security Council. The East Timor offers a way out”. STEPHEN ZUNES. FOREIGN POLICY, 9 de diciembre (Zunes es autor del libro “Western Sahara: War, Nationalism and conflict irresolution”).

GEOPOLÍTICA DEL RUIDO Y EL SILENCIO

 2 de diciembre de 2020

El asesinato del físico nuclear más relevante de Irán y el encuentro entre el primer ministro israelí y el príncipe heredero saudí son dos hechos de diferente impacto, pero de análoga significación, similar alcance y coincidentes consecuencias.

Moshen Fakhrizadeh fue acribillado en una autopista en las afueras de Teherán, con una ametralladora manejada a distancia. Una operación propia de un video juego. Una ejecución de alta precisión y profesionalidad. Marca Mossad. Ruido escénico (1).

La entrevista Netanyahu-Bin  Salman, negada por los saudíes (de libro) y ni confirmada ni desmentida por los israelíes (ídem) confirma la alteración de equilibrios y alianzas en la región desde el viaje de Sadat a Jerusalén en 1977. Discreción cercana al silencio.

Irán, en ambos hechos, es el objetivo, el enemigo, la causa.

UNA LARGA LISTA

No es el primer científico iraní supuestamente relacionado con el programa nuclear, que Israel habría matado. Hubo dos casos en 2010 y uno anterior, en 2007. Los supuestos ataques israelíes no se dirigen a personas; también, a instalaciones e infraestructuras: en aquel 2010 infectó el software de las centrifugadoras (2). En esta incesante guerra cibernética ha contado con complicidad de la CIA. Cuando Obama decidió que lo mejor era negociar con los ayatollahs, Israel se sintió incomprendido, abandonado o traicionado, según las sensibilidades. En 2018, el Mossad robó documentos secretos sobre el proyecto y este mismo año destruyó un centro de investigación y desarrollo nuclear. Nadie en Israel cuestiona estas audacias (3). El país está pendiente de otro asunto más inmediato: una nueva moción de censura contra un gobierno de  coalición que se tambalea.

Trump se salió del acuerdo nuclear y en enero de este año ordenó la muerte del militar más influyente de Irán, el general Suleimani, jefe de las unidades de élite de los Guardianes de la Revolución, la guardia pretoriana del régimen. Entonces, como ahora, se esperaba una represalia iraní, que debía estar a la altura del agravio. Pero la República Islámica se limitó a atacar una base norteamericana en Irak, que no causó muertos.

Ahora, se sospecha que el presidente saliente pueda despedirse a lo grande, con una exhibición militar, tanto para dejar huella como para incomodarle la inauguración a su rival electoral, al que todavía no ha concedido la victoria. Por eso, lo más probable es que Irán aguante (4), espere a que Biden se siente en la Casa Blanca y compruebe si el reloj del despacho oval marca de nuevo la hora de Obama o se sitúa en un tiempo distinto.

CAMBIO DE PARADIGMA

Israel no se hace ilusiones con la nueva administración norteamericana y juega sus cartas: la bélica y la diplomática. Esta última puede ser tan efectiva o más que la primera. Después de sacudir el tablero geopolítico al establecer relaciones con dos de las monarquías del Golfo (Emiratos y Bahréin), aborda ahora la pieza mayor: Arabia Saudí.

El primer ministro Netanyahu, un político que hace del pragmatismo su primera y única regla moral, ha aprovechado la oportunidad para inclinar el terreno de juego a su favor antes del cambio de árbitro. La sintonía entre ambos enemigos jurados de Irán era un secreto a voces desde hace tiempo. Sólo la impostura de la hostilidad árabe hacia Israel impedía el reconocimiento público.

La clave no está en el hecho en sí (entrevista o no) sino el momento. ¿Por qué ahora? La respuesta es sencilla. La pareja geopolítica del momento le ha dejado una tarjeta de bienvenida al presidente electo con un mensaje corto y claro: concesiones cero a Irán (5).

Biden ha dicho que está dispuesto a regresar al JCPOA (siglas del acuerdo nuclear), si Irán vuelve a los límites establecidos y destruye el uranio suplementario que enriqueció tras la renuncia de Trump. Pero los acontecimientos pueden hacer obsoleto ese propósito

Un veterano especialista en Oriente Medio, Thomas Friedman (judío norteamericano), se ha permitido darle un “consejo”, en un tono coloquial y cariñoso, al presidente electo: “Querido Joe, ya no se trata del nuclear iraní” (6). En sustancia, Friedman, sin quitarle importancia al temor atómico, asegura que, al cabo, esa ambición, si se convirtiera en amenaza inmediata, podría conducir al final de la República Islámica, porque generaría una respuesta de sus enemigos, incluso EE. UU.

Lo que inquieta de manera más presente a israelíes y saudíes son los misiles iraníes de última generación que, con infalible precisión, destruyeron en abril de 2019 la principal refinería petrolera del Reino sin que sus defensas ni los radares israelíes y norteamericanos los detectaran. Dicho de otra manera, si los misiles no aparecen en el menú del reencuentro entre iraníes y norteamericanos, saudíes e israelíes podrían tirar del mantel y arruinar la velada.

Por instinto y trayectoria, Biden calibrará cuidadosamente los riesgos (7). En el pasado reciente no ha sido muy amable con Riad, debido a su empecinada guerra en Yemen (mayor catástrofe humanitaria del momento) y al macabro asesinato del periodista Jamal Khashoggi, entre otras conductas reprobables. Pero, de nuevo, por debajo del ruido de las palabras, se impone el silencio de las cifras: en los últimos cinco años, la venta de armas norteamericanas a los saudíes se ha incrementado en un 220% (8). Los beneficiados por el negocio no van a dejar que se les escape el botín.

Con Israel, Biden se ha mostrado más comedido, aunque fue objeto de desaires por parte de los radicales aliados de Netanyahu, cuando era vicepresidente. Pero son otros tiempos. En su equipo prima la diplomacia y las maneras suaves. Además, los republicanos lo escrutarán con lupa y no debe esperar de ellos más facilidades de las que le negaron a Obama.

Europa ha brindado su apoyo caluroso a Biden. La diplomacia europea ha elaborado una lista con los temas pendientes de reparación tras el desaguisado de Trump. El JCPOA está en lo alto de la agenda, sin obviar los misiles. Macron intentó en el G-7 del año pasado en Biarritz que Trump rectificara y le planteó hacer una oferta amplia a Teherán que incluía esas armas. Pero no parece que los europeos lo planteen como condición previa, por pragmatismo.

IRÁN AGUARDA

Entre funerales solemnes y protestas de venganza, los clérigos miden bien sus fuerzas. Son persas, no árabes: saben controlar sus pasiones. No desperdiciarán la mano tendida de Biden, pero tampoco aceptarán humillantes condiciones. Los moderados, liderados por el presidente Rohani y el ministro Zarif, artífices del acuerdo nuclear, desean recuperarlo para liberarse de las sanciones y el país pueda respirar. Dos revueltas sociales en tres años han disparado las alarmas. Pero saben que no pueden hacerlo a toda costa. El Guía Supremo Jamenei les ha dejado hacer, pero ha marcado los límites (9). Hace unos días dejó claro, una vez más, que la resistencia económica del país depende de su capacidad para afrontar las dificultades y no del levantamiento de las sanciones. Occidente, proclamó, no es de fiar.

NOTAS

(1) “Ce qui l’on sait du physicien nucleaire iranien assasiné à Tehéran. LE MONDE, 30 de noviembre.

(2) “Who killed Moshen Fakhrizadeh, Iran’s nuclear chief? Israel is the likely suspect. SIMON HENDERSON. THE HILL, 27 de noviembre.

(3) “Moshen Fakhrizadeh: l’assassinat de trop”. HA’ARETZ, 29 de noviembre.

(4) “How will Iran react to another high-profile assassination? ARIANE TABATABAI. FOREIGN POLICY, 30 de noviembre.

(5) “Saudi-israeli relations: the curious case of a NEOM meeting denied”. TAMARA COFMAN WITTES y NATHAN SACHS. BROOKINGS INSTITUTION, 25 de noviembre.

(6) “Dear Joe, It’s not about Iran’s nukes anymore”. THOMAS FRIEDMAN. THE NEW YORK TIMES, 1 de diciembre.

(7) “Assassination in Iran could limit Biden’s options. Was that the goal? DAVID SANGER. THE NEW YORK TIMES, 28 de noviembre.

(8) “To save the Iran nuclear deal, think bigger. TRITA PARSI. FOREIGN AFFAIRS, 10 de noviembre.

(9) “Khamenei speech set the boundaries of engagement with the West”. OMER CARMI. THE WASHINGTON INSTITUTE ON NEAR AND MIDDLE EAST, 30 de noviembre.