EUROPA, EN LA TRAMPA BÉLICA

16 de octubre de 2024

Los ecos de la guerras que llegan del Este se hacen más inquietantes a medida que transcurren las semanas. No hay perspectivas de conclusión en Ucrania, mientras que en Oriente Medio la vengativa y desproporcionada campaña israelí apunta a un nuevo ciclo de guerras locales, respuestas guerrilleras urbanas y amenazas de abrasamiento regional o estallidos localizados.

Europa está fuera de la gestión de la crisis bélica en Palestina y Líbano,pero sufre sus consecuencias. De forma inmediata, los ataques israelíes sobre la FINUL (fuerza de la ONU en Líbano), integrada por soldados españoles e italianos, entre otros. Estos cascos azules, como tantos otros, protegen poco, influyen menos e intimidan nada. Les aceptan los más débiles y les desprecian los más fuertes. Es una historia que se repite, con pocas excepciones, en el historial de las misiones internacionales mal llamadas de paz. Las airadas protestas de los ministros de exteriores difícilmente cambiarán el rumbo de las cosas.

A medio plazo, esta escalada bélica, más controlada de lo que parece, puede crear aún más complicaciones a Europa, si hubiera alteraciones en la circulación del petróleo procedente de esa zona. Incluso el riesgo de que eso suceda podría provocar un pánico que elevaría los precios.

El estancamiento de la guerra de Ucrania, con avances lentos pero mantenidos de las fuerzas rusas en Donetsk, ataques simultáneos contra infraestructuras civiles y militares e incrementos de armas entregadas por terceros dibujan un panorama sombrío del futuro cercano. Si la guerra afectara a los suministros de gas ruso, de una u otra manera, Europa sentiría sin duda la sacudida.

OTRA CURA DE AUSTERIDAD A LA VISTA

Los gobiernos europeos aprietan los dientes para hacen tragar a los ciudadanos otra cura de austeridad, la llamen como la llamen. Si se pone el foco en las tres grandes economías europeas (Alemania, Francia y Gran Bretaña), que influyen notablemente sobre el rumbo de las demás, lo que vemos son horizontes de crisis.

Alemania, si no hay sorpresas poco probables, cerrará 2024 con recesión, por segundo año consecutivo (-0,3% en 2023). La producción industrial ha caído, en particular la del sector de automoción (1). El pulso comercial europeo con China (la tercera guerra actual, ésta comercial) ha puesto a la primera potencia europea en estado de alarma. Berlín se ha desmarcado de la UE, pero no puede evitar el daño. Pekín sabe que los alemanes son el eslabón más débil de una guerra de nervios en el peor momento posible (2).

China es formalmente neutral en la guerra de Ucrania, pero se sabe que favorece a Rusia mediante una política de exportaciones de productos de doble uso (civil y militar) que alivia el bloqueo occidental a Moscú. El enfrentamiento comercial en forma de aranceles y tasas extras de aduana es otra forma de combate que deja víctimas por doquier.

El gobierno alemán está contra las cuerdas. La derecha democristiana ha puesto al frente a un dirigente que lleva años deseando romper con la herencia de Merkel y acabar con cualquier forma de restricción de la austeridad. Friedrich Merz puede ser canciller a finales del año próximo y, si en estos meses no se suaviza el clima político interno y externo, con mayoría absoluta. La extrema derecha, tras avanzar sus peones en el Este, podría ofrecerse como fuerza de reserva en caso de que las crisis bélicas se prolongasen y la base de la derecha se erosionara.

FRANCIA: COALICIÓN BAJO TENSIÓN

En Francia, también hay clima de alarma. Los indicadores macroeconómicos no pueden ser peores, en particular, los de déficit y deuda. El gobierno de derechas es minoritario en el ánimo de la nación, pero ha sido cocinado a partir de una receta inspirada desde el Eliseo, con los ingredientes autoritarios tradicionales de la V República. El primer ministro Barnier ha terminado colocando a sus correligionarios, antiguos gaullistas, conservadores de toda hora, en puestos clave del gobierno, en especial el Ministerio del Interior. Bruno Retailleau no ha dejado pasar mucho tiempo antes de anunciar que, pese al rechazo de los macronistas, va a proponer una nueva Ley de Emigración, más restrictiva aún que la aprobada por decreto en diciembre. Como responsable de la policía se espera de él mano dura, si la austeridad anunciada por Barnier y sus ministros liberales del área económica provoca respuestas sociales contundentes.

Hay que “sacar” 60 mil millones de francos imperativamente para reducir el déficit, rebajar la deuda y cumplir con las promesas de corrección que París ha hecho a Bruselas. Barnier plantea un recorte de 40.000 millones en gastos y obtener los 20 mil millones restantes de una mayor presión fiscal (2). En este punto aparecen las contradicciones de la actual alianza de gobierno. Los liberales y centristas próximos a Macron no quieren subidas importantes de  los impuestos y presionan a favor de reducción de gastos, pero el primer ministros y sus colegas conservadores son tradicionalmente renuentes a políticas demasiado liberales (3).

A cuenta de este debate sobre fiscalidad y déficit, tiene mucho interés la propuesta de Thomas Piketty. Bastaría con imponer una tasa excepcional de un 10% a las 500 mayores fortunas del país, para obtener 100.000 millones de euros, lo que resolvería el agujero en las arcas públicas. Las resistencias, que Piketty examina y desautoriza, reflejan las trampas políticas de la economía.

Desde la izquierda se protesta con la debilidad propia de una unidad cogida con alfileres, asaltada por continuas presiones del ala derecha del Partido Socialista y sobreactuaciones innecesarias de los insumisos frente a sus socios de coalición. No está claro que la izquierda controle la calle, en caso de desbordamiento social. O que sepa orientar esa presión hacia un desgaste insoportable de una derecha, cuya legitimidad para gobernar se encuentra desde un principio en entredicho. La beneficiaria de esta crisis política sin solución a la vista es la extrema derecha, que ha puesto un precio muy preciso a su apoyo exterior al gobierno: postulados migratorios y de orden público sin concesiones. Las huestes de Le Pen adoptan discursos equívocos contra la austeridad y la “preferencia nacional” en el reparto de las ayudas sociales.

EL LABORISMO, ATASCADO

En Gran Bretaña, el nuevo gobierno laborista no termina de arrancar. A finales de mes debe presentar sus Presupuestos al Parlamento. Lo que se ha filtrado hasta la fecha no cumple con la expectativas de una amplia base social que le devolvió la confianza electoral el pasado verano. Los indicios son tan claros que decenas de diputados laboristas se han anticipado en sus reservas y han pedido a la canciller (Ministra de Economía), Angela Reeves, que no se desvíe de las promesas hechas a los electores, en particular sobre el reforzamiento de los servicios públicos, ahora bajo mínimos. Pero el programa laborista exigiría 25 mil millones de libras suplementarios anuales, que sólo podrían obtenerse de una subida impositiva.

El primer ministro Starmer no termina de definirse. Para complicar la cosas, le ha estallado uno de esos mini escándalos tan habituales en la política británica. Se le acusa de haber aceptado regalos y prebendas, menores pero inapropiados y sobre todo muy incómodos en este momento de definición. Por lo demás, ese centrismo -que supuestamente le sirvió para desterrar de nuevo las tentaciones izquierdistas cíclicas en el laborismo- ha virado hacia una posición derechista en materias como inmigración o relaciones exteriores. 

Los elogios de Starmer a su colega italiana, Giorgia Meloni, por la “eficacia” de su política migratoria han causado una profunda irritación en sectores laboristas. Se teme que el primer ministro esté preparando a su base electoral para que asimile medidas muy restrictivas en la materia, sólo diferentes en estilo, que no en sustancia, de las aplicadas por los tories.

En política exterior, el primer ministro laborista ha confirmado sus posiciones proisraelíes, ya desplegadas durante la campaña contra el supuesto antisemitismo en su partido, lo que permitió purgar a cargos y dirigentes críticos con Israel.  Starmer se ha alineado con Biden, en esa reedición invariable de la “relación especial”, que convierte a Downing St. en  la sucursal europea de la Casa Blanca.

ESPERANDO A NOVIEMBRE

En la guerra de Ucrania, los laboristas británicos también adoptan el libreto que se escribe en Washington: apoyo firme al gobierno de Kiev, pero con el claro límite de no provocar a Moscú, lo que se traduce en la prohibición de usar las armas para atacar objetivos sensibles dentro del territorio ruso. El resto de los países europeos, salvo bálticos y polacos, comparten esta línea.

Las contradicciones británicas sobre Ucrania no son distintas a las europeas. El interés general empuja hacia alguna forma de solución negociada, pero, en las actuales circunstancias, esa opción favorecería con matices a Rusia, y eso es algo que los gobiernos europeos, presos de su retórica, no se pueden permitir. Ciertamente, ese opaco “Plan de la Victoria” que Zelenski ha presentado en las principales capitales occidentales no ha despertado mucho entusiasmo, pero no se reconoce abiertamente. De ahí que se apriete el nudo de las sanciones a Moscú y  se aumenten los préstamos a Kiev:  otros 35 mil millones de euros en 2025.  Para no agravar más las finanzas europeas, se tirará de los intereses que han generado los fondos rusos congelados en bancos e instituciones financieras europeas (7). De esta forma se ayuda a Biden a mantener abierto el grifo de asistencia a Ucrania, frente a las resistencias crecientes de los republicanos. Al menos en lo que resta de año.

Después de las elecciones de noviembre, se verá. Si gana Harris, se prevé continuismo en política exterior; es decir, más guerra, contenida en Ucrania y barra libre rebajada con regañinas a Israel en Oriente Medio. Pero se trata de previsiones inciertas: las encuestas predicen que los republicanos recuperarán el control del Senado y, aunque pierdan la Cámara Baja, ganarán espacio político para obligar a reconsiderar la política ucraniana de Estados Unidos y ampliar aún más el respaldo a Israel.

¿Y si gana Trump? Nadie quiere formularse ahora esa pregunta... públicamente al menos.


NOTAS

(1) “An Existential Crisis in the German Auto Industry”. DER SPIEGEL, 27 de marzo.

(2) “The EU hits China’s carmakers with hefty new tariffs”. THE ECONOMIST, 12 de junio.

(3) ”Le gouvernement promet 40 milliards d’économies dès 2025”. LE MONDE, 2 de octubre.

(4) ”Les propositions de Gabriel Attal, une mise en garde à Michel Barnier”. LE MONDE, 10 de octubre.

(5) ”L’imposition des milliardaires est un débat politique et non juridique”. THOMAS PIKETTY. LE MONDE, 12 de octubre.

(6) “Labour needs £25bn a year in tax rises to rebuild public services”. THE GUARDIAN, 10 de octubre.

(7) “Les Européens s’accordent sur une nouvelle aide financière à l’Ukraine”. LE MONDE, 10 de octubre.

 

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