7 de Octubre de 2016
Marruecos,
nuestro vecino del sur, renueva hoy su Parlamento. Una veintena de formaciones
políticas se presentan con aspiraciones de representación, pero dos son las llamadas
a disputarse el triunfo y, lo que es más importante, la capacidad de gobernar.
La
primera y favorita es el Partido de la Justicia y el Desarrollo, de orientación
islamista moderada, actualmente en el gobierno, con una relación de aceptable
colaboración con el Trono y una fuerte implantación social.
El
principal aspirante a protagonizar el cambio es el Partido de la Autenticidad y
la Modernidad, compuesto por personalidades de distintas extracciones políticas
e ideológicas. Impulsado hace cuatro años, por un amigo íntimo del Rey y hoy su
más próximo consejero Fuad Ali Al-Himma, se le percibe como el partido de la
Corona.
A
una distancia considerable en expectativa de voto aparecen otras formaciones
que podrían ser muy necesarias para componer una inevitable coalición de
gobierno. La más importante de estas fuerzas secundarias es el histórico
Istiqlal, nacionalista. Comparte con los islamistas una visión social
conservadora, pero su experiencia de cohabitación en el gobierno saliente ha
sido difícil y tormentosa y se resolvió en la ruptura. Los puentes pueden rehacerse,
pero la confianza entre ambos está bajo mínimos.
UN
JUEGO DE IMPOSTURAS
La
pugna entre los islamistas del PJD y los liberales del PMA refleja la colección
de imposturas tradicionales en la política marroquí. Cada bando acusa al otro de
ser algo diferente de lo que proyecta y ambos tienen parte de razón, pero
ocultan intencionadamente su verdadera identidad (1).
EL PJD no es tan independiente
del único poder real en Marruecos (que es la Corona, asistida de los
principales aparatos del Estado) como ellos pretenden, ya que su carismático
líder y primer ministro, Abdelilah Benkirane, se ha adaptado, sin mucha
resistencia, al peculiar modelo de monarquía sintética, tradicionalista y
modernizadora a la vez, anclada siempre en papel dual del trono, político y
religioso: el Rey es el Amir Al-Muminin, o Comendador de los creyentes, de los
fieles, de la población entera. Los islamistas se ha desmarcado por completo de
la experiencia de los Hermanos Musulmanes egipcios y, por supuesto, se presenta
como bastión frente al extremismo yihadista, pese a que algunos los
acusan de doble juego o de ambiguedad.
Los
liberales eclécticos, que se reclaman de la autenticidad y la modernidad, quizás
no sean marionetas del Trono, o simples instrumentos del tahakoum,
término que puede traducirse como Estado profundo, como aseguran sus rivales
islamistas, pero sus vínculos con el poder real son innegables e inocultables.
Su líder actual es Ilyas el-Omari, un rifeño procedente de la izquierda que se
ha ido centrando, tanto ideológica como institucionalmente, para convertirse en
verdadera opción de gobierno. Ahora exhibe un progresismo laico muy militante,
que le lleva a exageraciones como proclamar que "el PJD no defiende
Marruecos sino el Califato" (2). Niega Omari la complicidad con el poder,
que le imputan sus adversarios islamistas pero también la izquierda renovadora.
Que el ministerio del interior haya negado cualquier intento de propiciar la
alternancia política, lejos de convencer a analistas y ciudadanos comunes, ha
alentado justo lo contrario.
El
Parlamento contará con 395 diputados. Tras la revuelta de 2011, Mohamed VI
introdujo cambios constitucionales en virtud de los cuales el primer candidato
a formar gobierno debe ser el líder de la formación más votada. Pero la
atomización del paisaje político marroquí empuja ineludiblemente a entablar
coaliciones, una operación muy complicada y azarosa.
En
la actualidad, el PJD cuenta con 107 diputados, pero aspira a mejorar su
representación, hasta los 115, según uno de sus portavoces. Con esa fuerza
parlamentaria puede encabezar una coalición medianamente estable, atrayendo de
nuevo al Istiqlal y a otras pequeñas formaciones más o menos instrumentalizadas
por la Corona.
El
PAM proclama que es opción de gobierno y airea sus buenos resultados en las
elecciones municipales del año pasado. Logró imponerse en cuatro de los diez
departamentos y cuenta con sólidas posiciones en algunos municipios grandes.
Pero los islamistas, pese a su discreto balance en el terreno económico (escaso
crecimiento de apenas un 1,5% en estos cuatro años) y los claroscuros en otra
de sus políticas preferentes, la lucha contra la corrupción, mantienen un nivel
aceptable de popularidad.
El
otro asunto que concita gran interés social y político es el rol social de la
mujer. La reforma del moudawana o código de familia ha sido muy modesto.
El PAM se presenta como una fuerza modernizadora, si no feminista, comprometida
claramente con la superación de viejos y muy tradicionales principales, que
limitan los derechos de las mujeres y bloquean su proyección social (3). Los islamistas, más pragmáticos que sus
análogos en otros países árabes camuflan
su conservadurismo, y prueba de ello es su posición en el controvertido asunto
de las herencias.
LA
IZQUIERDA, VERDADERA OPCIÓN DE CAMBIO
La
verdadera opción de cambio social y político y de renovación ideológica e
incluso generacional la abandera una coalición denominada Federación de la
Izquierda Democrática, que aglutina, entre otros, al Partido Socialista
Unificado y a las fuerzas que alumbraron el Movimiento 20 de febrero, la
expresión marroquí de la primavera árabe de 2011.
El
objetivo de esta confluencia en la izquierda no tradicional es hacer de
Marruecos una sociedad moderna y respetuosa del papel activo de la mujer, defender
los derechos e intereses de las clases populares y avanzar hacia una monarquía
plenamente constitucional.
Nabila
Mounib es la cabeza de cartel de esa plataforma electoral de la izquierda
renovada y la secretaria general del PSU, formación radical que se ha moderado
para competir en el panorama político. Doctora y profesora universitaria, de
gustos un tanto elitistas, pero muy contundente en sus críticas al régimen, se
configura como una dirigente de futuro. En Palacio no la ven con malos ojos
desde que consiguió convencer al gobierno sueco de que no reconociera a la República
saharaui (4).
La
izquierda se dibuja poco a poco en Marruecos como verdadera fuerza de cambio,
aunque todavía es débil socialmente. Las movilizaciones de 2011 crearon una
dinámica de renovación que luego se debilitó. Ahora parece resurgir, pero su
fuerza se reduce a los mayores núcleos urbanos (5).No obstante, la persistencia
de los veterano partidos demasiado comprometidos con la absoluta prevalencia de
palacio (como los socialistas históricos de la USFP o los antiguos comunistas
del Partido para el Progreso y el Socialismo, socio del PJD en el gobierno), o
la influencia corporativa de los sindicatos, suponen un obstáculo para un
proyecto global de renovación política y transformación social.
(1) "Morocco's Legislative Elections wil test the
reform process" SARAH FEUER. THE WASHINGTON INSTITUTE FOR NEAR EAST POLICY,
5 de octubre.
(2) "Dossier. Législatives
au Maroc 2016". JEUNE AFRIQUE. http://www.jeuneafrique.com/evenements/legislatives-au-maroc-2016/
(3) "Moroc's
Liberal Challengers", ILIA BERMAN. FOREIGN AFFAIRS. 5 de octubre.
(4) "Au Maroc, Nabila Mounib veut incarne un 'troisième
voie'". YOUSSEF AIT AKDIM. LE MONDE. 27 de septiembre.
(5) "L'amertume ds militants du 'primtemps marrocaine'".CHARLOTTE
BOZONNET LE MONDE, 3 de octubre.