FRANCIA: TRAGEDIA TERRORISTA Y FARSA ELECTORALISTA

22 de marzo de 2012

FRANCIA: TRAGEDIA TERRORISTA Y FARSA ELECTORALISTA
El terrorismo ha irrumpido en la campaña electoral francesa, a pesar de que sus principales protagonistas –y desde luego, el más relevante, el propio Presidente-candidato- aparentaran lo contrario durante los días que mediaron entre el atentado de Montauban y el trágico desenlace final de Toulouse.
Después de que el joven de origen argelino Mohamed Merah asesinara a sangre fría a seis personas en un colegio judío, pareció imponerse una pausa en declaraciones que pudieran interpretarse como políticamente oportunistas. La localización del asesino en su domicilio y las horas que transcurrieron hasta su liquidación prolongaron la ‘tregua’. Pero, como algunos temían, el Presidente tardó apenas unos minutos en anunciar nuevas medidas para prevenir y perseguir a los ‘jihadistas’.
La breve intervención televisiva de Sarkozy estuvo cuidadosamente medida. Después de advertir contra el riesgo de confundir a “nuestros compatriotas musulmanes” con las “locas motivaciones de un terrorista”, el Presidente avanzó que el Gobierno promoverá una ley que castigará penalmente a las personas que “consulten de manera habitual sitios de Internet que hagan apología o que convoquen al odio y a la violencia” y/o a las que “viajen al extranjero para seguir trabajos de adoctrinamiento en ideologías que conduzcan al terrorismo”.
A falta de concreción definitiva, pueden avanzarse dos observaciones. En primer lugar, la precipitación de la actuación política. ¿No hubiera sido más lógico esperar a que se concluyera el proceso electoral? Por otro lado, resulta dudoso que consultar una página de Internet sea sinónimo de simpatías terroristas. ¿Los analistas, estudiosos o incluso los investigadores, policiales o no, se convierten en sospechosos?
UNA PRUDENCIA FICTICIA
La reacción inicial del entorno presidencial desde el atentado de Montauban hasta los días posteriores a la matanza de Toulouse había sido muy contenida, por temor a que cualquier agitación pudiera ser aprovechada por el extremista Frente Nacional, que tiene una expectativa de voto del 15%, según los últimos sondeos. Decía un comentarista estos días que Sarkozy y los suyos tenían muy presente el patinazo del gobierno Aznar después de los atentado del 11 de marzo de 2004, de ahí su cautela.
Sin embargo, esta fulminante presentación pública de nuevas medidas hace sospechar que la supuesta prudencia mantenida en días anteriores era ficticia y que sólo se estaba esperando a una resolución “positiva” del drama para extraer el consiguiente rédito político.
En las semanas previas a los atentados, Sarkozy había vuelto a sintonizar con argumentos propios del Frente Nacional referentes a la emigración. El presidente-candidato sabe que sólo atrayéndose parte de ese electorado puede mejorar sus perspectivas de triunfo. Su aparente remontada en los sondeos debió alentarle en ese sentido. Los últimos datos indican que se ha colocado escasamente a un punto del candidato socialista, François Hollande, en la primera vuelta, aunque sigue muy lejos de su oponente en el mano a mano final (la segunda vuelta).
Hollande se había cuidado muy mucho de no parecer agresivo, de no cometer un tropiezo, y sabe que los atentados, el terrorismo, la confusión entre la violencia y el islamismo y otras consideraciones relacionadas con la convivencia interracial constituyen un terreno tremendamente resbaladizo. Por eso, ante los crímenes de estos días ha mostrado una actitud cautelosa y exenta de polémica, invocando la unidad y otros llamamientos de una corrección política casi de manual.
El contrapunto crítico, en cambio, lo había puesto el candidato centrista, François Bayrou, quién no se privó de reprochar a Sarkozy de aprovecharse de “un creciente clima de intolerancia”, por motivos electoralistas. Bayrou aparece por detrás de Marine Le Pen en los sondeos sobre perspectivas de voto en la primera vuelta y es un hecho que le disputa caladeros electorales al actual inquilino del Eliseo. Los votos de Bayrou son claves para la decisión final, tanto o más que los de la candidata del Frente Nacional. De momento, las previsiones no son favorables para Sarkozy, porque son más los votantes de Bayrou que declaran preferir a Hollande en la segunda vuelta.
Como era lógico, Sarkozy se cuidó de no intervenir en la polémica y dejó o instruyó a sus principales colaboradores para que se encargaran de las réplicas correspondientes. El candidato prefirió blindarse en su otro papel, el presidencial, de más altura, ‘au dessus de la melée”, por encima de los acontecimientos, especialmente los desagradables. LE MONDE lo codificaba brillantemente hace unos días: el candidato Sarkozy se dispone a recoger el éxito del Presidente Sarkozy. Da la impresión de que así ha terminado ocurriendo.
EL DISCURSO DEL CANDIDATO-PRESIDENTE
El asunto del terrorismo, en cierto modo, mancha, es cierto. Y, sin embargo, presenta ventanas de oportunidad, si se considera fríamente, más allá de las solemnes declaraciones institucionales. Habrá que estar atentos a si, aparte de las medidas anunciadas, los estrategas de la UMP hacen una utilización más extensa de los recientes acontecimientos en el debate electoral durante este mes que falta para las elecciones.
Si deciden hacerlo, no tendrán que forzar mucho las cosas o parecer demasiado obvios. Les bastará con dar continuidad al relato sarkoziano, no ya desde que ocupa el sillón del Eliseo, sino antes, cuando era responsable del Ministerio del Interior. Desde entonces, son incesables las actuaciones y los discursos de Sarkozy sobre inmigración, seguridad e identidad nacional, hasta el punto de convertir la confluencia de estas tres categorías en la sustancia de su pensamiento y su actuación política.
En el discurso de Sarkozy se basa en dos premisas: 1) no se puede negar ni minimizar el asunto de la inmigración ni desvincularlo de las preocupaciones de seguridad ciudadana; y 2) sólo un gobierno con la firme voluntad de combatir la delincuencia en todas sus formas (común o terrorista) puede afrontar sus consecuencias.
El objetivo es que el electorado más conservador (xenófobo o no) otorgue al candidato-presidente el 6 de mayo la confianza de conveniencia que le negará el 22 de abril, para depositarla de corazón al Frente Nacional de Marine Le Pen. Los sondeos indican que la mayoría de estos votantes prefieren que su vota ‘se pierda’. Algunos, los menos, incluso parecen optar por apoyar a Hollande. De éstos, sólo unos pocos por convencimiento de que es el mal menor: la mayoría tan sólo por privar a Sarkozy de la posibilidad de seguir en el puesto. Curiosamente, el discreto cortejo de Sarkozy hacia el ‘votante del orden’ provoca tanto rechazo como simpatía potencial, pero comporta el daño colateral del alejarle del electorado centrista o más templado. Es obvio que los estrategas de la UMP consideran más recuperables los primeros que los segundos. Y, desde luego, acontecimientos dramáticos como los de los últimos días son susceptibles de ser utilizados, de una u otra forma, para desnivelar la balanza y activar el mecanismo del voto útil. De esta forma, teñida por las exigencias electorales, la tragedia podría devenir en farsa.