10 de septiembre de 2025
Otoño
es la estación en la que caen las hojas y los árboles se quedan desnudos. No
sería forzado emplear este símil para dibujar el panorama político en casi todo
el orbe occidental. Los dirigentes amarillean en los troncos de sistemas
tensionados por las insatisfacciones sociales y el avejentamiento institucional.
Desde
los años setenta, se solía emplear la fórmula “otoño caliente” para describir
el clima político tras la engañosa pausa estival. En esta época, en la que las
movilizaciones sociales son menos numerosas e intensas, el otoño ha dejado de
ser caliente, aunque siempre hay excepciones que confirman la regla. Como en Francia,
que vive este miércoles una jornada de “bloqueo”, convocada por grupos
políticos y sociales minoritarios pero activos, que recuerda al movimiento Que
se vayan todos, de la Argentina transmilenial. Es la respuesta de la
desesperación social, de la negatividad completa ante el fracaso sistémico.
Por
lo general, los nuevos cursos políticos de este tiempo prefiguran una frialdad
social: de incredulidad, de desánimo. Lo que los politólogos han venido en
llamar desafección. Es un término muy acorde con el psicologismo de los
tiempos, pero conceptualmente dudoso. Para haber desafección, primero ha tenido
que haber afecto. Y no es la política una pulsión sentimental, precisamente.
En
este regreso de unas vacaciones políticas que en realidad no han existido (por
las guerra de Ucrania y sus teatrales intentos de negociación, por el espantoso
genocidio de Gaza, por los sobresaltos provocados desde un Despacho Oval entregado
al capricho), los líderes occidentales van cayendo lentamente de los árboles que
componen el sistema político occidental: el liberal y el neoautoritario.
EL
ENVEJECIMIENTO LIBERAL
En
Francia, ha caído un gobierno moribundo antes de florecer (el cuarto en dos
años). El tronco principal está corroído por plagas endémicas, pero ya se sabe
que el árbol se mantiene en pie mientras no lo talen agentes externos, léase
sociales, económicos o de otra naturaleza. Macron ha confiado la gestión
cotidiana del poder a otro de sus fieles, Sébastien Lecornu, hasta ahora Ministro
de Armas. Otro delfín destinado a la pira funeraria de la V República. Macron,
con un índice de aceptación del 15%, se ha convertido en un Nerón con talante patricio.
La Nación se quema con sus decisiones, pero él se atrinchera en el Eliseo a la
espera de que se consuma su tiempo (1). Luego, como muchos de sus pares,
volverá a la vida privada. Es decir, a ganar dinero, a multiplicar su fortuna.
La
vida política en Francia es propia de zombies. Los problemas estructurales
se acumulan, los desequilibrios sociales sólo se alteran para profundizarse,
las tensiones sociales se metastizan y los políticos que interpretan el orden
liberal se aplican en la supervivencia personal y de casta. Y, mientras, el árbol
se pudre.
No
pasa algo distinto en otros países europeos. En Gran Bretaña cae del árbol la vicepremier
Angela Rayner, que pasaba por ser la rama sindical en el Gabinete de
Starmer. Pero, somo suele ocurrir, le tocó encabezar recortes en el capítulo
social del Presupuesto, para escarnio de diputados y militantes laboristas crédulos.
A falta de una movilización organizada y estructurada, lo que le ha costado el
puesto a Rayner no han sido sus decisiones políticas sino la conducta personal.
Se la acusa de haber eludido compromisos fiscales en la compra de una vivienda.
El caso es dudoso, pero, en los tiempos actuales, lo personal arrolla a lo político
en la suerte de los dirigentes (2).
Convertida
el leña su segunda, Starmer recompone su equipo y se atrinchera en el 10
de Downing Street, a la espera de que escampe. Pero las tormentas que vienen de
Atlántico no auguran nada bueno, aunque se hayan levantado de nuevo puentes con
el continente del que hace sólo unos pocos años se quería huir sin mirar atrás.
La aceptación del Primer Ministro británico es deprimente, otoñal.
En
Alemania, el sistema político blinda superficialmente los gobiernos, pero no
fabrica apoyo popular. El canciller Merz es más impopular que sus predecesores.
Anda enredado en la guerra de Ucrania y la insostenible complicidad germana con
el genocidio en Gaza. Pero se muestra sordo y ciego por una crisis interna (3).
De ahí que se le denomine ya el “Canciller de los asuntos exteriores”.
Los
tres mosqueteros del orden europeo (Macron, liberal; Starmer, laborista; Merz, democristiano
conservador) juegan a una suerte de Directorio continental, pero en realidad
están al albur de lo que se decida en Washington, en Moscú. O incluso en Pekín.
El
amigo americano se ha convertido en un pariente fastidioso. Se le escucha, y
nada; se le aconseja, y nada; se le adula, y tampoco. Los ciudadanos no han
comprado esta táctica de apaciguamiento del adolescente norteamericano: tres de
cada cuatro europeos de los cinco grandes países considera que sus dirigentes han
acordado un “trato humillante” con Trump. No exageran.
LA
PLAGA AUTORITARIA, DEBILITADA
El
neoautoritarismo, pulgón corrosivo en el bosque liberal, también afronta
un otoño depresivo. Pese a su exhibición de arrogancia sin rumbo, al Presidente
de Estados Unidos no le van mejor las cosas. Los árboles que pueblan los jardines
de la Casa Blanca otoñean con mal color. Las encuestas indican un
rechazo social incontestable: los que censuran su gestión superan en 13 puntos
a los que la aprueban (4). Ninguno de sus predecesores tuvo un arranque de mandato
tan deprimente. Al apóstol de la posverdad le da lo mismo. No tiene alternativa
política en un sistema binario y fallido. Si él pasa por horas bajas, qué decir
de los demócratas, un árbol que no tendrá primavera, vale decir, que a estas
alturas sigue sin avistar un líder claro, único recurso político cuando faltan
ideas y programas.
Más
al sur del continente, el argentino Milei sufre el primer revolcón en las
urnas, después de su llegada a la Casa Rosada. Cierto que la provincia de
Buenos Aires, donde vive casi la mitad de la población, es terreno hostil, eterno
feudo peronista. Pero la derrota por 13 puntos es mayor de lo que el mago de la
motosierra y sus secuaces esperaban (5). La corrupción, que el prometió
erradicar con su herramienta infalible, se la ha instalado en el corazón familiar.
Su hermana está en entredicho por un turbio asuntos de mordidas relacionadas
con los subsidios a personas con discapacidad. Muy argentino todo.
No
nos olvidemos de Japón, el pilar asiático del orden liberal, venido a menos desde
hace décadas, pero referente vetusto del sistema al otro lado del mundo. El
primer ministro Ishiba, debilitado hace meses en las urnas, ha tirado la toalla,
pero asegura que siente haber cumplida su misión, después de reducir del 30% al
15% el castigo arancelario de Trump. Para todo hay un relato autocomplaciente.
La decadencia japonesa precipita el síndrome de vacío de poder, como sostiene
Mireya Solís, experta en el país, en la nómina de la Brookings Institution (6).
EL
INVIERNO ULTRA
Los
politólogos contemplan este y otros otoños como premonitorios de un invierno
azotado por vientos y fríos ultraderechistas. Los mapas de isobaras parecen
acreditarlo.
En
Gran Bretaña, por primera vez, un partido ultra, Reform UK, domina las
encuestas de intención de voto. Le come electorado sobre todo a los laboristas,
algunos de cuyos dirigentes le han exigido a su líder que se deje de equivocar
(7). La singularidad bipartidista británica podría dejar de serlo, aunque la
neblina en la que está envuelta la opción Farage es reveladora. Si la ultraderecha
europea, por lo general, adolece de verdaderos programas de gobierno, Reform UK
se lleva la palma (8).
En
Francia, el beneficiario de la corrosión macronista es Reagrupamiento
Nacional, por mucho que su líder esté en la nevera judicial y no sepa hasta
enero si se le levantara el castigo para intentar de nuevo el asalto
electoral al Eliseo. El partido de Le Pen exige elecciones legislativas
inmediatas tras la derrota de Bayrou en la moción de confianza del lunes, para
seguir macerando la conquista del poder (9).
Le
Pen parece aproximarse a Meloni y alejarse del trumpismo tan impopular en
Europa. Pero la dirigente italiana se alimenta más de la inanidad de sus
rivales que del éxito de sus propuestas. Sus atropellos a los inmigrantes cabalgan
con viento favorable, pero no dejan resultados económicos sólidos. A la neofascista italiana le vale, de
momento, para exhibir su condición de dirigente europea más estable. Italia
siempre ha sido el reino de lo inverosímil en la política europea, el árbol que
resiste en los entornos menos propicios. Un árbol de hojas perennes.
NOTAS
(1) “Emmanuel Macron, un
président vulnérable après une dissolution et deux échecs de gouvernement”.
MARIAMA DARME & NATHALIE SEGAUNES. LE MONDE, 9 de septiembre.
(2) “After a tax scandal, Britain’s government gets a
shake-up”. THE ECONOMIST, 5 de septiembre.
(3) After a torrid 100 days, Germany’s Friedrich Merz
is mocked as a ‘dead man walking’”. JOHN KAMPFNER. THE GUARDIAN, 11 de agosto.
(4) “Tracking the presidency”.
THE ECONOMIST, 10 de septiembre.
(5) “Tras la derrota, la
reacción no avanza”. MELISA MOLINA. PÁGINA 12, 10 de septiembre.
(6) “Tokyo’s Leadership Vacuum”. MIREYA SOLIS. FOREIGN
AFFAIRS, 1 de septiembre.
(7) “Senior Labour figures tell Keir Starmer to stop
making mistakes”. ROWENA MASON & ALETHA ADU. THE OBSERVER, 7 de
septiembre.
(8) “The hard right’s plans for Europe’s economy”. THE
ECONOMIST, 4 de septiembre.
(9) “Marine Le Pen, menacée
par l’inéligibilité, obtient l’accélération de son calendrier judiciaire”.
CORENTIN LESUEUR. LE MONDE, 9 de septiembre.
