LAS NIEBLAS DE LA GUERRA

26 de junio de 2025 

Es sabido que en las guerras se miente por principio. O se exagera, se deforma, se manipula. A estas alturas del desarrollo de los medios, de su dudosa fiabilidad, de sus intereses ajenos al derecho ciudadano a una información veraz, a la contaminación / colonización de las redes sociales y otras formas perversas de “comunicación desde abajo”, sólo los muy ingenuos se creen lo que proclaman los responsables de las campañas bélicas. Esta reflexión se puede extender a otros ámbitos de la vida política, social y económica. Estamos más “informados” que nunca, pero tan “deformados” como siempre.

Los recientes bombardeos de Estados Unidos sobre instalaciones nucleares de Irán han sido un nuevo ejemplo de lo expuesto anteriormente. Con sospechosa celeridad, la versión oficial del resultado de la operación fue contundentemente optimista: ataque devastador, daños “severos y precisos”. El propio Presidente, un adicto a la mentira, o a la posverdad, (que es la forma pedante de decir lo mismo), amplificó el “éxito” de la operación, afirmando que el programa nuclear había sido “aniquilado”.

Desde el otro lado de la escena, Irán hizo lo propio, pero en sentido inverso: minimizó los daños y, lo que resulta más extravagante por habitual que sea, anunció represalias alejadas de cualquier evaluación realista de sus capacidades militares. No sólo eso: antes de atacar la base norteamericana en Qatar, más por una cuestión de orgullo que de auténtica voluntad de nivelar la contienda, advirtió a las autoridades del Emirato, con la evidente intención de no provocar daños significativos. Este comportamiento, propio del arte de la propaganda más que de la guerra, diríamos en España que parece extraído del librero de Gila. Trump, con la frivolidad que acostumbra, no pudo evitar agradecer este “gesto” de las autoridades iraníes, como si se tratara de un combate de esgrima entre caballerosos contendientes.  El régimen de Teherán, obviamente, no hizo alusión alguna a este aviso previo al ataque.

Pero, y aquí está la clave de la cuestión, mientras sólo unos pocos se creen las informaciones iraníes, la inmensa mayoría de los analistas de los medios liberales aceptaron con escasa actitud crítica las primeras versiones norteamericanas e israelíes, apoyadas en imágenes, mapas y animaciones gráficas; y todo ello, bajo la cobertura de una supuesta fidelidad de las democracias a la verdad (1).

Al cabo de unos días, el Pentágono ha corregido las iniciales versiones triunfalistas de la Casa Blanca. Según el New York Times, el programa nuclear no ha sido “destruido”, solamente ha sufrido un “retraso de meses” (2). Tampoco sería recomendable prestar a esta nueva evaluación militar una total confianza. Cabe preguntarse si, al reconocer ahora que la misión no está del todo cumplida, se prepara el terreno para justificar operaciones militares ulteriores. Bastaría el incumplimiento del confuso alto el fuego para reanudar los bombardeos.

Trump tiene una ventaja en todo este caos: simplifica las cosas. No se enreda nunca en discursos legitimistas como hacían los neocon de principios de siglo o en las proclamas moralistas de los demócratas exégetas del Orden Liberal. El multimillonario Presidente bombardea porque quiere, porque considera que tal conducta encaja en la visión de grandeza que dice querer para América. Todo debe pasar por Washington, como afirma el politólogo francés Bernard Badie (3).

Las horas que Clinton, Bush, Obama, o Biden consumieron para conseguir el apoyo o al menos la conformidad de sus aliados a sus guerras, Trump se las ahorra;  ni siquiera de lo plantea. Como él mismo dijo, “le da igual” lo que le diga su Jefa de Inteligencia sobre la muy improbable capacidad o intención de Irán de fabricar bombas atómicas. Puestos a simplificar dice hoy una cosa y mañana otra y ninguna se parece a lo que dijo ayer. 

En una deriva muy propia de su forma de entender la información, Trump llegó a decir, al término de la cumbre de la OTAN en La Haya, que “hemos destruido las armas nucleares” de Irán, confundiendo programa nuclear con armas. Todo ello salpicado de comentarios jocosos sobre los periodistas que le preguntaban y de descalificaciones de los medios liberales a los que representaban.  El teatro informativo de Trump se podría encasillar en la comedia bufa.

UNA CRISIS SIN RESOLVER

Ante este estilo de dirigir la superpotencia y el mundo, resulta imposible anticipar con un mínimo de rigor lo que ocurrirá a partir de ahora. Estos días los analistas han insistido en establecer las consecuencias de las decisiones del caprichoso Presidente. Es un ejercicio de manual, racional y académico que se topa, sin embargo, con la impredecibilidad que caracteriza a los protagonistas del conflicto (4).

Si Irán realmente ha sufrido un serio revés, es poco probable que desafíe de manera abierta y directa a Israel y mucho menos a Estados Unidos, digan lo que digan sus propagandistas. La respuesta real puede ser más oscura, menos evidente (5). 

Estos días se ha publicado que, en las semanas previas al ataque de Israel, se advirtió un inusual tráfico de camiones en torno a las instalaciones iraníes de enriquecimiento y tratamiento del uranio. Esto ha disparado las especulaciones sobre un posible traslado de este material más preciado y sensible hacia otros enclaves, desconocidos o no por los servicios de inteligencia (6).  ¿Se trasladó realmente el material? ¿A dónde? ¿Trata Irán de hacer creer que aún conserva potencialmente la capacidad de amenazar con el temido material atómico, para no perder el factor disuasivo? Como sostiene Nicole Grajewski, experta de la Fundación Carnegie en el programa nuclear, tardaremos en saberlo (7).

Israel aparenta saber con más precisión el resultado de los ataques, pero no lo va a hacer público. Seguramente, ni siquiera Netanyahu se lo comunique en detalle a Trump, cuya capacidad para mantener la boca cerrada es muy limitada. Tampoco puede descartarse que el Pentágono le filtre al Presidente la información disponible, ante la aprensión de recibir órdenes extravagantes de su Comandante en Jefe. Algunos miembros del staff de su anterior mandato han reconocido que evitaban contarle cosas que no se ajustaran a su visión preconcebida de los problemas para evitarle enfados o disgustos o prevenir decisiones indeseables.

EL RESTO DEL MUNDO, AL MÁRGEN

Otro capítulo de dudosa utilidad son las especulaciones sobre las consecuencias en la región de lo ocurrido este mes de junio. El objetivo estratégico principal de Israel ha sido desde hace años neutralizar militar y diplomáticamente a Irán. Pero estos últimos días, el primer ministro ha dejado entender que estaría complacido de haber provocado un cambio de régimen en Teherán.

Sea cual sea el alcance de sus ataques, Israel parece haber reducido lo que se percibe como amenaza de primer orden. Más allá del programa nuclear, parece que el arsenal de misiles de largo alcance ha sido seriamente reducido y la cúpula militar, diezmada (esto sí reconocido por el régimen). Pero a los extremistas que gobiernan ahora Israel les interesa que se mantenga un cierto nivel de peligro. El éxito consolidaría a Netanyahu y lo reforzaría políticamente frente a las causas judiciales pendientes. Pero un margen razonable de riesgo le permitiría proclamar que necesita “permanecer vigilante”, “terminar el trabajo”; en otras palabras, seguir al frente del país (8). Ya se sabe: un potente enemigo exterior es un factor de refuerzo de los regímenes autoritarios (también de algunos formalmente democráticos).

Los países vecinos o cercanos son simples espectadores de lo que está ocurriendo. A los árabes, el debilitamiento de Irán les viene de maravilla, pero, como el caso de Israel, también encontrarían un provechoso acomodo con un cierto margen de amenaza. Las monarquías del Golfo se habían acercado a Irán en los últimos años (9), alentadas por China, que quiere hacer dinero y más dinero, como palanca primordial para agrandar su influencia internacional (10). Las repúblicas autoritarias tampoco verían con entusiasmo una “primavera persa”: ya tuvieron la suya y aún se están recuperando de los sobresaltos que provocó.

¿Y qué decir de Europa? Otra crisis internacional afincada en la irrelevancia. No están los vínculos transatlánticos para muchas consultas de peso. La rapidez y rotundidad de las operaciones, las divisiones internas y el deterioro de su posición moral por la pasividad exhibida en Gaza no han dejado espacio a la diplomacia europea. Hoy por hoy, los líderes continentales están atrapados en una dudosa estrategia de minimizar la derrota en Ucrania y de atenuar los efectos de la “guerra comercial” de Trump.

A decir verdad,  a nadie le interesa el caos en Irán. No hay una alternativa fiable, los moderados del régimen carecen de estructura social confiable, porque son tributarios de las mismas disfunciones que han corroído a los radicales. La alternativa liberal o incluso la monárquica tampoco parecen disponer de una base política y organizativa sólida (11). El cambio de sistema es sólo una teoría sobre el papel. Las bombas no echarán a los ayatollahs; al contrario, de no producirse una oleada de ataques ulteriores que destruyan realmente el país, es posible que el nacionalismo iraní visible estos días incluso en la oposición apuntale temporalmente al régimen (12). Sólo la penuria, el malestar social y la desintegración de los resortes que la jerarquía religiosa ha construido durante décadas pueden provocar una alteración profunda del sistema.


NOTAS

(1) “Trump’s Iran strike was clear and bold. The aftermath could be far messier”.  DAVID IGNATIUS. WASHINGTON POST, 22 de junio;  “With Military Strike His Predecessors Avoided, Trump Takes a Huge Gamble“. DAVID SANGER. NEW YORK TIMES, 22 de junio.

(2) “Strike Set Back Iran’s Nuclear Program by Only a Few Months, U.S. Report Says”. NEW YORK TIMES,  24 de junio; “The alluring fantasy of a quick win in Iran; Israel’s dazzling, daunting, dangerous victory”. THE ECONOMIST,  25 de junio.

(3) “Pour Trump, l’important reste de montrer que tous les chemins, la paix comme la guerre, passent par Washington”. BERNARD BADIE. LE MONDE, 22 de junio.

(4) America’s War With Iran. What Comes After U.S. Strikes”. ILAN GOLDENBERG. FOREIGN AFFAIRS, 22 de junio; “How  Iran  could escalate”. DANA STROUL. FOREIGN AFFAIRS, 23 de junio.

(5) “Iran retaliation: choreography, escalation management and the mirage of ‘all-out’ war”. THE WASHINGTON INSTITUTE FOR NEAR EAST POLICY, 25 de junio;  “A weakened Iran could turn to assassination and terrorism to strike back”. GREG MILLER. WASHINGTON POST, 23 de junio.

(6) “The aftermath of America’s strike”. SHASHANSK JOSHI. THE ECONOMIST, 23 de junio; “How effective was the US attack on Iran’s nuclear sites? A visual guide”. PETER BEAUMONT. THE GUARDIAN, 22 de junio. 

(7) “Why We Won’t Know for Some Time Whether U.S. Strikes in Iran Worked” (entrevista con NICOLE GRAJEWSKI). iNTELLIGENCE, 23 de junio.

(8) “Benyamin Nétanyahou conforté par la guerre avec l’Iran et les frappes américaines”. LUC BRONNER. LE MONDE, 23 de junio; “Netanyahu decided on Iran war last year, then sought to recruit Trump”. WASHINGTON POST, 23 de junio.

(9) “Arab gulf states work to contain fallout from Israel’s attack on Iran”. WASHINGTON POST, 17 de junio.

(10) “How Beijing sees the Israel-Iran conflict”. JAMES PALMER. FOREIGN POLICY, 24 de junio; “Don’t Count on China Bailing Out Iran”. JESSE MARKS. FOREIGN POLICY, 23 de junio.

(11) “What Bombs Can’t Do in Iran”. KARIM SADJADPOUR. NEW YORK TIMES, 23 de junio.

(12) “Nazanin Zaghari-Ratcliffe denounces Israeli attack on Iran’s Evin prison”. PATRICK WINTOUR. THE GUARDIAN, 24 de junio.