EUROPA, ATASCADA

26 de Mayo de 2014
                
Las elecciones de ayer dejan a Europa atascada, sin soluciones satisfactorias ni opciones con respaldo sólido. El habitual comportamiento ciudadano de acudir a estos comicios para saldar cuentas con sus partidos nacionales se ha combinado, este año, con un rechazo creciente  y justificado hacia el propio proyecto europeo. El malestar ha superado a la resignación y la abstención, pese a los augurios, no ha aumentado.
                
El sistema electoral proporcional arroja una foto bastante fiel del estado de ánimo del electorado: fragmentado, confuso, angustiado, perplejo, desconcertado.  
                
Los partidos mayoritarios -PPE y PSE- se ven privados de crédito para continuar con las políticas más o menos pactadas que se han venido desarrollando hasta la fecha.
                
Los populares (conservadores) no pierden lo suficiente como para dejar de ser los más votados y se atrincheran en una proclamación de victoria numérica que tiene un recorrido muy corto. La solidez del liderazgo alemán compensa la fragilidad francesa, por citar las distintas venturas de mayor repercusión. Los conservadores británicos, discutibles aliados desde otro grupo parlamentario en el espectro de la derecha, también han sido castigados.
                
Los socialistas no ganan lo que precisaban para intentar un cambio de rumbo, si es que realmente estaban decididos a hacerlo (y esa duda, extendida, ha sido una de las causas de su frenazo).  El empujón hacia arriba de los alemanes (al que parece haberles beneficiado la coalición con Merkel) o los italianos (con el efecto Renzi aún sin desgastar) se volatiliza con el batacazo francés (en caída libre hasta límites históricos) o la decepción española.
                
Unos y otros pueden intentar coaliciones inciertas, inestables y, a la postre, ineficaces. Sólo la gran coalición al estilo alemán asegura mayorías , pero es elevado el riesgo de que el deterioro que cada uno arrastra pueda tener un efecto multiplicador. La apelación a la emergencia o a la responsabilidad puede entenderse en las cúpulas, pero es aceite en el fuego que devora la credibilidad europea. Comienza ahora una tortuosa negociación a varias bandas (interna, en el Parlamento, e inter-institucional, entre los portavoces del legislativo y el Consejo) para cuadrar el círculo.
                
Los partidos minoritarios celebran hoy su ascenso con un entusiasmo no menos efímero. Deben saber que el clima de protesta que les ha favorecido ha brotado en otros momentos de crisis y se ha terminado extinguiendo por no representar una alternativa fiable de gobierno. Salvo que ahora la descomposición se acelere, claro está. Porque no todas esas fuerzas emergentes reman en la misma dirección. Todos ellos quieren sancionar el actual proyecto europeo, pero desde posiciones ideológicas distintas y, en algún caso, incompatibles.
                
En la derecha, estos agentes contestatarios del gran pacto político que ha gobernado Europa en las últimas décadas (Frente Nacional francés; UKIP, en Gran Bretaña; Alternativa, en Alemania;  el italiano Cinco Estrellas, el FOP austríaco, el Partido del Pueblo danés, el descendiente NP holandés o el ascendente Alba Dorada griego, los flamencos radicales del NVA, etc) no se ponen de acuerdo en amalgamar fuerzas para constituir un Grupo parlamentario compacto. Por su propia naturaleza excluyente, el nacionalismo, el euroescepticismo, el populismo, el racismo, la xenofobia  y el 'odio' son impulsos destructivos pero no sirven para construir un proyecto alternativo coherente.  
                
En la izquierda, no hay una contradicción entre las propuestas nacionales y europeas, pero se mantiene un fraccionamiento muy típico. Y, lo que es más decisivo, la crítica irreconciliable de estas opciones más a la izquierda  hacia los partidos socialdemócratas, por comprensible que resulte, hace imposible la configuración de una alternativa viable de gobierno europeo que garantice una mayor justicia social.  La estrategia de del viejo topo que horada el sistema capitalista no responde a la urgencia del momento.
                
Así pues, inquietante pero no sorpresivo panorama europeo, , escasas perspectivas de desbloqueo salvo un gran pacto en torno al núcleo central con desplazamiento hacia la derecha, tambor batiente de las distintas formas del nacionalismo y una emergente izquierda crítica que debilitará más a la izquierda pactista que a la derecha resistiblemente desgastada.