MIGRANTES: ALGUNAS CIFRAS DE LA INFAMIA

28 de Abril de 2015
                
Como era de temer, el acuerdo europeo para afrontar el desafío de la inmigración, tras la penúltima catástrofe, ha decepcionado a quienes esperaban un compromiso más sólido. No tanto en euros, sino en la profundidad de las políticas  y la radicalidad (que no el radicalismo) de las políticas.
                
En un artículo anterior explicábamos las razones de este fracaso continuo. No hay que responsabilizar sólo a las gobiernos. Las sociedades, o sus líderes, intérpretes o portavoces más activos, viven atrapados por contradicciones nada fáciles de resolver. No hay una mayoría social en Europa que apoye una respuesta justa, solidaria y progresista.
                
Pero este comentario no quiere reincidir en eso. Se habla mucho del negocio que hay detrás del drama, de las mafias, de los intereses que especulan con la angustia, la ilusión, la esperanza o el simple instinto de supervivencia de las víctimas de este fenómeno.
                
La ONU estima que el actual flujo de emigrantes que intenta llegar a Europa desde las costas libias sustenta una negocio de 170 millones de dólares anuales. El corresponsal en Egipto del NEW YORK TIMES, David Kirkpatrick, un prestigioso compañero de profesión, se ha desplazado a Libia y ha elaborado un sensacional trabajo (1) que desgrana la contabilidad de este tráfico contemporáneo de personas. Éstas son, resumidas, las cifras de la infamia:
                
-el incierto viaje hacia la ‘prosperidad’ europea le cuesta de media a un emigrante africano unos 1.600 $ (5.000 durante los años de Gaddafi)
                
-si establecemos una media de 200 ‘pasajeros’ por esos barcos cerberianos, el ingreso para estos negreros de hoy en día asciende a unos 320.000 $.
                
-en el camino al puerto, durante el traslado en carretera, las milicias que se han adueñado del país tras la ‘revolución ‘, cobran un ‘peaje’ de unos 100 $ en cada puesto de control que franquea el autobús con los viajeros (en torno a unos veinte por vehículo).
                
-los edificios en que los negreros hacen esperar a los viajeros mientras se prepara el barco que los arroja al Mediterráneo cuestan unos 5.000 $ mensuales, más una especie de prima que se paga al casero o dueño en concepto de compensación por el riesgo de una intervención policial.
                
-los guardias que protegen estos edificios de esos riesgos y que aseguran el inicio de la partida hacia los puntos de embarque cuestan unos 20.000 $ mensuales.
                
-el flete de la embarcación que efectúa la travesía con capacidad para 250  personas se eleva a unos 80.000 $ y el bote fuera borde que traslada a los viajeros, de veinte en veinte, hasta el barco mayor cuesta no menos de 4.000 $.
                
-los honorarios de  los capitanes rondan los 7.000 $ (según nacionalidades: los hay con más o menos caché).
                
-luego están las ‘minucias’ para el recorrido: un teléfono con conexión por satélite que el capitán utilizar para avisar a la Cruz Roja cuando se llega a aguas internacionales cuesta 800 $; un chaleco salvavidas se vende por 40$.
                
-si los aspirantes a viajar no tienen la ‘suerte’ de llegar al mar, porque son detenidos por las ‘autoridades’ libias, se ven recluidos en miserables centros de retención donde son tratados literalmente como esclavos; se puede escapar de allí, siempre y cuando dispongan de entre 500 y 1.000 $, que es lo que cuesta sobornar a uno de los guardianes sin escrúpulos que los vigilan (el precio incluye toda una familia, si ése es el caso).
                
En fin, la crónica de David tiene otros muchos aspectos y matices. Si me he limitado a reseñar aquí las cifras de las sucesivas extorsiones es porque resumen de forma abrumadora la dimensión plástica de la infamia.
                 

(1)    “Before dangers at sea, African migrants face perils of a lawless Lybia”. DAVID KIRPATRICK. THE NEW YORK TIMES, 27 de abril.