LITURGIA EN LA ONU Y CONFLICTOS ENQUISTADOS



    27 de septiembre de 2012

      Los discursos y debates en la Asamblea General constituyen una liturgia anual de escasa utilidad práctica, pero de cierto valor propagandístico y de imagen. Es la ocasión concertada para que cada país exponga sus principios y orientaciones de su política exterior. Y, lo que resulta más conveniente, para celebrar contactos y proponer o afinar acuerdos bilaterales y, en ocasiones, multilaterales.

        La actualidad más inmediata condiciona los mensajes y, desde luego, la atención mediática, los titulares. Las posiciones generales se ven arrastradas por los asuntos de oportunidad. Se ha notado la levedad de Europa, ensimismada en los agobios de la crisis económica. El líder de la única superpotencia, metido en campaña electoral, se ha ceñido a los asuntos de más riesgo político interno. Obama dedicó buena parte de su intervención ante la Asamblea General a reforzar el mensaje de comprensión y cooperación con el mundo árabe e islámico, a cuenta del famoso video sobre el Profeta, y de condena y rechazo por las reacciones de violencia, incluso homicida, que desencadenó.

         Ya dijimos en un comentario anterior que la política exterior era actora secundaria en el guión electoral, y así seguirá, cuando pasen definitivamente los momentos más tensos de la protesta islámica. Como el candidato aspirante no ha presentado opciones alternativas dignas de tal nombre, y sus propuestas son  eslóganes sin fundamento, no es previsible que la fase final de la campaña -ni siquiera los debates televisados-  genere una discusión más profunda.

Otra cosa serán los expedientes pendientes en la mesa del despacho Oval, que no podrán avanzar sustancialmente antes de la cita con las urnas: el programa nuclear de Irán; la guerra en Siria y sus efectos en países vecinos, singularmente Irak; una cierta estabilización en Afganistán; el macro-atascamiento de las negociaciones israelo-palestinas; y la tensión en Extremo Oriente por la disputas marítimas entre China y sus vecinos….entre otras.

             EL TRIÁNGULO SIRIA-IRÁN-IRAK

           El  más apremiante es el conflicto sirio, por las consecuencias devastadoras que puede tener en el propio país, pero también en los limítrofes. La guerra entre el régimen de Assad y los rebeldes parece encontrarse en fase de estancamiento, sin evoluciones dramáticas en las últimas semanas. Tampoco parece que las gestiones del nuevo mediador del ONU, el diplomático argelino Brahimi, hayan conseguido desbloquear la situación. 

           Lo que más preocupa ahora es la repercusión en el siempre volátil Irak, puesto que numerosos observadores creen ver en Siria una réplica de lo que ocurriera en aquel país tras la caída de Saddam: una guerra sectaria. La retirada de los soldados norteamericanos y la falta de acuerdo en su día para mantener una presencia militar estadounidense reducida, que contribuyera a formar a militares y policías iraquíes, provocan cierta ansiedad en Washington, ante la falta de instrumentos efectivos para evitar la creciente dependencia iraní del gobierno central iraquí. Aunque el primer ministro Maliki se cuida de no irritar a Estados Unidos, su cercanía con Teherán es palpable y su política de equilibrio es ampliamente cuestionada por numerosos altos funcionarios norteamericanos.

             La guerra siria ha complicado esta situación. Irán está intentando que el régimen sirio, su principal aliado en la zona, se mantenga firmemente en el poder, ya que está controlado por la minoría alauí, una versión local del chiísmo. Al parecer, los iraníes están utilizando espacio aéreo iraquí para encaminar material y recursos a Siria. Por el contrario, los rebeldes sirios más cercanos a las posiciones extremistas suníes, relacionadas más o menos directamente con Al Qaeda y otros grupos radicales, están reforzando sus conexiones con la insurgencia sunní de Irak, muy debilitada desde 2007, pero todavía activa. 

         Todos los intentos estadounidenses de dar a los suníes iraquíes (todopoderosos en la época de Saddam) una mayor cuota de poder han sido desbaratados por Maliki y el resto de dirigentes chiíes cercanos a Irán, aunque sea por pura conveniencia. Los kurdos, tercera minoría, tampoco colaboraron en aumentar la cuota de poder sunni, pese a algunas presiones de la Casa Blanca, recordadas esta semana por un artículo de balance del NEW YORK TIMES.

            Así las cosas, Estados Unidos se encamina hacia el décimo aniversario de la guerra contra el Irak de Saddam Hussein sin tener garantizada la estabilidad del país. Nada de lo que está ocurriendo puede sorprender a observadores y analistas medianamente avisados. Pero la disparatada estrategia de intervención dejaba escaso espacio para garantizar escenarios más estables y convenientes, incluso a los propios intereses norteamericanos, excepto los derivados de las necesidades de la propaganda o de los negocios petroleros.

             EL RECORDATORIO PALESTINO
                
          La Asamblea General suele ser un escenario de activismo palestino. Ya lo fue el año pasado y otros precedentes y lo ha vuelto a ser el actual, aunque las consecuencias sean limitadas. Absorbidos por la ansiedad de la supuesta ‘amenaza iraní’, los dirigentes israelíes parecen en esta ocasión poco preocupados por las iniciativas diplomáticas palestinas. Aún y así,  es inevitable cierta reacción de Israel, aunque sea de naturaleza propagandística.  

Estos días, uno de los principales miembros del gabinete, el ministro de Defensa, Ehud Barak, ha lanzado una propuesta doblemente provocativa: tanto para sus socios de gobierno y los colonos que mayoritariamente los apoyan, como para los rivales palestinos. En vista de lo que considera como acuerdo imposible, Barak ha planteado la anexión de tres áreas de colonización (donde viven 350.000 colonos) y la retirada y disolución del resto de asentamientos más pequeños y dispersos, para hacer realidad la separación definitiva de las poblaciones judía y palestina. Las aspiraciones electorales de Barak (líder de un pequeño partido, tras su ruptura con los laboristas) no parecen ser ajenas a su propuesta.

Como era de esperar, el rechazo ha sido bastante unánime. Los moderados israelíes no quieren admitir que la vía diplomática este agotada, aunque los hechos demuestren tozudamente lo contrario; los radicales no quieren ceder territorio, y evocan la resistencia opuesta en el Sinaí y en Gaza, en épocas anteriores. Los palestinos argumentan, con bastante razón, que esa ‘solución’ supone una imposición en toda regla, la fijación unilateral israelí de fronteras y una nueva amputación territorial.
La tensión en Extremo Oriente puede ser el gran asunto exterior de un previsible segundo mandato de Obama. Pero eso merece un comentario aparte.