LA IMPROBABLE RESTAURACIÓN DE LA 'GUERRA FRÍA'

19 de marzo de 2014
                
La anexión rusa de Crimea, tras el resultado favorable del referéndum en la península y la inmediata acogida del Kremlin a su antiguo territorio, amenaza con pasar definitivamente página en las relaciones de Occidente con Rusia.
                
En algunos medios se habla ya de un retorno a la 'guerra fría'. Es una visión precipitada y emocional. Naturalmente, no es descartable al cien por cien. Pero es altamente improbable. Si Moscú no intenta replicar la obtención de otras regiones del sur y este de Ucrania, la crisis entrará en una fase de estabilización. No sin daños, por supuesto, pero libre de sobresaltos incontrolables. Veamos las razones de esta estimación :
                
EL SÍNDROME BOOMERANG
                
Occidente perdería más de una confrontación prolongada con Moscú que de la digestión incómoda de la 'satisfacción' rusa en Ucrania. Rusia no es ya la superpotencia comunista asentada en la capacidad disuasoria de su arsenal nuclear. Ahora se la percibe sobre todo como un vasto territorio que alberga la mayoría de las materias primas de planeta y un extraordinario campo de oportunidades para el capitalismo internacional.
                
Es conocida la dependencia energética europea del gas ruso. Es desigual en dimensión e impacto, pero condiciona una política consensuada. Hay alternativas en marcha, pero llevarán tiempo. Es el caso del Corredor meridional, que arranca en Azerbaiyán y concluye en Italia. O el plan estadounidense de incrementar las exportaciones de gas natural licuado (LNG) a Europa, pero no se trata de algo inmediato ni está garantizado su éxito (1).  
                
Se sabe menos de la interdependencia del capital financiero ruso y occidental es inmensa. Una cuarta parte del billón de dólares inyectado en el sistema financiero tras la crisis de 2008 ha ido a parar a fondos vinculados a las grandes empresas estatales rusas (con Gazprom a la cabeza). El gestor líder de este mercado global, PIMCO, tiene colocada casi la tercera parte de todo su capital en bonos de las empresas y el gobierno de Moscú. Reconducir ese flujo de capital hacia áreas menos problemáticas es una operación muy compleja y arriesgada debido a normas de vinculación de fondos. Rusia es el líder en el índice JP Morgan Chase, que mide el mercado de bonos corporativos de los países emergentes (2).
                
UN MUNDO POR FIJAR
                
Más allá de los intereses económico-financieros, hay otras áreas de cooperación con Rusia que Occidente quiere preservar. Aunque Moscú no tenga la capacidad de incidir en los equilibrios mundiales como en la segunda mitad del siglo pasado, aún conserva una notoria influencia. El entendimiento diplomático con el Kremlin no es desdeñable. Es significativo que Putin haya manifestado expresamente su deseo de continuar cooperando con las potencias occidentales.
                
Oriente Medio es la zona más obvia e Irán el frente más inmediato a corto plazo. Es llamativo que pese al cruce de recriminaciones y reproches de estos días, los preparativos de la reanudación de las negociaciones de Ginebra sobre el plan nuclear iraní se han desarrollado con cierta fluidez. Siria es otro elemento de gran interés, aunque las posibilidades de un acuerdo global para concluir la guerra se antojen muy esquivas todavía. En todo caso, tarde o temprano, Moscú será imprescindible para cualquier arreglo, del tipo que sea.
                
Más a largo plazo, Rusia resulta imprescindible para estabilizar el mapa estratégico del Lejano Oriente. La ambivalencia con la que China ha reaccionado a la crisis de Ucrania no debe sorprender. Pekín se reserva todas sus bazas. No comprometerá el proceso de estrechamiento de relaciones económicas con Moscú por un asunto menor para sus intereses, aunque tampoco otorgará un cheque en blanco a Putin. China podría ser la gran beneficiaria del enfriamiento entre Occidente y Rusia, porque ambas partes podrían verse en la conveniencia, sino en la necesidad, de cortejar su favor.
                
¿UN DIVORCIO ACEPTADO?
                
Otra razón por la que no es previsible un desbordamiento de la situación es el relativo impacto de la pérdida de Crimea para Ucrania. Las nuevas autoridades de Kiev, en sintonía con muchos ucranianos del oeste del país, no contemplan lo ocurrido como una tragedia nacional. Es la tesis defendida por el analista Taras Kuzio (3).
                
Por mucho que ahora se eleve el tono con el incidente militar, lo cierto es que el nuevo gobierno ucraniano no siente la mínima tentación de desafiar el control ruso de Crimea. Digerida la humillación,  se apreciarán las ventajas: Kiev eliminará de su presupuesto pesados fardos como los subsidios agrarios y las pensiones, se librará del peaje que suponía albergar la Flota rusa del mar Negro y se privará del riesgo de inestabilidad que podría provocar la minoría tártara si prendiera el ánimo islamista.
                
AIRES DE DESQUITE
                
Obama y Merkel parecen competir por demostrar firmeza y han elevado el tono verbal de las advertencias, pero el juego de máscaras de las sanciones revela esta improbabilidad de la restauración de la 'guerra fría', bajo la forma que fuere. Que ni siquiera Estados Unidos y Europa hayan querido adoptar un paquete conjunto indicaría el malestar que subyace en esta decisión. No le ha pasado inadvertida a Moscú esta circunstancia, tan importante como el alcance de las medidas. De ahí el desdén y la mofa con que prebostes o secundarios del régimen se han tomado las supuestas medidas de castigo.
                
Putin está disfrutando de su éxito sin disimulo. Una buena parte de la opinión pública le sigue en esta manifestación de orgullo nacional. No era posible perpetuar la humillación sufrida durante los últimos veinticinco años. Gorbachov se ha sumado a las celebraciones endosando la anexión de Crimea como un acto de reparación y justicia. Ese gesto no le rehabilitará entre los sectores soviéticos y/o nacionalistas, pero indica hasta qué punto Occidente ha menospreciado el sentimiento de la población rusa este último cuarto de siglo.

(1) Ukraine Isn't Europe's Biggest Energy Risk. BRENDA SHAFFER. Centro Euroasiático de la Universidad de Georgetown. FOREIGN AFFAIRS, 11 de marzo de 2014.

(2) Foreign Investors in Russia vital to sanctions debate. NEW YORK TIMES, 17 de marzo 2014.


(3) Why Ukrainians Don't Mind Losing the Territory to Russia. TARAS KUZIO. Centre for Political and Regional Studies at the University of Alberta.FOREIGN AFFAIRS, 13 de marzo de 2014.