17 de Julio de 2014
Gaza
es, ya desde hace tiempo, lo más parecido a un campo de exterminio de estos
tiempos. El término no es provocador ni antisemita: el millón y medio largo de
sus residentes en un territorio rectangular irregular de 40 a 50 kilómetros de
largo por 11 de ancho (aprox.) es objeto
de bloqueo continuo, asfixia permanente y bombardeo periódico y sistemático. Es
una gigantesca cárcel de la que no se puede salir y a la que no se puede
acceder libremente. Casi un campo de concentración que diezma sistemática y
cruelmente a sus residentes, que mina la credibilidad de sus líderes y destruye
la estatura moral de sus carceleros asediadores.
Esta
última crisis responde, inicialmente, a un crudo impulso de revancha, de
venganza, de linchamiento. El vil secuestro y asesinato de tres estudiantes
judíos de una escuela religiosa de Hebrón, en el otro sector de la Palestina
ocupada/colonizada, por supuestos activistas de Hamas, provocó una reacción
colérica en Israel, en dos niveles. El privado, repugnante, protagonizado por
extremistas judíos, que secuestraron a un joven palestino y lo quemaron vivo,
en una escalofriante versión despiadada del sacrificio ritual. El oficial,
delirante aplicación de la ley del Talión, consistente en una redada de militantes
islamistas y la demolición de las casas de los sospechosos.
A
continuación, se activó el enfermizo ciclo de la acción-reacción que inutiliza
cualquier tentativa racional de contener el conflicto. Hamas respondió a la
dinámica represiva lanzando cohetes casi inanes sobre el sur de Israel. A su
vez, el Estado israelí, irreconocible hace tiempo en sus orígenes democráticos,
replica con un bombardeo de Gaza, masivo, desproporcionado, preciso o ciego según conveniencia, que acaba con líderes enemigos, pero también con sus familias o con civiles de toda edad y condición.
LAS
LACRAS DE LA TRAGEDIA
Como en
operaciones similares anteriores ('Lluvias de verano', 2006; 'Plomo
endurecido', 2007; 'Pilar de defensa', 2012; ésta última, 'Margen protector',
2014), la causa inicial de la crisis queda enseguida desbordada por las lacras
permanentes, cuya victima principal y casi única es una población atrapada,
prácticamente indefensa y cada ya casi totalmente desesperanzada. Esas lacras
son las siguientes:
-
la violación sistemática de los acuerdos de paz de Oslo (1993).
-
la deriva extremista, más o menos controlada, del gobierno de Israel.
-
la inconsistencia y contradicciones del liderazgo palestino en Gaza.
-
la parálisis de la comunidad árabe, agravada ahora por un conflicto sectario
reavivado
-
la indiferencia (por no decir hipocresía) de las principales potencias
internacionales.
Después
de dos décadas, el proceso de paz
israelo-palestino está en ruinas. Apenas si ha quedado una carcasa
institucional, burocrática, que sólo legitima formalmente a las élites dirigentes, pero no ofrece soluciones
a la población palestina y deja sin tranquilidad a la israelí. En Gaza se
conculcan con especial saña los principios recogidos en el Tratado de paz
negociado en Oslo y suscrito en septiembre de 1993 en Washington (1). La
población está ‘presa’. A muchos agricultores no se les permite siquiera
acceder a lugares donde tienen sus huertas y plantaciones. No pueden viajar al
otro territorio palestino (Cisjordania) para procurarse un sustento. Siete de
cada diez palestinos viven de la ayuda internacional. Gran parte del resto no
está mucho mejor, ya que son funcionarios y empleados (más de 40.000) que
llevan meses sin cobrar el salario.
Israel
exagera notablemente el 'peligro terrorista' de Gaza para justificar una dinámica represiva innecesaria, alocada e incluso
perjudicial para sus intereses a corto plazo. Esta conducta puede
explicarse por dos motivos: el peso creciente del extremismo, cívico y
religioso en las élites políticas y militares (2) y la ansiedad ante la
evolución del contexto regional, debido al descontrol de los procesos
revolucionarios y desestabilizadores en la vecindad árabe, las negociaciones
entre Occidente e Irán sobre el dossier nuclear y la falta de entendimiento en
éste y otros asuntos con la actual administración norteamericana.
Hamas se encuentra también atrapada en una
contradicción insalvable: garantizar su continuidad como fuerza política,
social e ideológica influyente entre la población palestina y no renegar de sus
orígenes resistentes y enemigos acérrimos e irreconciliables del ocupante. El
contexto regional les ha debilitado: el nuevo régimen egipcio (militar, pese a
las apariencias), la ruptura con el régimen sirio por las fracturas sectarias
en la zona, y el acercamiento entre Irán
(su principal protector y suministrador de armamento) y Estados Unidos colocan
a Hamas entre la espada israelí y la pared ruinosa de un territorio donde han
sido, hasta hace poco, dueños y señores, pese a los asedios (3).
La
reconciliación con la OLP, asentada en abril de este año, obliga a Hamas a entregar el gobierno a un equipo de
técnicos, exentos de nervio ideológico, capaz de enderezar la administración,
en Gaza y en Cisjordania, y garantía de la continuidad del apoyo financiero
internacional. Pero Hamas no ha sido coherente con los acordado, la aplicación
de los acuerdos de reconciliación se han retrasado y la presión de las
facciones ‘jihadistas’ contrarias a una evolución 'pacífica' de la
resistencia palestina han terminado por hacer estallar las costuras de la
formación (4).
De
la comunidad árabe, poco puede
decirse, salvo que, atrapada en la insolvencia
de sus élites dirigentes, la incompetencia de sus aparatos estatales, los viejos
y nuevos desgarros internos (eclosión ahora de las amenazas sectarias), ni
siquiera se muestran capaces sus dirigentes de hacer oír su voz a tiempo.
Egipto, promotor de una tregua condenada de antemano al fracaso, no está en
condiciones de influir notablemente en el control de la contienda, debido,
entre otras cosas, a falta de credibilidad del flamante régimen.
Finalmente, las potencias
internacionales se limitan a llamamientos bien intencionados pero ineficaces.
La diplomacia norteamericana, tras el enésimo fracaso de las negociaciones de
paz, está absorbida estas últimas semanas en evitar el desfondamiento de Irak;
en ‘cocinar’ una 'solución' institucional en Afganistán a
la amenaza de 'guerra dentro de la guerra' o conflicto interno en el bando que
protege, arma y financia, frente a la interminable amenaza talibán; o en forjar
un acuerdo que impida a Irán dotarse de armamento nuclear, que sea eficaz y
creíble para todas las partes afectadas. Europa sostiene el aparato palestino y
financia la ayuda humanitaria, manteniendo a duras penas a la población. El
resto son actuaciones de trámite, palabras compungidas y, a la postre, una
resignación palmaria.
(1)
BENJAMIN BARTHE. “Le compte
à rebours avant la prochaine confrontation israélo-palestienne a déjà
commence”. LE MONDE, 15 de Julio de 2014.
(2) BARAK
MENDELSOHN.”The Near Enemy. Why the Real Threat to Israel Isn`t in Gaza”.
FOREIGN AFFAIRS, 14 DE Julio de 2014.
(3)
“Le Hamas ne cédera pas face à Israël”. Entretien
avec JEAN-FRANÇOIS LEGRAIN, investigador del Institute de recherches et
d’études sur le monde árabe et musulman, en LE MONDE, 9 de Julio de 2014.
(4) INTERNATIONAL
CRISIS GROUP. “Gaza e Israel: New Obstacles, New Solutions”. Middle East Briefing, nº 39, 14 de Julio
de 2014.