24 de diciembre de 2025
Esta pregunta puede parecer exagerada, alarmista o motivada por un rechazo partidista de la actual administración. No obstante, cada día que pase la comunidad intelectual norteamericana y los sectores sociales más críticos se muestran más y más preocupados por el rumbo que está tomando el país. O, mejor dicho, por el rumbo que le está imponiendo Trump al país, al sistema político, legal y social. Las aprensiones que motivaron su regreso a la Casa Blanca no sólo se han demostrado justificadas, sino que se quedaron cortos.
A
quienes le preocupa la calidad democrática, el estilo de liderazgo de Estados
Unidos en el mundo o las decisiones estrategias para afrontar los desafíos del
siglo ya no les cuesta nada hablar el términos de catástrofe. Aún no se ha
llegado al punto de considerar todo lo que ocurre como irreparable, pero son
muchos los que piensan que el tiempo se agota rápidamente.
UN
CATÁLOGO ABERRANTE
Dos
profesores de la Escuela de Gobierno de Harvard, uno de los centros de
conocimiento más prestigioso sobre políticas públicas acaban de hacer una
primera evaluación del segundo mandato de Trump (falta apenas un mes para que
se cumple el primer año) en contraste con lo que predijeron en enero de 2025.
Se trata de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, quienes han contado también con
la ayuda de otro colaborador, Lucan Way, un académico de la Universidad de
Toronto.
Estos
tres investigadores han llegado a la conclusión de que “Estados Unidos ha
descendido a un autoritarismo competitivo”. ¿Qué significa este
concepto? Pues “un sistema en el cual los partidos compiten en elecciones pero
los titulares del gobierno abusan rutinariamente de su poder para castigar a
sus críticos y orientar el campo de juego contra la oposición”.
Levtisky,
Ziblatt y Way contrastan sus predicciones con lo que ha ocurrido y concluyen
que las perniciosas prácticas políticas de Trump han sido mucho más dañinas
para la salud de la democracia americana de lo que ellos mismos temían. En un
apretado resumen, este seria el catálogo de lo ocurrido estos casi doce meses:
-
Utilización de las instituciones del Estado para purgar a funcionarios del
Departamento de Justicia, el FBI y otras agencias públicas y colocar en sus
puestos a gente leal, obediente y, en la mayoría de los casos, no cualificada.
-
Ordenar a estos nuevos cargos públicos que persigan y castiguen a oponentes
pasados y presentes del Presidente, mediante investigaciones y causas
judiciales muchas veces sin sustento alguno; y, cuando este camino no resulta
productivo, emprender acciones de rastreo en busca de infracciones menores para
debilitar su ánimo y resistencia.
-
En sentido contrario, utilizar las instituciones para proteger a sus aliados,
colaboradores y cómplices, como por ejemplo forzar la anulación del
procesamiento del zar de las fronteras, Tom Homan, o el perdón de la
práctica totalidad de los asaltantes del Capitolio.
-
Perseguir a grupos e individuos que apoyan política o financieramente a la
oposición.
-
Hostigar a medios de comunicación cuando publican informaciones críticas hacia
la Casa Blanca, aunque acrediten su trabajo.
-
Promover investigaciones sobre docenas de universidades y congelar los fondos
públicos que reciben, hasta forzar la rectificación deseada por la
Administración.
-
Politizar descaradamente las fuerzas armadas y de seguridad pública al
encargarles misiones incompatibles con su función constitucional, como patrullar
las ciudades del país en busca y capturas de supuestos delincuentes y
criminales; o bien crear cuerpos armados no contemplados en las leyes, cuando
no ha sido posible realizar lo anterior.
-
Inventar “enemigos internos” para justificar este despliegue de las fuerzas
armadas y cuerpos de seguridad estatales, criminalizando a los ciudadanos que
no aceptan sus políticas represivas y reaccionarias.
-
Suplantar las competencias legales del Congreso mediante ordenes ejecutivas en materias no
contempladas por la ley, como la imposición de aranceles y castigos comerciales
a países tanto aliados como concurrentes.
Los
autores reconocen que Estados Unidos ha vivido etapas autoritarias en otros
momento de la historia nacional, pero, después del Watergate, estas tendencias
peligrosas para la democracia se controlaron con un sistema de check and
balance imperfecto pero aceptable.
Trump está barriendo con todo eso y eliminando controles y barreras, de forma
explícita (removiendólos) o implícita (ignorándolos).
Levitsky,
Way y Ziblett consideran, no obstante, que no se ha alcanzado aún el punto de
no retorno y que la democracia dispone aún de resortes para resistir la deriva
autoritaria hacia la dictadura. Aunque Trump va a intentar manipular el sistema
electoral (lo está haciendo ya) para manipular la representación política, la
oposición conserva mecanismos de resistencia y respuesta. Pero donde más
esperanzas ponen los autores es la sociedad civil organizada (universidades,
medios aún independientes, ongs, etc.)
Estos
autores no han sido los únicos que se han detenido a evaluar la actuación de
Trump. Prácticamente todos los centros de investigación y pensamiento no colonizados
por el Presidente parecen dedicados ya a frenar un deterioro político e
institucional de inusitada gravedad.
LA
PRESIDENCIA IMPERIAL
Uno
de los cronistas políticos más veteranos del país, Peter Baker, que ha cubierto
informativamente los mandatos de seis anteriores presidentes para THE NEW YORK
TIMES, considera que con Trump se ha revitalizado la “Presidencia imperial”, concepto
que fuera aplicado a Nixon y su truncado ejercicio del poder por el periodista
e historiador Arthur M. Schlesinger.
Baker recita alguno de los agravios compilados por los politólogos de
Harvard, pero además recrea algunas de las megalomanías trumpianas, como sus
pretensiones monárquicas, las amistades obscenas con autócratas de medio mundo
y su desprecio por las normas y convenciones de la Presidencia de la Nación.
Lejos
de sentirse intimidado por ser un Presidente convicto de delitos serios como el
abuso sexual, la evasión fiscal, el tráfico de influencias o la manipulación de
las instituciones en su beneficio personal, Trump ha hecho de la ofensiva
permanente contra las evidencias su estilo de defensa. Ningún otro Presidente
ha sido sometidos dos veces a un proceso de destitución o procesado por cuatro
delitos durante su ejercicio del cargo. No parece haberle importado.
Ni
siquiera parece preocupado por algo que resulta tradicionalmente inesquivable
para los políticos norteamericanos: el índice de popularidad. Baker recuerda
que Trump nunca ha contado un solo día, en cualquiera de sus dos mandatos, con
el apoyo de la mayoría de los ciudadanos. A estas alturas, arrastra un nivel de
rechazo más alto que cualquiera de sus antecesores de la era moderna. No parece
importarle: simplemente califica los sondeos como falsos o fabricados por sus
enemigos.
En
contraste con su primer mandato, Trump no se ha dejado asesorar, limitar u
orientar por sus colaboradores más cercanos. Ha aprendido de sus errores y ha
eliminado dudas o recelos en una huida hacia adelante que no parece tener
freno. Los colaboradores que ha escogido en esta segunda etapa de gobierno sólo
le sirven si le adulan o le secundan. No hay medias tintas, no hay
autocríticas, no le interesan límites: solo le valen sicofantes que propaguen
sus ocurrencias.
EL
ENRIQUECIMIENTO PERSONAL
Es
común que los dictadores aprovechen su poder omnímodo para aumentar su patrimonio
material. De esto se ocupa, en lo que se refiera a Trump, Tom Burgis, del
semanario británico THE OBSERVER (3). Los hijos del Presidente y su yerno se
han convertido en agentes de negocios de la Casa Blanca de un manera escandalosa
por descarada. Eso ya ocurrió en el primer mandato, pero ahora ha alcanzado
niveles nunca vistos. Trump y sus familiares han hecho negocios preferentemente
con los monarcas del Golfo y con estados autoritarios como Serbia, Vietnam,
India, Corea del Sur o Filipinas, entre otros.
El
más sustancioso parece ser el de las criptomonedas. El autor hace un repaso
exhaustivo de las interferencias entre las esferas públicas y privadas para
conseguir beneficios sustanciosos puramente personales o familiares. A estas
alturas, se considera el enriquecimiento de Trump como algo probado, aunque circulan
cifras distintas sobre sus beneficios lucrativos.
Desde
fuera de Estados Unidos, las críticas a Trump, sus políticas, su estilo, sus
zafiedades y sus excesos y abusos se desarrollan en la esfera académica y/o del
pensamiento, pero los dirigentes públicos se muestran discretos de manera
claramente deliberada, para no provocar respuestas aún más radicales o
vengativas del personaje. Algunos senadores y congresistas, incluso
republicanos, admiten que “hay miedo” en los círculos del poder político en
Washington.
LA
SUPERACIÓN DEL MACCARTHISMO
Sylvie
Laurent, una historiadora americanista de Sciences Po (París), en un
artículo reciente, estimaba que las acciones del maccarthismo, por
indecentes y degradantes que fueron, resultan “ una versión menor de lo que
ocurre ahora en Estados Unidos” (4). El concepto “enemigos interiores” se ha
convertido en un cajón de sastre para la represión y persecución de numerosos
colectivos despreciados por el Presidente, como en su día lo fueron los
comunistas, verdaderos o inventados, del infausto senador republicano por
Wisconsin. Trump persigue con la misma saña pero con menor limite a
ecologistas, feministas, izquierdistas, académicos, estudiantes o simplemente
críticos o no adeptos de sus caprichos. Si al final fueron los propios
exponentes del sistema (jurídicos, políticos o mediáticos) quienes pararon los
pies a MacCarthy y propiciaron su caída, Trump cuenta con el amparo del
Tribunal Supremo, que le ha garantizado una inmunidad de la que no ha gozado
ninguno de sus antecesores, y la cooperación de los sectores más dinámicos del
capitalismo norteamericano (las grandes firmas digitales) y algunos de los
principales grupos mediáticos, sostiene Laurent.
Este
panorama permite hacen temer, sin exageración, que, o se pone freno a las
actuaciones de Trump, desde dentro o desde fuera del sistema, o el autoritarismo
actual podría derivar en dictadura.
NOTAS
(1) “The Price of American Authoritarianism. What Can
Reverse Democratic Decline? STEVEN LEVITSKY, LUCAN A. WAY y DANIEL ZIBLATT. FOREIGN
AFFAIRS, 11 de diciembre.
(2) “Trump Takes
America’s ‘Imperial Presidency’ to a New Level”. PETER BAKER. THE NEW YORK
TIMES, 21 de diciembre.
(3) “All the
president’s millions: how the Trumps are turning the presidency into riches”.
TOM BURGIS. THE OBSERVER, 30 de noviembre.
(4) “Le maccarthysme
était une version mineure de ce qui se joue aujourd’hui aux Etats-Unis”.
SYLVIE LAURENT. LE MONDE, 10 de octubre.
