CON PIES DE PLOMO

16 de abril de 2009

De forma muy cautelosa, el Presidente Obama ha indicado un cambio de rumbo en uno de los asuntos más enquistados de la política exterior norteamericana: Cuba. En esta decisión, cuenta con la simpatía y el respaldo de la gran mayoría de los países latinoamericanos y, singularmente, de España.

Obama ha adoptado un paquete de medidas aparentemente modestas, pero de un alcance político mucho más amplio. Ha suspendido las restricciones que pesaban negativamente en las relaciones interfamiliares de personas residentes dentro y fuera de la isla. A partir de ahora, los exiliados podrán enviar a sus familiares en Cuba el dinero que deseen y podrán viajar a la isla cuantas veces quieran, y no como hasta ahora, que sólo podían hacerlo una vez cada tres años, con una estancia máxima de 14 días.

Además, Obama levanta obstáculos a las compañías de telecomunicaciones para negociar licencias de operación con las autoridades cubanas, lo que permitiría el acceso de los residentes a telefonía móvil y televisión por satélite. También se relajan las restricciones en donativos y se eliminan los gravámenes sobre alimentos y medicinas.

El NEW YORK TIMES, después de titular que “Obama abre la puerta a Cuba, pero sólo un resquicio”, asegura en su análisis que se trata del “cambio más significativo en Estados Unidos en décadas”. En 1977, el entonces Presidente Carter se negó a renovar las restricciones de viajar a Cuba que Kennedy impuso después del fracaso de Bahía Cochinos. Reagan adoptó la línea dura en 1982 y, desde entonces, con ligeras modificaciones, ésa ha sido la tónica. Clinton se dejó llevar por las presiones de los congresistas anticastristas de Florida, y a la Ley Helms Burton, que endurecía el embargo, añadió otras medidas de su competencia, después de la crisis migratoria de finales de los noventa. Finalmente, Bush amplió y reforzó las medidas restrictivas.

La decisión de Obama se produce, no por casualidad, en vísperas de la Cumbre de las Américas, que se celebra este fin de semana en Trinidad Tobago. Los dirigentes regionales iban a solicitar a Obama un gesto hacia Cuba, bajo distintas versiones o propuestas: más militante la patrocinada por el ala izquierda del subcontinente, aireada por Bolivia y sostenida por Venezuela; más pragmática, la sugerida por los moderados, con Brasil a la cabeza. Como hizo en Europa hace unos días, Obama viaja al sur con un mensaje de conciliación y diálogo. El presidente quiere escenificar el final de la diplomacia unilateral y de los discursos de fuerza. Pero, más allá de los gestos, ¿qué espera de Cuba y dónde esta dispuesto a llegar?
En realidad, lo que Obama pretende, seguramente, es que estas medidas favorezcan un cambio de las condiciones materiales en Cuba y una apertura del país a influencias externas que dinamicen la economía y presionen a favor del cambio político. De momento, se espera que aumente exponencialmente el dinero enviado desde Estados Unidos a Cuba. Estas remesas suponen ya hoy la tercera fuente de ingresos del país después de las exportaciones y el turismo. LOS ANGELES TIMES asegura que una compañía de vuelos charter pondrá en marcha un servicio de vuelo permanente desde la megapolis californiana a La Habana, a comienzos del verano.
La reacción inicial cubana a estas medidas es la esperada. Se aprecia el gesto, pero se insiste en que la relación bilateral debe basarse en el “respeto más estricto de la soberanía”. Las palabras del propio Fidel, desde su púlpito político-moral, reflejan esta actitud condicionada. “No acusamos a Obama de las atrocidades cometidas por otros gobiernos (....) ni dudamos de su sinceridad y voluntad de cambiar la política y la imagen de Estados Unidos”, dice el líder de la revolución. Pero le reprocha no haber ordenado el fin del “bloqueo”.
La administración Obama no espera cambios rápidos en La Habana. De momento, gana tiempo para comprobar la voluntad reformista de Raúl. O la tutela real que sobre él ejerce su hermano mayor. Está todavía por calibrar el sentido de las recientes destituciones en lo alto del gobierno. En qué medida responde a distintas visiones de los hermanos, a fidelidades conculcadas, a cambios de posición a destiempo o a puras circunstancias más o menos personales. Las señales que llegan en los últimos meses desde La Habana son contradictorias.
Según algunas fuentes, las autoridades cubanas confían en que estos “beneficios” ayuden a destensar el clima social y permitan un entorno más favorable a las reformas controladas. Es decir, reproducir el modelo chino de apertura y liberalización económicas, pero bajo el dominio del Partido Comunista. Por el contrario, la administración Obama y muchas de sus aliadas regionales y europeas creen que Cuba no es China y que su autonomía no es tan amplia. Una vez desencadenados los cambios económicos, no será tan fácil controlar una evolución política saludable.
Para lograrlo, habría que atreverse con el “levantamiento total del embargo”, como reclama LE MONDE en su editorial. El diario francés recuerda que la propia Comisión de Relaciones Exteriores del Senado norteamericano ha admitido su “patente ineficacia”: hoy en día, los Estados Unidos son el principal suministrador de géneros alimentarios de la isla y su quinto socio comercial. No en vano, los empresarios de Estados Unidos siguen siendo el principal grupo de presión en favor de un cambio de paradigma hacia Cuba. Lejos de debilitar a las autoridades cubanas, el embargo ha contribuido a reforzar su discurso y el desagrado de la población cubana hacia Estados Unidos. De momento, y en sintonía con la política de Obama, hay en marcha varias iniciativas legislativas bipartidarias a favor de la “normalización”. Pero abolir el embargo exige cambiar la ley y eso precisa del concurso de los republicanos.
Uno de los obstáculos para conseguirlo es la presión del exilio, pero se está debilitando. Resulta llamativo que la propia Fundación Cubano-Americana, liberada de sus elementos más recalcitrantes, se haya pasado claramente al bando de la moderación y el compromiso. En una entrevista con el NEW YORK TIMES, su director, Francisco J. Hernández, abogaba por un cambio de política. Hernández había sido un oscuro hombre de confianza de Mas Canosa (padre) y participó de sus posiciones más intransigentes. Hace tres años, en una conversación con este periodista en Miami, se resistía a la necesidad de revisar las políticas tradicionales. Otros grupos son, por supuestos, menos favorables y hasta combativos. Los hermanos Diaz Balart y otros prominentes republicanos de Florida alientan la actitud dura, que encuentra eco en los exiliados de más edad, pero muy poco predicamento en las nuevas generaciones.
En todo caso, antes de avanzar, Obama quiere de Cuba gestos importantes en derechos humanos, especialmente la liberación de presos. Dan Restrepo, el alto funcionario de origen hispano en quien Obama delegó el anuncio de las medidas, afirmó que “esta política no esta congelada”. Atentos a la pantalla.