25 de agosto de 2016
Francia
ha vivido un verano horrible. Los atentados terroristas de Niza y Normandía han
reforzado el clima de miedo, de pánico, de inseguridad. Lamentablemente, la
reacción de algunos dirigentes políticos, el ruido de las redes sociales y la
intransigencia creciente de un sector de la ciudadanía han hecho poco por serenar
los ánimos.
NIZA:
DE LA TRAGEDIA AL ESPERPENTO
Lo
que empezó como una tragedia en el Paseo de los Ingleses de Niza ha devenido en
esperpento. La aparición frecuente en las playas francesas de un bañador que
cubre de forma casi integral a algunas bañistas musulmanas, llamado burkini
(de burka y bikini), impulsó a una veintena de ayuntamientos del
Midi francés a prohibir este tipo de prendas de baño. Las razones
esgrimidas por los responsables municipales son, como mínimo, discutibles. Se
considera que esas prendas no son "respetuosas de la buena moral y del
secularismo", ni consistentes con "las normas de higiene y seguridad
de los bañistas en las playas públicas".
El
ayuntamiento de Niza, controlado por la derecha republicana, encabezó esta
iniciativa supuestamente secular, pero los alcaldes socialistas de otras
localidades se han adherido. El primer
ministro, el socialista Manuel Valls, se apresuró a respaldar a los alcaldes,
afirmando que el burkini es un símbolo de la "esclavización de la
mujer musulmana".
La
polémica se estaba desarrollando dentro de los habituales límites del debate
sobre clásico en Francia sobre la secularidad, la exhibición de símbolos
religiosos en lugares públicos y la obligación del Estado a respetar el
principio de la laicidad, consagrado en la Constitución.
Hasta
que se publicaron la semana pasada las fotos de unos policías municipales
obligando a una mujer musulmana que estaba tumbada en la playa de Niza a
despojarse de túnica, pantis y velo, para luego multarla y expulsarla del lugar.
El debate ha rebasado los cauces políticos
y se ha instalado en los medios y redes sociales, con una pasión considerable.
En
otro incidente anterior, en esta ocasión en la playa de Cannes, otra mujer recibió
un trato parecido. Pero en este caso, el diario británico THE GUARDIAN aseguró
que, según una periodista francesa, testigo presencial de lo ocurrido, algunos
de los bañistas aplaudieron a los policías e increparon a la mujer con gritos
de "vete a casa" (1).
Se
han alzado numerosas voces denunciando la "humillación" a la que se
vio sometida la mujer de la playa de Niza. Lo más revelador es que las
protestas por la actuación policial no se han limitado al ámbito musulmán. Una
organización feminista, Osez Les Feminism,
ha señalado que las medidas restrictivas impuestas por los ayuntamientos
convierten que las mujeres son víctimas de una doble discriminación: si el
patriarcado musulmán les priva de sus derechos por la aplicación de unos
supuestos principios religiosos, el Estado "les somete a opresión
religiosa" y les niega sus "libertades fundamentales".
CRITICAS
DESDE EL EXTERIOR
La
semana pasada el NEW YORK TIMES publicaba un artículo de análisis sobre las
razones de este empeño del Estado francés en vigilar la indumentaria. Algunos
de los expertos sobre el Islam en Francia aseguraban que el asunto del burkini
iba más allá de unas normas públicas
de vestimenta, e incluso del encuadramiento de la práctica religiosa. El asunto
clave es la identidad nacional, un concepto del que ha hecho
bandera la derecha y que ahora parece generar contradicciones también en la
izquierda. Cada vez que el país se ve sometido a presión relacionada con el
mundo islámico, se produce una intensificación de estas normas restrictivas
sobre la vestimenta. De lo que se trata, según estos especialistas, es de
"presionar a los musulmanes franceses para que se desprendan de cualquier
sentido de identidad comunitaria y adopten la identidad francesa"; la
convivencia de una y otra no es posible (2).
El
NEW YORK TIMES apoyó este análisis con un editorial en el que calificaba la
actitud oficial francesa de "fanatismo" y "paternalismo" y denunciaba
que detrás del "lío del burkini" se esconde "una
conveniente distracción de los problemas que los líderes franceses no han sido
capaces de resolver: alto desempleo, deslucido crecimiento económico y la
persistencia real de la amenaza terrorista" (3).
Otros
medios han vertido comentarios más ácidos, como una periodista del Buzzfeed:
"¿Esto es la laicidad?, ¿Es esto ser liberal?, ¿Hombres que obligan a
una mujer a desvestirse?". Uno los twitter más agudos muestran
fotos de monjas bañándose con sus hábitos con la pregunta: "¿serían ellas
obligadas a despojarse de sus vestimentas?". O una foto comparativa de
buzos y mujeres en burkini.
La
polémica ha alcanzado tal dimensión que el propio Secretario General de la ONU,
Ban Ki-moon ha criticado el incidente de la playa de Niza, "afirmando que
debe respetarse la dignidad de todas las personas, y no parece que en este caso
haya sido así".
En
este río revuelto, la propia creadora del burkini, la modista australiana
de origen libanés, Aheda Zanetti, proclama en un artículo para THE GUARDIAN,
que creó esta prenda para "dar libertad a las mujeres musulmanas, no para
que se la arrebataran", y se pregunta "quienes son mejores, los
talibanes o los políticos franceses" (4).
La
inhabitual dureza de estos medios anglosajones ha escocido en Francia. El
diario LE MONDE se refiere este jueves a la "incomprensión de la prensa
internacional", pero reconoce que las fotos de Niza han provocado
"indignación". En realidad,
algo más.
Se
empieza a apreciar algo parecido a una marcha atrás en Francia. El primer
ministro Valls, sin retractarse de su apoyo a la prohibición del burkini,
ha criticado la actitud xenófoba detectada en el incidente de la playa de
Cannes. En parecidos términos se ha expresado el Ministro del Interior. En
declaraciones a la emisora de radio EUROPE-1, la ministra de Educación, Najad
Vallaut-Belkacem, de origen argelino, se ha manifestado opuesta al burkini,
pero ha señalado que las actuaciones policiales constituyen "una deriva
peligrosa para la cohesión nacional". Su antecesor en el cargo, Benoît
Hanon, candidato socialista a las primarias presidenciales, se ha mostrado mucho más crítico con estas
medidas por considerar que no favorecen un clima de tolerancia y respeto.
En
cambio, el también candidato presidencial, pero de la derecha, el ex-presidente
Sarkozy, declaró al magazine de LE FIGARO que "permanecer impasible"
ante el burkini supondría "otra retirada" de Francia, y defiende
que las actuales medidas sobre restricción de vestimentas en la enseñanza
primaria y secundaria y edificios oficiales se extiendan a las universidades y
a compañías privadas (5).
Así
de emocional se dibuja la rentrée. Lo que se temía se está empezando a
producir. El terrorismo ha hecho saltar las costuras de la sensatez y la
serenidad. La derecha cada vez se diferencia menos de la extrema derecha en la
cuestión identitaria y la izquierda se
presenta perpleja, contradictoria y dividida sobre la mejor forma de hacer
frente al desafío de garantizar las libertades sin parecer blanda o dubitativa.
(1) THE GUARDIAN, 24 de agosto.
(2) "France 'burkini' bans are more than religion or
clothing". AMANDA TRAUB. THE NEW YORK TIMES, 18 de agosto.
(3) "France's Burkini Bigotry". THE NEW YORK
TIMES, 18 de agosto.
(4) THE GUARDIAN, 24 de agosto.
(5) LE FIGARO MAGAZINE, 19 de agosto.