15 de abril de 2020
Mientras
el coronavirus parece remitir en Asia, aplaca su furia en Europa y está aún por
saciar su voracidad en América, la próxima etapa de su expansión se sitúa en
África, el continente más vulnerable. El colofón de la tragedia global se
producirá, si algún factor inesperado no lo remedia o mitiga, donde más daño
humano puede hacer.
De
momento, el COVID-19 recién ha comenzado a destruir vidas y amenaza con un
desastre de proporciones inusitadas en el continente africano. A la hora de
escribir este comentario, el número de victimas mortales superaba las
ochocientas y el número de casos registrados los 15.000, dos terceras partes de
ellos en las últimas dos semanas. La catástrofe se aproxima a un ritmo acelerado.
Como en todas partes. Pero más silenciosamente.
Y
si en todas partes el virus ha matado, desbordado los sistemas sanitarios,
desconcertado a los gobernantes y asustado y encerrado a la población, en África
todos esos daños se pueden multiplicar de manera insoportable. Nada que no nos
temiéramos, pero no por ello menos doloroso. Recuérdese que una plaga tan mortífera
como la del Ébola mató a más de 11.000 personas en dos años (de 2014 a 2016).
Las
medidas de protección que las autoridades sanitarias nos recuerdan una y otra
vez son sencillamente inaplicables en una buena parte del continente africano;
incluso, como se puntualizado oportunamente, la más básica como lavarse las
manos. Un lujo para un tercio de los habitantes de aldeas o barriadas
miserables de África!!
EL
PEOR ESCENARIO
La
movilización de la OMS y de otros organismos internacionales sólo podrían
paliar el desastre que se avecina. Se ha calculado que las naciones africanas
necesitarían una cantidad sólo inicial de 100.000 millones de dólares para afrontar
la destrucción más básica del sistema económica y productivo. Pero esos fondos
se duplicarán en un plazo menos inmediato (1).
El
dinero llegará a cuentagotas y para cuando la tragedia se despliegue en África
con toda su crudeza en otros continentes más desarrollados estaremos en el inicio
de una incierta recuperación, o mejor dicho, aplanando la curva de la recesión.
No habrá mucho margen para la generosidad. Ni siquiera podemos dar por hecho
que se anula la deuda. Macron y Guterres (secretario general de la ONU) han
propuesto la condonación, sin medias tintas. De momento, el G-20 parece estar
de acuerdo, más bien, en un aplazamiento del pago de 20 mil de los 32 mil
millones a que asciende la deuda. En estos momentos, el pago de los servicios
de la deuda africana se come el 20% de los recursos de los estados de riqueza
intermedia.
Servicios
básicos como la propia sanidad, más necesaria e insuficiente que nunca, la
educación o las infraestructuras imprescindibles se estancarán o retrocederán
en prestaciones. Millones de personas pasarán de la miseria a la desesperación.
O a la extinción. Un retroceso de tres décadas, en términos de nivel de vida,
según Oxfam (2)
Algunos
informadores comprometidos que tienen el enorme coraje de
ocuparse de África y luchan contra el virus infatigable e inextinguible del olvido
ya nos ilustran con los perfiles del capítulo más trágico de esta pandemia. A la
pobreza y el subdesarrollo hay que sumar la escasa por no decir nula calidad
democrática vigente. Ya se está empezando a ver la brutalidad con que unas
autoridades sin cultura alguna del respeto a los derechos humanos ejecutaran un
ilusorio confinamientos: toques de queda, violencia policial y militar, malos
tratos generalizados, atropellos, etc.
Las
migraciones inter africanas son un elemento constante de la economía regional.
Valga el ejemplo de Mozambique y Suráfrica que cita Amanda Sperber en un
trabajo reciente. Miles de trabajadores del primer país (uno de los diez más
pobres del mundo) trabaja en las minas surafricanas. Las restricciones a la
movilidad y el parón productivo secarán ese modo de vida, acarreando miseria y
desesperación (3).
Los
refugiados constituyen otro colectivo de enorme vulnerabilidad. Uganda, el país
que alberga al mayor número de ellos, más de millón y medio dentro de sus
fronteras, ha visto como las raciones del Programa Alimentario Mundial se han
reducido en un 30% desde comienzos de este mes, justo cuando se empezó a
acelerar el impacto de la pandemia.
UN
SISTEMA DE SALUD BAJO MÍNIMOS
El
sistema de salud africano es uno de los más endebles y precarios del mundo,
como es bien sabido. Aun teniendo en cuenta la desigualdad de recursos entre
unos países y otros, los más afortunados
se encuentran muy lejos de Europa, Estados Unidos e incluso Asia meridional o América
del Sur. África sólo absorbe el 1% de la inversión sanitaria mundial y apenas
cuenta con dos médicos por cada 10.000 habitantes (4)
En
lo que se refiere al coronavirus, los datos de la OMS son pavorosos. En el
África subsahariana, el número de camas de UCI es de 5 por millón de habitantes
(4.000 por millón en Europa). Sólo Senegal y Suráfrica estaban en condiciones
de hacer test del coronavirus al inicio de la crisis, hace apenas un mes. Ya se
han dotado medios de diagnósticos la mayoría de los países, pero en cantidad
mucho más precaria que el mundo desarrollado. Hay países pobrísimos, como la
República Centroafricana, que sólo cuenta con 3 respiradores artificiales. Costa
de Marfil, ochenta, pero con una población cinco veces mayor. En Malí, país
sacudido por una guerra interna e internacional contra el yihadismo y
sublevaciones regionales y tribales diversas, ya tiene la infraestructura sanitaria
bajo mínimos. El director de la ONG Alima, con experiencia en el
continente, asegura que para afrontar el coronavirus África tendría que
multiplicar sus camas UCI por cuarenta, ocho veces más que Francia (5).
Cuando
los sistemas sanitarios apenas se han restablecido del esfuerzo del Ébola,
tendrán que afrontar ahora este nuevo desafío, mucho más impetuoso. Y sin Obama
en la Casa Blanca. El primer presidente afroamericano de la Historia lideró un
esfuerzo internacional. (6) Trump, en cambio, responde a la crisis sanitaria
más grave de los tiempos actuales retirando la contribución financiera a la
ONU, ofreciendo un nueva muestra de incompetencia política y de incontinencia
verbal... y mintiendo: 18.000 embustes, más de
China,
que ha hecho de África su reserva de minerales estratégicos (oro, uranio,
cobalto, platino, tántalo, etc) y un importante campo de inversiones con la
vista en el futuro. Pekín ha comenzado a servir material sanitario a algunos
países con los que cultiva interesadas relaciones económicas. Todo indica que
la crisis reforzará la penetración china en África, para sobresalto de muchos
estrategas occidentales (7).
Finalmente,
como seguramente ocurrirá en el resto del planeta, los efectos de esta pandemia
se dejarán notar también en los sistemas políticos. Los procesos de
democratización emprendidos de las últimas dos décadas se han estancado o retrocedido,
o se han visto alterados por la lucha contra franquicias locales del yihadismo
internacional, en algunos casos como pura excusa para fortalecer regímenes
autoritarios o militarizar el control de la oposición política y la revuelta
social.
NOTAS
(1) “África needs
debt relief to fight COVID-19”. VARIOS AUTORES. BROOKINGS INSTITUTION, 9 de abril.
(2) “Africa
meets pandemia with violence, confusion”. AMANDA SPERBER. FOREIGN POLICY, 3 de abril.
(5) “L’Afrique au défi de son système de santé”. LE
MONDE, 3 de abril.
(6) “How to lead in a time of pandemic”. NICHOLAS
BURNS. FOREIGN AFFAIRS, 25 de marzo.
(7) “China teje una telaraña sobre el África negra”. LA
VANGUARDIA, 15 de abril; África, el continente del futuro. VANGUARDIA DOSSIER, Octubre-diciembre
2019