16 de enero de 2019
Después
del contundente rechazo del Parlamento británico al acuerdo sobre el Brexit
(432 contra 202), la derrota más humillante para un gobierno desde 1924, la
pregunta más escuchada este miércoles en Europa es: ¿Y ahora qué?
Nadie
sabe la respuesta. O no se atreve a apostar por ella. En realidad, la incógnita
que se propaga en todos los círculos políticos, económicos, académicos y mediáticos
es el eco de un clamor que resuena desde hace meses. El Reino Unido de Gran Bretaña
no sabe cómo salir de un embrollo plagado de trampas, mentiras y ensoñaciones.
La situación actual era la única posible tras dos años y medio de incompetencia
y confusión.
Pero
puesto que lo anterior es sobradamente sabido, es lógica la insistencia en la
pregunta formulada al principio: y ahora qué. ¿Retirada de la UE sin acuerdo?
¿Aplazamiento más allá del 29 de marzo? ¿Renegociación siquiera aparente del acuerdo?
¿Elecciones generales? ¿Segundo referéndum? Algunas de estas opciones no son
excluyentes. Pero ninguna de ellas constituye una solución por sí sola. Detengámonos
a analizar los escenarios.
RETIRADA
SIN ACUERDO
Esta
opción parece más plausible y cercana que nunca. Lo ha dicho el siempre locuaz
presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, al poco de conocerse la
votación en Westminster. Este escenario viene cargado de negros presagios sobre
la economía británica, de los que no escapará por completo el resto de Europa. Se
han manejado cifras de espanto (por ejemplo, caída de 8 puntos del PIB, según
el Banco de Inglaterra), cuya solidez está por demostrar.
Esta
especie de descenso a los infiernos sin demasiado asideros para interrumpir la
caída puede llevar aparejada una aniquilación de buena parte de la clase política
británica. A la premier May le han
hundido los suyos, pero esos mismos quieren preservarla en lo alto del potro de
tortura para no entregar las llaves de Downing Street a un “rojo peligroso”
como Jeremy Corbyn. La jefa del desgobierno volvería a hacer lo contrario de lo
que ha estado defendiendo, un rasgo definidor de su carrera política. En este
caso, se verá obligada a gestionar un desenganche del continente en peores
condiciones aún, amparada quizás en un discurso de evocación chuchilliana: “sangre, sudor y lágrimas”.
APLAZAMIENTO
DE LA SALIDA
Quizás
May siga pensando que, antes de precipitarse en el abismo, tendrá esa última
oportunidad que desde su entorno se ha venido apuntando estas últimas semanas. Después
de superar la moción de censura laborista, la estólida Theresa tratará de
mantener la ficción de un nuevo acuerdo “in extremis”. Necesitará, para ello,
de un aplazamiento de la fecha de salida, ya que no hay tiempo. Pero sobre
todo, precisará de un último flotador de aquellos de los que se quiere separar:
los líderes europeos Sin la luz verde de sus todavía socios continentales no
será posible borrar el 29 de marzo del calendario del Brexit.
En
Europa hay poco humor para las tribulaciones autoinducidas de los británicos.
Nunca ha habido una historia de amor
entre ambos lados del Canal de la Mancha y un proceso de divorcio no parece el
mejor momento para invocarlo. Por añadidura, quienes podrían prolongar la vida
de May o están absorbidos en la tarea de salvar la suya propia (Macron, Sánchez),
o ya tienen fecha de caducidad (Merkel), o están empeñados en hacer de Europa un
solar irreconocible (Salvini, Orban, Kaczynski, Kurz, etc).
Y
aunque hubiera voluntad política, no hay tiempo, ni margen legal o normativo
para algo muy diferente. Como se viene diciendo estas semanas en Bruselas, se
pueden cambiar puntos y comas, hacer retórica o aventar los mejores deseos,
pero la sustancia del acuerdo no se tocará.
La
narrativa de May es sorprendente. Se ha intoxicado con su propio autoengaño
sobre la viabilidad de una estrategia errática y fallida desde el principio. En
un articulo de obligada lectura para los interesados, Charles Grant, el
director del Centro para la Reforma de Europa (un think-tank con sede en Londres, no en Bruselas) disecciona la
incompetencia y los errores de la premier británica en el desarrollo del Brexit.
Ni ella ni sus principales asesores han entendido en modo alguno la lógica de
los negociadores europeos. Contrariamente a los diplomáticos y funcionarios
británicos, que, en vano, han intentado prevenir a Downing Street del desastre
al que se encaminaba. En Bruselas ha prevalecido, según Grant, “las tres Ps”
(principios, política y precedente), por encima de cálculos estratégicos o previsiones
económicas catastrofistas, las principales bazas de May para lograr una avenencia
europea a sus deseos (1).
Sin
exonerar n modo alguno a la jefa del gobierno británico, otro destacado
analista de las cuestiones europeas, Matthias Matthijs, sostiene que el acuerdo
suscrito por May es la peor opción para el Brexit... con excepción de todas las
demás Remedo de otra de las máximas del inefable Sir Winston en su apología de
la democracia (ya se sabe: el peor de los sistemas políticos, con excepción de
todos los demás). Matthijs apela a consideraciones pragmáticas, sin dudas
alentadas por ciertas tendencias en
Europa (2). Pero Grant parece más atinado en su análisis que Matthijs el
momento político que sacude los fundamentos europeos.
ELECCIONES
GENERALES
La
ensoñación de May tiene un avatar en su némesis
político, Jeremy Corbyn. El líder laborista sostiene que un gobierno bajo su
dirección puede renegociar el acuerdo con Europa y conseguir un Brexit en mejores
condiciones. No ha dicho cómo ni en qué capítulos, aparte de vagas referencias
a la justicia social y a los derechos de los trabajadores.
El
problema es que, para llegar a esa posibilidad (muy dudosa en todo caso), tendría
que forzar elecciones inmediatas (casi imposible porque May cuenta con apoyo
suficiente para superar la moción de censura laborista y continuar en el cargo),
y luego ganarlas. Esta segunda condición es complicada incluso hipotéticamente.
Para apoderarse del gobierno en las urnas, Corbyn necesitaría los votos de sus
militantes y muchos más. Y lo peor para Corbyn es que ni siquiera tiene
asegurado el respaldo de los primeros, si mantiene su actual posición sobre el
Brexit. La inmensa mayoría del votante laborista quiere un segundo referéndum para
enmendar el fiasco y anclar a Gran Bretaña en Europa (3). Corbyn y su equipo
directivo de confianza responsabiliza a la tecno-burocracia europea de la
deriva perjudicial para las clases populares, y con gran parte de razón. Pero
no se ve claro cómo una salida de la UE puede favorecer esa rectificación del
rumbo por la que él combate.
La
derecha laborista ha intentado destruir el liderazgo de Corbyn desde el
principio, pero el diputado por Islington no parece haber escogido la mejor
línea de defensa con el Brexit. Corbyn
ha respondido con una calculada ambigüedad a las demandas crecientes de las bases
laboristas a favor de un segundo referéndum, con confusas apelaciones a la
defensa de la voluntad expresadas por los británicos en junio de 2016. Pero
Corbyn elude decir con claridad que la campaña del Brexit estuvo plagada de manipulaciones
e incluso groseras mentiras sobre las supuestas ventajas de la desconexión
europea.
SEGUNDO
REFERÉNDUM
La
opción del segundo referéndum es anatema para los brexiteers de uno u otro signo, porque el resultado parece cada vez
claro: rectificación y permanencia en Europa. Esto no puede darse por seguro,
pero todas las encuestas lo predicen (4). Muchos de los que practican el discurso
del respeto por la voluntad popular defienden este status quo sin salida con un
cinismo digno de mejor causa. No se trata de hacer profesión de fé europeísta, muy
desprestigiada por estos tiempos, sino analizar con seriedad los males del sistema
político británico sin derivarlos a otras instituciones.
El
segundo referéndum tiene un fundamento democrático incontestable: lo votado en
2016 no ha producido los efectos deseados, la aplicación del resultado de la
consulta sería muy negativo para los intereses generales, contrariamente a lo
proclamado en su días por los adalides del divorcio, y no hay otra salida
alternativa a la vista. Si, aún así, el pueblo británico cree que su destino
será mejor fuera de las instituciones europeas, puede confirmarlo con un nuevo voto.
Tan soberano será el segundo referéndum como el primero.
NOTAS
(1) “In search of los Brexit: how the UK
repateadly weakened its own negotiation position”. CHARLES GRANT. THE NEW STATESMAN, 14 de enero.
(2) “The worst Brexit option, except for all
the others. Why Theresa May’s deal is the best way forward”. MATTHIAS MATTHIJS.
FOREIGN AFFAIRS, 20 de diciembre.
(3) “Most Labour members believe Corbyn should
back second Brexit vote. Nearly 90% of party member would opt to stay in the EU
in a ‘people’s vote’, finds survey”. PETER WALKER. THE GUARDIAN, 2 de enero.
(4) “If Corbyn backs Brexit, he faces electoral
catastrophe”. PETER KELLNER. THE
OBSERVER, 5 de enero.