TWITTER: ESTRIDENCIA E INFLUENCIA DE UN TRINO UNIVERSAL

18 de marzo de 2009

Twitter se ha convertido en la nueva sensación de Internet. Twitter se puede traducir en español como trino o gorgojeo de un pájaro. Su nombre expresa su naturaleza. Se trata de un microblog universal de mensajes que no pueden exceder las 140 palabras (otros veinte signos se reservan a la identificación del expendedor y a otras necesidades técnicas).

La herramienta fue diseñada en 2006 por los desarrolladores Biz Stone, Jack Dorsey et Evan Williams. En 2008, la expansión de Twitter se multiplicó por siete con respecto al año anterior.

Algunos ven esta nueva herramienta como la expresión más reciente de la web viva, democrática y horizontal. Cualquiera que esté afiliado a esta red puede transmitir información en tiempo real sobre lo que está viendo. Hay quien ha llamado a esto “periodismo ciudadano”. Lo que equivale a proponer que cualquiera puede ser periodista, entendiendo por tal el que está en condiciones de presenciar algo de interés público, codificarlo en un mensaje apropiado y transmitirlo antes de que el hecho sea de conocimiento general. Así de fácil. O mejor: así de simple.

El caso es que numerosos gurús de la Red ya están pronosticando que la extensión de Twitter es una amenaza más para los medios convencionales de información, en un momento no precisamente dulce de su salud y sostenibilidad.
Los entusiastas de las fast-news se sintieron reivindicados hace unos meses, durante el asalto de un comando de militantes islámicos en la ciudad india de Mumbai (Bombay). Twitter ya había hecho fortuna durante la campaña electoral de las presidenciales norteamericanas, y el propio Obama se había confesado usuario habitual. Pero el sobresalto de noviembre en la capital económica de la India se convirtió en el gran bautismo de fuego de Twitter y su consagración como supuesto medio alternativo de noticias inmediatas. Dos periodistas del New York Times analizaron el impacto real del gorgojeo que suministró “información en tiempo real” durante varios días.
Nada más producirse el asalto del comando a los hoteles, empezaron a fluir los primeros mensajes de testigos más o menos presenciales. En ese momento, las autoridades indias se resistían a suministrar información oficial y los grandes medios apenas podía componer un panorama aproximado de lo que estaba ocurriendo. Durante las primeras horas, los trinos aliviaron la ansiedad informativa. Luego, en los momentos álgidos de la crisis, la red Twitter emitió un mensaje por segundo, bajo la etiqueta “Mumbai”.
Una casualidad agrandó el efecto Twitter. A la CCN le expiró la licencia de transmisión de video cuando la crisis aún no se había resuelto, por lo que pasó a depender de emisoras locales indias para ofrecer imágenes, mientras sus reporteros hacían llegar sus crónicas vía telefónica. Esta circunstancia se puso como ejemplo de las “fragilidades burocráticas” de los grandes medios, frente a la flexibilidad productiva de las nuevas “fórmulas informativas”.
Apoyándose en la máxima del profesor de la prestigiosa Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia, Sreenath Sreenivasan (“un poco de información es mejor que ninguna información”), los periodistas Stelter y Cohen afirmaron en su artículo que esta experiencia mostró “cómo la tecnología está transformando a la gente en reporteros potenciales, añadiendo una nueva dimensión a los medios informativos”.
Sin embargo, lo que se obvia -o se deja pasar sin demasiada atención en estos pronunciamientos sobre el “periodismo ciudadano”- es la acreditación de su solvencia. Un poco de información, si es incorrecta, imprecisa o sesgada, puede ser mucho peor que la ausencia, incluso absoluta, de información.

Otro gurú de Intenet, Farhad Manjoo, columnista de la sección de Tecnología de Slate y autor de varias obras sobre la civilización digital, se ha ocupado de realizar un interesante análisis comparativo de la información que circuló sobre los acontecimientos de noviembre en Mumbai.

Manjoo admite que la cobertura ofrecida incluso por la televisión india (en este caso, la IBN Live), más cercana y con más medios, adoleció de los defectos habituales que caracterizan los espacios breaking news o flashes informativos de urgencia: baja calidad de imagen, especulación más que datos, testimonios contradictorios de testigos y narración reiterativa. ¿Y Twitter? Pues el experto señala que el microblog lo hizo “incluso peor”, y etiqueta de esta forma sus carencias: “ausencia de narrativa”, “incoherencia”, “farragosa actualización continua de datos”, “aseveraciones infundadas”, “rimbombancias”, “condolencias”; pero, sobre todo, “repetición de información que se había escuchado en televisión minutos antes”.

El cronista de Slate no desacredita Twitter, sino coloca su significación y alcance en un plano realista, frente a ciertas ensoñaciones digitales. No menos interesante es la comparación que establece entre este microblog y el buscador Google o la poderosa red social Facebook. Pero de eso nos ocuparemos en otro momento.

Más que su valor informativo, la dimensión más sugerente de Twitter puede ser su alcance político. Micah L. Sifry, un impulsor y estudioso del poder transformador de las nuevas tecnologías en la vida política, se ha ocupado también del fenómeno Twitter. En un artículo suyo que publica en el último número de la revista de la Columbian Journal Review, recoge ciertas experiencias sugerentes de la incidencia creciente de los trinos en momentos puntuales de la vida política, como por ejemplo la información que vía Twitter circuló en Estados Unidos durante la jornada electoral del 4 de noviembre pasado, de la que se nutrieron diversos medios.

“La cuestión, como ciudadanos –concluía Sifry- es si usaremos este nuevo acceso a la información para crear una democracia más abierta y deliberativa, o si usaremos la Web como una forma de juego trivial con los políticos, dañando el discurso en vez de ennoblecerlo”.