16 de junio de 2014
Un
escalofrío de pánico se ha apoderado del gobierno central iraquí y de la población
de confesión chií, mayoritaria en el país. Hasta hace unos días, el dominio del
grupúsculo extremista sunní denominado Estado Islámico de Irak y el Levante
(EIIL) parecía confinado a la región central del país, donde ya había humillado
al gobierno central, mediante una combinación de empuje militar y habilidosa
política de alianzas con clanes sunníes locales.
Pero
la toma, la semana pasada, de la ciudad norteña de Mosul disparó todas las
alarmas. La ciudad, segunda del país, capital de la provincia de Nínive, se
rindió a la embestida extremista sin casi oponer resistencia. Las fuerzas
militares y policiales gubernamentales abandonaron sus armas, cambiaron sus
uniformes por atuendos civiles y se unieron a la riada de civiles que huyeron
despavoridos. En los dos días siguientes, el avance continuó hacia el sur, con
la toma de la ciudad petrolera de Baiji, de Tikrit, la cuna de Saddam Hussein,
y otras ciudades menores al norte de Bagdad.
UN
PULSO REGIONAL
El
Estado Islámico de Irak y el Levante es un grupúsculo islamista radical
desgajado de la dirección central de Al Qaeda, que les reclamaba una mayor
contención. Su proyecto es constituir un 'califato' único en Irak y Siria.
Tres factores
han favorecido la recuperación de este grupo ‘yihadista’ sunní: la guerra en la vecina Siria, las políticas
insistentemente sectarias de los sucesivos gobiernos del político chií Nuri Al
Maliki y la retirada militar
norteamericana a finales de 2011.
La
guerra en Siria les ha proporcionado hombres (se calcula que son unos 5.000
combatientes de distintas nacionalidades), santuario ('zonas liberadas'),
arsenal (arrebatadas al ejército sirio) y recursos (incluido fuentes
petroleras) para edificar y consolidar una capacidad de fuego temible. Su
primer gran éxito, que propició su ‘aparición’ pública fue la victoria sobre
las tropas gubernamentales sirias en la provincia de Raqqa. A partir de entonces, el régimen sirio ha
evitado una confrontación directa con ellos, lo que les ha permitido preservar
efectivos y acumular fuerzas. Algunos analistas llegan a sostener que el
presidente sirio ha permitido
indirectamente el auge del EIIL. Podrían aventurarse dos motivos
fundamentales:
Primero, al
plantear una lucha global contra el chiismo regional (los alauíes son un rama
local de esa confesión), el EIIL podría provocar, como ya está ocurriendo, el
fortalecimiento de la alianza entre Irán, Irak y Siria; y para que las potencias occidentales que
respaldan a la oposición armada siria se alarmen y den marcha atrás.
Segundo, si se instala la impresión de que el
Estado Islámico de Irak y el Levante puede convertirse en el grupo más potente
de la oposición siria, aumentaría el riesgo de una victoria extremista en
Damasco y las potencias occidentales podrían replantearse su deseo de que se el
régimen de Assad se derrumbe.
Esta dimensión
regional es la clave para entender lo que está pasando en Irak. Dos bloque de
poder se perfilan, con Irán y Arabia Saudí a la cabeza de cada uno de ellos (1).
UNA PACIENTE
CONSOLIDACIÓN
El EIIL surge
de los residuos de la insurgencia sunní iraquí contra la ocupación militar
norteamericana. Al Zarqawi era el cabecilla de una organización asociada a Al
Qaeda. Aunque era partidario de un acoso sin cuartel al ocupante, creía que
algunos de sus combatientes se excedían de la raya (2)
Tras
la caza de Al Zarqawi, en 2006, la facción más extremista de la insurgencia,
bajo el mando del nuevo líder (‘emir’), conocido por Abu Bakr Al Bagdadi, se
tomó tiempo para reorganizarse, con la incorporación de efectivos de otros
países islámicos, a la espera de tiempos mejores. Los procedimientos
contrainsurgentes del general Petreus daban resultado. Un sector amplio de las
tribus centrales sunníes se había alejado de la tentación terrorista.
El
levantamiento armado sunní contra el régimen alauí de Siria, a partir de 2011,
proporcionó a los radicales sunníes iraquíes no sólo una causa para luchar,
sino un santuario para proyectar el combate hacia Irak. ‘Yihadistas’ sirios, iraquíes y de otras nacionalidades
constituyeron el EIIL. La política insistentemente sectaria del gobierno
central iraquí, dominado por los chiíes, generó un malestar creciente de los
clanes tribales sunníes y favoreció una alianza de conveniencia entre estos
sectores, más bien moderados, y los combatientes radicales, aglutinados por el
EIIL.
Después de
varios intentos, el EIIL lanzó a comienzos de este año una gran ofensiva en el
centro de Irak, que pilló parcialmente por sorpresa al gobierno central. Los ‘yihadistas’ tomaron el control de Ramadi
y Fallujah, dos de las grandes ciudades de la zona, auténticas pesadillas, en
su día, para los ocupantes norteamericanos.
El gobierno
central reaccionó con pavor. Incapaz de dominar con sus propias fuerzas la
rebelión sunní, se tragó sus palabras y pidió ayuda directa a Washington.
Obama, contrario a involucrarse directamente de nuevo en Irak, después de haber
mantenido frente a las presiones republicanas el calendario de retirada, se
avino a reforzar el arsenal del gobierno de Al-Maliki para evitar su caída. Le
proporcionó misiles Hellfire, rifles M-16 y drones de reconocimiento). No fue
suficiente. Los ‘yihadistas’
perdieron Ramadi pero mantuvieron Fallujah y se sintieron con fuerza suficiente
para lanzar esta operación militar, que coloca al régimen posbélico de Irak
cerca del colapso.
En
la ofensiva actual se ha fraguado otra alianza de conveniencia entre los el
EIIL y antiguas milicias 'baasistas' reconstituidas. Uno de los jefes de
estas últimas sería el ex-vicepresidente Izzat Ibrahim Al Douri, único alto dirigente del régimen de
Saddan Hussein (consuegro suyo, por cierto) que no pudieron capturar los
norteamericanos. En contraste con la difusión de
las fotos de la espeluznante ejecución de soldados iraquíes, testigos
presenciales en Mosul y Tikrit aseguran que los vencedores habían adoptado una
actitud conciliadora y en absoluto vengativa. Se trataría de una táctica dual:
amedrentar a los soldados del gobierno y tranquilizar a los civiles para
ganarse su confianza.
LAS
BAZAS CHIÍES
Sin embargo,
la mayoría chií de Irak no se hace muchas ilusiones. En su avance relámpago
desde Mosul hacia el Sur, los 'yihadistas' han amenazado Samarra, distante apenas 100 km. de Bagdad y sede
de lugares santos chiíes, donde ya se registró una matanza notable hace ocho
años. El pánico ha sido tan grande que el jefe religioso de los chíies, el
anciano ‘ayatollah’ Alí Al-Sistani,
ha hecho un llamamiento a todos los ciudadanos para que se unan al ejército
iraquí en la defensa de Bagdad y otras ciudades del país. El mensaje no tiene
un tono sectario, pero sólo los chiíes parecen haberlo atendido. En el sur de
Bagdad, feudo chií, las milicias chiíes se han movilizado intensamente para
reforzar las defensas de la capital y de ciudades como Najaf y Kerbala, sedes
de los templos más emblemáticos de su confesión.
La
situación es tan seria que Irán, el principal valedor de los chiíes iraquíes,
se ha visto obligado a involucrarse más directamente en el conflicto vecino. El
Jefe de la Guardia Revolucionaria, general Qasim se desplazó a Bagdad para
asesorar al gobierno central iraquí y poner a su disposición algunas de sus
unidades de élite. Pero ni la movilización chií, ni el respaldo comprometido de
Al-Sistani, ni el apoyo militar iraní es suficiente para tranquilizar a
Al-Maliki y la élite chií iraquí. No había más remedio que insistir en la
solicitud de ayuda a Estados Unidos.
EL DILEMA DE
OBAMA
El
gobierno central iraquí desea que la Casa Blanca ordene ataques aéreos, con
cazas y drones, contra los ‘yihadistas’
sunníes para frenar su avance y disuadirles de la ofensiva. Obama ha estado
rechazando estos requerimientos. Pero, ahora, el presidente se enfrenta a un dilema
que no parece haber resuelto: sigue creyendo que involucrarse más profundamente
en la guerra iraquí sería un error de enorme magnitud, pero está también
convencido de que existe un riesgo muy alto de colapso del gobierno central
iraquí.
La administración
norteamericana siente una antipatía creciente por Al Maliki por sus políticas
sectarias, que han arruinado los esfuerzos de conciliación realizados durante
la ocupación. Las elecciones de hace unos meses dejaron al partido del primer
ministro como el más votado, pero sin la mayoría suficiente para gobernar en
solitario. La ofensiva militar 'yihadista' ha coincidido con los
desesperados esfuerzos de la principal formación chií para componer una
coalición parlamentaria que les asegure la continuidad en el poder. Todo indica
que estos acontecimientos recientes han erosionado decisivamente su capital
político.
No
es la supervivencia de Al Maliki lo que preocupa a Obama, sino la eventual toma
de poder en Bagdad de los extremistas sunníes, que convertiría la intervención
militar norteamericana de 2003 en una sangrienta e insoportable paradoja. La
invasión pretendía acabar con una inexistente alianza entre Bin Laden y Sadam, y lo que habría ocurrido, once años después,
sería precisamente la victoria de unos combatientes aún más radicales y sanguinarios
que los seguidores del fundador de Al Qaeda.
Por esa razón,
Obama está presionando a Nuri Al-Maliki para que asegure una política más
sólida y duradera de inclusión, si quiere ser rescatado militarmente por
Estados Unidos. Después de haber completado la retirada militar de Irak, el
presidente de Estados Unidos no puede permitirse una deriva sangrienta que destruiría
completamente el país. Solo un gran pacto nacional, en todo caso, muy difícil
de lograr con garantías, podrá conjurar la impresión de un fracaso mayúsculo
más.
(1) Puede consultarse el
desenvolvimiento de estas claves en el trabajo de SIMON HENDERSON "The
battle for Iraq is a saudi war on Iran", en FOREIGN POLICY, 12 Junio de
2014.
(2) Para conocer más detalles
sobre el nacimiento y consolidación del EIIL, hay dos referencias recientes de
gran interés: un artículo de ANTHONY CORDESMAN, de Centro de Estudios
Estratégicos de Washington, titulado “ISIS goals y posible futur gains”; y las
aportaciones de BRIAN FISHMAN, un experto antiterrorista de la NEW AMERICAN
FOUNDATION, en el artículo del NEW YORK TIMES del 15 de junio, titulado
“Rebel’s fast strike in Iraq was years in making”.