9 de junio de 2017
La
Primera Ministra británica, Theresa May, justificó la convocatoria anticipada
de elecciones (snap election) para
demandar a los electores un mandato sólido y estable que le permitiera negociar
en posición de firmeza con la Unión Europea la resolución del Brexit.
El
resultado ha sido justo el contrario. May ha perdido la mayoría escasa que
heredó de Cameron. Gran Bretaña tendrá eso que por estos pagos se denominada hung Parliament, es decir, un
legislativo sin mayoría absoluta con la que un partido puede asegurar una
gestión sin sobresaltos.
Los
resultados han provocado un enorme impacto en las filas conservadoras. En voz
baja, algunos ya empiezan a cuestionar el liderazgo de May. La editora política
de la BBC, Laura Kuenssberg, citaba a primera hora de la mañana un comentario shakespearino de un alto cargo del
gobierno: “el partido tory es una monarquía absoluta dirigido por una regicida”.
Este efecto
boomerang del 8 de junio recuerda un al fiasco de Chirac en 1997, cuando el
entonces presidente francés adelantó las elecciones legislativas para
aprovechar una coyuntura que creía favorable y termino provocando la derrota de
su partido.
El
fracaso de May se debe a una combinación de errores de cálculo, una deficiente
campaña electoral y cierta inconsistencia política. El oportunismo suele tener
las alas muy cortas. El cambio continuo de discurso, el tacticismo extremo,
proporciona ventajas muy efímeras. Sostener una cosa y su contraria a veces
desconcierta a los rivales, pero terminan confundiendo a los electores,
incluyendo a los más fieles o convencidos. Theresa Maybe, la etiquetó THE ECONOMIST.
Theresa
May fue elevada prematuramente a la condición de futura gran líder del Partido
Conservador. Muy pocos discutieron su candidatura como sucesora del malhadado
James Cameron. Ni siquiera muchos de los que ahora ya toman medidas de su ataúd
político. La abrumadora mayoría de esa prensa adicta a los tories que domina el
panorama mediático de Gran Bretaña contribuyó notablemente a afianzar esa
percepción.
La política
es cruel y la política británica lo es especialmente. Tiene poca consideración
con los derrotados. Y esta victoria conservadora es una derrota en toda regla.
Theresa May adoptó el modo Theresa Maybe para
contentar a todo el mundo y se ha encontrado con que el electorado la ha
convertido en Theresa Maynot. Pronto
sabremos si será Theresa out.
De momento, la
PM ha manifestado que “no tiene intención alguna de dimitir”.
CORBYN PERHAPS.
La otra cara de la moneda ha
sido Jeremy Corbin. El laborismo no sólo no se ha derrumbado, como predecían
rivales, analistas y no pocos exponentes de ala moderada o centrista del
partido, sino que ha reforzado su presencia en Westminster con más de una
treintena de diputados adicionales.
Se intuía
en los últimos días este cambio de la tendencia destructora de los dos últimos
años. El fuego amigo contra el
contestado líder fue disminuyendo a medida que Corbyn cosechaba éxito tras
éxito en una campaña que ha recordado a la de Bernie Sanders.
Corbyn
es la antítesis de May. Es un hombre de principios, de convicciones, de coherencia,
se compartan o no sus posiciones. Contra todas las previsiones y augurios,
contra el relato interesado del pensamiento (casi) único, contra las tendencias
abrumadoras de la mercadotecnia política, el veterano político de base, fiel a
sus referencias marxistas, Corbyn parece haber devuelto al laborismo un cierto
sentido de pertenencia.
Quizás.
Sería deseable. Algunos indicadores, aún por confirmar, avalan esta esperanza:
- el
incremento del voto joven es uno de los factores decisivos en la mejora del Labour.
- la
recuperación de buena parte del voto escocés, en perjuicio de los
nacionalistas, que habían logrado arrebatarle el voto progresista con su giro a
la izquierda, en comicios anteriores.
- los
avances en el norte de Inglaterra, golpeado por la desindustrialización, que se
echó en brazos del nacionalismo del Brexit.
Algunos portavoces del
laborismo centrista han reprochado con insistencia a Corbyn que se empeñara en
repetir sus convicciones izquierdistas en vez de afilar críticas certeras
contra Cameron y May. Esta madrugada, el reivindicado líder laborista ha pedido
a la jefa del gobierno que dimita, porque “ha perdido votos, apoyos y confianza”.
El
triunfo político de Corbyn refuerza la tendencia observada en los últimos meses
en la socialdemocracia europea en favor de optar por dirigentes que dicen
querer recuperar un discurso más consistente de izquierdas, abandonar definitivamente
políticas que han perjudicado a su teórica base electoral y comprometerse
activamente con la igualdad y la defensa de derechos de las mayorías sociales.