LA MUERTE DE UN FANTASMA

2 DE MAYO DE 2011

La operación que ha conducido a la localización y muerte del legendario líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, en una mansión ubicada en Abbottabad, a medio centenar de kilómetros al norte de Islamabad, la capital de Pakistán, deja algunas apreciaciones de urgencia, que sintetizamos a continuación:
Una derrota importante, pero simbólica para Al Qaeda. Como se ha dicho hasta la saciedad, desde los gobierno y desde los gabinetes de expertos, Bin Laden era una referencia moral, histórica, simbólica, pero no un auténtico dirigente operativo. Ni siquiera estratégico. Por voluntad propia y por la necesidad que impone la lucha antiterrorista global, los seguidores del fundador de Al Qaeda hace mucho tiempo que se estructuran en organizaciones locales, muy flexibles, muy ágiles, muy ‘horizontales, si cabe expresarlo así. En cada país –o, a lo máximo. En cada región o zona-, cada franquicia de Al Qaeda actua según lo determinan sus condiciones y sus decisiones adoptadas con casi absoluta autonomía.
Un nuevo capítulo para Al Qaeda. El número dos, el egipcio Al Zawahiri, no parece ser uno de los otros muertos en la operación: al parecer, uno de los hijos de Bin Laden, dos correos y una mujer que fue utilizada como escudo humano por alguno de los islamistas. Hay muchas dudas sobre la herencia del liderazgo. Al Zawahiri tenía la confianza del máximo dirigente, pero se duda mucho que reúna el consenso de los otros dirigentes para gestionar su legado. Lo más probable es que, con la desaparición de Bin Laden, se intensifique la ‘horizontalidad’ de los equipos operativos. Podría no haber necesariamente un ‘número uno’, desaparecido su inspirador y líder moral y simbólico. Muchos leones al frente de numerosas camadas de leones, por utilizar una expresión habitual en la retórica jihadista.
Una victoria para Obama. El presidente ha cumplido lo que prometió: centrarse en la persecución, captura o liquidación del principal responsable del mayor atentado terrorista contra Estados Unidos. Las dudas sobre la intensidad o adecuación de los esfuerzos de esta administración quedaran de momento apagadas. Pero no hay que descartar que emerjan de nuevo, si se produjera una represalia de cierta dimensión o como resultado de cualquier otra circunstancia que permita deslizar críticas más bien oportunistas.
Una prueba más de la militarización de la CIA. La liquidación de Bin Laden se asemeja más a una acción militar en toda regla que a una operación encubierta propia de un servicio de inteligencia. Hace unos días, al anunciarse que el próximo director de la CIA sería el general David Petreus, actual jefe del operativo militar norteamericano en Afganistán, se confirmó esta tendencia, hace tiempo observada en la estrategia militar y antiterrorista de Estados Unidos. El Pentágono y la CIA han iniciado una confluencia en metodología, tácticas y operativas cada vez más acusada, de forma que la Central de Inteligencia se encuentra cada vez más militarizada, y las Fuerzas Armadas actúan cada vez con más asiduidad como una agencia de operaciones encubiertas y dedican más recursos a la recogida y análisis de inteligencia.
Un aparente refuerzo de los que continúan sospechando del apoyo directo o indirecto del establishment militar pakistaní, o de algunos de sus componentes, al complejo islámico radical de Al Qaeda y aliados, colaboradores y cómplices. Bin Laden se encontraba en un distrito de Islamabad, Abbottabad, que alberga también una de las principales bases militares de la capital y una academia militar. En esa zona habían encontrado refugio anteriormente otros destacados dirigentes islámicos radicales.
Un síntoma más de las tensas relaciones de Washington con Islamabad. Ni el gobierno ni, por supuesto, el mando militar pakistaní fueron informados con antelación de la fase final de la operación. Ambos gobiernos han tenido interés en resaltar la colaboración de los servicios antiterroristas pakistaníes. Pero hace unos días se hizo público el último reproche oficial norteamericano a Pakistán por falta de energía, de interés en la persecución de Al Qaeda: en este caso, el portavoz fue el Jefe del Comando militar conjunto de Estados Unidos, el almirante Mike Mullen.
Una oportunidad para redefinir la estrategia en Afganistán. Hamid Karzai intentará convencer a la comunidad internacional que el santuario terrorista no se encuentra en su país, sino en Pakistán. El presidente afgano se ha apresurado a destacar esta idea, en su primera reacción pública a la desaparición del líder islamista. Karzai está tratando de crear el ambiente político, militar y diplomático para intensificar y acelerar las negociaciones con la dirigencia talibán, o al menos con un sector de ella, con el objetivo de lograr el fin de las hostilidades. Estados Unidos contempla con aprensión estas iniciativas del presidente afgano, del que hace tiempo que no se fía.