GAZA Y LAS GUERRAS PAUSADAS

 9 de julio de 2025

Si nos atenemos a las expectativas que el consorcio norteamericano-israelí está interesado en crear, Gaza vive en una suerte de “pausa bélica” a la espera de que se sustancie una tregua, dicen que de 60 días, en la que Hamas liberara a los rehenes que mantiene en su poder (vivos y muertos) y el Ejército israelí detenga sus operaciones militares.

En realidad, no hay tal pausa, y es dudoso que la tregua sea efectiva y real. Desde finales de mayo, en que disminuyó la intensidad de los ataques, han muertos más de 600 gazatíes y cerca de cinco mil han resultado heridos, la inmensa mayoría cuando intentaban recoger alimentos que, a cuentagotas, prolongan su agonía. El genocidio es una política de Estado que no va a detenerse, adopte la etiqueta diplomática que adopte.

Cada paso, cada iniciativa que el gobierno israelí anuncia o con la que amaga camina en esa dirección. El Ministro de Defensa, Israel Katz, uno de los radicales que pueblan el Gobierno, ha propuesto la construcción de un campamento de internamiento (campo de concentración, en realidad) sobre las ruinas de la ciudad de Rafah, en el sur de la franja para alojar al mayor número posible de desplazados. Con insuperable cinismo, Katz lo ha calificado “campamento humanitario” (1). Al cabo, se trata de un mecanismo de tratamiento de la población que favorece la “limpieza étnica”: primero se les agrupa, se les marca y luego se los deporta

En su visita de coordinación a la Casa Blanca, el propio Primer Ministro israelí ha asumido el espíritu de la propuesta y su corolario, al calificar de “brillante” la “idea” de Trump de instalar a cientos de miles de palestinos en campamentos fuera de Gaza, instalados en países árabes amigos (serviles) de Estados Unidos. La guinda de la complicidad es la propuesta de que se premie a Trump con el Premio Nobel de la paz. La impunidad nunca ha mezclado bien con la discreción (2).

Miembros de la sociedad civil y exdiplomáticos israelíes ya han advertido que estas y otras ocurrencias del gobierno israelí para desembarazarse de la población palestina constituyen “crímenes de guerra”. Pero a los ejecutantes les importa una breva y el mundo se cruza de brazos, por desinterés, impotencia o temor a ser marcados con la espuria etiqueta de antisemitismo. Con Europa a la cabeza de esta inacción responsable. Ni siquiera hacen caso a propuestas moderadas de presión a Israel (3).

De esta forma, la única “pausa” en Gaza consiste en la pasividad de las grandes potencias que hacen de espectadoras (todas menos Estados Unidos, actuantes único y muy activo). Las negociaciones de Qatar, en la que Hamas no tiene más remedio que participar para salvar lo salvable de su pobrísima planificación estratégica, sirven de pantalla de humo para esconder la prolongación del crimen de Estado.

PARÁLISIS EN UCRANIA

En Ucrania, la “pausa” sólo se aplica a las conquistas territoriales. Rusia no puede avanzar en el control del territorio oriental ucrania, o no le interesa comprometer más pérdidas humanas y materiales en el empeño. Prefiere castigar con misiles infraestructuras y edificaciones de las grandes ciudades, para quebrantar la resistencia de la población, debilitar al Gobierno de Kiev y fortalecer sus opciones de una hipotética negociación que no es para mañana (4).

La caprichosa política de Trump -ora retiro la ayuda militar, ora la restablezco- no sólo desacredita a sus colaboradores y desconcierta al Pentágono (5). También refuerza la sensación de una guerra pausada, que hace tiempo ya no es de movimientos sino de posiciones, en todos los sentidos: militares, políticas, diplomáticas, propagandísticas.

Mientras Trump juega al zig-zag, habla con Putin un día y le regaña poco después, Europa intenta hace creíble su “coalición de voluntades”. La reciente cumbre de la OTAN debe de ser considerada un desastre para Ucrania, porque se concentró en un ejercicio bochornoso de sumisión y halagos a Trump y de nulos acuerdos sobre una estrategia común ante la prolongación a tempo lento de la guerra.

Esta misma semana, el Presidente francés ha cruzado el Canal de La Mancha para una visita de Estado a Gran Bretaña. La ocasión no parecía muy propicia, debido al grimoso primer aniversario del gobierno laborista anfitrión. El premier Starmer se ha visto obligado a retirar medidas de reducción del gasto público, tras la rebeldía de su bancada parlamentaria. El balance de este año no puede ser más decepcionante, incluso para sus propios elegidos (6).

Pero eso no ha sido óbice para otra de las habituales performances de Macron, fértiles en proclamas y débiles en consecuencias. Aparte de la retórica flatulenta, “poca sustancia”, como ha destacado agudamente Madeleine Grant, cronista de THE SPECTATOR, que firma su comentario con un sarcástico “Macron amaría ser Rey” (7).

Ironías aparte, en un tono más analítico, Paul Taylor, uno de los articulistas en política exterior del diario THE GUARDIAN, apunta que “pese a que Macron ha disfrutado de la recepción real, las relaciones franco-británicas seguirán siendo un asunto de amor-odio”. Por mucho que se den por suturadas las heridas del Brexit, las orientaciones estratégicas de las dos potencias (únicas con armas nucleares en Europa) siguen siendo divergentes (8). Se ha visto en la respuesta a la guerra comercial de Trump. Londres se ha avenido con apresurada pleitesía a un acomodo, mientras que París se refugia en la cúpula tecno-burocrática de Bruselas para capear las consecuencias.

Macron no ha dicho nada nuevo en Londres, ante un Parlamento que se emociona poco con estas visitas de líderes continentales. Mucha “pompa y circunstancia” y pocos acuerdos en verdad sustanciales, en efecto.

IRÁN: ¿NEGOCIACIÓN O MÁS GUERRA?

Otra guerra aparentemente pausada es la de Irán, por el programa nuclear. Sin que haya un conocimiento preciso de las consecuencias de los ataques combinados del consorcio israelo-norteamericano, la atención se ha dirigido estos días a evaluar la posible conducta inmediata del régimen islámico.

Aunque los diagnósticos difieren, parece imponerse la tesis de una evolución forzada del fundamentalismo religioso al pragmatismo nacionalista. Los daños causados han retrasado el programa nuclear, debilitado el factor disuasivo y reducido la disponibilidad de científicos y mandos militares avezados. Toca, pues, recuperarse.

Pero lo que parece preocupar más es el frente interno. El régimen ha recrudecido la política represiva, según las organizaciones de defensa de derechos humanos, pero, al mismo tiempo, ha insinuado una cierta flexibilidad para aglutinar a todas las corrientes y, en particular, a lo moderados, que habían sido marginados cuando no perseguidos en los últimos años. Algunos analistas de origen iraní residentes en EE.UU apuntan a cierta permisividad en materia de costumbres y hábitos sociales externos. El nacionalismo parece ser una receta mucho más eficaz en este tiempo de amenaza, porque atrae a sectores no afectos al proyecto religioso (9).

Analistas norteamericanos compran esta visión y, por ende, advierten que Estados Unidos y las potencias occidentales deben ajustar sus estrategias hacia el régimen iraní (10). La retirada del Tratado de No Proliferación Nuclear y, por tanto, la suspensión de las actividades de control ejercidas por la Agencia Internacional de la Energía atómica no debe ser subestimada, pero tampoco convertirse en el factor decisivo. Además, no hay que descartar que Trump quiera impulsar la negociación ahora que ha tenido su momento de satisfacción bélica.

Otras guerras pausadas merecen ahora atención menor de los medios: la que mantienen India y Pakistán por el control de Cachemira, la momentáneamente neutralizada entre Ruanda y el Congo, tras el frágil acuerdo de paz firmado en Washington; o la nunca resuelta en Sudan, entre dos facciones del Ejército, con absoluto desprecio del insoportable sufrimiento de la población civil. A estas tres, habría que añadir la guerra fantasmal en Birmania, entre un Ejército-Estado y las numerosas facciones armadas que responden a intereses y urgencias étnicas y raciales, con aparente desinterés de las potencias mundiales.

 

NOTAS

(1) “Israeli defence minister’s Gaza proposal marks escalation from incitement of war crimes to official planning for mass forced displacement”. EMMA GRAHAM-HARRISON. THE GUARDIAN, 8 de julio.

(2) ”For Netanyahu and Trump, a vision of ‘peace’ belies Gaza reality”. ISHAAN THAROOR. THE WASHINGTON POST, 7 de julio; ”Los arquitectos del caos”. BENOÎT BRÉVILLE. LE MONDE DIPLOMATIQUE Julio de 2025.

(3) “Europe Must Get Off the Sidelines in the Middle East. The EU Needs a More Assertive Plan for the Israeli-Palestinian Conflict”. JOSEP BORRELL. FOREIGN AFFAIRS, 27 de junio.

(4) “Russian Barrage of Drones and Missiles Hits Beyond Usual Ukraine Targets”. CONSTANT MEHEUT. THE NEW YORK TIMES, 29 de junio,

(5) ”Trump embarrasses the Pentagon with a U-turn on Ukraine”. THE ECONOMIST, 8 de julio.

(6) “A mess of our own making: Labour mayors reflect on Starmer’s first year”. THE GUARDIAN, 5 de julio.

(7) “Emmanuel Macron would love to be King”. MADELINE GRANT. THE SPECTATOR, 8 de julio.

(8) “Macron will enjoy his royal welcome. But the Franco-British relationship remains a love-hate affair”- PAUL TAYLOR. THE GUARDIAN, 8 de julio.

 

(9) ”The Islamic Republic’s new lease on life”. MOHAMMAD AYATOLLAHI TABAAR. FOREIGN AFFAIRS, 8 de julio; ”What the War Changed Inside Iran. The regime has been pushed to the edge of strategic pivot”. ALEX VATANKA. FOREIGN POLICY, 7 de julio.

 

(10) ”How Iran’s Turn to Nationalism Affects U.S. Policy”. PATRICK CLAWSON. THE WASHINGTON INSTITUTE OF NEAR AND MIDDLE EAST, 8 de julio.