ALGUNOS RIESGOS DE LA INTERVENCION EN LIBIA

21 de marzo de 2011

Ocho años después, día por día, del ataque unilateral contra Iraq, las principales potencias occidentales, en esta ocasión con el apoyo inicial de la Liga Árabe, ha emprendido acciones armadas en otro país árabe. En esta ocasión, el consenso internacional es mucho más amplio, la operación tiene un objetivo preciso –proteger a la población civil que se ha levantado contra el denostado régimen de Gadaffi- y un alcance supuestamente limitado.
El resultado de las primeras acciones ha sido el esperado. Las defensas antiaéreas libias se consideran neutralizadas, se ha infringido un aviso disuasivo en Bengazi, que habría frenado la reconquista de la ciudad por las tropas gubernamentales e incluso se le ha mandado un mensaje personal al máximo dirigente libio, con la destrucción de uno de sus palacios. En definitiva, se ha cimentado con hechos la amenaza de un uso contundente de la fuerza. De momento, de manual.
Pero el paso emprendido este fin de semana no está exento de riesgos. Son los siguientes:
1) Si hay víctimas civiles abundantes, la operación puede convertirse en un arma de de doble filo, en un boomerang. Aunque Gadaffi asegure que los ataques de la OTAN han provocado muertes inocentes desde el primer momento y sus datos carezcan de credibilidad, no pasará mucho tiempo antes de que se verifique la existencia de víctimas civiles.
2) Que, como consecuencia de lo anterior, pero no sólo de lo anterior, algunos países árabes comiencen a girar en redondo sobre sus posiciones. De hecho, la Liga Árabe ya está diciendo que apoyó el establecimiento de una zona de exclusión aérea, para evitar que los aviones de Gadafi bombardearan a la población civil en su represión del levantamiento, pero no respaldó ataques aéreos generalizados contra instalaciones o maquinaria militar del líder libio.
3) Libia puede quedar dividida, con la oposición controlando el Este y Gadafi el resto del país, falta de control y peligro de caos. La tentación de dividir el país puede resultar nefasta. Si se confirma que se trabaja con esa hipótesis, aventuramos dos motivos: uno, que se pretende asegurar parte del abastecimiento del petróleo; dos, que se admite privadamente que no será fácil desalojar a Gadaffi del poder sin una intervención masiva y prolongada, opción que produce auténticas pesadillas en las capitales europeas y un rechazo frontal en Washington.
4) La falta de una autoridad clara en Libia puede ser explotada por sectores islámicos radicales, que deslegitimen tanto a Gadaffi, por su actitud represiva mantenida en los últimos años, como a la oposición, por su complicidad con Occidente y por haber permitido que se inmiscuya en los asuntos del país.
5) Si se produce un escenario represivo en otro país árabe, como ya empieza a apuntarse cada día con más claridad en Yemen, las potencias occidentales se podrían enfrentar al reproche del ‘doble rasero’. Si se actúa en Libia para proteger a la población civil, no será fácil argumentar que los yemeníes no tienen el mismo derecho a esa protección. Pero en Yemen, la caída del régimen no pasa por los cálculos de Estados Unidos, que dependen enormemente de la cooperación del Presidente Saleh para combatir el crecimiento de Al Qaeda en ese país como base de refugio, actuación y planificación, después de su repliegue en Afganistán. ¿Y qué decir si los episodios represivos se acentúan en los ‘países amigos’ como Bahrein o la propia Arabia? ¿Protegeremos también a sus poblaciones, si los dirigentes no se muestran razonables? Como la respuesta sería negativa, las operaciones militares en Libia quedarían en entredicho.
6) La oposición libia necesita clarificar cuanto antes su programa político, sus prioridades en este momento dramático del país. Es comprensible que las operaciones militares no les hayan dejado tiempo. Pero alguien tendrá que estar pensando, ahora precisamente, en esos asuntos. Si eso se demora, o siguen produciéndose cacofonías, surgirán una creciente incomodidad en Occidente.
7) Las divisiones en la administración Obama sobre la conveniencia de esta operación podrían agudizarse en los próximos días, si no se obtiene resultados contundentes de forma inmediata. El pasado sábado, THE NEW YORK TIMES describía muy claramente los distintos bandos, las valoraciones distintas y hasta opuestas, en relación a la operación militar en Libia. Finalmente, los defensores de los ‘principios’ (con la embajadora Rice y el senado Kerry a la cabeza) ganaron el corazón de Obama, frente al pragmatismo del Pentágono, que se ha resistido hasta el final. Parece que el cambio de tornas de Hillary Clinton, a favor de la línea dura, favoreció la decisión del Presidente. Pero Obama ha dejado claro que pondrá fin a la implicación norteamericana cuanto antes. Cuando quiera hacerlo, podría ocurrir que no fuera oportuno.