DE LOS ANDES AL ATLÁNTICO: LA DUDOSA CONEXIÓN ULTRA

17 de diciembre de 2025

El esperado triunfo de José Antonio Kast en la segunda ronda de las elecciones presidenciales chilenas ha dado alas suplementarias a la ya muy embravecida extrema derecha latinoamericana, que se frota las manos ante las próximas citas electorales en Perú y Colombia.

Con el viento de cola de que disfruta por el impulso recibido por Trump y su ultraconservadurismo, más oportunista que doctrinario, la marea reaccionaria ha recorrido el Atlántico y provocado cierto oleaje en una Europa que no bien sale de una crisis se enfanga en la siguiente, desde hace un cuarto de siglo.

No es sorprendente que líderes europeos de la corriente ultra al frente de los gobiernos de sus países, como Meloni u Órban, hayan felicitado a Kast, y mucho menos que lo hayan hecho los que, desde esa misma latitud política, cuenten con alcanzar el poder político a corto plazo: el  RN francés, la AfD alemana o el británico Reform UK. Pero el entusiasmo interesado por el triunfo ajeno es una cosa; otra, la posibilidad real de alcanzar el poder en sus respectivos países.

Kast se ha aprovechado del desgaste del gobierno multipolar de izquierdas, debido a una coyuntura económica negativa y al incremento notable de la delincuencia que ha sido falsariamente vinculada con la inmigración.

El nuevo Presidente ultra chileno, admirador confeso de Pinochet, asegura que aplicará las políticas restrictivas y xenófobas de Trump y de su émulo salvadoreño, Bukele. Más de 300.000 venezolanos podrían sufrir en sus carnes un “segundo exilio”, después de la huida de su país, por razones materiales o políticas.

En Perú, otro país de acogida de venezolanos empobrecidos y/o descontentos, la política represiva de Kast puede agravar la presión migratoria y favorecer a los candidatos ultras en las elecciones de abril. De hecho, el actual gobierno ha adoptado ya medidas de emergencia en las regiones del sur, en previsión de un incremento de la afluencia de migrantes procedentes de Chile.

Para los chilenos más pobres, la política neoliberal radical de Kast, similar a la de Milei, augura peores tiempos aún. Esta misma semana se ha escenificado esta conexión con la vista del presidente electo chileno a Buenos Aires y una edición más del numerito de la motosierra. El futuro gobierno chileno se abstendrá de adoptar cualquier medida de corrección de las desigualdades, si nos atenemos a sus anunciadas medidas de recorte del gasto público (1).

Estas últimas recetas son precisamente lo que hace chirriar la supuesta conexión atlántica entre las ultraderechas americanas y europeas. No es fácil encontrar los puntos de anclaje, porque a las singularidades continentales y nacionales se unen la confusión y la ambigüedad programáticas.

LA PRUEBA DE GOBERNAR

En Europa, la italiana Meloni, única ultra de Europa Occidental que ha tocado de verdad gobierno y administración de los bienes públicos, practica una política de zigzagueos entre un liberalismo derechista y un paternalismo social tributario de la ideología fascista. En parte, ello se debe a los apoyos que recibe del partido berlusconiano (en absoluta decadencia) y de la Lega (en la que cohabitan intereses del mundo de los negocios y populistas de derechas).

Las dos publicaciones europeas quizás más importantes en el espectro centrista, LE MONDE y THE ECONOMIST, se han ocupado esta semana de estas incógnitas sobre cómo gobernarían ultraderechistas nominales en Francia, Gran Bretaña o Alemania.

En Francia hay mucho interés por rastrear la eventual política económica de un posible gobierno Le Pen o de un gobierno Bardella (depende de la salida judicial a los problemas de elegibilidad de Marine Le Pen, la refundadora de Reagrupación Nacional). No parece conveniente atenerse a la retórica de estos dirigentes, que encarnan la continuidad generacional del proyecto político ultranacionalista.

Como dice Françoise Fressoz, la editorialista política de LE MONDE, “halagar al pueblo es fácil, pero servirlo es mucho más arduo”. En su opinión, “en este hiato reside el último freno a una posible victoria del RN en 2027” (2). La veterana analista francesa pasa a revista a los fracasos de los concurrentes liberales y conservadores en la definición y aplicación de políticas económicas y sociales que garanticen el crecimiento según el modelo liberal, sin provocar el descontento social. Algo similar puede decirse de los socialistas, que están obligados a mirar de reojo a su izquierda, por el daño que pueden seguir haciendo las propuestas denominadas “populistas” de los Insumisos.

Por su parte, THE ECONOMIST, con su habitual flema liberal, resta dramatismo a este auge de la ultraderecha a ambos lados del Atlántico y advierte que, si esos partidos ganan las elecciones y se someten a la prueba del gobierno, es más que  posible que nos encontremos con acomodos como el de la italiana Meloni, que, a juicio del pragmático semanario de centro-derecha en absoluto son incompatibles con la ortodoxia liberal de las últimas décadas en Europa (3).

Con este enfoque “tranquilizador” contrastan las proclamas alarmistas de los líderes sobre los que pesa la amenaza de la derrota. Macron, con su lengua desenvuelta habitual, ha dicho que Francia podría verse abocada a una “guerra civil”. Palabras mayores para una crisis política que no pasaría de ser un reajuste en los equilibrios de la derecha, posiblemente temporal.

En Gran Bretaña, la ultraderecha tiene un carácter menos doctrinario o mucho más pragmático. Bebe de la inagotable pero no menos farsante teoría de la pureza nacional, alimentada por la insularidad. El partido Reform UK es consecuencia extrañamente duradera del proceso del Brexit.

Extraña, porque, como se supuso desde un principio, el rupturismo con Europa se ha disuelto, si nos atenemos a lo que dicen las encuestas.  Su líder Nigel Farage es un antiguo tory radicalizado que ha sabido explotar el agotamiento de la herencia thatcherista explotando el recurso del enemigo continental. Si las previsiones se confirmaran -que es mucho decir-, el demagogo político derechista necesitaría de la experiencia de algunos de sus antiguos correligionarios conservadores, predice THE ECONOMIST, lo que, sin duda, moderaría algunas de sus proclamas populistas actuales. Por esa y por otras razones, en vez de demonizar a los populistas derechistas, los centristas que se reclaman del orden liberal harían bien en corregir sus políticas, favorecer el crecimiento equilibrado y hacer sostenible el estado del bienestar en sus país y corregir los excesos del burocratismo de Bruselas, recomienda el semanario.

NO TANTO APEGO A TRUMP COMO PARECE

Hay otro factor de desconexión ultra entre ambos lados del Atlántico. Pese a cierta retórica de admiración por algunas políticas de Trump, la extrema derecha europea siente mucha desconfianza por lo esencial del proyecto America First. El director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, Mark Leonard, consideraba que esta divisa de la administración norteamericana chocaba con las nacionales de Alemania primero, Francia primero o Gran Bretaña primero que airean los ultras de estos países. Si en un terreno esto resulta más evidente es el comercial. La líder de la AfD ha calificado de “extremadamente malas” las represalias comerciales de Trump contra Europa, “en especial para Alemania”.  Tanto ella como el francés Bardella reclamaron represalias contra Estados Unidos (4)

El populismo derechista no es sólo una reacción ultra a los avances socioculturales en materia de derechos de minorías o frente a la presión de masas de origen extranjero en el drenaje de las arcas públicas, en forma de subsidios y políticas compensatorias de la pobreza y marginación. La ultraderecha también avanza porque desde la izquierda no se planteado políticas que se aparten de manera decidida de las recetas liberales.

En América Latina, han sido precisamente en los países más cercanos al modelo europeo donde han triunfado las opciones más extremas. En Chile, la decepción por las políticas pactistas de la Concertación derivaron en primer lugar en un giro a la izquierda. Las fuerzas rupturistas no han tenido tiempo, ni han gozado de condiciones favorables para completar un proyecto popular. Era de esperar el golpe de timón.

En Argentina, pasó algo similar pero mucho antes y en secuencias más dilatadas. El izquierdismo peronista (kirchnerismo) que siguió a los modelos ferozmente ultraliberales del peronismo menemista  (las dos manos para gobernar de las que siempre habló Perón) disfrutó de una mejor coyuntura por auge del precio de las materias primas. Pero, a la postre, se vio arrastrado por la enorme crisis financiera en el capitalismo nuclear y corroído por la lacra constante de la corrupción.


NOTAS

(1) “What Chile’s New President Means for the World”. MICHAEL ALBERTUS. FOREIGN POLICY, 15 de diciembre.

(2) “Flatter le peuple est facile, le servir est beaucoup plus ardu. C’est dans ce hiatus que réside le dernier frein à une possible victoire du RN en 2027”. FRANÇOISE FRESSOZ. LE MONDE, 16 de diciembre.

(3) “Can anyone stop Europe’s populist right? Apocalyptic warnings by mainstream politicians are doomed to fail”. THE ECONOMIST, 11 de diciembre.

(4) “Why Europe’s far-right parties might not love Trump back”. Entrevista de KATRIN BENHOLD con MARK LEONARD. THE NEW YORK TIMES, 10 de diciembre.