9 de octubre de 2024
Un
año después del ataque de Hamas contra territorio israelí fronterizo con la
banda de Gaza, se ha producido un
esperado aluvión de reportajes, análisis y prospectivas sobre ese
acontecimiento y sus consecuencias. El espectro de una guerra general en la
región es más intenso cada día. Además de Israel y los palestinos, otros países
se han visto involucrados de forma directa, con mayor o menor intensidad:
Líbano, Irán, Irak, Yemen y Siria. Las grandes potencias no han podido, sabido
o querido frenar la escalada, por complicidad con Israel (Estados Unidos), por falta
de instrumentos efectivos o por cálculo estratégico (China y Rusia). En el caso
de Europa, por una combinación de factores.
Esta
semana, el Alto representante para la política exterior europeo, ya saliente,
Josep Borrell, lamentaba ante el Parlamento de los 27 la “ausencia” de Europa
ante la nueva catástrofe en Oriente Medio. “Es fundamentalmente por la
división”, dijo. Las palabras de Borrell son acertadas, pero obvias. Aunque se
encuentre en retirada, se supone que aún tiene responsabilidades que le obligan
a ser prudente.
Los
contrastes europeos reflejan las contradicciones de las políticas oficiales,
pero también el pluralismo de opiniones ciudadanas. La división, en realidad,
es una constante de la política exterior europea. Esto viene determinado menos
por las diferentes posiciones políticas de los partidos gobernantes en cada
país que por los intereses no siempre convergentes. En el caso de Israel,
Palestina y Líbano se ha podido apreciar claramente.
Los
socialdemócratas alemanes coinciden con sus socios de gobierno, verdes y
liberales, sin apenas problemas, pero también con la derecha francesa y los
ultraconservadores italianos que mandan en Roma. Incluso fuera de la UE, pero
europeos al fin, los laboristas ahora gobernantes en Londres no tienen
fricciones con los tories recientemente expulsados del poder. Todos ellos han
mantenido una posición marcadamente proisraelí, aunque se hayan mostrado un
tanto compungidos por la abrumadora dimensión ante la muerte, la destrucción,
el hambre y las enfermedades que asolan Gaza.
Europa
arrastra aún la vergüenza del holocausto. En el caso alemán, el apoyo a Israel ha
sido acrítico, y costoso (1). En otros países europeos enemigos del III Reich
en la segunda guerra mundial, la pasividad cuando no la complicidad ante la
persecución, la desposesión y la masacre de los judíos es menos conocida o ha
sido menos aireada.
La
división de Palestina, la creación del Estado sionista y las sucesivas guerras
árabe-israelíes con sus secuelas de “terrorismo” y crisis energéticas han ido
moldeando pero no necesariamente unificando la posición europea ante el
conflicto.
Sin
duda, se han hecho esfuerzos, como por ejemplo la ya muy lejana Declaración de
Venecia (1980), que pretendía equilibrar la defensa de los derechos derechos
palestinos e israelíes. En esa línea se
ha venido trabajando hasta ahora, pero desde una posición subsidiaria de
Estados Unidos, como superpotencia decisoria, formalmente mediadora pero en la
práctica completamente alineada con las posiciones israelíes. Hasta los
noventa, Washington tuvo que pactar su política con Moscú, que se erigió en
defensor de la “causa árabe”, más por la lógica de los bloques que por
convicción.
Desde
la desaparición de la URSS , la pax americana (es decir, el
enquistamiento del problema palestino en una región sacudida por guerras
sin fin) ha sido una constante. Europa ha puesto mucho dinero y apoyo técnico y
civil para endulzar la amargura palestina. Estados Unidos ha dado cobertura
política, diplomática y militar a Israel, sin importarle demasiado que éste
haya minado sistemáticamente la viabilidad de ese futuro Estado palestino
multiplicando sin cesar las colonias. Desde Oslo hasta aquí, la falacia de la
convivencia asimétrica ha quedado definitivamente enterrada en Gaza.
En
Europa, esa sensación de impotencia que Borrell expuso en la tribuna del PE ha
tenido su lado menos malo. Habría sido peor ser cómplice activo de las
equívocas negociaciones de alto el fuego en Gaza (2). Privada de influencia
relevante, la energía europea se ha consumido en aplacar los contrastes provocados
por las distintas sensibilidades.
España
ha mantenido una posición destacada en la crítica de la actuación sin medida de
Israel y su defensa de los derechos palestinos con el anuncio del
reconocimiento de su Estado. Pero se trata de un gesto simbólico, solo
acompañado por Irlanda y, fuera de la UE, por Noruega, por falta de
consecuencias prácticas. Israel se ha despachado a gusto con falsas acusaciones
de antisemitismo y la retahíla de descalificaciones vertidas contra quienes rechazan
sus venganzas o se oponen a sus designios de poder absoluto.
Francia
ha emitido señales contrarias, pero tardías. No es casualidad que el Presidente
Macron haya levantado la voz después de los feroces bombardeos israelíes sobre
Líbano. Paris todavía opera allí con un lógica neocolonial. Ese país sigue
siendo un coto francés para sus socios europeos. Estados Unidos le consulta
habitualmente, aunque sirve de muy poco. En esta ocasión, el Presidente francés
se ha mostrado irritado por la nula disposición norteamericana para frenar a
Israel en su fiebre militarista, al reprochar a su socio americano que siga
proporcionándole armas con las que ejecuta la masacre (3). Ningún otro socio
europeo, salvo los mencionados, ha hecho coro al Presidente francés.
En
la escala de complicidad occidental sobre el tormento palestino, Estados Unidos
ocupa el lugar preeminente, no solo por el citado suministro de armamento, sino
también por una práctica negociadora hipócrita. La candidata demócrata, en su
línea de calculada ambigüedad, ha tratado de desmarcarse tímidamente del apoyo
férreo e incondicional de Biden a Israel. Este lunes, en la CBS, Kamala Harris
evitó considerar a Netanyahu como un “aliado cercano” (4). Pero no parece
suficiente para despejar dudas y disolver el malestar entre sus propios
ciudadanos de origen árabe, con cuyos portavoces se ha reunido varias veces. El
descontento es tan grande que, en un estado tan decisivo como Michigan, en el
Medio Oeste, la falta de respaldo de esta minoría puede costarle las elecciones
en noviembre (5).
NOTAS
(1) “Berlin's Support
for Israel Is Damaging Its International Standing”. DER
SPIEGEL, 5 de abril.
(2) “Guerre à Gaza: la faillite diplomatique de l’Union
européenne”. LE MONDE, 2 de junio.
(3) “Emmanuel Macron se prononce en faveur de l’arrêt des
livraisons d’armes à Israël pour la guerre à Gaza”. LE MONDE, 5 de octubre.
(4) https://www.cbsnews.com/video/kamala-harris-us-israel-relatioinship-60-minutes-video/
(5) “The Mideast War
Threatens Harris in Michigan as Arab Voters Reject Her”. THE NEW YORK TIMES,
7 de octubre
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