PALESTINA: LA INTIFADA DE LA DESESPERACIÓN

15 de Octubre de 2015
           
Palestina captura de nuevo el primer plano de la atención internacional. Otras guerras, otros conflictos, otras crisis habían desplazado al drama palestino, como si aquella tierra hubiera entrado en hibernación. Y, sin embargo, no pocos avisaban de la inminencia de una nueva explosión. Ya está aquí. Sea o no la Tercera Intifada, es lo de menos. Lo cierto es que la frustración sorda, inatendida, se ha convertido ya manifestación terrible de desesperación.
                
CARACTERÍSTICAS DE LA REVUELTA

Lo primero que debería hacerse es intentar discernir los perfiles propios de esta furia nueva, o renovada, porque, según nos cuentan los corresponsales extranjeros allí no son pocos los rasgos diferenciadores con respecto a los dos Intifadas anteriores. A saber:
                
-Actuaciones autónomas (y hasta solitarias, en algunos casos). La mayoría de los actos han sido cometidos sin orientación, consigna o estrategia. Salvo algunos casos, los ataques con cuchillo a civiles o policías israelíes ha sido iniciativa de palestinos sin afiliación política u organizativa en particular.

-Extracción social media. El icono de la protesta actual no es el adolescente ‘armado’ con piedras y palos. Es un joven ya más maduro, que va a la Universidad, y se sirve de un cuchillo para descargar su frustración. No por ser alumnos en los centros de Al Qods o Bir Zeit, estos jóvenes pertenecen a la élite, pero su perfil social se aleja del adolescente sin ocupación
            
-El combustible de las redes sociales. Esta dupla (juventud y formación universitaria) ha favorecido el uso de las redes sociales como elemento de interconexión no personal, etérea, pero enormemente inspiradora. Algunos de los actos de violencia han sido respuestas contundentes a los actos de represión o castigo contra rebeldes que se habían ‘alzado’ contra el ocupante. Como un acto íntimo y al mismo tiempo solidario de indignación.
                
-Espíritu crítico frente al liderazgo nacional. Los jóvenes que han dejado rastro de sus motivaciones antes de terminar abatidos por las fuerzas de seguridad han manifestado o dejado entrever su profundo disgusto por la actuación del liderazgo nacional palestino. El alcance de esta protesta puede ser limitado, pero viniendo de jóvenes con cierta formación resulta indicativo de un malestar creciente en la sociedad por la falta de alternativas políticas viables y la desafección creciente de las masas palestinas hacia sus dirigentes. En palabras de Mustafá Barghuti, uno de los pocos líderes palestinos que conserva crédito, se trata de una de “una de las generaciones palestinas más patrióticas y audaces” (1)
                
-Escasa (o no detectada) motivación religiosa. A ninguno de los jóvenes que se han ‘sacrificado’ con sus actos vengadores se le ha escuchado o leído declaraciones encendidas de islamismo. La apelación al ‘martirio’ tiene un indudable contenido religioso, pero trasciende de ese ámbito. No hay un discurso extremista. En todo caso, la adhesión al Islam debe interpretarse como elemento adicional de identidad frente al ocupante. Que la oleada actual de protestas haya venido precedida de la tensión originada en la explanada de las mezquitas en Jerusalén le confiere un aire de reivindicación religiosa que no debe exagerarse.
                
LOS FACTORES PRECIPITANTES
                
La revuelta en ciernes tiene, como se desprende de lo anterior, viene impulsa por una fuerte dinámica endógena. Pero, aunque fundamentalmente espontánea, no surge de la nada. En realidad, es el resultado de un agotamiento general: de la capacidad de liderazgo de todas las opciones político-militares, del reforzamiento de la impunidad israelí, de una percepción de abandono internacional, en fin, de las expectativas de cambio. Analicemos estos factores.
                
-Deriva extremista de Israel. La reválida electoral de una coalición derechista acabó con cualquier oportunidad de acercamiento. El proceso ilegal de colonización y construcción de viviendas ha continuado. La perspectiva de seguridad (es decir, de represión) se impone a cualquier otra más conciliadora. Que el ciudadano israelí haya decidido andar armado por la calle para defenderse de la amenaza de agresión a cuchillo indica el clima de deterioro social al que se ha llegado. Netanyahu parece desbordado, como le reprocha la desangelada oposición laborista. Desde la derecha o el movimiento colono le piden mano más dura. Y la habrá.
                
-Impotencia del Gobierno palestino. Es un elemento central para comprender lo que ocurre. Resulta un tanto patético que el Presidente Abbas haga un llamamiento a la calma y a la protesta pacífica, cuando casi nadie lo escucha y mucho menos confía en él. No tanto por su fracaso político y diplomático, si no por su incapacidad para generar cohesión social y nacional. Mahmud Abbas inició el año con una apuesta internacional que se pretendía decisiva para el avance de los intereses nacionales. Pero, al cabo, la incorporación de Palestina al Tribunal Penal Internacional, el sonado reconocimiento del Vaticano y otros logros menores resultaron ser apuestas sobredimensionadas por el Presidente palestino y su círculo.  La ofensiva diplomática se agotó en sí misma, sin consecuencias prácticas. Y con ella, crédito político.              

Abbas dijo hace unas semanas que se iba, que se retiraba (tiene 82 años). Pero la falta de transparencia sobre el proceso de cambio y renovación es escandalosa. Los órganos de poder de Fatah y de la propia Autoridad Nacional Palestina están bloqueados o neutralizados. En medio de esa parálisis institucional y política, se mandan mensajes sobre la renuncia a los acuerdos de Oslo. Una proclama tardía que todo el mundo ya había asumido hace tiempo.
                
-Debilitamiento de Hamas. A los rivales internos de Abbas no les ha ido mejor. Tras el decepcionante fracaso de la convergencia entre Hamas y Fatah, la situación en Gaza se ha convertido en más pavorosa aún de lo habitual. La reconstrucción de la franja tras la última devastación bélica ha resultado un completo fiasco, hasta la fecha.  

Ciertamente, los fondos habían llegado a cuentagotas un año después de concluida la operación de castigo israelí (sólo 340 millones de $, de los 2.500 comprometidos por las potencias internacionales). Pero esta mínima parte se había infrautilizado o mal empleado. Ni una sola de las 18.000 casas dañadas o destruidas era habitable a final de este verano. Lo que ha aflorado en Gaza no ha sido reconstrucción, sino corrupción, el impulso más poderoso en todos los territorios palestinos. El cemento que se adquiere según las provisiones acordadas no se utiliza para construir casas nuevas, sino para venderlo en el mercado negro (2). Para agravar aún más las cosas y exacerbar la desesperación de sus habitantes, Egipto se ha empleado a fondo en la anegación y destrucción de los túneles que venía garantizando un alivio alternativo a los gazaríes (3).

La permanencia Hamas como alternativa radical a la vía pacífica o diplomática de Fatah y de la ANP también se ha visto cuestionada por la emergencia de opciones más extremas. Se habla, quizás con cierta exageración, de los primeros brotes del Daesh. En todo caso, Hamas ya no puede contar con el apoyo iraní, tras haberse posicionado contra Assad en la guerra siria. (4). Los líderes islamistas buscan ahora comprensión, fondos y respaldo en Arabia Saudí, mientras Teherán se apresura a componer, con residuos radicales y paramilitares, una alternativa nueva, incluso con una perspectiva confesional chíi, casi inusitada allí (5).
              
-Percepción de indiferencia internacional. Seguramente, no hay capital occidental que admita desinterés por el drama palestino. Pero el fiasco de la reconstrucción de Gaza es sólo un síntoma de lo contrario. En los últimos meses (hasta un par de años), Occidente ha puesto su interés en otros asuntos, incluidos los regionales. El acuerdo nuclear con Irán o el auge del Daesh y la amenaza terrorista interna han relegado de hecho el problema palestino. Hay una parte de impotencia o frustración, o de cansancio, por la ausencia frustrante de resultados. En Palestina, Estados Unidos pone el músculo y Europa el dinero. Sin frutos.

Tras la enorme decepción provocada por el fracaso de los enormes esfuerzos del infatigable Kerry, se instaló un negativismo indisimulable en todas las cancillerías occidentales. Cuando el acuerdo nuclear con Irán parecía al alcance, surgió una iniciativa francesa en la ONU, que contemplaba el reconocimiento internacional del Estado Palestino al margen del consentimiento israelí. (6). Obama, en plena irritación con Netanyahu, pareció considerar con seriedad el proyecto, pero finalmente prefirió no asumir riesgos excesivos.

En definitiva, lo único que no puede afirmarse de esta Intifada de la desesperación es que haya sido una sorpresa, aunque algunos de sus elementos identificativos representen una cierta novedad.


(1)    LE MONDE, 11 de Octubre.
(2)    NEW YORK TIMES, 22 de Agosto.
(3)    NEW YORK TIMES, 7 de Octubre.
(4)    “Hamas y Palestine Authority after the Iran Deal” GRANT RUMLEY. Fundación para la Defensa de las Democracias. FOREIGN AFFAIRS, 2 de Agosto.
(5)    “Iran’s New Proxy Militia in Gaza” EHUD YAARI. Instituto de Washington para Cercano y Medio Oriente. FOREIGN AFFAIRS, 28 de Septiembre.

(6)    FOREIGN POLICY, 28 de Abril y 30 de Diciembre.

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