LA REINVENCIÓN DE LA DOCTRINA DRAGHI

1 de abril de 2020

                
En julio de 2012, el entonces presidente del Banco Central Europeo, el italiano Mario Draghi, pronunció una de las frases que forman parte ya de la historia de la UE: “Haremos todo lo que sea necesario para salvar al euro. Y será suficiente, créanme”.
                
Lo hizo. Si no todo lo necesario, al menos lo suficiente. Draghi hizo uso de su autoridad y su autonomía para reorientar la rígida política de austeridad que hasta ese momento había impuesto Alemania y otros países afines como receta para superar la crisis financiera, que ya era, por entonces, económica y social. No fue un golpe de timón. No lo hubieran permitido sus colegas de dirección. Fue una rectificación, favorecida por las presiones, y no sólo del sur.
                
El euro se salvó, pero la economía europea siguió en cuidados intensivos. Y ahí seguía, salvo notables excepciones, cuando llegó la plaga del coronavirus. La infección que ha sacudido y desnudado la globalización como modelo productivo universal ha desquiciado al mundo entero -o lo hará- sin que, de momento, se avizore una estrategia compartida para combatirlo.
                
LA GUERRA NORTE-SUR
                
Europa se desgarra de nuevo. La fallida reunión de la eurozona de la semana pasada no fue una sorpresa para nadie. El libreto se conocía de antemano. Reclamación del sur e intransigencia del norte, para abreviar. Se escucharon parecidos argumentos a los de hace una década, aunque los motivos de la catástrofe sean ahora muy distintos.
                
Ahora no se trata del daño ocasionado por el despilfarro, la falta de previsión o la incompetencia gestora, según las imputaciones habituales de los cicutas de la austeridad. Ha sido un agente externo, inesperado e imprevisible (hasta cierto punto). Y, para más escarnio, las heridas persistentes de la austeridad (los recortes en sanidad y otros servicios públicos para reducir el déficit público) han favorecido la amplitud de la crisis actual.
                
El frente meridional (Francia, Italia y España, a la cabeza), que reúne más del 70% de la deuda total de la zona euro, invoca sin mencionarla la doctrina Draghi: hacer todo lo necesario para evitar que la crisis devore las economías europeas y arruine la confianza de los ciudadanos en el proyecto europeísta. Y entre esas cosas necesarias está la mutualización de la deuda, es decir, compartir las consecuencias de echarse el problema. Una espalda común.
                
La alianza virtuosa del norte, o más bien centro-norte (Alemania, Holanda, Austria y Finlandia) opone argumentos viejos y alguno nuevo, o al menos renovado.  No pueden pagar todos por las debilidades de unos, algunas anteriores al virus, por cierto. Y, mutatis mutandis, no se pueden matar mosquitos a cañonazos. No hará falta una especie de Plan Marshall (todo lo que sea necesario), sino prudentes tratamientos particulares, como los préstamos del MES (Mecanismo de Estabilidad europea), acompañados de celosas revisiones de saneamiento (1).
                
El debate no fue, no está siendo, precisamente académico. Aunque se guardan por lo general las formas en los foros públicos, algunas veces la temperatura sube, como los termómetros de los infectados. El primer ministro portugués, Antonio Costa, calificó de “repugnantes” algunos comentarios de la dupla holandesa (jefe de gobierno-ministro de finanzas). Pedro Sánchez se mordió la lengua cuando, desde la lejanía del confinamiento, le preguntaron por las valoraciones holandesas. Macron, elegante y directo a la vez, dijo, sin mencionar a nadie, que no le gustaba esa Europa de la “división y el egoísmo” (2).
                
El coronavirus no es el caducado yogur griego, para ser un poco provocador. No se trata de un afrontar un comportamiento irresponsable de una clase política, empresarial o incluso de una cultura ciudadana despreocupada, como se quiso presentar el caso de Grecia. La desgracia se abate sobre toda Europa, con mayor o menor virulencia, según factores no del todo claros. Los coronabonos (o bonos de reconstrucción, como prefiere denominarlos Pedro Sánchez) pueden ser parte de la solución. Pero no será “todo lo necesario” para salvar a Europa. El programa de estímulo aprobado la semana pasada -impensable hace diez años-, tampoco. Antes del 10 de abril tendrá que encontrarse un consenso. Difícil. Se barajan al menos cinco opciones (3). Un economista español, Antonio García Pascual, presenta una visión del MES más ventajosa para los países del sur y lo aplica al caso de España (4).
                
LUCES LARGAS
                
Como hace una década, hay que distinguir entre autenticidad y postureo. Cada cual juega sus bazas y defiende sus intereses nacionales. Nadie practica un inexistente Europa first. En estos tiempos de auge del nacionalismo en todas sus vertientes (populista, autoritario, conservador o progresista patriótico), prima el problema cercano. Se acepta del exterior lo que contribuya a ayudar, no lo que exija compartir. Honestidad intelectual obliga a reconocerlo.  
                
Dicho esto, la supuesta virtud de la alianza -imprecisa- del centro norte es un camelo. La supuesta superioridad del modelo alemán para inmunizarse ante las crisis no está basada, o no fundamentalmente, en la responsabilidad en la gestión, sino en su estructura productiva orientada a la exportación. El proyecto liberal europeo ha favorecido unas economías sobre otras a cambio de unos mecanismos de compensación que restablecían cierto equilibrio. Pero no por generosidad: sin un mínimo poder de compra los países más débiles no podían ser clientes fiables de la industria exportadora alemana u otras. El fomento de la economía financiera ha favorecido a países como Gran Bretaña.
                
No siempre se ha sido tan riguroso con el cumplimiento de las reglas de la estabilidad: el rigor presupuestario y la vigilancia de la deuda. Los indicadores se dispararon en Alemania durante la década de la unificación, sin que hubiera drama. Entonces, las consideraciones políticas primaron sobre las técnicas. La unificación pudo hacerse de manera distinta, no había una sola fórmula: se optó por la vía rápida por razones políticas, aunque argumentos sociales y  aconsejaban fórmulas de transición.
                
Si se escucha a los economistas estos días, no es fácil apreciar consenso. Unos reclaman más keynesianismo, más Estado, más intervención pública, más ayuda directa a empresas, pequeños negocios, desempleados y otros colectivos más perjudicados. Otros advierten que no se solucionará el problema de la oferta estimulando la demanda (5). Hay quien se desmarca de las recetas ad hoc y piden una reconsideración del sistema, algo como una reformulación de la globalización (6). Y luego están los impenitentes liberales de la mano invisible que, como siempre, aseguran que no hay que hacer nada porque el mercado hará “todo lo necesario”. Los más desconfiados creen que China será la gran vencedora de una crisis que se originó en su territorio, aunque no suscriban expresamente la teoría de la conspiración, salvo algunos centauros nostálgicos de la guerra fría (7).
                
Lo cierto es que domina el desconcierto y falta liderazgo y claridad de visión. Las proclamas solidarias y la buena voluntad son alas muy cortas para navegar por esta tempestad. No es extraño que despunten falsas tentaciones autoritarias, prendidas también al espíritu de “hacer todo lo necesario”, pero sin reparar en medios ni atascarse en complejos (8). La doctrina Draghi necesita ser reinventada y que el remedio no resulte peor que la enfermedad.

NOTAS

(1) “Dutch try to calm north-south economic storm over coronavirus”. POLITICO, 27-29 de marzo.

(2) “La Francia è al fianco dell’Italia, basta a un’Unione Europea egoísta”. LA REPPUBBLICA, 28 de marzo.

(3) “5 options for Europe to fight a coronavirus recession”. BJARKE SMITH-MEYER. POLÍTICO, 30 de marzo.

(4) “A practical solution for Europe to fight COIVID-19”. ANTONIO GARCÍA PASCUAL. BROOKINGS INSTITUTION, 30 de marzo.

(5) “Sept économistes allemands plaident pour l’emissión de 1.000 millones de euros en ‘corona bonds’; “On ne résoudra pas une crisis de l’offre en augmentant la demande”. PASCAL SALIN; “Face au coronavirus, allons-nous enfin apprendre notre leçon”. JEAN TIROLE. Artículos contenidos en el suplemento LE MONDE, LES DÉBATS ÉCO, 28 de marzo.

(6) “How to avoid a Coronavirus depression”. MATTHEW J.SLAUGHTER, MATT REES. FOREIGN AFFAIRS, 26 de marzo; “The Coronavirus could reshape the Global Order”. KURT CAMPBELL, RUSH DOSHI. FOREIGN AFFAIRS, 18 de marzo; “Will the Coronavirus end Globalization as we know it”. HENRY FARRELL y ABRAHAM NEWMAN. FOREIGN AFFAIRS, 16 de marzo.

(7) Et si la China tirait parti du coronavirus”. FRÉDÉRICK LEMAITRE. LE MONDE, 28 de marzo; “Yes, blame China for the virus”. PAUL D. MILLER. FOREIGN POLICY, 25 de marzo.  

(8) “Authoritariarism in the Time of the Coronavirus”.FLOREN BIEBER. FOREIGN POLICY, 30 de marzo; “For Autocrats and others, Coronavirus is a chance to grab more power”. THE NEW YORK TIMES, 31 de marzo; “Do Authoritarian or Democratic countries handle pandemics better?”. RACHEL KLEINFELD. CARNIE ENDOWMENT FOR INTERNACIONAL PEACE, 31 de marzo.

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