26 de Junio de 2014
Éste
es el asunto que está generando estos días un amplio debate en medios
políticos, militares, diplomáticos, académicos y ciudadanos de Estados Unidos,
con un eco palpable en el mundo entero.
La
situación en Irak es tan confusa, peligrosa e inestable que la decisión que
propulsó la figura política de Barack Obama hace una década -promover
activamente el final del compromiso militar norteamericano en aquel país- se ha
convertido, irónicamente, en uno de los factores que mina su liderazgo actual.(1)
El
debate está plagado de trampas, manipulaciones, confusiones y ventajismos. Sin
pretender ignorar las dudas, errores, indecisiones y cálculos equivocados del
presidente, hay muchas razones para afirmar que la actual crisis iraquí no es
responsabilidad de Obama.
SALIR...
PERO NO DEL TODO
Los
críticos de la Casa Blanca reprochan al Presidente su empeño de liquidar las
guerras iniciadas por su antecesor, impulsado, según ellos, por el deseo de
sacar el rédito político. En la elaboración de las críticas se eluden, con
frecuencia, ciertos elementos que las desmontan. No es cierto, para empezar,
que Obama, una vez elegido, decidiera el abandono rápido, completo y unilateral
de Irak.
A
lo largo de su primer mandato, y contrariamente a muchas de las cosas que ahora
se leen y escuchan, Obama parecía dispuesto a mantener un contingente militar
en Irak -como le ocurrió en Afganistán, aunque en este caso en mayores
dimensiones-, al recibir inquietantes informes diplomáticos y de inteligencia
sobre el deterioro de la situación.
Aunque
la situación en el país hubiera mejorado en años anteriores debido al 'éxito'
de las tácticas contrainsurgente del malogrado general Petreus, lo cierto es
que los colaboradores diplomáticos y militares del Presidente intentaron negociar
con las autoridades iraquíes el mantenimiento de una fuerza militar. Ciertamente,
los militares querían no menos de 24.000 hombres pero la Casa Blanca no admitió
más de 10.000.
Un
escollo impidió que fracasara esa fórmula de presencia limitada y centrada en
el apoyo formativo, logístico y de inteligencia al ejército iraquí: la
oposición de Bagdad a conceder inmunidad a los soldados norteamericanos. Sólo
los kurdos se mostraron dispuestos a aceptarla. Sunníes y chiíes, moderados o
radicales, participantes en el gobierno o afincados en la oposición, lo
rechazaron con mayor o menor contundencia. (2)
Sin
esa garantía, Obama decidió el debate que se mantenía en su entorno entre los
que se pronunciaba en favor de una retirada total y los que preconizaban que se
presionara a los dirigentes locales para imponerles una presencia sin la cual
se corría el riesgo de arruinar la 'estabilidad' conseguida.
Había
otro problema interno norteamericano que impulsó a Obama a deshacerse del
compromiso iraquí. Desde 2010, los republicanos se habían hecho fuertes en el
Congreso y amenazaban con boicotear financieramente al gobierno. El coste que
suponía mantener la dotación militar en Irak hubiera supuesto un obstáculo más
para los planes de reconstrucción nacional del líder demócrata. A ello hay que
sumar el relativo respiro en 2012, el año más tranquilo en Irak desde el final
de la guerra. La reelección de Obama se debió muy poco a su política iraquí,
pero tampoco resultó un inconveniente, como se demostró la escasa presencia del
asunto en la campaña.
Los
descontentos con la decisión presidencial -demócratas incluidos- recuerdan
estos días que Obama debería haber prestado oídos a quienes advertían que la
guerra en Siria (iniciada en 2011) podría desestabilizar a la postre al vecino
Irak. Esos críticos consideraban que si no se apoyaba a los moderados 'pro-occidentales',
los yihadistas terminarían convirtiéndose en la fuerza hegemónica de la
oposición armada y estarían en condiciones de establecer su dominio en una zona
que abarcaría el este de Siria y el oeste de Irak. (3)
Quienes
el año pasado preconizaban la intervención militar en Siria para frenar/
derribar a Bashar el Asad y propiciar un cambio en Damasco) dicen ahora que de
no haber sido el Presidente tan indeciso y contradictorio, no estaríamos ahora como
estamos en Irak.
Se
trata de un argumento imposible de verificar, porque en el momento en que se
debatía la intervención en Siria, la
fuerza que ha emergido como dominante en el país del Tigris y el Éufrates, el
Ejército Islámico de Irak y el Levante (EIIL) ya era muy influyente y poderosa en el país vecino y no estaba
claro que, sin "botas en el terreno", es decir sin una invasión en
toda regla, los moderados se hubieran impuesto sobre ellos. Los que critican a
Obama no defendieron nunca esa posibilidad.
El
otro elemento crítico que se escucha estos días es la inconveniente apuesta de
la actual administración por el gobierno iraquí. Algo completamente erróneo, ya
que Obama ha manifestado por el primer ministro chií, Al-Maliki, la misma
simpatía que por el presidente afgano: ninguna. Obama reprochaba al jefe del
gobierno en Bagdad dos cosas decisivas: que no hubiera sido capaz de defender
el acuerdo de inmunidad y que hubiera abandonado sus iniciales políticas de
conciliación con los sunníes para entregarse a un sectarismo cada vez más
peligroso como absurdo por innecesario.
CAMBIO
DE CONDICIONES
En
octubre, cuando ya se sentía amenazado por el resurgimiento de las milicias
yihadistas, Maliki visitó la Casa Blanca y pidió ayuda militar a Estados
Unidos. Obama, que conocía perfectamente la situación y estaba persuadido de que
la política del gobierno iraquí había favorecido la alianza de sunníes moderados y
radicales, se mostró prudente. No atendió todas las peticiones de Maliki, sólo
las más urgentes. Tampoco escucharon con simpatía los apuros del dirigente
iraquí los republicanos, cuyo apoyo era decisivo para autorizar el gasto.
En
enero, el EIIL conquista Fallujah y Ramadi, consolida y amplia sus alianzas y
garantiza las condiciones para avanzar hacia el norte y diseñar una amenaza en
pinza sobre Bagdad. Las solicitudes de apoyo militar a Estados Unidos se
convierten en ruegos. Obama continua midiendo la dimensión del apoyo,
convencido de que, sin un cambio de política, la fractura sectaria en Irak
puede ser irreversible. Pero los republicanos, dominantes en el Congreso dan
claras señales de no liberar los fondos para asistir al gobierno iraquí.
La
alarmante situación actual ha forzado al Presidente norteamericano a una doble
decisión: elevar el grado de apoyo militar e impulsar un cambio de gobierno en
Bagdad. Obama ha optado, de momento, por destacar tres centenares de hombres
que, en la práctica, actuarán de cerebros y estado mayor del ejército iraquí.
Si con eso no fuera suficiente, no descarta ataques aéreos a posiciones
yihadistas, con drones y aviones de combate (4). Mientras tanto, Kerry
trata desesperadamente de forjar una coalición interconfesional con apoyo
regional, que haga viable una nueva mayoría en el país, ponga de nuevo a los
sunníes moderados en contra del EIIL y restablezca la estabilidad.
Visto
desde la perspectiva norteamericana - y, por extensión, occidental-, el gran
peligro en Irak no es solamente el triunfo del EIIL, que mejoraría sus
posibilidades de conquistar Siria. Tal opción sólo sería posible inicialmente.
Es impensable que Irán no interviniera, para conjurar un cerco que amenazaría
su propia seguridad. Lo que precipitaría una acción mucho más directa de su
rival regional, Arabia Saudí. En tal contexto de desestabilización regional,
Estados Unidos no podría permanecer al margen. Este escenario es lo que
mantiene obligado a Obama a "alistarse" en una guerra que siempre
condenó.
(1) Una encuesta del NEW YORK
TIMES y la CBS indica que una mayoría de norteamericanos (52%) desaprueba la
política exterior de Obama y su gestión de la situación en Irak.
(2) Peter Baker, uno de los
corresponsables diplomáticos del NEW YORK TIMES, ha escrito esta semana un
artículo en el que sintetiza de forma muy esclarecedora la trayectoria de la
política del Presidente Obama en Irak.
(3) Entre los críticos de estos
días, figura un antigua integrante de la administración Obama, la Jefa de
Planificación del Departamento de Estado, Anne-Marie Slaughter, que ha resumido
su posición en "Don't Fight en Iraq and Ignore Syria". NEW YORK
TIMES, 17 de junio de 2014.
(4) Una disección de la misión de
apoyo norteamericano, en "Obama
ramps up spying on ISIS paving the way for
possible airstrikes", artículo de Shane Harris, en FOREIGN POLICY, 19 de
junio de 2014.
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