TRES GRANDES DEL SUR GLOBAL PASAN POR LAS URNAS

29 de Mayo de 2024

En este año de alta concentración electoral, tres grandes países del llamado Sur Global irán a las urnas en apenas unos días: Suráfrica, México y la India. Matiz: India concluye un proceso electoral que ha durado dos semanas, debido a la vastedad de su territorio y a su compleja estructura política.

En ninguno de esos tres casos parece haber espacio para la sorpresa sobre el vencedor, que será el partido gobernante respectivo, aunque en México cambiará el titular de su líder: la hasta hace poco alcaldesa de la capital federal, Claudia Sheinbaum, reemplazará a Andrés Manuel López Obrador (AMLO en el lenguaje político-mediático), ambos miembros del partido MORENA (Movimiento de Renovación Nacional).

India y Suráfrica (el primero, la “I” de los BRICS; y el segundo, la “S”) son estados muy influyentes en su continente respectivo y en la escena global. El signo político de ambos es muy diferente (nacionalismo populista y conservador, el asiático; anticolonialista e izquierdista antirracista, el africano). Pero muchos analistas observan una evolución pareja.

En la India, después de cuatro décadas, el partido que encarnó y lideró la independencia (El Congreso) terminó cediendo su hegemonía a una formación nacionalista derechista: Bharatiya Janata Party (Partido del Pueblo de la India: Bharat es el nombre arcaico de la Nación).

En Suráfrica, la formación que propulsó la liberación del régimen del apartheid, el African National Congress (ANC), sigue la estela de su homólogo indio: mantiene la hegemonía política después de 30 años de independencia, pero parece haber iniciado un declive. Las causas del cambio de ciclo político-histórico presenta características similares: alejamiento de los principios fundacionales, deficiente gestión económica, desafección social, corrupción y envilecimiento del liderazgo.

INDIA: EL POPULISMO ULTRACONSERVADOR ENTIERRA A LOS GANDHI

En la India, los años noventa marcaron el final del mito de la invencibilidad del partido fundado por el Pandit Nehru y consolidado por la familia Gandhi (no relacionado familiarmente con Mahatma Gandhi, el Padre de la Nación). En 1996, por vez primera, el Bharatiya Janata Party (BJP) obtuvo más escaños (161) que el Partido del Congreso (140), aunque tuvo casi 30 millones de votos menos (7,5 puntos porcentuales), debido al sistema electoral y al reparto de los sufragios por el territorio nacional. Esta tendencia se mantuvo durante toda la década de los 90. Con el nuevo siglo, el Congreso recuperó la hegemonía en escaños, hasta que, hace ahora diez años, un nuevo líder del BJP, Narendra Modi, infligió una derrota humillante al partido históricamente hegemónico, que pasó de 206 escaños en 2009 a 44 en 2014.

Modi alcanzó ese año 282 escaños y confirmó su fortísimo empuje en la política india con más de 300 asientos en la Lok Sabha (Asamblea Nacional ), en 2019. En esta década, el Congreso ha luchado por sobrevivir políticamente. La dinastía Gandhi, azotada por atentados, por los ataques de sus enemigos y por la esclerosis de un movimiento envejecido y en buena parte corrompido, ha sido incapaz de dar una respuesta a la oleada reaccionaria del BJP.  La impotencia le llevó incluso a asumir o copiar con torpe disimulo algunos de los discursos de su adversario, con estrepitoso fracaso.


No se avista, de momento, el declive de Modi y su movimiento nacionalista ultraconservador, aunque algunos expertos en política india predicen que no obtendrá el resultado que desea para proceder a cambios constitucionales. Hay que tener en cuenta que, aunque el poder en la India se ha repartido entre el Congreso y el BJP, hay centenares de partidos de implantación territorial o local. La mayoría absoluta no se ha dado nunca en estas tres últimas décadas; por lo tanto, son obligados los pactos, la concesiones y la corruptelas que de ellos se derivan.


 

El Congreso no ha realizado la superación dinástica. Rahul, bisnieto de Nehru, nieto de Indira e hijo de Rajiv, dirige el partido, pero no es candidato. El liderazgo es a día de hoy un factor a resolver de cara al futuro. El prestigio del apellido, que sirvió durante décadas como garantía de triunfo, se encuentra desde hace tiempo en cuestión.

Modi ha aprovechado la decadencia de los Gandhi y la oleada nacionalista en todo el mundo para imponer una agenda ultraconservadora en lo social y de tono neoliberal en lo económico. La demagogia ha sido su marchamo. Amparado en sus orígenes humildes, Modi ha presentado su BJP como el partido de los pobres (frente a las clases medias urbanas que se han identificado más con el Congreso); pero, en realidad, los verdaderos beneficiarios de sus políticas han sido los más favorecidos. El nacionalismo identitario y populista ha atraído electoralmente a las masas de las escalas bajas con un discurso racista y excluyente contra los musulmanes, a base de la manipulación recurrente de símbolos y creencias por los general falsas. Modi había ensayado ese estilo en el estado de Gujarat en los primeros años del siglo y lo convirtió en su palanca para el éxito nacional.

El creciente autoritarismo del BJP empieza a alarmar no sólo a sus rivales políticos más antiguos, sino a nuevos y potenciales aliados, que temen verse marginados si la hegemonía se refuerza aún más. Lo sucedido con el jefe del gobierno de Delhi, detenido por supuesta corrupción (más tarde fue puesto en libertad), le ha servido a la oposición para denunciar el autoritarismo nacionalista, en pleno proceso electoral.

Desde el exterior, Occidente ve con una mezcla de complacencia e inquietud el dominio del BJP. La orientación conservadora hizo pensar inicialmente en una posible ruptura con la política exterior tradicional de la India, no alineada. No ha sido así. Modi gobierna con las dos manos. Mantiene una prudente relación con Rusia, con quien comparte la orientación nacionalista; y, por imperativos económicos y geoestratégicos,  trata de gestionar la hostilidad con China, aunque, como fue palpable en la crisis del Himalaya de 2020, no siempre es posible. La enemistad con Pakistán, arrastrada desde el cisma producido en el arranque de la independencia, sigue condicionando la política exterior india: el vecino de mayoría musulmán es el aliado preferente de Pekín en el Asia meridional.

SURÁFRICA: UN LEGADO EN RUINAS

Suráfrica llega a las elecciones en un ambiente de franca depresión del ANC. Treinta años de independencia han erosionado el proyecto de Mandela y los suyos hasta niveles irreconocibles. El país fue razonablemente bien en la primera mitad de este periodo, bajo los gobiernos de Mandela y de Mbeki, pero el populismo oportunista se adueñó del partido con el acceso al liderazgo de Jacob Zuma. Apoyado en ciertos grupos de poder económico, como la familia india de los Gupta y otras corporaciones nacionales y extranjeras, este dirigente de la etnia zulú favoreció un régimen de corrupción y clientelismo devastador para el país. Fue finalmente derrocado por su propio partido y aún se encuentra atrapado en procesos judiciales.

Cyril Ramaphosa, el líder que reemplazó a Zuma (multimillonarios los dos), ha corregido en parte una deriva que llegó a parecer imparable. Se temió incluso por un conflicto civil. El peligro parece conjurado, pero el daño provocado se antoja irreparable. Suráfrica es hoy el país más desigual de África. Los servicios públicos esenciales no funcionan. Los cortes de luz son realidad diaria. El desempleo alcanza el 30%, y en los jóvenes un 70%. Muchos de los viejos luchadores contra el apartheid han llegado a decir que, en ciertos aspectos, ahora se vive peor. La amargura se extiende sobre todo en las capas populares, en los barrios de Soweto y otros guetos de la era racista. 

 

El CNA llegó al pico de su poder en 2004, al alcanzar prácticamente el 70% de los votos. Desde entonces, ha ido declinando lenta pero invariablemente. En las últimas elecciones, hace cinco años, no llegó al 58%. Ahora no parece confiado en franquear el 50%, lo que le obligaría a pactar con sus rivales. Por su izquierda, parece asentarse, con alrededor del 10%, un partido de orientación marxista no ortodoxa: los Luchadores por la Libertad económica (Economic Freedom Fighters). Por la derecha, se ha consolidado la Alianza Democrática (DA), partido interracial en teoría, aunque cada vez más dominado por las clases medias (y altas) blancas. Con un quinto de los escaños hasta ahora, no ha podido contestar la hegemonía del CNA, pero puede ser el gran beneficiario del descontento, incluso más que la izquierda crítica. Los zulúes de Inkhata, muy activos en los años finales del apartheid, han perdido fuerza.



Suráfrica ha practicado una política exterior de prestigio en el otrora Tercer Mundo Su última iniciativa ha sido llevar el caso de Gaza ante el Tribunal Penal Internacional, para gran irritación de Israel y malestar de Estados Unidos, que ha conseguido en estas tres décadas que el nuevo régimen moderara el ímpetu antioccidental de sus bases.

Como ha ocurrido en la India, no se puede descartar que surja un populismo interracial e interclasista que entierre o intente enterrar la herencia del CNA. El resentido Zuma ha creado un Movimiento denominado La Lucha de la Nación (tomado de un grupo vinculado al CNA en la clandestinidad). Los jueces han inhabilitado a Zuma para presentarse a estas elecciones, pero desde su estado de Zulu-Natal irrumpirá con efectos claramente disruptivos en todo el país.

MÉXICO: CONTINUIDAD PARA PROSEGUIR EL CAMBIO

Finalmente, México afronta también un importante reto: el de consolidar una alternativa progresista tras décadas de partido casi único (PRI), aunque desde comienzos de siglo se alternó con el conservador y neoliberal PAN (Partido de Acción Nacional).

Un disidente del PRI, Andrés Manuel López Obrador creó el PRD (Partido Republicano Democrático), escisión que se declaraba progresista, para quebrar una deriva conservadora y corrupta del partido de la independencia, tras un siglo de empeoramiento y fracaso económico y social. AMLO tuvo que afrontar la hostilidad asfixiante de un sistema de partido-Estado. Denunció, con bastante verosimilitud, fraudes electorales, El PRD se partió en varias tendencias y su fundador creó el Movimiento de Renovación Nacional (MORENA), pretendidamente más homogéneo ideológicamente. Le valió al menos para ganar, por fin, las elecciones de 2018. Para entonces, el confuso izquierdismo inicial ya se había convertido en un populismo autóctono. Las derechas lo presentaron como el sucesor del chavismo.

En la izquierda latinoamericana conviven opiniones divergentes. El estilo muy personal de AMLO es polémico. Sus ramalazos autoritarios perturban, pero el Presidente conecta con una población pisoteada. Su conexión con Trump ha erosionado aún más su imagen en Europa. El coste en política migratoria y de seguridad ha sido alto, ya que se le ha percibido demasiado dócil con Washington. Sus defensores sostienen que su actuación debe interpretarse como maniobras tácticas para evitar males mayores. Al cumplir los dos mandatos legales, AMLO debía retirarse de la primera línea. Para asegurar una sucesión que no pusiera en riesgo su legado (o su influencia) tomó del PRI la criticada práctica del “dedazo”; es decir la designación a dedo del futuro líder del partido.

La escogida fue Claudia Sheinbaum, una profesional de origen judío, que ha hecho su rodaje en en la alcaldía de la capital federal. El perfil político de la “sucesora” concita también opiniones encontradas entre los sectores progresistas y un rechazo unánime de los partidos conservadores y sus correspondientes bases sociales. Que sea una mujer constituye una novedad fundamental en uno de los países más machistas del mundo. Su principal rival, la representante de una coalición heterogénea que abarca del centro-izquierda a la derecha, es también una mujer, Xochitl Gálvez, empresaria del sector tecnológico, lo que confiere a estas elecciones una perspectiva inédita de género.  

Analizaremos en las próximas semanas los resultados en estos tres grandes países. Valga decir, por ahora, que, en el Sur Global, los ritos democráticos blanquean fracasos políticos de fondo.

IRÁN E ISRAEL: ACCIDENTES, SOSPECHAS, ACUSACIONES

 22 de mayo de 2024

La casualidad ha querido que en un mismo día coincidieran la muerte en accidente de helicóptero del Presidente iraní y de su Ministro de asuntos exteriores y la solicitud del fiscal de la Corte Penal Internacional para que se extiendan ordenes de detención contra el Jefe del gobierno israelí y tres dirigentes de Hamas por supuestos crímenes de guerra.

Hay pocas dudas sobre la causa de la muerte de los dos altos cargos iraníes. Ni en los despachos oficiales de Teherán, ni en los servicios de inteligencia extranjeros se ha deslizado siquiera hipotéticamente esa posibilidad. Algunos iraníes no terminan de entender que no se cuidara mejor la seguridad del Presidente, pero hay una explicación creíble para aceptar la tesis del accidente: el mantenimiento del material militar es muy deficiente en Irán, en gran parte debido a las sanciones internacionales, que han reducido la posibilidad de tener bien abastecido el stock de recambios, como señalaba en la BBC la veterana corresponsal Lizz Doucet.

Por otro lado, también se ha mencionado estos días la alta siniestralidad en Irán, una de las más altas del mundo (la carretera, por ejemplo, mata a 17.000 ciudadanos cada año, récord mundial). De nuevo, las sanciones explican parcialmente la catástrofe; a lo que se suma la incompetencia, la dejadez, el malestar y una crisis sistémica general.

ESPECULACIONES POCO CREÍBLES

No obstante, el periodista irano-norteamericano Jason Rezaian, condenado por espía cuando trabajaba en Teherán como corresponsal del Washington Post, asegura que el ciudadano de la calle no deja de  entregarse a todo tipo de conjeturas (1).

La autoría israelí ha sido la tesis conspiratoria preferida: no en vano, Israel ha matado a destacadas personalidades iraníes en los últimos años (científicos adscritos al programa nuclear y oficiales de la unidad de élite de la Guardia Revolucionaria, encargada de armas, adiestrar y apoyar a las milicias chiíes en los países árabes aliados o cooperadores). No parece que, tras el intercambio limitado de ataques mutuos del pasado mes de abril, en Israel hubiera mucho apetito de escalada. Salvo que se quisiera enviar un mensaje al Guía Supremo para recordarle la gran longitud del brazo ejecutor israelí. Demasiado forzado.

Otra hipótesis está relacionada con la oscura lucha por el poder en Irán. Raisi iba ser reelegido, de eso no cabía duda. Eso si Jamenei no moría antes y él hubiera sido el elegido, como se rumoreaba, para convertirse en el nuevo Guía Supremo. Había otros candidatos, desde luego, entre ellos el propio hijo de Jamenei, Mojtaba. Pero esta opción era arriesgada: una sucesión dinástica convertiría al régimen islámico en una réplica de la Monarquía persa que la revolución abolió en 1979. Estéticamente horrible (2).

En realidad, la República Islámica hace tiempo que dejó de ser un régimen republicano, si lo fue, en puridad, alguna vez. Que una facción contraria a Raisi hubiera tenido siquiera la posibilidad de orquestar su muerte resulta verdaderamente retorcida. Tampoco es plausible girar el dedo hacia Jamenei, en el supuesto caso de que éste no estuviera contento con su gestión o prefiriera quitárselo de en medio para facilitar el camino a su hijo.

Por encima de este ramillete de especulaciones febriles, lo más lógico y probable es que, en esta ocasión, el régimen haya dicho la verdad y estas muertes se hayan debido a un simple accidente.

ESCASAS CONSECUENCIAS

Más allá de esto, los análisis en Occidente se han centrado en considerar los efectos de lo ocurrido. Raisi tenía un historial represivo abrumador desde sus primeras tareas oficiales como fiscal en la década de los ochenta. Pero era un figura gris. En Irán, la Jefatura del Estado es subsidiaria de las decisiones del Guía Supremo. Es el Ayatollah Jameini quien fija la política interior y exterior del país. Raisi era una suerte de mano derecha, de ejecutor en jefe. El Vicepresidente Mokhber ha asumido el cargo de manera interina, pero habrá elecciones el 28 junio (50 días después de producida la vacante, como fija la Ley). El Consejo de Guardianes, una institución clave que selecciona a los candidatos, establecerá quienes son los elegibles. No hay duda de que será de nuevo un ultraconservador como Raisi. Los moderados -y qué decir de los reformistas- han sido completamente expulsados del juego político. Las disputas, de haberlas, serán de nombres, no de políticas (3).

En cuanto a la diplomacia, a Abdollahian le ha sucedido Alí Bagheri, a la espera de que se forme el nuevo gobierno, tras la elección presidencial. Bagheri fue el jefe del equipo que negoció el día a día del acuerdo nuclear con Estados Unidos (cuando el asunto tomaba altura política, el entonces Ministro de Exteriores, Mohamad Javad Zarif, asumía el mando).

El fallecido Abdollahian tenía un perfil más militante, muy vinculado a la Guardia Revolucionaria y, por tanto, supervisor del llamado “eje de la resistencia”, la coalición de Estados y milicias proiraníes en la región.

En cambio, el sustituto carece de ese bagaje. Sus antecedentes diplomáticos no deben inducir a pensar, según los analistas occidentales, que Jamenei se esté planteando recuperar las negociaciones nucleares, ahora que Irán está a punto de alcanzar el umbral del arma atómica (5). Pero su entendimiento razonable con el equipo de Kerry en 2015 podría indicar que el Guía no quiere tensiones adicionales con esta administración demócrata, a la espera de lo que ocurra en noviembre en Estados Unidos.

El régimen seguirá cerrado sobre si mismo, enredado en las maniobras habituales de los distintos sectores del poder por mejorar posiciones. En el exterior, se supone que seguirá y abierto a sus nuevos socios condicionales en el exterior (Rusia y China), conciliador con Arabia, Turquía y la India y hostil pero comedido frente a Israel. (6)

NETANYAHU, SEÑALADO

La decisión del Fiscal de la Corte Penal Internacional de solicitar al Tribunal que extienda orden de arresto contra Netanyahu y tres dirigentes de Hamas por supuestos crímenes de guerra ha causado un enorme furor mediático en Israel y en Estados Unidos, como era de esperar. La reacción israelí ha sido de desprecio hacia un Tribunal que nunca ha reconocido. Tampoco EE.UU.

Biden, por su parte, ha vuelto a demostrar que, cuando aprietan las cosas, se olvida de sus regañinas electoralistas y se alinea férreamente con Israel. Al calificar de “escandalosa” la petición del fiscal no hace más que recuperar su política de apoyo prácticamente incondicional a Israel . En Europa, ha habido reacciones distintas, como también es de rigor. Berlín se ha colocado en la misma onda que Washington y París se ha mostrado respetuoso con la CPI.

Por tanto, la noticia ha sido más mediática que política o diplomática. Aún en el caso de que los jueces decidieran aceptar la solicitud del fiscal, Netanyahu no debe preocuparse mucho por su suerte. Más amenazante debe parecerle el peso de la justicia israelí: los tres procesos que se siguen contra él por corrupción, tráfico de influencia y abuso de poder están pendientes de resolución. La cuenta atrás volverá a activarse cuando deje de ser Primer Ministro, algo que puede estar más cerca de lo que a él le gustaría.

Netanyahu está cogido en una pinza formada por sus aliados coyunturales. De un lado, los generales en activo o en la reserva, ahora con responsabilidades en el Gobierno de unidad, que le piden un cambio en la estrategia presente y futura para Gaza (7); de otro, los religiosos fanáticos sionistas que exigen continuar con la campaña militar sin contemplaciones y rechazan cualquier acuerdo con árabes y palestinos para la administración de la Franja concluida la guerra.

Netanyahu es un experto en situaciones límite. Ha pasado por muchas de ellas y se le ha dado por muerto políticamente en no pocas ocasiones. Pero su margen de maniobra ya se ha reducido muchísimo. La carnicería de Gaza le ha colocado en la galería de los criminales de guerra incluso en aquellos lugares donde se le podía criticar, pero no descalificar hasta ese punto. Que Biden se vea obligado a reprenderle cuando se empeña en no escucharlo es la menor de sus preocupaciones. No haber sido capaz de recuperar a los rehenes lo coloca en posición abierta de debilidad ante el electorado israelí, que puede querer mano dura pero prefiere otros ejecutantes: esos generales que sólo pueden ser considerados como moderados si les compara con el actual Primer Ministro. Gaza fue en su momento una oportunidad para el enésimo retorno del Fénix. Pero ahora puede ser la causa de su caída definitiva.

 

NOTAS

(1) “What killed President Ebrahim Raisi? Iranian have theories”. JASON REZAIAN. THE WASHINGTON POST, 20 de mayo.

(2) “La mort du président iranien Ebrahim Raisi ne devrait pas bousculer les équilibres de ‘l’ axe de la résistance’”. HÉLÈNE SALLON. LE MONDE, 21 de mayo.

(3) “The death of Iran’s President will spark a high-stakes power struggle”. THE ECONOMIST, 19 de mayo.

(4) “Aggression or caution: The choice facing Iran’s next leaders”. DAVID SANGER. THE NEW YORK TIMES, 20 de mayo.K

(5) “The day after Iran gets the bomb”. STEPHEN M. WALT. FOREIGN POLICY, 14 de mayo.

(6) “What Raisi’s death means for Iran’s future”. JASCK DETSCH. FOREIGN POLICY,  20 de mayo.

(7) “Israël: l’ armée et Benyamin Netanyahou en profond désaccord sur la guerre à Gaza”. LOUIS IMBERT (Corresponsal en Jerusalén). LE MONDE, 17 de mayo; “The revolt against Binyamin Netanyahu”. THE ECONOMIST, 19 de mayo.

 

LA RUSIA DE PUTIN APRENDE MANDARÍN

17 de mayo de 2024

Hace esta afirmación el Director de Rusia de la Fundación Carnegie, Alexander Gabuev, uno de los politólogos rusos contrarios frontalmente al régimen que viven ya fuera del país (éste, en Berlín). La expresión no es metafórica. Según el autor, numerosos miembros de las élites conectadas de alguna u otra manera con el Kremlin apuntan a sus hijos a las escuelas de mandarín, convencidos de que el futuro de Rusia pasará por China.

Gabuev, como otros colegas opositores, cree que las relaciones ruso-chinas no se limitan a la afinidad que demuestran en público Putin y Xi Jinping, ni tienen un carácter coyuntural, como sostienen algunos analistas occidentales escépticos sobre la solidez de esa dupla. Por el contrario, sostiene Gabuev, la dependencia rusa del vecino asiático permeabiliza no sólo todos los aparatos del Estados, sino también al conjunto de la sociedad y en especial el ámbito académico y científico (1).

Otra analista rusa expatriada, Tatiana Stanovaya, afirmaba recientemente que las élites rusas habían dejado hace tiempo de especular con una alternativa a Putin y que una mayoría de la sociedad rusa o estaba convencida de o se había resignado a la continuidad del régimen. (2).

En el proyecto político de Putin resulta esencial la fortaleza de las relaciones con Pekín. Esta semana se ha vuelto a escenificar esa alianza, aunque ambas partes se resistan a calificarla técnicamente como tal. En más de cuarenta encuentros  Putin y Xi Jinping han transmitido entendimiento y calidez. Incluso en el ámbito personal. Ese clima tan favorable se ha codificado en una expresión reiterada una y otra vez: “una amistad sin límites”.

Aunque hay todavía en Washington quien desconfía de estos alardes y piensa que se trata de una relación simplemente “utilitaria”, lo cierto es que los datos son muy elocuentes. El comercio bilateral batió en 2023 todos los récords, al alcanzar la cifra de 240 mil millones de dólares. Para los que aún dudan de que Rusia y China están más cerca que nunca desde la invasión de Ucrania, valga decir que en este tiempo de guerra el incremento de los intercambios comerciales bilaterales ha sido del 64%. Puede argumentarse que partían de un nivel modesto, pero hay otro dato que debería disuadir a los más escépticos y que el propio Gabuev cita en su análisis: antes de 2022 el comercio de Rusia con Europa era el doble que el mantenía con China; hoy se ha reducido a la mitad.

Las sanciones explican esta inversión sensacional de la orientación económica de Rusia. La energía rusa que hacía funcionar las fábricas y calentaba los hogares europeos se ha redirigido a Asia. El principal suministrador de petróleo de China ya no es Arabia, sino Rusia. Desde 2022, este suministro se ha incrementado en un 24%. Seguirá creciendo también la compra china de gas natural y gas petrolero licuado rusos, con la puesta en funcionamiento en unos pocos años de un nuevo gasoducto siberiano.

La dimensión de la factura energética china es tan grande que el balance comercial se escora a favor del lado ruso. Moscú exportó a China por valor de 129 mil millones de dólares en 2023, mientras que lo que importó de su socio asiático “sólo” alcanzó 111 mil millones. El envés de estos números gruesos refleja mejor la naturaleza del comercio bilateral. China vende a Rusia bienes de equipo, electrónica y productos industriales de gran valor añadido. En la relación se dibuja el habitual desequilibrio que caracteriza a los intercambios entre el mundo más avanzado y los países en desarrollo: productos  industriales a cambio de materias primas. De ahí que muchos analistas consideran que las necesidades bélicas de Putin estén convirtiendo a Rusia en “vasallo” de China (3).

Es una explicación quizás exagerada, aunque no exenta de lógica. La guerra es, sin duda alguna, el factor que ha dinamizado esta “amistad sin límites”. Es un hecho incontrovertible que China ha ayudado a Rusia a compensar el efecto negativo de las sanciones sobre su industria de guerra y, en general, sobre su economía en general. Muchos de esos productos electrónicos e industriales chinos tienen carácter de “doble uso” (civil y militar) y han escapado al filtro sancionador de Occidente (4).

LA GUERRA DE UCRANIA

Estados Unidos y Europa están disgustados con China y le han reclamado de forma continua que no ayude a que triunfe la agresión rusa contra Ucrania. En vano. Macron se lo pidió hace unos días a Xi Jinping en París y Biden y sus colaboradores han hecho lo propio en los tibios contactos bilaterales de los últimos meses. Pekín responde con una fórmula ya rutinaria: China no participa en la guerra de Ucrania y no permite que se le dicte su política exterior. Tan cierto es que China de una u otra manera es parte indirecta pero notable de la guerra, como lo es que también lo es Occidente, aunque unos y otros lo nieguen.

La presión se hará más fuerte a medida que los avances militares rusos continúen. Ucrania atraviesa por el periodo más delicado de la guerra, a decir de todos los analistas y de los propios mensajes de alarma de Kiev. La ofensiva rusa sobre la zona de Járkov, segunda ciudad del país a sólo unos kilómetros de la frontera, ha encendido todas las luces rojas. Los analistas militares creen que Moscú no pretende asaltar la ciudad, sino ampliar el frente, obligar a Kiev a estirar sus líneas defensivas y así debilitar sus posiciones en el Donbas, donde las fuerzas rusas aspiran a ampliar su conquista de territorio. Al reforzamiento de esta estrategia estarían dirigidas también sus incursiones en la zona sur, en torno a la ciudad de Zaporiyia (5).

El encuentro de esta semana en Pekín ha servido para reafirmar esa “relación sin límites” y confirmar el crecimiento de la cooperación bilateral en numerosos ámbitos económicos, científicos, sociales y políticos. Pero el comunicado final de la cumbre ha eludido referencias concretas sobre la guerra. Es un silencio que poco o nada dice. Moscú y Pekín no se pronuncian, por principio, sobre las condiciones específicas de sus conflictos exteriores. Se limitan a reiterar el principio de la no injerencia.

UN PARTENARIADO ESTRATÉGICO

No obstante, en la cumbre ha estado presente el nuevo ministro ruso de Defensa, Belousov, un economista colaborador de Putin desde hace más de una década. Su nombramiento refleja la preocupación del Kremlin por acabar con la mala gestión del conflicto, maximizar las potencialidades de la maquinaria bélica y asegurar la llegada de suministros externos que permitan seguir reforzando la posición de Rusia en la guerra. En este empeño no sólo juega un papel esencial China. Otros países que Washington tiene hace tiempo en su lista negra (o “eje del mal”), como Irán y Corea del Norte son también socios importantes; pero también otros estados del Sur global que no aceptan la visión norteamericana del mundo.

Más allá de la guerra y de la posición ambivalente o comedida de China, por las razones ya señaladas, esta cumbre de Pekín ha consolidado una dirección cada vez más evidente. En el comunicado conjunto se hace expresa la voluntad común de oponerse al intento norteamericano de imponer la “contención dual” de Rusia y China.

Que ambos estados (con una superficie total de más de 25 millones de kilómetros cuadrados y más 1.500 millones de personas, una quinta parte de la población mundial) afirmen su intención de crear un “orden mundial multipolar y más democrático” constituye una base declarativa de una alianza estratégica, aunque no venga acompaña de compromisos defensivos mutuos, como los de la OTAN, por ejemplo.

 

NOTAS

(1) “The West doesn’t understand how much Russia has changed”. ALEXANDER GABUEV. THE NEW YORK TIMES, 15 de mayo; “Putin and Xi’s Unholy alliance”. ALEXANDER GABUEV. FOREIGN AFFAIRS, 9 de abril.

(2) “Putin’s six year Manifesto sets sights beyond Ukraine”. TATIANA STANOVAYA. CARNEGIE, 1 de marzo.

(3) “The Xi-Putin  partnership is not a marriage of convenience”. THE ECONOMIST, 14 de mayo.

(4) “How is China supporting Russia, after it was sanctioned by Ukraine war”. BBC, 16 de mayo.

(5) “How Russia has advanced in Kharkiv despite warning attacks was coming”, DAN SABBAGH. THE GUARDIAN, 16 de mayo.

(6) “Putin, Xi deepen ‘strategic partnership’ in Beijing”. FOREIGN POLICY, 17 de mayo.

OSCURIDADES EUROPEAS

 8 de mayo de 2024

A un mes de las elecciones europeas, la campaña está dominada por una preocupación principal: frenar el auge presentido de la extrema derecha. No es  novedad: ese ha sido el ánimo recurrente en las anteriores citas electorales. Con resultado desigual. Este año las perspectivas son peores.

Lo que la mayoría de los medios y los políticos del consenso centrista denominan “extrema derecha” se trata, en puridad, de formaciones nacionalistas de sesgo identitario, aglutinadas por un rechazo visceral e irracional de la inmigración, maceradas en un patriotismo artificial construido sobre símbolos más que sobre realidades y la resistencia feroz frente al avance de derechos y libertades relacionadas con la identidad de género, la igualdad racial o la flexibilidad de las relaciones sociales e individuales (1).

LA DIVISIÓN ULTRA

Pero no hay una extrema derecha, sino varias, rivales más que cooperantes, con estrategias diferentes e incluso opuestas. Esta división les ha impedido alcanzar posiciones de dominio en Europa. Durante años, algunos de sus líderes han tratado de acercar posiciones, de eliminar esas brechas de discordia. En ello están todavía.

Básicamente, hay dos grupos: los identitarios que desean subvertir el equilibrio político en sus respectivos países y lograr así un cambio de rumbo radical en todo el continente; y los ultraconservadores que pretenden encauzar las políticas liberales de los partidos dominantes autodenominados de centro-derecha para afianzar la orientación nacionalista. Los primeros son rompedores, por haber recorrido un largo camino desde la marginalidad; los segundos son escisiones o derivaciones de partidos que se ha ido templando, al menos en sus discursos.

El grupo de los identitarios está liderado por formaciones de los tres principales países de la Unión (en población y riqueza): en Francia, el Reagrupamiento (antes Frente) Nacional; en Alemania, Alternativa por Alemania, confluencia de distintas corrientes xenófobas; y en Italia, la Lega (en origen partido regional nordista con veleidades independistas, pero hoy con vocación estatal). Esta triada encabeza una legión de partidos, con especial ímpetu en el ámbito nórdico, donde el modelo socialdemócrata es ya casi irreconocible , y  en la Centroeuropa  excomunista.

El grupo ultraconservador tiene nuevo comandante, en la figura de la neofascista italiana Giorgia Meloni, líder de los Fratelli (Hermanos), que con una mano aparta la herencia mussoliniana y con la otra la retiene detrás de su espalda. Es la más exitosa de sus compañeros de viaje ultra, la única que ha alcanzado el poder, tras una larga y paciente carrera, en la que han ayudado la impericia de sus socios de la Lega, pero sobre la disfuncionalidad del sistema político italiano, que arrastra tres décadas de crisis.

Otro factor ha favorecido la elevación de Meloni: el Brexit. Con la presencia del Reino Unido en Europa, el Partido Conservador era el líder indiscutible de esta facción nacionalista, no tanto por identificación ideológica cuanto por rechazo del europeísmo del Partido Popular Europeo, su socio natural. Ciertamente, la derechización de los tories eliminaba cualquier incomodidad en su maridaje con la ultraderecha. En el pilotaje de este grupo de partidos ultraconservadores, los polacos de Ley y Justicia secundaban a los tories en un visión nacionalista rancia y virulentamente aversiva del proyecto unificador europeo.

EL FACTOR RUSIA

Pero quizás el factor que más ha obstaculizado la confluencia de las ultraderechas en estos años ha sido su posición divergente ante el mayor poder europeo extracomunitario: Rusia. Los identitarios no han dudado en cooperar e incluso en dejarse apoyar y financiar por el Kremlin; los ultraconservadores han mantenido su férrea posición antirrusa, otrora anticomunista, como su principal seña de identidad.

No obstante, la guerra de Ucrania ha alterado esta escisión. La dinámica antirrusa ha sacudido el grupo identitario. Mientras las huestes de Marie Le Pen hace tiempo que iniciaron un notable distanciamiento, los alemanes xenófobos se resisten a abandonar a sus patrocinadores del Este. La tensión entre el RN y la AfD es ya patente. No está claro que el grupo ID (Identidad y Democracia) se replique en el Parlamento que salga de las elecciones de junio.

Los ultraconservadores han aprovechado la toxicidad rusa para asaltar la posición hegemónica. En este empeño han sido muy estimulados por los sectores más conservadores del Partido Popular europeo, con la rama bávara de la CDU a la cabeza (2). Se trata, en realidad, de un movimiento que viene de lejos. El estrechamiento de las mayorías en muchos países ha obligado a acuerdos de colaboración cuando no de coalición entre derecha y ultraderecha. Se ha desdiabolizado  a la extrema derecha cuando ha convenido. La división en ese campo ultra ha ayudado en la maniobra política: se intenta vender ahora que la ultraderecha realmente peligrosa es la prorrusa, o la que no es claramente antirrusa; la otra, se dice, es más razonable: no deja de ser cuña de la misma madera conservadora.

En realidad, todos estos discursos son propagandísticos y oportunistas. Lo que determina las alianzas, en el grado que sea, son las perspectivas de poder. Lo que la derecha autodenominada centrista ha hecho es adoptar parte del programa y de las políticas ultras y blanquearlas, convertirlas en herramientas eficaces de gobierno para aplacar los miedos y ansiedades de una población asustada y confundida.

En la ultraderecha conservadora de Meloni, el brillo del  del poder es lo que ha iluminado la oscuridad de sus planteamientos políticos, como ha saludado esa biblia mediática liberal que es THE ECONOMIST (3). ¿Moderación o simple conducta de adaptación aparente y oportunista?  Es un juego simultáneo: la derecha que se autodenomina centrista se aprovecha de la representación parlamentaria de esta fracción, en otros tiempos levantisca y vocinglera, para asegurar mayorías, a cambio de una participación reducida en los gobiernos. La pareja  emblemática la han formado Ursula von der Layen y Giorgia Meloni. El plan compartido de encauzamiento de la migración exhibido durante su viaje a Túnez del pasado año es sólo un ejemplo. El otro protagonista de esta ecuación es el líder de los populares europeos, el bávaro Weber, representante de la facción más derechista de los democristianos alemanes. La versión española es la conexión PP-VOX, ejemplo inmejorable de la metáfora del tronco y la rama.

En todo caso, el relato antirruso en Europa parece eficaz. La duda es si será suficiente. Marine Le Pen se desmarcó hace tiempo del Kremlin, con notable éxito. Su delfín, Jordan Bardela, encabeza la lista del RN en las europeas, con distancia que parece insalvable sobre la padrinada por Macron (4) El partido del Presidente (su cambio constante de nombre afianza el personalismo de su identidad política) se ha convertido en el “partido de la guerra”.

La propuesta principal de Renew Europe es la creación de un fondo de defensa europea dotado con 100.000 millones de euros para construir una “autonomía estratégica” frente a Rusia, libre de la dependencia americana (5). Antes de presentar el programa, Macron había preparado el terreno con otra de sus declaraciones dramáticas sobre la realidad continental e internacional; en esta ocasión, evocó la posibilidad cierta de la “desaparición” de la civilización europea, si no se actuaba rápida y decididamente. Recuérdese su diagnóstico previo sobre la “muerte cerebral de la OTAN”, antes de la guerra de Ucrania, o la incorporación de tropas europeas en el apoyo bélico a Kiev, ahora que Rusia afianza sus posiciones.  La última asonada macroniana ha sido eludida con  elegancia obligada por sus socios europeos.

Alemania está tratando de reparar daños de su vinculación energética con Moscú y, aunque se apunta al discurso del refuerzo de las capacidades defensivas, remolonea a la hora de rascarse el bolsillo. El Zeitewende (cambio de época) del Canciller Scholz, proclamado pocas semanas después del inicio de la invasión de Ucrania, se ha ido atemperando. Berlín sigue siendo evasivo ante las presiones de escalada bélica con Moscú. Rusia ha anunciado maniobras militares con armas nucleares tácticas en la frontera sur con Ucrania en respuesta a las declaraciones de Macron y al permiso de Londres para que Kiev utilice el armamento británico recibido para castigar posiciones en territorio ruso. Estos ejercicios no son una novedad, pero Moscú se abstenía de hacerlos públicos (6). Alardes bélicos, todos ellos, que no gustan un pelo en Berlín.

La ultra Alternativ für Deutschland duda sobre si seguir los pasos de Marine Le Pen. No tiene tantos alicientes como la dirigente francesa. El cordón sanitario germano aun es tenso y fuerte. Aunque las encuestas predicen que AfD puede convertirse en el segundo partido nacional en las elecciones del año que viene, la dependencia rusa es aún notable, según la Inteligencia alemana y  parecen corroborar algunas investigaciones periodísticas como la de DER SPIEGEL (7).

LA SOMBRA DE CHINA

Pero, atención, porque si la influencia rusa es superable, quizás no lo sea tanto la de China. En la AfD, la sombra de Pekín empieza a desplazar a la de Moscú. Es más poderosa, más paciente y más sibilina. No se trata ya una chequera sea más o menos generosa, sino de una fortaleza propia de una superpotencia económica.

Lo tiene en mente Macron, que ha aprovechado el 60º aniversario de las relaciones diplomáticas bilaterales para agasajar al Presidente Xi Jinping, con un doble objetivo: que el capitalismo de Estado chino deje respirar a la sofocada economía europea y que Pekín deje de alimentar indirectamente la maquinaria bélica del Kremlin. Macron ha invitado a Von der Leyen a la cumbre para afianzar su visión de líder europeo (pretendidamente indisputable). En el encuentro del Eliseo (y su apéndice más íntimo de los Pirineos) ha habido un tercer empeño menos visible: que el ejército de la sombras chino abandone el patrocinio de las formaciones ultras. Imposible saber, de momento, si ha habido algún tipo de acercamiento.

En este tiempo de zozobras económicas y desasosiegos sociales internos, de impotencia diplomática en Oriente Medio (división escandalosa ante el escarnio de Gaza), de humillación en África y de creciente irrelevancia estratégica global, el espacio de oscuridades europeas no deja de crecer. Y no está atizado solamente por la extrema derecha.

 

NOTAS

(1) “Les obsessions antimigrants, antiwoke, anti-écolo des partis d’extrême droite européens”. LE MONDE, 1 mayo.

(2) “Extrême droite. Au Parlament européen, les grandes manoeuvres ont comencé”. LE MONDE, 7 febrero.

(3) “Giorgia Meloni’s not- so-scary right wing government”. THE ECONOMIST, 24 enero.

(4) “European Parliament elections tracker. Who is leading the polls. THE ECONOMIST, 2 mayo.

(5) “Elections europeénnes; le camp Macron presente un programme de 48 propositions et une liste dominée par les sortants”. LE MONDE, 7 mayo.

(6) “Russia threatens UK military and orders nuclear drills after ‘provocation’”. THE GUARDIAN,  6 mayo; “Russia to hold drills on tactical nuclear weapons in new tensions with West”. THE NEW YORK TIMES, 6 mayo.

(7) “The Alternative against Germany. How the AfD became the long arm of Russia and China.” DER SPIEGEL, 1 mayo.

 


LOS CAMPUS DE EE.UU: DE VIETNAM A GAZA

3 de mayo de 2024

La protesta en numerosas Universidades americanas por la campaña militar israelí en Gaza se extiende y ha provocado ya medidas represivas. La inmensa mayoría de los estudiantes pide que su gobierno presione a Israel para que ponga fin a la aniquilación de Gaza, pero también que las Universidades corten sus vínculos económicos con empresas e intereses que invierten y comercian con Israel o en el negocio de la guerra. Esto último es lo que más ha irritado al establishment norteamericano.

La situación en cada uno de los campus difiere en función del alcance y la intensidad de la protesta, de la actitud y posición de los rectorados y órganos de gobierno de las universidades, de la estructura de financiación de los centros y de la presión social y política subyacente en cada caso.

El argumento de que los campamentos alteran la vida universitaria resulta extravagante. En un momento en que se pretende justificar la intervención en una guerra en Europa por la defensa de los valores liberales de la democracia resulta revelador que se responda a la expresión de rechazo y espanto ante una masacre como la de Gaza con la descalificación, el ataque a los derechos que se dice defender y, cuando esto no ha bastado, la intervención policial, la amenaza de expulsión y, finalmente, las sanciones y los arrestos estudiantiles (1).

Las autoridades académicas, que se mostraron inicialmente más comprensivos con la protesta para comprometer sus credenciales profesionales, han sido superadas. Sectores de estudiantes favorables a Israel han reaccionado apelando al sufrimiento histórico del pueblo judío y enfrentándose a los críticos. Lo que ha derivado en choque a veces violentos entre unos y otros.

Nuevamente, se vuelve a confundir una comunidad étnica, un pueblo o una religión con una realidad política, en este caso Israel. Esa es la argucia que utilizan los defensores a ultranza de ese Estado para justificar sus políticas: convertir una crítica política en un impulso racista, en un instinto de odio. Todo es antisemitismo. De esta forma, no sólo se desautorizan política o moralmente las críticas. Lo más relevante es que, al señalar que existe un delito de odio, se justifican las medidas represivas. 

Los estudiantes más activos escalaron el desafío, ocupando edificios administrativos. El caso más destacado ha sido el de la neoyorquina Columbia (2), que acabó con la detención de un centenar de ellos, el pasado fin de semana. Lejos de apagar la protesta, la represión ha generado otros focos de radicalización, singularmente California. Hay ya más de un 1.300 estudiantes detenidos en todo el país.

La prensa liberal americana hace difíciles equilibrios para, de un lado, defender la libertad de expresión y, por otro, condenar expresiones que no duda en calificar de antisemitas, asumiendo el discurso oficial dominante. Se citan manifestaciones radicales de algunos estudiantes, aunque se admite que son minoritarios (3).

LA DIMENSIÓN POLÍTICA

Las autoridades norteamericanas pretenden sofocar la expresión de hartazgo de un sector de la sociedad ante la impunidad con que Israel está practicando su venganza por el ataque sufrido el 7 de octubre y la hipocresía de la administración, que dice rechazar el comportamiento de su aliado, pero le sigue procurando armas, dinero y blindaje internacional. En este apoyo acerado coinciden los dos partidos que monopolizan el poder institucional, aunque los republicanos se hayan manifestado de manera más agresiva: algunos ha solicitado incluso la intervención de la Guardia Nacional para acabar con la protesta.

Se repite con frecuencia el peso del lobby judío, la sólida influencia de esa comunidad en el sistema financiero, en el sostenimiento y promoción de las carreras políticas, en la penetración en los medios y en otros ámbitos que crean opinión en Estados Unidos. Con ser ciertas estas apreciaciones, en términos generales, lo cierto es que la base de la relación privilegiada reside en una alianza estratégica que asegura la defensa de los intereses norteamericanos en una zona del mundo que ha sido fundamental para la economía, aunque en los últimos tiempos se haya reducido su peso por la explotación de crudo y el descubrimiento de nuevas fuentes de energía en territorio nacional.

El problema para Biden es que la venganza de Israel coincide con la guerra de Ucrania y la coherencia del discurso sobre las libertades, la democracia y los valores del orden liberal ha saltado por los aires, y así se lo recuerdan, ya sin pelos en la lengua, incluso sus aliados en otras zonas del mundo, eso que se viene en llamar el Sur Global (4).

Gaza -Palestina, en general- se ha insertado en el debate político interno y, con particular acrimonia, en el propio Partido Demócrata. El sector más progresista no se conforma con las regañinas de su Presidente al Primer ministro israelí, ni con la expresión pública de discrepancias sobre la forma de conducir una guerra que sigue calificando de “legitima”. Exigen medidas concretas para acabar con la matanza, que permita el auxilio a una población civil exangüe y martirizada, que obligue a una negociación realista para liberar a los israelíes en poder de Hamas; en definitiva, que fuerce a Israel a parar la guerra (5).

En estos sectores demócratas críticos hay políticos de base que representan a una elevada población árabe, incluidos los palestinos; pero la mayoría son ciudadanos sensibles que se manifiestan espantados ante lo que está sucediendo.

Biden sabe que esos votos, hasta ahora seguros, se han vuelto esquivos, que en noviembre podría ampliarse la corriente de rechazo ya apuntada en las primarias. Teniendo en cuenta lo apretado que se presenta la contienda, la pérdida de esos votos puede costarle la derrota electoral y la catástrofe que supondría, para los demócratas, el regreso de Trump a la Casa Blanca. Según una encuesta de Harvard, la ventaja electoral de Biden entre los menores de 30 años es sólo de 8 puntos; en 2020 era de 23, a estas alturas de la campaña (6).

La orquestación de las discrepancias con Israel y los gestos compasivos hacia los palestinos “inocentes” resulta poco convincente para los progresistas. Biden y su equipo escenifican desde hace varias semanas su oposición al asalto de Rafah, donde han sido desplazados un millón de gazatíes. Pero no es suficiente para los críticos. Este gobierno demócrata, como los precedentes, no cuestiona la ocupación, la desposesión o la represión policial, económica y social de los palestinos: apela simplemente al sufrimiento humano y desautoriza el ánimo “inadecuado pero comprensible” de venganza. Tampoco le alcanza a la administración el rescate del proyecto de dos Estados, después de décadas de parcialidad en favor no de una solución justa sino del blindaje de los intereses israelíes, que son los de Estados Unidos.

A Netanyahu le puede interesar la consolidación de las relaciones abiertas con Arabia Saudí y la mayoría del resto del mundo árabe como recompensa a las concesiones a favor de los palestinos. Pero sus socios imprescindibles de la ultraderecha religiosa no se lo permiten y amenazan con hacer saltar el gobierno.-

LA LECCIÓN DE LA HISTORIA

Hace medio siglo, las Universidades fueron vanguardia de la protesta social contra la guerra de Vietnam. Hubo represión, violencia y crisis moral y política en todo el país. Entonces, eran americanos los que morían en aquella guerra, la inmensa mayoría, pobres, negros o hispanos, que no podían pagar el costoso proceso de exención del alistamiento o que necesitaban el salario militar para que vivieran sus familias. Biden, ya licenciado en 1965, no participó de esas movilizaciones estudiantiles, pero en sus memorias no les reserva precisamente palabras amables (7). En estos días, el presidente ha sido fiel a su trayectoria política: se ha alineado con las cúpulas bipartidistas y ha preferido destacar las alteraciones del “orden” por encima de la libertad de expresión. Y, naturalmente, ha recurrido también al antisemitismo para deslegitimar las protestas.

En 1968, los estudiantes que no aceptaban el trágala del “dominó comunista en Asia”, justificación de la intervención militar, hicieron descarrilar la Convención demócrata en Chicago, concluida en el caos. Tres meses después, accedía a la Casa Blanca un tal Richard Nixon, un político que había prometido acabar con la guerra, para luego extenderla y profundizarla en el ejercicio de su poder. Acabó vapuleado y desprestigiado como el rufián que demostró ser. Ahora, quien asoma de nuevo por la puerta del Despacho Oval es objeto de decenas de procesos judiciales: un rufián consumado. A buen seguro, los estudiantes acampados en las Universidades no olvidan este paralelo histórico.



 NOTAS

(1) “Here’s where protesters on U.S. campuses have been arrested”. NEW YORK TIMES, 30 abril; “After weeks of college protests, police responses ramp up”. WASHINGTON POST, 1 mayo.

(2) “Columbia students occupy university building as tensions rise in campuses”. NIHA MASIH. WASHINGTON POST, 30 abril.

(3) “How to confront antisemitism, deal with protests- and respect free speech”. WASHINGTON POST, 29 abril.

(4) “How Washington should manage rising middle powers”. CHRITOPHER CHYVVIS & BEATRIX GEAGHAN-BREINER. FOREIGN POLICY, 30 abril.

(5) “College protests over Gaza deepen democratic rifts”. NEW YORK TIMES, 28 abril.

(6) https://iop.harvard.edu/youth-poll/47th-edition-spring-2024

(7) “A bystander to ’60 protests, Biden now becomes a target”. PETER BAKER. NEW YORK TIMES, 30 abril.