LA GUERRA DE LOS HIELOS

 15 de enero de 2025

Donald Trump, a quien se espera con una mezcla de aprensión y curiosidad, pasa por ser un heterodoxo en relaciones internacionales. No se le puede adscribir a corriente o doctrina alguna que no sea la de sus peregrinas ideas y recurrentes caprichos, para desesperación de quienes, desde posiciones encajables en el  establishment creyeron, en su primer mandato, poder atemperarlo, modelarlo y orientarlo por el buen camino

Ante su segunda etapa en el gobierno, resulta imposible saber si habrá sacado alguna conclusión práctica de sus erráticos impulsos anteriores o, al contrario, irrumpirá en la Casa Blanca con bríos renovados. De momento, los indicios indican esto último. Sus declaraciones y proclamas han sonado intemperantes, irrespetuosas con los vecinos y despectivas hacia los aliados. Rebautizar el Golfo de México como “Golfo de América, “invitar” a Canadá, no en términos cordiales precisamente, a convertirse en el estado número 51 de la Unión, o hacerse con Groenlandia por las malas o por las peores no auguran un segundo mandato razonable. De sus alardes sobre la guerra de Ucrania o de las amenazas de aranceles para intimidar a amigos y adversarios, para qué hablar. 

Algunos comentaristas ya han calificado estas señales del presidente electo como propias de un neoimperialismo  y no del aislacionismo que caracterizó la política exterior de Estados Unidos durante la primera mitad del siglo pasado, hasta que las guerras mundiales obligaron a cambiar el rumbo. Pero este neoimperialismo de Trump tiene poco de rompedor o novedoso. Se trata en realidad de un mercantilismo rancio propio de las primera globalización mundial marcada por el triunfo del capitalismo sobre el feudalismo.

Es bajo este prisma que debe entenderse sus ambiciones sobre Groenlandia, para malestar de los daneses, soberanos del territorio, e inquietud de los habitantes del lugar, que llevan años aspirando a una autonomía mucho más amplia de la que tienen, sin excluir la independencia,

Estos días se ha tratado de explicar el interés que puede tener esta inmensa plataforma parcialmente helada en la entrada del Ártico para un personaje como Trump. Pese a su ignorancia demostrada en cuestiones geoestratégicas, al futuro presidente no se le escapan las riquezas submarinas naturales del lugar (gas, petróleo, etc) y la abundancia de las denominadas materias raras que resultan esenciales para el desarrollo de la nueva economía sostenible (1). Ese sería el primero y más evidente factor de codicia.

El segundo, no tan inmediato, pero cada vez más cercano, es la importancia de Groenlandia como punto estratégico del control de nuevas rutas mercantiles marítimas a medidas que el cambio climático vaya provocando el deshielo de vastas zonas marítimas en el Océano Ártico. A día de hoy, ya se están ensayando esas rutas, con limitaciones derivadas de la falta de medios para hacer viable la navegación en condiciones seguras.

Para hacer transitable la ruta ártica es preciso, de momento, una flota de barcos rompehielos, que sólo posee Rusia (principal potencia en la zona) en cantidades relevante: unos 40 navíos (entre públicos y privados). Estados Unidos, que aspira a tener un papel decisorio en la región desde su plataforma de Alaska, sólo tiene dos y están completamente obsoletos. Dos aliados occidentales en la región superan en potencial a Washington: Finlandia, que dispone de 12, y Canadá que disfruta de 9.

Finlandia está siendo cortejado abiertamente por el complejo industrial-militar norteamericano para que aporte su know-how en la edificación de una flota que permite hacer más navegables esas aguas heladas.  El país nórdico europeo ha sido neutral hasta hace poco más de un año, y siempre muy atento a las intereses de seguridad de Rusia. Pero es sabido que la guerra de Ucrania trastocó un orden vigente desde la Segunda Guerra mundial. 

En 2024, Estados Unidos, Canadá y Finlandia suscribieron un pacto conocido como Esfuerzo de Cooperación Antihielos por el cual los tres estados se comprometen a fomentar la construcción de una flota de rompehielos para todos sus aliados y socios. Se estima que, en los próximos diez años, estos clientes de los países promotores demandaran un centenar de este tipo de embarcaciones (2).

LA OBSESIÓN POR CHINA

A los estrategas occidentales no les preocupa sólo la hegemonía de Rusia en la zona, sino la pujanza de China, que ve el Ártico como una potencial nueva ruta para su expansionismo comercial. La flota de rompehielos china es también canija (sólo tiene cuatro barcos de este tipo), pero existe el convencimiento de que en el marco de su actual “amistad sin límites” con Moscú es previsible que Pekín pueda utilizar la flota rusa o impulsar la suya propia. Se cree incluso que el interés chino no es solo comercial, sino también militar, según documentos oficiales conocidos en Occidente.

Esta preocupación por los efectos del nuevo eje Moscú-Pekín en la zona es tan creciente que el año pasado el Departamento de Defensa de Estados Unidos modificó su Estrategia del Ártico. A partir de ahora, se considera a China como el principal desafío de seguridad para Estados Unidos en esa parte del planeta. No es que Rusia haya dejado de preocupar. Al contrario: Rusia es contemplado como un actor imprescindible en el desarrollo del potencial chino.

Otros analistas cuestionan este enfoque de prioridades. Un cualificado experto en China, el investigador noruego Jo Inge Bekkevold, considera que el Pentágono ha sobreestimado el desafío chino en su Estrategia del Ártico (3). En su opinión, Pekín presenta muchas vulnerabilidades para ejercer a corto o medio plazo una posición de dominio en la zona. No forma parte de la Convención de la ONU sobre Derecho del Mar, que establece el marco jurídico de las reclamaciones de soberanía sobre yacimientos de recursos naturales cualesquiera. Dicho de otra manera, China está muy lejos del Ártico. Su puerto más septentrional está en la misma latitud que Venecia. Y en lo que respecta a su despliegue militar, la Armada china no presenta demasiadas inquietudes en la zona y depende notablemente de su cooperación con Rusia. El verano pasado, ambos países desarrollaron unos ejercicios militares en el Pacífico, traspasaron el estrecho de Bering y se acercaron a la costa de Alaska.

RUSIA, LA GRAN POTENCIA REGIONAL

El investigador noruego estima que Rusia sigue siendo el agente primordial en la zona. No en vano concentra la mitad de los espacios de soberanía en el Ártico. Pero, además, hay otros factores que abundan es esta perspectiva. En la península de Kola se encuentra la base naval de la Flota Norte de Rusia, donde reposan dos de cada tres submarinos de propulsión nuclear, la principal baza militar rusa en caso de una confrontación con Estados Unidos, debido a los misiles que transportan. El documento estratégico del Pentágono admite que, en caso de una conflagración entre las dos potencias, el Ártico sería muy probablemente el principal escenario de combate. En este sentido, se ha vuelto a activar la 11ª División aerotransportada en Alaska.

Otra investigadora noruega, Liselotte Odgaard (Instituto Hudson), recuerda que los submarinos rusas tienen capacidad para viajar desde el mar de Barents, atravesar la Bear Gap, entre la península escandinava y las islas Svalbard, y surcar las aguas heladas junto a la costa este de Groenlandia sin ser detectados. En los cinco años posteriores a la toma de Crimea, Rusia construyó casi 500 instalaciones militares en el Ártico (4).

A esto hay que añadir la dimensión logística. El llamado corredor GIUK, entre Groenlandia, Islandia y el Reino Unido, constituye una ruta vital por la cual EE.UU y Canadá encaminarían sus suministros al Norte de Europa en caso de conflicto con Rusia. Moscú podría fácilmente perturbar esta ruta, porque los estados nórdicos europeos no disponen de capacidad militar para detectar a las fuerzas rusas que operan en los mencionados enclaves. No en vano, el anterior secretario general de la OTAN, noruego para más señas, advertía que la OTAN necesitaba con urgencia una estrategia viable en el Ártico.

Este esbozo siquiera sumario de las opciones estratégicas en el Ártico pueden ayudar a entender el interés de Trump por Groenlandia, o porque él mismo lo tenga en mente, o porque sus asesores políticos y militares se hayan encargado de recordárselo. Sin menospreciar en modo alguno las motivaciones comerciales o industriales, parece evidente que la necesidad de asegurar el triunfo en una hipotética “guerra de los hielos” convierte al territorio bajo soberanía danesa en objeto de deseo del Presidente norteamericano y sus inspiradores.

 

 NOTAS

(1) “Why is Donald Trump talking about annexing Greenland?”. THE ECONOMIST, 8 de enero.

(2) “Can NATO Ice Out China and Russia in the Arctic”. MATTHEW FUNAIOLE y ALDAN POWERS-RIGGS. FOREIGN POLICY, 28 agosto 2024.

(3) “The New U.S. Arctic Strategy Is Wrong to Focus on China”. JO INGE BEKKEVOLD. FOREIGN POLICY, 11 noviembre 2024

(4) ”NATO Is Unprepared for Russia’s Arctic Threats”. LISELOTTE ODGAARD. FOREIGN POLICY, 1 de abril de 2024.

 

LOS PÁJAROS OSCUROS QUE SOBREVUELAN EUROPA

 8 de enero de 2025

La agitación de los fantasmas extremistas domina el discurso europeo en este inicio de un año augurado como problemático (por los templados) o como catastrófico (por los pesimistas). El peligro más cotizado estos días es el de Trump, acompañado de su adlátere, el personaje internacional del momento, Elon Musk, animador de una extrema derecha crecida por doquier.

Tiene pinta de que las andanadas verbales del magnate de las redes sociales, los coches eléctricos y las aventuras espaciales van a copar titulares en las próximas semanas o meses. Es probable que Trump, pese a su infatigable ánimo de generar titulares de impacto (ahí están sus insinuaciones sobre la toma de Groenlandia o del Canal de Panamá), conceda a su generoso donante de campaña buena parte del foco principal en esta continua gresca mediática.

Los rifirrafes verbales de Musk con el premier Starmer o con el Presidente Macron son sólo el principio (1). La anunciada entrevista con Alice Weidel, la dirigente de los ultras alemanes, a sólo un mes de las elecciones anticipadas en la República Federal, añadirá más tensión. Pero cabe preguntarse si llegará la sangre al río. Los vigilantes del orden occidental, en ambos lados del Atlántico, tratarán de evitar que se incendien los cimientos de la Alianza. Pero algunos ya se están preguntando qué será Musk en la Corte de Trump: ¿bufón o valido? Otros, como el semanario THE ECONOMIST se preocupan por su influencia en la política económica. ¿Tendrá un poder real desde su pilotaje de la “eficacia administrativa”? (2).

LA ULTRADERECHA SIGUE AVANZANDO

La ultraderecha europea se felicita del viraje en Washington y los avances electorales recientes (Italia, Países Bajos, Austria, Eslovaquia, Rumania) envían un mensaje de sintonía a la dupla Trump-Musk. La pieza mayor de esta “Europa central putinista” (THE ECONOMIST) sería Alemania. Que gane en febrero la Unión Cristiano-demócrata no rebajará la dimensión del problema. El futuro canciller, Friedrich Merz, será el más derechista desde el nacimiento de la RFA. Ese ha sido el éxito principal de los amigos de Musk, la Alternativa por Alemania (AfD), tanto o más que sus éxitos en los länders orientales. La derecha liberal-conservadora está adoptando el discurso y las políticas de la extrema derecha, y no sólo por motivos  tácticos (frenar su ascenso). También por convicción: cree llegado el momento de aparcar sus decoros centristas y apuntarse a la reacción.

La primera consecuencia de este cambio de paradigma estratégico sería el abandono de la ficción del cordón sanitario, es decir de aislamiento político de la extrema derecha. Se está viendo estos días en Austria, donde el dirigente del Partido Popular (ÖVP), Karl Neuhammer, ha tenido que declinar el encargo de formar gobierno y dimitir como líder de su partido, al no encontrar una fórmula de gobierno que excluyera a los ultras del Partido de la Libertad (FPÖ), el más votado en las elecciones de septiembre (29%). Las puertas de la cancillería se abren para Herbert Kickel, una figura oscura que se ha apuntado a las proclamas reaccionarias más extremas. El ÖVP se deja abiertamente querer y la socialdemocracia se lame las heridas (3).

Hace unas semanas, Stephen Walt, heterodoxo profesor de relaciones internacionales en  Harvard, presentaba a Austria como el “modelo europeo para América”, por sus notables  logros sociales, políticos y económicos. Una estancia de meses en el país le había seducido, aunque no hasta el punto de cegarle ante su rostro más despreciable (4).

El caso austríaco es todo menos pionero. La actual Presidenta de la Comisión Europea y el jefe del Grupo Popular en la Eurocámara hace tiempo que vienen practicando la misma política, por caminos y con estímulos distintos. Más que la preservación de los valores, el motor en  Europa es la conservación del poder, a toda costa. El cordón sanitario se ha convertido en un estorbo. Bien lo saben los franceses, que han visto como el partido de Marine Le Pen, aún en el limbo de las pretensiones de poder, ha sido capaz de derribar el simulacro de gobierno Barnier.

A este panorama de peligros, amenazas y debilidades políticas se suma la perspectiva sombría sobre la evolución de la guerra en Ucrania. El avance lento pero seguro del ejército ruso en el Donbass y el temor a que la administración Trump cumpla su ambigua promesa de favorecer un final de conflicto favorable a los intereses del Kremlin tiene muy agitado al establishment europeo y a sus gabinetes de pensamiento.

En un artículo para el Consejo de Relaciones exteriores de Washington, uno de los principales think-tanks occidentales, un grupo de académicos, ex altos cargos y estrategas de cinco grandes países europeos (entre ellos, la exministra española de asunto exteriores, Arancha González Laya) recomienda un “rearme” de Europa a todos los niveles (económico, comercial y militar) frente a la doble amenaza del “asedio” ruso y del “abandono” norteamericano del vínculo transatlántico. Poco importa que en ocho años Europa haya duplicado sus gastos militares, en términos relativos (en relación al PIB), o que su ayuda militar, financiera y humanitaria a Ucrania ya haya superado a la de EE.UU (109 mil millones frente a 90 mil millones de $). Se pide más, se recomienda más, se advierte que, sin más, Europa puede condenarse (5). Lo que los autores no explican es cómo esta Rusia que no ha sido capaz de doblegar en tres años a Ucrania, podría atreverse a atacar a un país europeo de la OTAN. Es el viejo discurso de la guerra fría que resulta rentable para cierto sector de la industria y sus tentáculos políticos, militares y académicos.

EL RECURSO ISLAMISTA

Si no fuera suficiente con la ultraderecha crecida y un temido entendimiento de conveniencia entre Rusia y Estados Unidos, el temor a un retorno del islamismo extremista favorece los enfoques alarmistas. Hay cuatro factores coadyuvantes, de distinto nivel e intensidad.

a) El acto terrorista de Magdeburgo, aunque fuera cometido por un musulmán anti islamista y simpatizante de la AfD, abona el miedo. El efecto se multiplicó con el atentado de año nuevo en Nueva Orleans. Se percibe un nuevo impulso del enfoque policial.

b) La muerte, esta misma semana, del fundador del Frente Nacional de Francia y los homenajes de sus huestes mantendrán a la ultraderecha en el centro del escenario durante algunos días. Otro acontecimiento ha ayudado al expandir el mensaje xenófobo de los lepenistas: la conmemoración del décimo aniversario de la matanza de Charlie-Hebdo y de los otros atentados islamistas de enero de 2015 en París. La ultraderecha no dejará que la amenaza islamista se desvincule de la inmigración. Y la derecha liberal, tampoco.

c) La barbaridad de Gaza hace temer una respuesta de los radicales islamistas por la pasividad con la que muchos estados europeos han reaccionado ante la matanza israelí. Tarde o temprano, se sospecha, alguien pagará por ello. Este y el siguiente son los factores consecuenciales más determinantes.

d) La incertidumbre ante la evolución la evolución de la crisis en Siria. Hay que recordar que el aplastamiento de la rebelión siria fue la causa de la mayor parte de la crisis migratoria en Europa en 2015. Ahora, el triunfo de una organización franquicia de Al Qaeda, aunque luego desvinculada de ella sin abjurar de su ideario islamista, ha generado un debate sobre cómo relacionarse con el nuevo poder en Damasco. De momento, domina la vía pragmática, es decir, utilitarista, resumida en una fórmula tan sencilla como antigua: si los nuevos dirigentes colaboran con Occidente, se olvidarán viejos pecadillos; pero si se muestran demasiado acomodaticios con los enemigos de esta época (léase Irán, Rusia, China o Afganistán) solo pueden esperar un trato no muy diferente del infligido al régimen derrocado (6)

Es muy improbable que Al-Shara y su milicia islamista enfaden a Occidente, cuando necesitan miles de millones de dólares para reconstruir el país. Los países del Golfo, con sus disputas y sus habituales juegos de tronos, no dudarán en acudir al rescate de un país que hasta hace un mes parecía fuera de de su área de influencia (7).

Otra cosa son los efectos colaterales que el realineamiento de Siria puede provocar en la región. La gran incógnita es cómo conciliar los intereses occidentales con los designios de Turquía. Como ya ocurriera durante la campaña contra el Daesh, el régimen turco no está dispuesto a tolerar que se consolide un semi-estado autónomo kurdo al otro lado de su frontera suroriental. Trump tuvo la tentación temporal de entregar a los valiosos aliados kurdos a los caprichos de Erdogan, pero lo impidieron tanto el Pentágono como del Departamento de Estado, que lo obligaron a rectificar. Como en tantas otras cosas, se ignora lo que hará ahora.

 

NOTAS

(1) ”L’année Trump s’ouvre sur une offensive antidémocratique et anti-européenne menée par Elon Musk”. SYLVIE KAUFFMANN (Editorialista). LE MONDE, 3 de enero.

(2) Will Elon Musk dominate President Trump’s economic policy? THE ECONOMIST, 2 de enero.

(3) “¿El canciller Kickl o nuevas elecciones? Cómo podría continuar la política austriaca ahora”. DER STANDARD, 5 de enero.

 (4) “Austria Should Be America’s European Model”. STEPHEN M. WALT. FOREIGN POLICY, 11 de diciembre.

(5) “Can American Abandonment Help Europe? The Continent Has a Chance to Address Its Own Weaknesses”. ARANCHA GONZÁLES LAYA, CAMILLE GRAND, KATARZYNA PISARSKA, NATHALIE TOCCI Y GUNTRAM WOLFF. FOREIGN AFFAIRS, 6 de enero.

 (6) “The Best Way for America to Help the New Syria” STEVEN SIMON & JOSHUA LANDIS. FOREIGN AFFAIRS, 3 de enero.

(7) “Saudi Arabia and U.A.E. Tread Cautiously With Syria’s New Leaders”. ISMAEL NAAR. THE NEW YORK TIMES, 4 de enero.