8 de enero de 2025
La agitación de los
fantasmas extremistas domina el discurso europeo en este inicio de un año
augurado como problemático (por los templados) o como catastrófico (por los
pesimistas). El peligro más cotizado estos días es el de Trump, acompañado de su
adlátere, el personaje internacional del momento, Elon Musk, animador de
una extrema derecha crecida por doquier.
Tiene pinta de que las
andanadas verbales del magnate de las redes sociales, los coches eléctricos y
las aventuras espaciales van a copar titulares en las próximas semanas o meses.
Es probable que Trump, pese a su infatigable ánimo de generar titulares de
impacto (ahí están sus insinuaciones sobre la toma de Groenlandia o del Canal
de Panamá), conceda a su generoso donante de campaña buena parte del foco
principal en esta continua gresca mediática.
Los rifirrafes verbales de
Musk con el premier Starmer o con el Presidente Macron son sólo el principio
(1). La anunciada entrevista con Alice Weidel, la dirigente de los ultras
alemanes, a sólo un mes de las elecciones anticipadas en la República Federal, añadirá
más tensión. Pero cabe preguntarse si llegará la sangre al río. Los vigilantes
del orden occidental, en ambos lados del Atlántico, tratarán de evitar que se
incendien los cimientos de la Alianza. Pero algunos ya se están preguntando qué
será Musk en la Corte de Trump: ¿bufón o valido? Otros, como el
semanario THE ECONOMIST se preocupan por su influencia en la política económica.
¿Tendrá un poder real desde su pilotaje de la “eficacia administrativa”? (2).
LA ULTRADERECHA SIGUE
AVANZANDO
La ultraderecha europea se
felicita del viraje en Washington y los avances electorales recientes (Italia,
Países Bajos, Austria, Eslovaquia, Rumania) envían un mensaje de sintonía a la
dupla Trump-Musk. La pieza mayor de esta “Europa central putinista” (THE
ECONOMIST) sería Alemania. Que gane en febrero la Unión Cristiano-demócrata no
rebajará la dimensión del problema. El futuro canciller, Friedrich Merz, será el
más derechista desde el nacimiento de la RFA. Ese ha sido el éxito principal de
los amigos de Musk, la Alternativa por Alemania (AfD), tanto o más que sus
éxitos en los länders orientales. La derecha liberal-conservadora está
adoptando el discurso y las políticas de la extrema derecha, y no sólo por motivos
tácticos (frenar su ascenso). También
por convicción: cree llegado el momento de aparcar sus decoros centristas y apuntarse
a la reacción.
La primera consecuencia de
este cambio de paradigma estratégico sería el abandono de la ficción del cordón
sanitario, es decir de aislamiento político de la extrema derecha. Se está
viendo estos días en Austria, donde el dirigente del Partido Popular (ÖVP),
Karl Neuhammer, ha tenido que declinar el encargo de formar gobierno y dimitir
como líder de su partido, al no encontrar una fórmula de gobierno que excluyera
a los ultras del Partido de la Libertad (FPÖ), el más votado en las elecciones
de septiembre (29%). Las puertas de la cancillería se abren para Herbert
Kickel, una figura oscura que se ha apuntado a las proclamas reaccionarias más
extremas. El ÖVP se deja abiertamente querer y la socialdemocracia se lame las
heridas (3).
Hace unas semanas, Stephen
Walt, heterodoxo profesor de relaciones internacionales en Harvard, presentaba a Austria como el “modelo
europeo para América”, por sus notables logros sociales, políticos y económicos. Una
estancia de meses en el país le había seducido, aunque no hasta el punto de
cegarle ante su rostro más despreciable (4).
El caso austríaco es todo
menos pionero. La actual Presidenta de la Comisión Europea y el jefe del Grupo
Popular en la Eurocámara hace tiempo que vienen practicando la misma política,
por caminos y con estímulos distintos. Más que la preservación de los valores,
el motor en Europa es la conservación
del poder, a toda costa. El cordón sanitario se ha convertido en un
estorbo. Bien lo saben los franceses, que han visto como el partido de Marine
Le Pen, aún en el limbo de las pretensiones de poder, ha sido capaz de derribar
el simulacro de gobierno Barnier.
A este panorama de peligros,
amenazas y debilidades políticas se suma la perspectiva sombría sobre la
evolución de la guerra en Ucrania. El avance lento pero seguro del ejército
ruso en el Donbass y el temor a que la administración Trump cumpla su ambigua
promesa de favorecer un final de conflicto favorable a los intereses del
Kremlin tiene muy agitado al establishment europeo y a sus gabinetes de pensamiento.
En un artículo para el
Consejo de Relaciones exteriores de Washington, uno de los principales think-tanks
occidentales, un grupo de académicos, ex altos cargos y estrategas de cinco
grandes países europeos (entre ellos, la exministra española de asunto
exteriores, Arancha González Laya) recomienda un “rearme” de Europa a todos los
niveles (económico, comercial y militar) frente a la doble amenaza del “asedio”
ruso y del “abandono” norteamericano del vínculo transatlántico. Poco importa que
en ocho años Europa haya duplicado sus gastos militares, en términos relativos
(en relación al PIB), o que su ayuda militar, financiera y humanitaria a
Ucrania ya haya superado a la de EE.UU (109 mil millones frente a 90 mil
millones de $). Se pide más, se recomienda más, se advierte que, sin más,
Europa puede condenarse (5). Lo que los autores no explican es cómo esta Rusia
que no ha sido capaz de doblegar en tres años a Ucrania, podría atreverse a
atacar a un país europeo de la OTAN. Es el viejo discurso de la guerra fría que
resulta rentable para cierto sector de la industria y sus tentáculos políticos,
militares y académicos.
EL RECURSO ISLAMISTA
Si no fuera suficiente con
la ultraderecha crecida y un temido entendimiento de conveniencia entre Rusia y
Estados Unidos, el temor a un retorno del islamismo extremista favorece los
enfoques alarmistas. Hay cuatro factores coadyuvantes, de distinto nivel e
intensidad.
a) El acto terrorista de
Magdeburgo, aunque fuera cometido por un musulmán anti islamista y simpatizante
de la AfD, abona el miedo. El efecto se multiplicó con el atentado de año nuevo
en Nueva Orleans. Se percibe un nuevo impulso del enfoque policial.
b) La muerte, esta misma
semana, del fundador del Frente Nacional de Francia y los homenajes de sus
huestes mantendrán a la ultraderecha en el centro del escenario durante algunos
días. Otro acontecimiento ha ayudado al expandir el mensaje xenófobo de los lepenistas:
la conmemoración del décimo aniversario de la matanza de Charlie-Hebdo y de los
otros atentados islamistas de enero de 2015 en París. La ultraderecha no dejará
que la amenaza islamista se desvincule de la inmigración. Y la derecha liberal,
tampoco.
c) La barbaridad de Gaza hace
temer una respuesta de los radicales islamistas por la pasividad con la que
muchos estados europeos han reaccionado ante la matanza israelí. Tarde o
temprano, se sospecha, alguien pagará por ello. Este y el siguiente son los
factores consecuenciales más determinantes.
d) La incertidumbre ante la evolución
la evolución de la crisis en Siria. Hay que recordar que el aplastamiento de la
rebelión siria fue la causa de la mayor parte de la crisis migratoria en
Europa en 2015. Ahora, el triunfo de una organización franquicia de Al Qaeda,
aunque luego desvinculada de ella sin abjurar de su ideario islamista, ha
generado un debate sobre cómo relacionarse con el nuevo poder en Damasco. De
momento, domina la vía pragmática, es decir, utilitarista, resumida en una
fórmula tan sencilla como antigua: si los nuevos dirigentes colaboran con
Occidente, se olvidarán viejos pecadillos; pero si se muestran demasiado
acomodaticios con los enemigos de esta época (léase Irán, Rusia, China o
Afganistán) solo pueden esperar un trato no muy diferente del infligido al
régimen derrocado (6)
Es muy improbable que
Al-Shara y su milicia islamista enfaden a Occidente, cuando necesitan miles de
millones de dólares para reconstruir el país. Los países del Golfo, con sus
disputas y sus habituales juegos de tronos, no dudarán en acudir al rescate de
un país que hasta hace un mes parecía fuera de de su área de influencia (7).
Otra cosa son los efectos
colaterales que el realineamiento de Siria puede provocar en la región. La gran
incógnita es cómo conciliar los intereses occidentales con los designios de
Turquía. Como ya ocurriera durante la campaña contra el Daesh, el
régimen turco no está dispuesto a tolerar que se consolide un semi-estado
autónomo kurdo al otro lado de su frontera suroriental. Trump tuvo la tentación
temporal de entregar a los valiosos aliados kurdos a los caprichos de Erdogan,
pero lo impidieron tanto el Pentágono como del Departamento de Estado, que lo
obligaron a rectificar. Como en tantas otras cosas, se ignora lo que hará
ahora.
NOTAS
(1) ”L’année Trump s’ouvre
sur une offensive antidémocratique et anti-européenne menée par Elon Musk”.
SYLVIE KAUFFMANN (Editorialista). LE MONDE, 3 de enero.
(2) Will Elon Musk dominate President Trump’s economic
policy? THE ECONOMIST, 2 de enero.
(3) “¿El canciller Kickl o nuevas elecciones? Cómo podría continuar la política austriaca ahora”. DER STANDARD, 5 de enero.
(5) “Can American Abandonment Help Europe? The Continent Has a Chance to Address Its Own Weaknesses”. ARANCHA GONZÁLES LAYA, CAMILLE GRAND, KATARZYNA PISARSKA, NATHALIE TOCCI Y GUNTRAM WOLFF. FOREIGN AFFAIRS, 6 de enero.
(7) “Saudi Arabia
and U.A.E. Tread Cautiously With Syria’s New Leaders”. ISMAEL NAAR. THE
NEW YORK TIMES, 4 de enero.
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