MERKEL, TRICANCILLER

23 de septiembre de 2013

Ángela Merkel ya se ha ganado un lugar en el Olimpo político conservador alemán. Con el 41,5% de los votos, la CDU, Unión Cristiano-Demócrata (más la Unión Social Cristiana, de Baviera), mejora en casi ocho puntos el resultado de 2009 y se queda rozando la mayoría absoluta, según datos preliminares.  Podrá gobernar en solitario o en una coalición a su gusto.

Ella sólo tenía tres años cuando, expiados  los demonios de un país devorado por el resentimiento y el odio, un partido  de orden, conservador, la democracia cristiana alemana, se consagraba, en 1957, como el artífice de la reconstrucción  de posguerra. Entonces, la figura fue Adenauer.  En 1990, dos meses después de completada una reunificación acelerada del país derrotado y dividido en 1945, Helmut Kohl obtenía el resultado más aplastante de posguerra.  Merkel recoge ahora la antorcha y se consagra como la indiscutible líder de la tercera generación federal. Adenauer, por la reconstrucción. Kohl, por la reunificación. ¿Por qué recordaremos a la actual canciller alemana?

DESGASTE DE LOS RIVALES

Durante el tramo final de la campaña se habían formulado especulaciones sobre el agotamiento de la Canciller, e incluso sobre una fórmula alternativa de gobierno, mediante el esfuerzo concertado de la oposición. El voto oculto, si lo había, estaba refugiado bajo el manto de la señora. Nuevamente, su cautela le ha reportado réditos indiscutibles.

Una de las claves de su abrumadora victoria ha sido el derrumbamiento liberal. Este partido, últimamente cada vez más pequeño, que en los tiempos finales de la guerra fría fue decisivo para asegurar el gobierno a la derecha y a la izquierda, ha pagado caro su discutible liderazgo y un radicalismo ocasional neoliberal que no conecta con la tradición socio-política del país. Por vez primera en la historia de la República Federal, el FPD no llega al umbral del 5% de los votos y no tendrá escaños en el Bundestag. Los euroescépticos del AfD han avanzado, quizás a costa de los liberales, pero no lo suficiente para franquear las puertas del Parlamento.

Los socialdemócratas han maquillado su derrota con un resultado mejor que en 2009. Pero esos apenas tres puntos adicionales lo colocan cerca del 26%, a todas luces insuficiente para conducir una alternativa. Se ha criticado mucho la debilidad de su candidato, Steinbrück, su estilo hosco, sus propuestas confusas, su estrategia errática. Quizás fuera un gran error rechazar de antemano un bloque de centro-izquierda, la única forma de participar en el futuro gobierno. Sólo un retroceso notorio de Merkel le hubiera permitido negociar una ‘gran coalición’ en condiciones dignas. Pura ilusión, a la vista de los resultados. Por lo demás, la caída de los ‘verdes’ refleja el desgaste de sus contradicciones y la esclerosis de sus propuestas. La izquierda poscomunista también retrocede. Ambas formaciones no llegan al 9%.

Los que confiaban en el freno al ‘merkelismo’ se equivocaban en algo cardinal: el alemán medio está de acuerdo con su canciller, porque aprecia antes que nada la estabilidad. El modelo ‘merkeliano’ de prosperidad no entusiasma, pero tranquiliza. Se prefiere que haya empleo, aunque sea precario y parcial, que los niveles de paro europeos. O que los salarios más bajos sean irrisorios y casi un insulto para la tradición social del país, pero parecen más aceptado que el subsidio de desempleo.

ALEMANIA EUROPEA VS. EUROPA ALEMANA

No menos importante en este éxito ha sido la valoración positiva  que los alemanes han hecho de la forma en que Merkel ha llevado las riendas europeas: la prosperidad alemana dependerá mucho de la recuperación europea, porque es allí donde vende el 60% del valor de sus exportaciones. De ahí el rechazo a los liberales, los mayores enemigos de los rescates de los países del sur.

Con este sensacional triunfo en la mano, la tricanciller pisará aún con más fuerza en Bruselas, pero seguirá sin hacer demasiado ruido. Los ‘dossieres’ congelados de la política europea serán ‘alemanizados’ más que nunca. O, dicho de otra forma, el método inter-gubernamental seguirá reforzándose frente al comunitario. A muchos no les gusta esto. Pero, al menos, sostienen otros, se acabará la incertidumbre de los últimos meses, cuando la estrella de la líder democristiana parecía engañosamente palidecer.

En Francia, socio imprescindible para reanudar la tarea de reconstrucción europea, se daba casi por descontado el triunfo de Merkel, pero no de forma tan estrepitosa. Fuentes próximas al Eliseo, citadas por LE MONDE, confiaban en lo contrario: que la victoria de la canciller no fuera tan clara y que se viera obligada a proponer la gran coalición con los socialdemócratas, lo que revalorizaría las propuestas ahora desinfladas de Hollande.  Esta ‘Gran Merkel’ pincha estos globos de la ilusión francesa.

Cabe esperar, no obstante, que la prudencia siga presidiendo la política alemana y que los asuntos que esperan una resolución más urgente, en especial la unión bancaria, se solventen con fórmulas de consenso. No hay que temer, pues, una ‘alemanización’ de Europa, sino la afirmación discreta de una Alemania europea. Sin radicalismo ni estridencias. Pero quizás sea demasiado esperar un ‘giro social’ o una suavización de la austeridad. El discurso ya cambió en tiempos de menos bonanza para Merkel: a la austeridad se la vistió de compromiso de ahorro, de responsabilidad, de medidas compensatorias para fomentar el empleo juvenil.

“Angie” será, si completa su mandato (lo cual parece más que probable), la mujer europea más longeva al frente de un gobierno continental, superando en casi cien días a Margaret Thatcher (que también disfrutó de tres mandatos, pero más corto y traumático el último). 

Un pie de foto para una noche triunfal. La Canciller alemana sonreía el domingo, pero no explotaba ruidosamente su aplastante victoria, sabedora de que los problemas no son menores porque las victorias sean más amplias.


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