2 de Marzo de 2016
Pocos
países notablemente influyentes en las relaciones internacionales como Irán
resultan tan indescifrables para los analistas exteriores. Días después de la
doble jornada electoral del 26 de febrero (renovación del Parlamento y de la
Asamblea de Expertos que elige al Guía de la Revolución), todavía se hacen
cuentas y especulaciones sobre la amplitud del avance reformista o el retroceso
del control ultraconservador.
Estas
dificultades para clarificar el alcance de los posibles cambios a corto y medio
plazo en el gigante persa se derivan de la complejidad de su entramado
institucional. Pero tampoco hay que desdeñar la confusión del panorama político
e ideológico, que obliga a los expertos a extremar la cautela de sus
evaluaciones (1).
UN
COMPLEJO Y CAMBIANTE PAISAJE POLÍTICO
Algunas
tendencias, no obstante, parecen significativas. Los partidarios del Presidente
Rohaní han obtenido todos los escaños parlamentarios correspondientes a Teherán
y parecen -con los resultados disponibles- haber extendido este dominio a la
gran mayoría de los centros urbanos. Es muy posible que cuenten con mayoría,
siquiera exigua, en el nuevo Majlis (Parlamento). Pero muchos escaños no se han
atribuido aún y quedan pendientes de una segunda vuelta. En todo caso, la
amplitud de esta aparente victoria moderado-reformista es muy resaltable y
alimenta las esperanzas de quienes defienden un cambio en el país.
La
gran cuestión, no obstante, es de qué cambio estamos hablando y qué defienden
estos candidatos vencedores, y cuantos de ellos. El mayor especialista en Irán
del INTERNATIONAL CRISIS GROUP, Alí Vaez, en un artículo anterior a las
elecciones (2) nos ayuda a comprender las líneas de fractura (“battle lines”)
en el panorama político local y a descifrar, al menos parcialmente, la relación
de fuerzas. La coalición práctica de moderados y reformistas -superando
enfrentamientos o divergencias de otros tiempos- parece haber resultado
decisiva para prevalecer sobre las corrientes más conservadoras.
Vaez
distingue dos campos antagónicos básicos, republicanos y teócratas, y en cada
uno de ellos, sectores moderados y radicales. La fidelidad a los principios de
la República Islámica es un elemento unificador. Para distinguir unas facciones
de otras, conviene fijarse en otros factores como la política económica, la
política exterior, el equilibrio institucional y los valores sociales.
Exponentes muy
conservadores, radicales incluso, en la prevalencia de los poderes religiosos y
en el control ideológico de la sociedad se han mostrado muy liberales en
política económica. Es el caso del anterior presidente, Ahmadineyad, por
ejemplo, que se encontró con una férrea resistencia de sectores ultras,
defensores del control oligopólico de importantes áreas económicas.
Moderados y
reformistas, que han discrepado tradicionalmente en la necesidad de relajar ese
control islámico sobre la sociedad civil, comparten, en cambio, la apertura a
Occidente en política exterior. En Irán, hoy en día, y casi siempre, eso significa
la atracción de inversiones extranjeras para consolidar un programa de
recuperación económica que deje atrás las sanciones, combata el paro, supere la
inflación y compense la bajada del precio del petróleo. Por el contrario, el
activismo en Oriente Medio y en particular en la fratricida confrontación entre
sunníes y chiíes, los moderados y/o reformistas no se muestran necesariamente
tímidos o remisos, aunque defiendan unos modos menos abruptos.
El
terreno común que moderados y reformistas parecen haber encontrado en este momento
crucial de la República nacida en 1979 gira sobre ese trampolín externo, pero
tiene en mente la dinámica interna del país. De ahí el carácter emblemático del
acuerdo nuclear. No es una cuestión ideológica o de identidad lo que le ha
conferido una importancia decisiva, sino el potencial transformador que
presenta. Este enfoque iluminó la estrategia de Obama durante todo el proceso
negociador y fue ignorado o rechazado por los políticos o analistas de la
oposición en Washington, tanto por ceguera, como por complicidad con las
presiones israelíes, o por puro oportunismo político.
EL
BINOMIO ROHANÍ-RAFSANJANI
El presidente
Rohaní, más moderado que el expresidenten Jatamí, ha encontrado la manera de
aglutinar a los partidarios del cambio y al mismo tiempo obtener un respaldo
referendario al acuerdo nuclear. La alianza con Rafsanjaní, un hombre del
régimen, sin ambages, aunque las rivalidades personales y políticas lo haya
enfrentado a algunos de sus más notables exponentes, le ha permitido reunir una
mayoría social en torno a su proyecto político de cambio sin sobresaltos. Los
seguidores de Jatamí, han terminado apoyándole, pese a sus reticencias sobre
algunos de los planteamientos sociales poco audaces del Presidente.
La
estrategia posibilista de Rohaní no se trata simplemente de una opción
electoral pragmática. La selección previa de candidatos, tanto al Parlamento
como a la Asamblea de Expertos, amenazaba con mermar seriamente la coalición
del cambio. Aquí entró en juego esa otra dificultad, en este caso la
institucional, para comprender el juego político iraní. Las elecciones se
libran tanto en los despachos como en las urnas. La pelea por evitar el veto de
aspirantes que no cumplen con oscuras o retorcidas acreditaciones es tan fiera
o más que la posterior conquista del voto popular.
El
Guía Supremo, o Líder que se encuentra aparentemente por encima de todas las
facciones, ejerce una influencia muy determinante en este proceso de selección,
pero él mismo está sometido a un juego de poder entre distintas sensibilidades
y tendencias. Por eso resulta siempre tan difícil conocer su verdadera posición
en algunos de los temas más sensibles, como el acuerdo nuclear, por ejemplo.
Jatamí solía equilibrar un pronunciamiento favorable -o al menos no negativo-
con otro que venía a establecer con aparente claridad sus límites. Aunque se le
alinee con los sectores conservadores, sin su respaldo a la dupla Rohaní-Zarif
jamás se hubiera firmado ese pacto por el que Teherán renuncia al desarrollo de
un programa atómico militar.
En
definitiva, cuando se complete la segunda vuelta, se cierren todos los
resultados, se conozcan las adscripciones de los ahora conceptuados como
“independientes” y se confirmen o se rectifiquen las alianzas y alineaciones
previas, podremos saber, no sin reservas, la verdadera relación de fuerzas
parlamentarias (y, por lo tanto, el apoyo legislativo de que gozará el
gobierno). En la Cámara de “eminencias islámicas” que elegirán al nuevo Guía ya
sabemos que estarán presentes el incombustible y pragmático Rafsanjani y el
propio Rohaní. Por el contrarios, sus dos principales rivales
ultraconservadores han sido derrotados, quizás uno de los datos más destacables
del actual proceso electoral.
Si
se confirma un giro en Irán, Obama se anotará, por vía indirecta, otro triunfo
en su política exterior, tan denostada por sus adversarios, pero también por no
pocos neutrales y algún que otro próximo, como la virtual nominada Hillary
Clinton, tras su esperado éxito en el Supermartes del Primero de Marzo.
(1) Uno de los libros recientes
sobre Irán, titulado "L'Iran dans 100 questions", de Mohamed-Reza
Djalili y Thierry Kellner, ofrece algunas claves en formato asequible y
sencillo sobre las principales incógnitas y desafíos del país.
(2) FOREIGN AFFAIRS, 24 de
Febrero.
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