26 de febrero de 2025
Las elecciones del 23 de
febrero han consagrado el cambio previsto en Alemania. El país volverá al
carril derecho. Ma non troppo. La crisis que azota el país -quizás la
más profunda de las grandes potencias europeas- ha alterado los equilibrios
políticos. Sin embargo, la estabilidad del sistema hace que raramente las
elecciones provoquen un terremoto (Gráfico 1).
Las sacudidas estratégicas desde
2022 han condicionado decisivamente los resultados electorales. La guerra de
Ucrania ha sido el factor pivotal, que ha provocado el desenganche parcial de
la dependencia energética alemana de Rusia, como consecuencia de las sanciones.
El encarecimiento de los combustibles ha lastrado los resultados de la
industria y los servicios, hasta el punto de provocar dos años de recesión
económica, por primera vez en la segunda guerra mundial. A esto hay que añadir
el efecto de la competencia automovilística china, que ha deprimido la
capacidad exportadora del sector. Estos condicionamientos han castigado
seriamente a la coalición gobernante. Socialdemócratas, ecologistas y liberales
retroceden y todos los partidos de la oposición (Die Linke, CDU-CSU y AfD) mejoran sus porcentajes (Gráfico
2).
La victoria de la CDU es más discreta de lo esperado. Obtiene 4,4 puntos, pero se ha quedado muy lejos de obtener el apoyo que disfrutó en la era de Merkel y de Kohl. De hecho, se trata del segundo triunfo más reducido desde 1949. La impresión es que han sido los errores ajenos lo que le permitirá a la suma de partidos democristianos volver a la Cancillería (Gráfico 3).
Gráfico 3
LA GRAN COALICIÓN NO ESTÁ ASEGURADA
En Alemania, para formar una coalición de gobierno que tenga mayoría, se necesita la mitad más uno de los diputados del Bundestag (630); es decir, 316 (Gráfico 4).
Gráfico 4
Nada más conocer su triunfo,
Merz volvió a descartar la alianza con la ultraderecha (columna más a la
derecha del gráfico). Ambos sumarían 352
diputados, 36 más de los necesarios. Por tanto, sólo hay tres opciones a día de hoy para
formar una coalición de gobierno.
Los analistas alemanes
predicen que se impondrá la fórmula clásica de la Gran Coalición (GROKO). Pero
no hay garantías de que pueda funcionar. Democristianos (CDU-CSU) y
socialdemócratas (SPD) suman 322 diputados (202-120) en el Bundestag, sólo seis
más de los necesarios para tener mayoría. Bastaría por tanto que media docena
de diputados del SPD votaran en contra de alguna ley o decisión del Gobierno para
que la Gross Koalition colapsara.
Quizás no sea muy probable,
pero no es descartable. La iniciativa de Merz para endurecer la política migratorio hace pocas semanas fracasó
y provocó grandes manifestaciones en todo el país. Un sector del SPD no se fía
del instinto ultraconservador del futuro canciller. De ahí que las dudas sobre
la viabilidad futura de esta colaboración entre los dos grandes partidos,
empleada en cuatro ocasiones desde 1949 (tres de ellas durante el mandato de
Merkel, por cierto). No estamos ahora en este último escenario, ni mucho menos.
Merkel se situaba en la izquierda de la CDU y nunca se planteó cuestionar los avances
sociales impulsados por el SPD en los años de esplendor de Brandt. Merz fue un
rival interno muy ácido de la excanciller y está alineado con la derecha del
partido. Merkel lo mantuvo a raya e incluso hizo que abandonara la primera
línea de la política. Ahora ha conseguido colmar su aspiración de ser
canciller, pero el entorno no puede ser más problemático.
La opción tripartita (KENIA,
por los colores de la bandera de ese país) resulta aún más incierta, ya que
democristianos y verdes se encuentran muy alejados en política migratoria y
económica, aunque tienen puntos de encuentro en el tema internacional del
momento, que es la guerra de Ucrania.
EL DILEMA SOCIALDEMÓCRATA
El derrumbe socialdemócrata
no ha sido el primero en los últimos treinta años. Ni siquiera el más acusado (Gráfico 5).
Gráfico 5
Este año ha perdido 9,3
puntos, un enorme correctivo, pero en 2009,
después del fracaso del modelo liberal que quiso implantar Schröeder,
amigo y socio de Putin ya por entonces, retrocedió 11,2 puntos y perdió el 40%
de su electorado (más de siete millones de votos).
El debate en el SPD sobre su
participación en el nuevo gobierno como socio menor no será académico. Hay
muchos reproches a la forma en la que Scholz ha gestionado la guerra de
Ucrania. Si bien al principio fue cauteloso, luego comenzó a volar todos los
puentes con el Kremlin, convencido de que Putin tenía un objetivo maximalista.
No ha sido tan contundente sobre el programa de rearme y el considerable
aumento de los gastos en defensa, promovido por el ministro del ramo y uno de
sus posibles sucesores en el gobierno y en el partido, Boris Pistorius.
Aunque los tiempos en que el
reforzamiento militar del país constituían un tabú ya pasaron, hay todavía un
amplio sector en la militancia del SPD que no quiere sacrificar los programas
sociales para gastar más en defensa. Ese debate, que es hoy la clave de la
política europea, será decisivo a la hora de fijar la participación en una gran
coalición.
LOS LÍMITES DEL AUGE ULTRADERECHISTA
El éxito de la ultraderecha
es incontestable, Sin embargo, el avance de la AfD fue más pronunciado en 2013,
cuando triplicó su porcentaje de votos: pasó de 4,70 a 12,6. De no tener
representación parlamentaria se encontró con casi un centenar de diputados en
el Bundestag (Gráfico 6).
La dirigente ultraderechista
quizás tuviera razón cuando, en la noche electoral, predijo que ni la gran
coalición ni otras fórmulas más amplias (con los verdes) conseguirán la
estabilidad del país, por lo que el país está abocado a otras elecciones muy pronto.
Alice Weidel sabe que conforme vaya pasando el tiempo y la situación económica sea
tan deprimente, sus posibilidades de convertirse verdaderamente en
“alternativa” de poder aumentarán.
El apoyo que la AfD recibirá
de Trump en su estrategia de desgaste de un hipotético gobierno de gross
koalition no necesariamente será un activo. La AfD está aislada del resto
de la ultraderecha europea por su coqueteo con los eslóganes, símbolos y
referencia del nazismo. Marine Le Pen expulsó a los ultras alemanes de su
antiguo grupo parlamentario europeo. No parece que, de momento, ni ella ni sus
compadres ultras estén por la labor de admitirla en el nuevo grupo de
‘Patriotas’ que se ha constituido en la Cámara de Estrasburgo.
LA SORPRENDENTE RECUPERACIÓN
DE LA IZQUIERDA
El avance de la izquierda
inconformista. Die Linke K (La Izquierda) sube 4 puntos con respecto a
2021 y aumentará su representación parlamentaria en 25 diputados, un 80% más de
los que tenía hasta ahora (Gráfico 7).
El crecimiento podría haber
sido mayor si no hubiera sido por la escisión liderada por Sarah Wagenknecht,
que hasta hace sólo unos meses aspiraba a convertirse en hegemónica en esa
franja izquierdista del electorado. A pesar de sus buenos resultados en la
europeas, sus seguidores se han llevado ahora una gran decepción al no alcanzar
el umbral estipulado del 5% ni colocar a ninguno de sus candidatos en la ronda
nominal y quedarse, por tanto, fuera del próximo Bundestag . Die Linke,
una formación que nació de la fusión entre los herederos del antiguo partido
comunista del Este y la izquierda del partido socialdemócrata, experimenta una
revitalización con la que nadie contaba, ni siquiera ellos mismos, hasta hace
sólo unas semanas. Baste decir que ha ganado en Berlín, con el 19,9% de los
votos.
DOS ALEMANIAS
La tendencia divergente
entre el Este y el Oeste de Alemania, treinta y cinco años después de la
unificación sigue sin estrecharse. Y esa realidad empuja a los länder
orientales hacia los llamados “extremos”. AfD ha ganado en los cinco länder del
Este, y de forma contundente: Turingia (38,6%), Sajonia (37,3%), Alta Sajonia
(37,1%), Meklemburgo-Pomenaria (35%) y Brandenburgo (32,5%). Die Linke queda
por detrás de la CDU en los cinco länder. Pero supera al SPD en Turingia y
Sajonia, está a la par en Alta Sajonia y ligeramente por debajo en
Meckemburgo-Pomerania. Por supuesto, en todos ellos supera ampliamente a los
Verdes (Gráfico 8).
ALEMANIA, EN EL CRUCE DE LAS PARADOJAS EUROPEAS
La paradoja de la política
alemana es que, siendo la gran defensora de la presencia militar norteamericana
en Europa (desde el bloqueo de Berlín, pasando por la crisis de los euromisiles
de los primeros años sesenta o las azarosas negociaciones sobre la unificación),
se ve abocada ahora a promover la autonomía estratégica, debido a la hostilidad
con que se está comportando la administración Trump. Esta inesperada confrontación aleja aún más una
reconciliación pragmática con Rusia, que aparece más próxima a la Casa Blanca
que la propia Europa, por vez primera en la Historia.