LA DERROTA ANTICIPADA DE ISRAEL

2 de enero de 2009

Los políticos israelíes creen que han ganado la guerra a Hamás, aunque no hayan terminado aún las operaciones militares y sigan considerando la más extrema de las opciones: una ocupación completa del territorio.

Podrán proclamar que han destruido la infraestructura civil, policial y militar del Movimiento de Resistencia Islámico palestino. Podrán proclamar que los ciudadanos israelíes de Askhelon, Sderot y otras pequeñas poblaciones del sur volverán a dormir tranquilos. Podrán proclamar que el Estado hebreo y su inefable brazo armado han vuelto a cumplir con su compromiso sagrado de velar por la seguridad del país. Podrán proclamar que los enemigos de Israel –en particular, los más cercanos- son hoy más débiles que ayer. En definitiva, podrán cantar victoria.

Pero Israel ha perdido esta guerra. Tarde o temprano, se darán cuenta. Igual que tardaron en advertir que perdieron, por segunda vez, la guerra del Líbano en 2006. Porque las guerras basadas en castigos colectivos terminan perdiéndose, por muy abrumadoramente eficaz que se constate la superioridad militar sobre el terreno.

Un general israelí le dijo el martes al corresponsal de la BCC que no pararían hasta derribar el último edificio de Hamas en Gaza. Esa declaración expresa hasta qué punto se ha alejado Israel de la realidad. La clase política israelí está profundamente desprestigiada: más que nunca en su historia. Los militares han constituido siempre la columna vertebral del proyecto político de Israel. Han sido militares la mayoría de sus dirigentes históricos. Todo ciudadano israelí es, potencialmente, un soldado. En algún momento de su vida. O mejor: en cualquier momento de su vida.

Pero también al estamento armado ha llegado el desprestigio. Los militares del siglo XXI no poseen la autoridad moral, la altura de miras y el sentido del Estado de los que asumieron la responsabilidad de hacer viable el proyecto sionista. Hoy son funcionarios seducidos por el poder de una tecnología superior a la de sus vecinos y deformados por la práctica abusiva de la impunidad.

El Ejército israelí que emergió victorioso de las guerras contra sus vecinos árabes se pudrió en el combate sordo, insidioso y fatal contra la resistencia palestina en los ochenta y noventa. Y la puntilla a su prestigio se la dio un movimiento islámico que anidó en el sitio más imprevisible de la zona: el tradicionalmente laico, moderno y filooccidental Líbano. En realidad, Israel contribuyó a crear, alimentar y engrandecer el monstruo que terminó destrozando el elemento de prestigio de que le quedaba. Si los palestinos habían arruinado su argumento moral, los milicianos de Hezbollah acabaron con el mito de su imbatibilidad militar.

Hamas está llamado a ser una segunda edición de ese fracaso. Decía estos días Daoud Kuttab, un periodista palestino, en las páginas del Washington Post que Israel ha revivido a Hamas. Puede tener bastante razón. Según un estudio patrocinado por la Fundación Friedrich Ebert, la popularidad y el apoyo público a Hamas habrían descendido dramáticamente entre la población palestina. Por primera vez en una década, la tendencia mostraba un apoyo creciente a Fatah y decreciente a los islámicos de Hamas. El poder desgasta, incluso a quienes creen que su reino no de es de este mundo.

Pero la desproporcionada y electoralista operación militar israelí en la franja de Gaza puede, a medio plazo, invertir esta tendencia. Tendría Israel que aniquilar cualquier vestigio del Movimiento islámico palestino, y eso es, casi por definición, imposible. Tarde o temprano, los islámicos se reconstruirán, como lo ha hecho Hezbollah. Habrán matado a 500 personas, habrán sembrado odio y habrán teñido las elecciones de sangre. Pero en el castigo colectivo contra una población marcada por la miseria, el aislamiento y la desesperanza llevarán la cruda penitencia.

Pocos son los que son capaces de advertir este peligro. El diario HAARETZ, conciencia crítica de Israel, es prácticamente el único medio que llama la atención sobre los riesgos y la “inutilidad” de estos ataques desproporcionados con respecto a la amenaza que soportan las ciudades meridionales israelíes. Las encuestas avalan el apoyo popular a la operación militar en Gaza: siete de cada diez ciudadanos. El laborista Ehud Barak, ministro de Defensa, responsable político directo de lo que ocurre, ha subido en apreciación popular y está en condiciones de retar a Netanyahu y a Livni en las elecciones de febrero. Hace una semana parecía condenado a la derrota.

Unas líneas sobre la comunidad internacional. De la administración Bush no se esperaba equilibrio ni diplomacia constructiva. La gestiones en favor de una tregua llegan muy tarde y se antojan hipócritas después de haber avalado sin fisuras la operación militar israelí.

Europa clama por una tregua, que difícilmente llegará a tiempo. Es posible que Francia consiga cierta pausa en las operaciones y seguramente veremos a Sarkozy en primera fila. ¿Cuánto tiempo tardarán los contribuyentes europeos en levantar lo que Israel ha destruido con su inútil precisión?

En cuanto a los países árabes, el NEW YORK TIMES ponía de manifiesto estos días cómo la masacre de Gaza puede echar por tierra los intentos de reconciliación de los últimos meses, El acercamiento de Siria a Egipto y al reino saudí puede malograrse. Los Hermanos Musulmanes ya han empezado a criticar con dureza a Mubarak por no abrir la frontera con Gaza. Teme el raïs egipcio una avalancha palestina, pero sobre todo la “infección islámica”.

Más inquietante es el silencio de Obama. Miembros de su equipo han dicho que que Estados Unidos sólo tiene un presidente. ¿Elegancia o escapismo? Obama tuvo un gran empeño en presentarse como “amigo de Israel”, cuando la campaña aún se hallaba en pleno desarrollo. Luego escogió a su principal rival y reputada pro-israelí, Hillary Clinton, como jefa de su diplomacia. ¿Se verá obligado a compensar este sesgo? ¿Preferirá encargar ese cometido a su Consejera de Seguridad Nacional? Obama prometió implicarse a fondo en el gran fracaso de la política exterior norteamericana desde Yalta: la frustrada paz en Oriente Medio.

¿Será Obama un presidente distinto a los anteriores, no ya en los resultados, sino en la naturaleza de su empeño? ¿Rescatará, adaptándolos, los parámetros de Clinton, o fabricará un nuevo plan de paz?

Dicen los políticos israelíes, que Israel lleva décadas resistiendo planes de paz americanos. ¿Resistirá el encanto de Obama o lo situará en la galería de las mortales promesas incumplidas?

1 comentario:

Óscar dijo...

Muy acertados sus comentarios y opiniones, Sr. Sacaluga. He sido seguidor de sus programas e intervenciones en la radio y televisión pública. Seguiré este blog que me parece muy interesante.

En cuanto a lo que comenta, no soy especialista, pero sí historiador por formación y llevo años intentado formarme una opinión sobre este grave asunto. Opino que no es fácil mantener la paz en el eterno "conflicto palestino-israelí", ni hay que creer que Hamás sea una ONG en favor de la paz precisamente, pero está claro que Israel no resuelve la violencia palestina con más violencia y sobre todo con ataques indiscriminados hacia la población civil inocente de Gaza. Cierto es que esa violencia palestina, justificada según algunos por la ocupación israelí e injustificada según otros, en bastantes ocasiones es terrorista y ataca población civil inocente.
Lo más triste de esta situación es que no parece existir ni en el bando palestino ni el israelí, un grupo de presión, organización o partido con un respaldo popular mayoritario a favor del diálogo. Parece cumplirse la (i)lógica del cuanto peor, mejor. Una posible esperanza es que Obama siga los pasos de Clinton, que estuvo a punto de conseguirlo junto a Rabin y Arafat primero y con Ehud Barak y de nuevo Arafat, años después. Yo sigo teniendo esperanza quizá ingenua en la juventud israelí y palestina, en ese proyecto de orquesta musical de jóvenes de la fundación del difunto Edward Said y de Daniel Baremboim; o en esos campamentos de la paz con jóvenes palestinos e israelíes "Semillas de la paz", creo que se llamaban, que ví en un reportaje de "En Portada" en La2 hace años. Quizás usted trabajaba entonces en aquel programa...

Reciba un cordial saludo,

Óscar.