MIEDO A LA GUERRA EN NAVIDAD EN PALESTINA

26 de diciembre de 2008

El riesgo de una operación militar israelí contra centros neurálgicos de Hamas en Gaza es muy alto. La tregua de seis meses iniciada a mitad de junio ha concluido, después de unos pocos días de prórroga, en las vísperas de Navidad.

Para renovar la tregua, Hamas había exigido el levantamiento del implacable bloqueo al que Israel somete a la franja desde que el movimiento islámico obtuviera el gobierno del territorio, hace año y medio. Ante la negativa israelí, los islámicos palestinos iniciaron una serie de ataques con cohetes Qassan -hasta Navidad, más de doscientos- sobre varias aldeas y ciudades del sur de Israel. Se han producido numerosos daños materiales, pero sólo heridos leves. En las respuestas israelíes han muerto seis palestinos. Pero se trata de respuestas limitadas, no de la gran respuesta.

Israel celebra elecciones el 10 de febrero. Por tanto, los dirigentes políticos se encuentran bajo presión para decidir qué hacer con Hamas. Lo que se está oyendo y leyendo estos días en Israel no invita al optimismo. Hay miedo y angustia ante la más que probable escalada, de desarrollo terrible y desenlace incierto.

El gobierno duda. El primer ministro, Ehud Olmert, más que un pato cojo es un político desprestigiado por un escándalo de corrupción que le ha obligado a tirar la toalla del pugilato político. Después de unos primeros días de invocación a la prudencia y a la retención, Olmert lanzó un ultimátum a Hamas. Pero escogió un procedimiento singular: una alocución directa a los habitantes de Gaza, a través de la cadena de televisión Al Arabiya, para que se libraran de su gobierno “opuesto al espíritu del Islam”.

Olmert no quiere declarar la guerra, piensan algunos analistas. No quiere despedirse del gobierno con más sangre y con demasiadas dudas sobre el resultado de la operación. Solo recordar lo ocurrido hace un par de año en Líbano le debe producir sudores fríos.

Otros analistas, en cambio, creen que Olmert se encuentra demasiado presionado y antes de tener que empezar a lamentar muertos entre la población israelí, se ha resignado a una operación militar de envergadura. Si no se ha producido todavía, sería por el mal tiempo reinante en Tierra Santa. Porque de lo que se trataría es de operaciones aéreas selectivas, de tal intensidad y pretendida eficacia que no fuera necesaria la intervención terrestre.

El debate está abierto sobre el alcance de la respuesta.

Los halcones –en el Ejército, en la Knesset y en los periódicos- reclaman un escarmiento. Pero no uno más, el definitivo: “la erradicación de Hamas”, de una vez por todas. El ex-jefe de la inteligencia militar, Yossi Ben Ari, escribía hace unos días en YEDIOT AHORONOT que Israel debe liberarse de las trabas que le han impedido solucionar la cuestión Hamas desde hace tiempo. Cree que se ha “quemado la tregua para nada” y sostiene que “el supremo objetivo tiene que ser la eliminación de Hamas y el final del control que ejerce sobre las instituciones del gobierno palestino”.

No obstante, Ben Ari advierte sobre la inconveniencia de una operación militar masiva y aconseja una estrategia basada en cuatro componentes: ocupación de territorio en torno a la localidad de Rafah (la llamada “ruta Filadelpahia”), para cercenar el aprovisionamiento de Hamas, la eliminación de cabecillas islámicos, ataques aéreos precisos y escogidos y sumo cuidado con no infligir daños a la población civil.

Los palomas aconsejan actuar con prudencia. Se oponen a la operación militar y recomiendan, por el contrario, que Israel revise ciertas políticas que han fortalecido más que debilitado a Hamas en Gaza. El diario de izquierda moderada HAARETZ señala el fracaso de una política de “castigo colectivo”, que ha consistido en bloquear la franja, estrangular su economía y, en consecuencia, hacer muy difícil la vida diaria de la población. “El gobierno debe abandonar de una vez por todas su objetivo de meter al genio de Hamas de nuevo en la botella”. Por el contrario, debe “convencer a los palestinos de que existe una alternativa viable a la ideología de Hamas”, concluye HAARETZ.

LE MONDE se convierte en portavoz de las sensibilidades europeas, al calificar a Gaza como “prisión a cielo abierto” y reclama para sus habitantes una dignidad siempre burlada por todos: israelíes, islamistas, autoridad palestina y vecinos árabes.

Portavoz tradicional de las inquietudes y aspiraciones de buena parte de la comunidad judía norteamericana, THE NEW YORK TIMES publicó hace unos días un reportaje sobre la celebración del vigésimo primer aniversario de Hamas, que protagonizó la primera Intifada palestina. El corresponsal se sorprendía de la enorme audiencia del acto: cerca de 200.000 asistentes, para una población de millón y medio de personas, pese a las restricciones y los problemas impuestos por el bloqueo israelí.

Uno de los históricos dirigentes de la izquierda laborista, Yossi Beilin, afirma que Israel “no debe embarcarse en una operación militar”; al contrario, debe mostrar su buena voluntad levantando el bloqueo, facilitando la llegada de productos para satisfacer las necesidades de la población. Para ello, es preciso la colaboración de Egipto.

El vecino árabe es el más preocupado por el curso de los acontecimientos. Trata por todos los medios de frenar la represalia israelí, porque teme muchas de sus consecuencias: oleada de refugiados, recrudecimiento de los enfrentamientos internos palestinos e incremento de la presión de los radicales palestinos dentro de sus propias fronteras. Mubarak ha invitado a la jefa de la diplomacia israelí, Tzipi Livni, para explicarle que el gobierno del que forma parte debe resistir la tentación.

Pero Livni no es carta apaciguadora. Más que integrante destacada de un ejecutivo acabado, es la candidata de su partido, Kadima, a dirigir el futuro gobierno. A Livni le presionan mucho de sus correligionarios que no quieren pasar por tibios, ante las bravatas del líder de la derecha más radical, Benjamín Netanyahu, que proclama abiertamente la solución más dura contra Hamas. No hace falta recordar que el aguerrido Bibi es favorito destacado en los sondeos.

Si se impone la respuesta militar, Hillary Clinton tendrá que poner enseguida a prueba esos poderes extendidos que THE NEW YORK TIMES aseguraba esta semana que había conseguido para la Secretaría de Estado. Más poderes, tal vez, Pero muchos frentes abiertos y muy esquivas soluciones.

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